Historias canadienses con raíces argentinas
Lo narrado son fantasías que sucedieron.
Se trata de pinceladas incompletas -pero no falsas- de algo que imaginé.
Cualquier parecido con la realidad podría ser el sueño de otros, reflejado en el mío.
El mes de septiembre de hace veinte años atrás será recordado por todo el mundo. El comienzo del mes, como todos los años, marca el inicio de la actividad plena en Toronto. Todavía no lográbamos sacarnos de encima el agobiante calor húmedo del verano, cuando veíamos los vehículos de transporte público repleto de personas tratando de llegar a tiempo al trabajo, después de dejar a quienes cursan la primaria en la seguridad de la escuela del barrio. El tráfico, que ya era intenso por la cultura del automóvil, se hacia aún más intenso, pues quienes pueden, salen con su auto a sumar más ruido, contaminación y dificultad para todo y para quienes ya inundamos las calles. Según una estadística sólo se usa el vehículo propio el 10% de su vida útil. ¡Que difícil es cambiar por el transporte público! Eso será tema para otro momento.
La actividad bisagra, que marca el fin del verano y comienzo de la actividad económica, es el Día del Trabajador. En el norte de América no se respeta el 1 de mayo, genera escozor pensar en las jornadas de lucha que se conmemoran en todo el mundo durante ese mes. Pero aquí se cuelan los símbolos de esa lucha, por más que haya que trabajar el 1 de mayo. Todos los años se hace un desfile que comienza en la legislatura provincial y recorre las calles del centro de la ciudad y la gente se va sumando, con sus carteles y pancartas. Familias, dirigentes sindicales y quienes trabajan en todas las industrias van engrosando la marcha.
Lo sindicatos que aquí se llaman Unión, han tenido un desarrollo desparejo en el territorio con una marcada diferencia entre el Canadá inglés y Quebec, fuertemente influenciado por la Europa de después de la guerra, en general pero por la Iglesia Católica en particular.
El movimiento laboral de Canadá tiene una larga historia de mejoramiento de la vida cotidiana de los ámbitos de trabajo. Se ha luchado y se han ganado muchos de los derechos que disfruta la masa laboral en la actualidad: salario mínimo, pago de horas extra, normas de seguridad en el lugar de trabajo, licencia por maternidad y paternidad, pago de vacaciones y protección contra la discriminación y el acoso.
Los movimientos de reclamo por trabajo y pago digno han existido en Canadá desde hace casi 200 años. Hay algunos sucesos que han marcado hitos. Según me contó un amigo sindicalista aquí y que llegó en la década del 60 huyendo de las peleas entre azules y colorados del ejercito argentino, la historia del sindicalismo canadiense nació de una pelea por jornadas de trabajo de nueve horas. El día de quienes trabajaban en las imprentas de Toronto en 1872, incluía una jornada laboral de mas de 12 horas, fue cuando la Unión Tipográfica de Toronto exigió una jornada laboral de nueve horas a los editores de la ciudad.
La patronal se negó y las personas que trabajan en la imprenta abandonaron el ámbito del trabajo en marzo de ese año. La empresa editorial contrató otra fuerza de reemplazo, pero las personas en huelga se habían ganado el apoyo generalizado de otras fuerzas laborales de Toronto. El resultado fue una multitud de más de 10,000 simpatizantes que manifestaron en Queen’s Park, donde está la legislatura provincial. En aquellos días, la actividad sindical era criminal. Un editor hizo arrestar al comité de huelga por conspiración criminal. La comunidad protestó en apoyo a las personas detenidas. Al fin el primer ministro John A. Macdonald, que no era amigo del editor y político George Brown, presentó la Ley de Sindicatos, legalizando y protegiendo a los gremios. La huelga en Toronto se convirtió en el “Movimiento de las Nueve Horas”. Las protestas de las masas laborales habían comenzado a desarrollarse en la década de 1850, pero fue este “temita de las horas” lo que solidificó el movimiento y convenció a más trabajadores de que unirse a los sindicatos cambiaría sus vidas para mejor.
En Quebec el desarrollo del sindicalismo fue al mismo tiempo, de hecho hubo alineamiento con las federaciones de sindicatos de los Estados Unidos, que le proveían amparo y apoyo económico. Frente a esta marcada dependencia la Iglesia Católica metió la cuchara en el guiso. Hacia 1920 impulsó la creación de mas de 80 sindicatos católicos agrupados en la CTCC, es decir la Confederación de Trabajadores Católicos de Canadá. El objetivo fue mejorar las condiciones en el trabajo y para sus familias: jornadas laborales más cortas, salarios más altos y una regulación más estricta del trabajo infantil.
En la postguerra creció la masa laboral y el poder e influencia de los sindicatos se fortaleció. Hacia 1960 llegó el final de un gobierno que se había opuesto a la organización de la fuerza de trabajo. El caldo de cultivo de la década de 1960 fomentó una radicalización del movimiento sindical y su visión crítica del sistema capitalista.
Entre 1960 y 1970, los sindicatos ya no se conformaban con exigir mejores condiciones en el trabajo; querían una reforma completa de la sociedad quebequense para que fuera más justa y democrática. Financiaron la investigación universitaria, presentaron estudios serios e introdujeron servicios para la comunidad, como guarderías; y fondos de inversión y pensiones patrocinados por los sindicatos. En 1964, el sindicalismo logró que el gobierno aprobara el Código de Trabajo de Québec, que extendía el derecho de huelga de quienes estaban sindicalizados en los sectores público y semipúblico y, al año siguiente, la Ley del Servicio Civil, que otorgó el derecho de huelga.
En los 20 años transcurridos entre 1960 y 1980, los principales sindicatos defendieron posiciones a favor de la socialdemocracia y la independencia de Québec. Después llegó el auge del neoliberalismo y el acuerdo de los “Tres Amigos” México, USA y Canadá. Y cambió la composición del trabajo, desparecieron industrias y primó la aparición de comercios que vendían lo importado. Los sindicatos también cambiaron. No todo se perdió, aun así sigue siendo un faro el modelo quebecois.
Hace veinte años atrás vivíamos en el barrio portugués. En muchas de nuestras familias vecinas había quienes trabajaban en la construcción, seguramente la generación anterior había construido muchos de los grandes edificios que rodeaban nuestra casa. Por la avenida marchaban caminado bajo el sol de los últimos días del verano, los integrantes de una la columna en representación del trabajo, pero también sus familias. En algún punto alguien desde un balcón saluda a la concurrencia con el parlante de su equipo de música que reproduce los sones de… “¡Arriba parias de la Tierra!, ¡En pie famélica legión! Atruena la razón en marcha: es el fin de la opresión”. Hay aplausos y vítores aislados. Al final del recorrido le espera el acceso al gran centro de exposiciones. Todo esto es Gratis.
Allí se realiza la CNE – Exposición Nacional Canadiense, también conocida como The Exhibition o The Ex, un evento anual que tiene lugar en Exhibition Place en Toronto, durante los últimos 18 días previos al Día del Trabajo, el primer lunes de setiembre.
La exposición nació en 1879 para mostrar la producción del campo. A lo largo del tiempo quienes trabajan en todos los ámbitos de la producción, el agro, la ingeniería, las ciencias en todas sus vertientes, exhibieron sus descubrimientos e invenciones en esta feria para mostrar el trabajo y el talento de la nación. Es un reflejo del crecimiento en diversidad e innovación y aunque la agricultura y la tecnología siguen siendo una gran parte de la feria, para muchas personas de Toronto y las comunidades cercanas, el CNE es una tradición familiar anual donde reunirse y disfrutar de las atracciones de un parque de diversiones y la oferta de todo tipo de comidas.
Es probable que haya muchos recuerdos ligados a esta experiencia, caminar por la calle, ser parte de una manifestación, cantar La Internacional. Seguramente no son hechos de todos los días. En muchos estará vivo el recuerdo atronador de los aviones surcando el cielo en esa exhibición de destreza aérea que nos deja los oídos zumbando y el cielo lleno de humo de color de los aviones supersónicos de la fuerza aérea de Canadá. O el empacho después de comer una súper hamburguesa que, una vez fue tapa de los diarios por la cantidad de ingredientes que tenía, tantos que no había hígado capaz de digerirla. Seguramente muchas de estas cosas vendrán a la memoria al mirar el frontispicio del predio ferial, pero setiembre de 2001 será recordado por lo que sucedió una semana después, pero eso es otra historia.
Toronto 3 de septiembre 2021.
Columnista invitado
Rodrigo Briones
Nació en Córdoba, Argentina en 1955 y empezó a rondar el periodismo a los quince años. Estudió Psicopedagogía y Psicología Social en los ’80. Hace 35 años dejó esa carrera para dedicarse de lleno a la producción de radio. Como locutor, productor y guionista recorrió diversas radios de la Argentina y Canadá. Sus producciones ganaron docenas de premios nacionales. Fue panelista en congresos y simposios de radio. A mediados de los ’90 realizó un postgrado de la Radio y Televisión de España. Ya en el 2000 enseñó radio y producción en escuelas de periodismo de América Central. Se radicó en Canadá hace veinte años. Allí fue uno de los fundadores de CHHA 1610 AM Radio Voces Latinas en el 2003, siendo su director por más de seis años. Desde hace diez años trabaja acompañando a las personas mayores a mejorar su calidad de vida. Como facilitador de talleres, locutor y animador sociocultural desarrolló un programa comunitario junto a Family Service de Toronto, para proteger del abuso y el aislamiento a personas mayores de diferentes comunidades culturales y lingüísticas. En la actualidad y en su escaso tiempo libre se dedica a escribir, oficio por el cual ha sido reconocido con la publicación de varios cuentos y decenas de columnas. Es padre de dos hijos, tiene ya varios nietos y vive con su pareja por los últimos 28 años, en compañía de tres gatos hermanos.