Este miércoles 27 de octubre a las 18,00 nuestro Fernando Montaña presentará su libro en la Feria que organiza la Provincia. Relatos, textos, cuentos y un poema forman parte de una oferta con sabor menduco para meter la nariz en la literatura. Se trata de una muy buena excusa para saber de qué va lo que crean nuestros artistas. Esa relación sagrada que deseamos cada ves menos intermediada.
Siempre me pregunto el porqué de un legado que, quizás, no van a degustar todos aquellos y aquellas que desearíamos lo hagan. Por ello me resulta necesario echar mano a un pensamiento que no me pertenece pero sí me representa. Me refiero a aquello de “escribo para mí”, como una suerte de círculo que nace, crece y se cierra en la persona que escribe, como primera misión de las letras.
Relatar nuestro paseo vital, desde los dibujos rupestres hasta la actualidad, va en la misma dirección de necesidad de poner afuera lo que llevamos en el corazón. Lo demás es esa conexión intransferible entre escritor y lector, en la soledad de la hamaca del patio o en el cuarto, antes de dormir. Hay allí eso de hilvanar el collar de las existencias con cada una de estas cuentas, gemas de nuestro derrotero.
“La enorme marquesina sobre la imponente puerta de un teatro marplatense anunciaba: “Hugo del Carril y su orquesta”.
“Era Carnaval del ‘72 y mientras el corso transitaba por la noche costera, mis viejos, mis tíos y yo nos habíamos detenido frente a esa sala, luego de caminar un rato por una ciudad colorida y de diversas ofertas teatrales. Ofertas, digamos, en las que debía estar contemplada la inclusión de un niño de 6, casi 7. En la picaresca de un José Marrone o un Adolfo Stray no entraba yo, pero el combo de la salida con el pendejo cerraba perfectamente para disfrutar de aquel consagrado de voz tan singular.
“Y así entramos al teatro. Sentado a la izquierda de mi viejo, en la segunda fila, recuerdo detalles de ese episodio, como de tantos otros en ese viaje a Mar del Plata. Por ejemplo, que en aquel verano estaba de moda una canción llamada Yo también, no, tu no, y Don Quijote de barba y gabán.
“Les hablo de la Ciudad Feliz y no puedo dejar de asociar momentos con canciones, y eso también me acontece con aquella noche.
“Primer número artístico: Los Arroyeños. Folclore que no era el plato principal en la mesa familiar, aunque hubo que ser respetuosos al legendario quinteto de San Nicolás de Los Arroyos que tenía como parte de su repertorio las entonces telúricas y populares Que se vengan los chicos de todas partes y El burrito cordobés.
“Tangueros al fin, me imagino hoy mucho más el entusiasmo de Luis y la Gringa, de mi tía China y el tío Negro cuando apareció el sonriente Hugo Del Carril, al que yo conocía por comentarios de mi viejo. Sabía que era amigo personal del General Perón, que era la voz principal de la famosa ‘Marchita’ y que era un laureado actor y director de cine y al que lo habían prohibido por todo aquello.
“Impecable traje oscuro, moño al tono, el maestro arrancó con su espectáculo, el cual mentiría si les dijera cuánto duró. No lo hablé con mi viejo nunca, pero no es muy difícil deducir que no le faltaría su clásico: Pobre mi madre querida.
“Luego de varios tangos, el maestro le preguntó al público –nosotros entre ellos- sobre cómo la estábamos pasando y si nos había gustado la actuación de Los Arroyeños.
“Mi viejo, todo un personaje, hincha de San Lorenzo que esa noche no quiso ir a ver un Boca-River en el viejo estadio San Martín de Mardel, tomó la voz cantante y desde su lugar en la butaca cruzó algunos chistes con Hugo, que desde el escenario cerró el convite con un “muy ingenioso, señor”.
“Distendido, como en su casa, Del Carril retomó el hilo del espectáculo y de la nada dijo en dirección a mí: “El próximo tango se lo quiero dedicar a ese nene que está sentado allí”. Claro, el nene era yo. También les mentiría si supiera cuál me obsequió Hugo en aquel teatro. Me lo pregunto todavía, cuando el Spotify te arma una reproducción automática con sus canciones y pasan decenas de tangos inolvidables. Sí recuerdo el gesto de su mano en alto y su voz firme, buscando mi complicidad con su mirada, buscando seguramente, nuevos hinchas del tango.
“Aquella página mínima que siempre estaba presente en las tertulias con nuestros viejos renace en los puros recuerdos de la niñez.
“Se me ocurre que el alcanza pelotas que vio el primer gol de Diego en Argentinos Juniors, el que recibió su primera pelota o sus primeros patines en los Reyes, deben haber tenido aquella misma sonrisa de niño en Carnaval. Justo en Carnaval”.


