En un remotísimo tiempo, hace más de medio siglo, se ponía de moda el Twist, ritmo frenético para lo entonces habitual. Más comercial, pasatista y rápido que el rock, la novedad se impondría a través de un inolvidable film con Vittorio Gassman y Juan-Louis Trintignant como protagonistas: “Il sorpasso”. En aquella película, atrevida para su época, se estrenaría una pegadiza muestra del twist: “Guarda come dondolo” (“mira cómo me balanceo”, cantada por un entonces juvenil Edoardo Vianello).
Aquella letra sirve para describir el vendaval en que ha entrado la política a la hora de definir candidaturas que son sólo legislativas, pero van perfilando posibilidades para las elecciones del 2023. Es cierto que hay temas que son prioridad, como la vacunación, los precios o la negociación por deuda externa, pero por un rato los políticos están obligados a mirarse entre sí. Y esta vez, se miran feo entre los de las mismas agrupaciones políticas, no con los de las otras. Es que hay que lograr lugares, y para ellos se trata de desplazar a otros. No es mala fe, ni maldad de los políticos, como algunos creen con erróneo sentido común: no es con ademanes de buenas maneras que se definen las hegemonías en política, sino con una mezcla de fuerza y astucia que es imprescindible –como la que tienen no pocos empresarios a la hora de comprar empresas nuevas, vender otras o entrar en grandes licitaciones-. Es un proceder común en muchas áreas institucionales y ciertamente también, por ejemplo, en los conciliábulos de la Iglesia Católica a la hora de determinar el nuevo Papa cada vez que resulta necesario.
Lo cierto es que las palmas se las viene llevando lo que ha sido Juntos por el Cambio –ahora con nuevo nombre que no se ha impuesto en todos los distritos-. El parricidio hacia Macri se ha cumplido con una velocidad que Freud no imaginó en “Totem y tabú”: ya todos buscan alejarse de su legado (unido a pobreza, baja salarial, deuda externa y múltiples causas judiciales). Pero Rodríguez Larreta, que ha pretendido ser su heredero, no las tiene todas consigo: logró imponer a Vidal en CABA y a Santilli en provincia –con un trabajoso enroque de lugares-, pero el sector que perdió no se lo perdona.
Así, Bullrich mastica su derrota con evidente molestia: y sus seguidores ultramontanos (algunos logró meter en la lista que encabeza Vidal) se alistan en la endeble boleta de López Murphy, y hasta en la supuestamente radical de Brandoni y Rubinstein. Esta última no obedece a la UCR, que coló a Tetaz en Capital en segundo sitio. Y une a un Rubinstein relativamente moderado con halcones como el mismo Brandoni, cuyo rencor seguramente va dirigido contra la supuesta “blandura” de Vidal y Rodríguez Larreta.
Es que los que se dedican a una belicosidad ciega, y que adscriben al peronismo supuestas intenciones totalitarias y antidemocráticas que no están en ninguna parte, abominan del estilo casi pegojoso del lenguaje de Santilli y Rodríguez Larreta, quienes siguen con la onda duranbarbista del “te queremos mucho” y “vos podés”. Los globos amarillos no entusiasman a los guerreristas, y entonces los Casero, los Maximiliano Guerra, los Campanella, se sienten decepcionados de que “su” agrupación no se muestre a la altura de la intolerancia y el antagonismo que ellos pregonan. “Los mejores han quedado afuera”, es su consigna.
Pero Bullrich y sus seguidores extremos –que buscan evitar que sus adláteres se vayan con Espert como pasó con Píparo- no son la única amenaza para el grupo “larretista”. También lo es una UCR que quiere renacer, y lo hace bajo el espejismo que le promueven figuras que no son propias.
Cornejo sostiene que Manes podría ser candidato presidencial. Y efectivamente, complica a Santilli en provincia de Bs.Aires: el neurocientífico podría ganar. El problema es que si gana Manes, no es la UCR la que gana. Es Manes, que tiene obvio proyecto propio: lleva sus personales asesores –alguno muy problemático manejador de trolls-, y ha llenado la lista con políticos que suman, pero son cualquier cosa menos radicales: De la Torre (PRO), Monzó (PRO), Stolbizer (¿?). La UCR quiere renacer de la subordinación que sufrió con Macri, pero no apela a orgánicos de la UCR.
Buen ejemplo, son las otras figuras esgrimidas: Tetaz, un ultraliberal ligado al gran grupo mediático nacional, o Lousteau, siempre mirándose al espejo. O sea: de los tres grandes “salvadores” del radicalismo, no hay siquiera uno que sea orgánico al partido.
De cualquier modo, para Rodríguez Larreta la situación es clara: si pierde Santilli en provincia, el sector de Bullrich lo cobrará caro. No en vano, entonces, descargaron toda clase de munición pesada contra Manes cuando éste insinuó el uso de recursos de la CABA para la campaña en provincia: hasta Carrió enfureció. Y una fuerte noticia sobre Mendoza aparecida en un añejo diario porteño, permite pensar que el stablishment busca disciplinar a toda costa a la UCR.
No tan complejo es el panorama en el Frente de Todos, pero hay algunas desinteligencias. Una, la lucha entre gobernador y vice en Tucumán, que dirimirán en las PASO. Otra, menor, la salida por decisión personal del ministro Arroyo. Y las más fuerte, el ministro Rossi, que renuncia para desafiar al acuerdo del gobierno nacional con el equipo de Perotti.
Ese acuerdo dejó fuera a Rossi y su sector. Es claro que el gobierno nacional no podía enfrentarse con un gobierno provincial importante (Santa Fe), a pesar de que éste le haya sido esquivo. Pero lo cierto es que un fiel militante del kirchnerismo como es Rossi quedó fuera, y la apuesta nacional se hizo a una candidata segunda en la lista de Perotti, postulante que es afín a la ex presidenta.
Mucho margen para conjeturas. “Guarda come dondolo”… O, como surge de una canción posterior “cambia, todo cambia”. Quizá Mauricio Macri nunca supuso que eso pudiera ocurrir con tanta velocidad.
Columnista invitado
Roberto Follari
Doctor y Licenciado en Psicología por la Universidad Nacional de San Luis. Profesor titular jubilado de Epistemología de las Ciencias Sociales (Universidad Nacional de Cuyo, Facultad Ciencias Políticas y Sociales). Ha sido asesor de UNICEF y de la CONEAU (Comisión Nacional de Evaluación y Acreditación Universitaria). Ganador del Premio Nacional sobre Derechos Humanos y Universidad otorgado por el Servicio Universitario Mundial. Ha recibido la distinción Juana Azurduy del Senado de la Nación (año 2017) y el Doctorado Honoris Causa del CELEI (Chile, año 2020). Ha sido director de la Maestría en Docencia Universitaria de la Universidad de la Patagonia y de la Maestría en Estudios Latinoamericanos de la Universidad Nacional de Cuyo; y es miembro del Comité Académico de diversos posgrados. Ha sido miembro de las comisiones evaluadoras de CONICET. Ha sido profesor invitado de posgrado en la mayoría de las universidades argentinas, además de otras de Ecuador, Chile, Uruguay, Venezuela, México y España. Autor de 15 libros publicados en diversos países, y de unos 150 artículos en revistas especializadas en Filosofía, Educación y Ciencias Sociales. Ha sido traducido al alemán, el inglés, el italiano, el idioma gallego y el portugués. Uno de sus principales libros se denomina “Teorías Débiles”, y ha sido editado por Homo Sapiens (Rosario, Argentina). En la misma editorial ha publicado posteriormente “La selva académica (los silenciados laberintos de los intelectuales en la universidad)” y “La alternativa neopopulista (el reto latinoamericano al republicanismo liberal)”.


