Habíamos dejado en el capítulo anterior el tema de cómo había vivido Chaves la muerte de Aramburu: “como lo vivió la mayoría de la gente, como un hecho de justicia revolucionaria; como le pasó a la pobre Hebe de Bonafini cuando cayeron las Torres Gemelas; lo que dijo fue una metida de pata inmensa, pero ella lo dijo de corazón; alguna vez le tenía que pasar a ellos; no se trata de reivindicar a Osama Bin Laden; se trata de decir que el que siembra vientos cosecha tempestades; y Aramburu había sembrado más que vientos”.
No es un tema menor. Insisto en que debemos ubicarnos en la mentalidad de la época. Veamos si con un ejemplo personal podemos lograrlo:
Cuando yo trabajaba en el Banco Central de la República Argentina, Departamento de Prensa, tenía como compañero de trabajo a Enrique Pavón Pereyra, que antes había estado acompañando a Perón en el exilio, más concretamente como su biógrafo personal. Fue Pavón quien me consiguió el primer conchabo en periodismo rentado en la revista BANCARIOS DEL PROVINCIA, del Banco de la Provincia de Buenos Aires. Fue él quien, en una mañana de diciembre de 1975, llegó agitado a la oficina proveniente de Córdoba, informando lo que se estaba preparando: “están cuadriculando la ciudad y están organizando la desaparición de tantas personas por cuadra”. Nos pareció que estaba loco, completamente loco. Pero no lo estaba. El General Luciano Benjamín Menéndez era el responsable y su largo brazo llegó a Mendoza, su jurisdicción militar. Había llegado antes del golpe.
Con Pavón organizamos algunas reuniones políticas secretas en mi propia casa, junto a Don Jaime De Nevares, Horacio Sueldo y ex militantes que no habían podido irse del país. Él conocía como pocos los contactos que había entre Juan Domingo Perón y el Che Guevara. Años 1964 y 1966. Cuando se hacían esas reuniones, y se hacían en todo el país, en las catacumbas de la dictadura, Chaves ya estaba preso. No nos conocíamos aún.
Respecto de quienes rodeaban a Chaves en su despertar al peronismo, manifiesta, nuevamente al referirse al ajusticiamiento de Aramburu, que muchos lo vivieron como él: “cuanto más de base era la persona más lo encontraba justo. No se entraba a la cuestión de la legalidad”.
Al momento sobre qué cambió desde la muerte de Aramburu, sostiene Chaves: “por lo que he vivido y he visto, creo que esa muerte tonificó la Resistencia; nada es igual en la Historia. Yo creo que esta derrota del gobierno (se refiere al conflicto 2008 por la Res. 125, recordemos que este reportaje es de 2008) pone nuevamente en el tapete un debate que viene desde las Invasiones Inglesas; es un conflicto que se duerme, se despierta, se vuelve a dormir; eso fue el fusilamiento de Aramburu; y luego obviamente vino el accionar de todas las organizaciones armadas, Sin caer en el foquismo y en el guerrerismo, hay mucha gente que piensa que el régimen es tan poderoso, tan desalmado, tan asesino, que da la impresión que es invencible; y cuando la gente se da cuenta de que no son tan poderosos, tan invencibles… Es como esa hermosísima frase del Che… ha dicho basta y ha echado a andar; la marcha de gigantes que ya no se detendrá. Eso es lo que yo he visto; es como que la gente ya empezó a entender que se puede”. Un ajusticiamiento como tonificante de una revolución contenida…
Chaves, como él mismo dijo en los primeros juicios por crímenes de lesa humanidad en San Rafael 2010, perteneció a la organización Montoneros: “en Mendoza cayeron los hermanos Molina; Alberto Molina era médico y yo estaba relacionado con él; a través de él conocí al hermano, cayeron los dos presos y los dos se escaparon” Pero no nos dice la fecha exacta. Sólo “a los comienzos; pero en mi vida no cambió nada”. “Sin ser petulante, diría que a mí los montoneros no me dieron nada; yo le di a Montoneros, porque visualicé en ese momento, en esa coyuntura histórica que, en la lucha por el retorno de Perón, en la lucha por terminar con la dictadura y la lucha política que se dio después a través del FREJULI, todo eso lo compartí con ellos; Montoneros influyó en mí y yo influí en Montoneros, para decirlo en términos dialécticos”.
Acerca del retorno de Perón y la campaña del “Luche y Vuelve” en Mendoza “éramos cuatro gatos al comienzo y multitudes al final; alguno hasta Triple A”. Llegó a creer que éramos nosotros los que convocábamos; yo nunca me creí eso, pero sin ánimo de mandarme la parte; nunca tuve muy en claro las desviaciones foquistas de Montoneros, hasta que me desvinculé de ellos y posiblemente eso me mantenga vivo; en Mendoza cayeron hasta los archivos de Montoneros. Luego cayó “El Caballo Loco” Vázquez, médico de Córdoba; entonces recién empiezo a cobrar parejo y duro, pero ya hacía seis meses que estaba preso en La Plata”. Estamos ya en 1976.
Es importante cuando se detiene a relatar la realidad de Mendoza en ese período sin fechas precisas, pero que ubicamos entre 1970 y el ’76. Es importante que seamos nosotros los que ordenemos los tiempos de cada cosa, la cronología.
“Yo tuve el privilegio de venir con nuestro candidato a gobernador Alberto Martínez Baca, al lanzamiento de la candidatura de Cámpora, con la Juventud Peronista… Me habían operado una semana atrás; yo debía estar en reposo, estaba con un remiendo acá en el cuello acompañando a Don Alberto, al acto de lanzamiento. Don Alberto era mi compadre, mi compañero y un amigo del alma” (en este punto Chaves se quiebra y solloza, se está retrotrayendo al ’73).
Sobre el triunfo de Cámpora dice que en Mendoza, en ese acto, “Cámpora fue caminando desde el Aeropuerto hasta el Centro, y en ningún lugar en ese largo recorrido hubo un claro en la avenida en la que caminaba, una avenida de 40 metros de ancho; jamás había habido una movilización de tamaña cantidad de gente y recuerdo que él iba abrazando gente diciendo “lo abrazo en nombre del General”; así fue la cosa”.
El peronismo revolucionario era entonces, en Mendoza, tremendamente fuerte. Pero fuerte sería la reacción, si se tiene en cuenta que el general Menéndez ya estaba operando en democracia. Esto nos remite a la cronología vertiginosa del ’73:
- Triunfo de Cámpora en las elecciones del 11 de marzo.
- Asunción de Cámpora el 15 de mayo con presencia de los presidentes de Cuba (Dorticós), Uruguay (el ganadero ultraderechista Bordaberry) y Chile (Allende). En las calles se coreaba “tupamaros, montoneros, somos todos compañeros”.
- Regreso definitivo de Perón el 20 de junio. Masacre de Ezeiza coordinada por el coronel Osinde y los pichones de “Triple A”.
- 21 de junio: discurso de Perón que transcribimos al final.
- 27 de junio de 1973: autogolpe de Estado de Bordaberry, quien disuelve el parlamento uruguayo.
- Renuncia de Cámpora el 13 de julio y asunción de la presidencia por Raúl Lastiri, yerno de José López Rega y entonces presidente de la Cámara de Diputados.
- 11 de septiembre de 1973: Pinochet derroca a Salvador Allende en Chile.
- 23 de septiembre: Perón gana nuevamente las elecciones.
- 25 de septiembre, sólo dos días después, asesinato de José Ignacio Rucci.
- 12 de octubre: asume Perón su tercera presidencia.
Incluimos hechos internacionales para que veamos que la asunción de Cámpora parecía ser un hecho revolucionario en sí, pero debajo del cual se gestaban otras cosas. El asesinato de Rucci a sólo dos días de haber ganado Perón su tercera presidencia sigue siendo polémico: ¿fue el mismo Perón el que lo ordenó? ¿O fueron los Montoneros quienes se vengaron en él por la derechización del peronismo?. Mucho se discutió ello, pero sobrevivientes de aquella época afirman que fue el peor de los errores de la guerrilla”.
Para los argentinos la masacre de Ezeiza es una bisagra: “Estuve en Ezeiza; vinimos a Buenos Aires en tren y en colectivos del sur, San Rafael y Mendoza; los del norte de la provincia eran más. Te imaginás lo que es caminar hasta Ezeiza, y luego caminar de vuelta y llegar a la noche a la cancha de Vélez, y encontrarte al otro día con el mensaje del General, donde los más lúcidos advirtieron el cambio de rumbo; yo estaba demasiado peronizado como para darme cuenta de que iba a ver semejante cambio de rumbo; fue una gran frustración”.
La historia fáctica de ese día es dramática: “estábamos bastante cerca del palco, tirados en el piso no menos de dos horas. Perón, después de esa frustración, al otro día dio un breve discurso; luego de un tiempo me doy cuenta de que fue un discurso infame, pero en ese momento yo no lo advertí así; digo eso porque lo discutimos en San Rafael y General Alvear después; yo era uno de los más movimientistas; es más, después vino la muerte de Rucci; yo estuve en la Catedral de San Rafael, en la misa de repudio al asesinato de Rucci, y no fue una actitud oportunista”.
Me consta personalmente que muchos jóvenes Montoneros actuaban con un exceso de omnipotencia, exhibiéndose y, lo peor, exhibiéndose junto a otros militantes no violentos para dejarlos “pegados”. Cuando se les decía “cuídate de ese tipo, es cana” se reían. Doy fe de que fue así. No doy nombres porque sigo admirando su valentía. Más que valentía, temeridad, que no es lo mismo.
La palabra “infame” que pronuncia Chaves es clave para entender el sentimiento de una juventud que se había sentido defraudada, y con razón. En el discurso de Perón, que reproducimos, hemos subrayado los párrafos que a nuestro entender indican que la “juventud maravillosa” fue usada y luego descartada. Téngase en cuenta que fue pronunciado al día siguiente de una masacre sólo equiparable al bombardeo de la Plaza de Mayo del ’55… “Es preciso volver a lo que en su hora fue el apotegma de nuestra creación: “de casa al trabajo y del trabajo a casa” y otras frases que nos indican que Perón había llegado para desmovilizar a un pueblo que se había movilizado 18 años por el retorno de sus políticas, no sólo de su persona. Desmovilizar a un pueblo en un mundo convulsionado (la crisis del petróleo estallaría ese mismo año) y una América Latina más convulsionada aún (casos Uruguay, Chile).
Discurso de Perón del 21 de junio de 1973: “Deseo comenzar estas palabras con un saludo muy afectuoso al Pueblo Argentino. Llego del otro extremo del mundo con el corazón abierto a una sensibilidad patriótica que sólo la larga ausencia y la distancia pueden avivar hasta su punto más alto. Por eso, al hablar a los argentinos lo hago con el alma a flor de labio y deseo que me escuchen también con el mismo estado de ánimo. Llego casi desencarnado. Nada puede perturbar mi espíritu porque retorno sin rencores ni pasiones, como no sea la pasión que animó toda mi vida: servir lealmente a la Patria. Y sólo pido a los argentinos que tengan fe en el Gobierno Justicialista, porque ése ha de ser el punto de partida para la larga marcha que iniciamos. Tal vez la iniciación de nuestra acción pueda parecer indecisa o imprecisa, pero hay que tener en cuenta las circunstancias en las que la iniciamos. La situación del país es de tal gravedad que nadie puede pensar en una reconstrucción en la que no deba participar y colaborar. Este problema, como ya lo he dicho muchas veces, o lo arreglamos entre todos los argentinos o no lo arregla nadie. Por eso, deseo hacer un llamado a todos, al fin y al cabo hermanos, para que comencemos a ponernos de acuerdo. Una deuda externa que sobrepasa los 6000 millones de dólares y un déficit cercano a los tres billones de pesos, acumulados en estos años, no han de cubrirse en meses, sino en años. Nadie ha de ser unilateralmente perjudicado, pero tampoco ninguno ha de pretender medrar con el perjuicio o la desgracia ajena. No son estos días para enriquecerse desaprensivamente, sino para reconstruir la riqueza común, realizando a una comunidad en la que cada uno tenga la posibilidad de realizarse. El Movimiento Justicialista, unido a todas las fuerzas políticas, sociales, económicas y militares que quieran acompañarlo en su cruzada de liberación y reconstrucción del país, jugará su destino dentro de la escala de valores establecida: primero la Patria, después el Movimiento y luego los hombres”, en un gran movimiento nacional y popular que pueda respaldarlo. Tenemos una revolución que realizar, pero para que ella sea válida ha de ser de construcción pacífica y sin que cueste la vida de un solo argentino. No estamos en condiciones de seguir destruyendo frente a un destino preñado de asechanzas y peligros. Es preciso volver a lo que en su hora fue el apotegma de nuestra creación: “de casa al trabajo y del trabajo a casa”. Sólo el trabajo podrá redimirnos de los desatinos pasados. Ordenemos primero nuestras cabezas y nuestros espíritus.
“(…) Reorganicemos al país y dentro de él al Estado que preconcebidamente se ha pretendido destruir y que debemos aspirar a que sea lo mejor que tengamos para corresponder a un Pueblo que ha demostrado ser maravilloso. Para ello elijamos los mejores hombres, provengan de donde provinieren, acoplemos la mayor cantidad de materia gris, todo juzgado por sus genuinos valores en plenitud y no por subalternos intereses políticos, influencias personales o bastardas concupiscencias. Cada argentino ha de recibir una misión en el esfuerzo de conjunto. Esa misión será sagrada para cada uno y su importancia estará, más que nada, en su cumplimiento. En situaciones como la que vivimos, todo puede tener influencia decisiva y así como los cargos honran al ciudadano, éste también debe ennoblecer los cargos. Si en las Fuerzas Armadas de la República, cada ciudadano, de general a soldado, está dispuesto a morir tanto en defensa de la soberanía nacional como del orden constitucional establecido, tarde o temprano han de integrarse al Pueblo que ha de esperarlos con los brazos abiertos como se espera a un hermano que retorna al hogar solidario de los argentinos. Necesitamos una paz constructiva sin la cual podemos sucumbir como Nación. Que cada argentino sepa defender esa paz salvadora por todos los medios, y si alguno pretendiera alterarla con cualquier pretexto, que se le opongan millones de pechos y se alcen millones de brazos para sustentarla con los medios que sean. Sólo así podremos cumplir nuestro destino.
“(…) Hay que volver al orden legal y constitucional como única garantía de libertad y justicia. En la función pública no ha de haber cotos cerrados de ninguna clase y el que acepte la responsabilidad ha de exigir la autoridad que necesita para defenderla dignamente. Cuando el deber está de por medio los hombres no cuentan, sino en la medida en que sirvan mejor a ese deber. La responsabilidad no puede ser patrimonio de los amanuenses. Cada argentino, piense como piense y sienta como sienta, tiene el inalienable derecho a vivir en seguridad y pacíficamente. El Gobierno tiene la insoslayable obligación de asegurarlo. Quien altere este principio de la convivencia, sea de un lado o de otro, será el enemigo común que debemos combatir sin tregua, porque no ha de poderse hacer nada en la anarquía que la debilidad provoca o en la lucha que la intolerancia desata. Conozco perfectamente lo que está ocurriendo en el país. Los que crean lo contrario se equivocan. Estamos viviendo las consecuencias de una postguerra civil que, aunque desarrollada embozadamente, no por eso ha dejado de existir.
“(…) A ello se le suma las perversas intenciones de los factores ocultos que, desde la sombra, trabajan sin cesar tras designios no por inconfesables menos reales. Nadie puede pretender que todo esto cese de la noche a la mañana, pero todos tenemos el deber ineludible de enfrentar activamente a esos enemigos, si no queremos perecer en el infortunio de nuestra desaprensión o incapacidad culposa. Pero el Movimiento Justicialista, que tiene una trayectoria y una tradición, no permanecerá inactivo frente a tales intentos y nadie podrá cambiarlas a espaldas del Pueblo que las ha afirmado en fecha muy reciente y ante la ciudadanía que comprende también cuál es el camino que mejor conviene a la Nación Argentina. Cada uno será lo que deba ser o no será nada. Así como antes llamamos a nuestros compatriotas en La Hora del Pueblo, el Frente Cívico de Liberación y el Frente Justicialista de Liberación, para que mancomunando nuestros ideales y nuestros esfuerzos pudiéramos pujar por una Argentina mejor, el Justicialismo, que no ha sido nunca ni sectario ni excluyente, llama hoy a todos los argentinos, sin distinción de banderías, para que todos solidariamente nos pongamos en la perentoria tarea de la reconstrucción nacional, sin la cual estaremos todos perdidos. Es preciso llegar así, y cuanto antes, a una sola clase de argentinos: los que luchan por la salvación de la Patria, gravemente comprometida en su destino por los enemigos de afuera y de adentro.
“(…) Los Peronistas tenemos que retornar a la conducción de nuestro Movimiento. Ponerlo en marcha y neutralizar a los que pretenden deformarlo desde abajo o desde arriba. NOSOTROS SOMOS JUSTICIALISTAS. Levantamos una bandera tan distante de uno como de otro de los imperialismos dominantes. No creo que haya un argentino que no sepa lo que ello significa. No hay nuevos rótulos que califiquen a nuestra doctrina ni a nuestra ideología: SOMOS LO QUE LAS VEINTE VERDADES PERONISTAS DICEN. No es gritando la vida por Perón que se hace Patria, sino manteniendo el credo por el cual luchamos. Los viejos peronistas lo sabemos.
“(…) Tampoco lo ignoran nuestros muchachos que levantan nuestros banderas revolucionarias. Los que pretextan lo inconfesable, aunque cubran sus falsos designios con gritos engañosos, o se empeñen en peleas descabellados, no pueden engañar a nadie. Los que no comparten nuestras premisas, si se subordinan al veredicto de los urnas, tienen un camino honesto para seguir en la lucha que ha de ser para el bien y la grandeza de la Patria, no para su desgracia. Los que ingenuamente piensan que pueden copar a nuestro Movimiento o tomar el poder que el Pueblo ha reconquistado, se equivocan. Ninguna simulación o encubrimiento, por ingeniosos que sean, podrán engañar a un Pueblo que ha sufrido lo que el nuestro y que está animado por una firme voluntad de vencer. Por eso, deseo advertir a los que tratan de infiltrarse en los estamentos populares o estatales, que por ese camino van mal. Así, aconsejo a todos ellos tomar el único camino genuinamente nacional: cumplir con nuestro deber de argentinos sin dobleces ni designios inconfesables. Nadie puede ya escapar a la tremenda experiencia que los años, el dolor y los sacrificios han grabado a fuego en nuestros almas y para siempre. Tenemos un país que a pesar de todo no han podido destruir, rico en hombres y rico en bienes. Vamos a ordenar el Estado y todo lo que de él dependa que pueda haber sufrido depredaciones y olvidos. Esa será la principal tarea del Gobierno. El resto lo hará el Pueblo Argentino, que en los años que corren ha demostrado una madurez y una capacidad superior a toda ponderación.
“(…) En el final de este camino está la Argentina Potencia, plena de prosperidad, con habitantes que puedan gozar del más alto “standard” de vida, que la tenemos en germen y que sólo debemos realizarla. Yo quiero ofrecer mis últimos años de vida en un logro que es toda mi ambición; sólo necesito que los argentinos lo crean y me ayuden a cumplirla. La inoperancia, en los momentos que tenemos que vivir, es un crimen de lesa Patria. Los que estamos en el país tenemos el deber de producir, por lo menos, lo que consumimos. Esta no es hora de vagos ni de inoperantes. Los científicos, los técnicos, los artesanos y los obreros que estén fuera del país deben retornar a él a fin de ayudarnos en la reconstrucción que estamos planificando y que hemos de poner en ejecución en el menor plazo. Finalmente, deseo exhortar a todos mis compañeros peronistas para que, obrando con la mayor grandeza, echen a la espalda los malos recuerdos y se dediquen a pensar en la futura grandeza de la Patria, que bien puede estar desde ahora en nuestras propias manos y en nuestro propio esfuerzo. A los que fueron nuestros adversarios, que acepten la soberanía del Pueblo, que es la verdadera soberanía, cuando se quiere alejar el fantasma de los vasallajes foráneos, siempre más indignos y costosos. A los enemigos, embozados, encubiertos o disimulados, les aconsejo que cesen en sus intentos, porque cuando los pueblos agotan su paciencia suelen hacer tronar el escarmiento. Dios nos ayude, si somos capaces de ayudar a Dios. La oportunidad suele pasar muy quedo. ¡Guay de los que carecen de sensibilidad e imaginación para percibirla! Un grande y cariñoso abrazo para todos mis compañeros, y un saludo afectuoso y lleno de respeto para el resto de los argentinos”.
Montoneros asistió a la Plaza del 1º de mayo de 1974 a pesar de las recomendaciones en contrario de las otras juventudes políticas. Ese día Perón los amenazó públicamente con hacer tronar el escarmiento, ya no en abstracto, sino directamente contra ellos. Parecía que el escarmiento de la masacre de Ezeiza no había sido suficiente.
Columnista invitado
Carlos Benedetto
Museólogo, docente jubilado y presidente de la Federación Argentina de Espeleología. Escritor y periodista. Miembro de la Comisión de Ambiente del Instituto Patria. Director del quincenario Sin Pelos en la Lengua. Agrupación Luis Barahona, Biblioteca de la Memoria Jaime De Nevares, Malargüe.