Nacido en cuna “gorila”, me llevó tres décadas reflexionar y realizar todo un trabajo personal de introspección, acerca de la peligrosidad de ciertos “ismos”. En el “gorilismo” existe, básicamente, una “visceral” intolerancia hacia lo diferente. Es, en ese sentido, uno más de los tantos ropajes con los que se disfrazan las posiciones fascistas.
Tantos años de reflexión, búsquedas y “golpes”, me permitieron comprender que si yo hubiera vivido mis años de adolescencia allá por los años cuarenta-cincuenta, muy probablemente me hubiese sentido perón-ista. Por dos motivos básicos: por otorgar protagonismo a los trabajadores y reconocer sus derechos más elementales, revolviéndole un poquito el gallinero a la oligarquía; y porque su carisma personal y vocación de poder, lo colocó en una posición de única opción de gobierno progresista viable, frente a las siempre “variopintas” formas con las que el conservadur-ismo suele camuflarse.
Ahora bien, por haber tenido Perón una fuerte formación militar, yo jamás podría adherir a lo que llamamos peron-ismo. Para mí los derechos humanos y la no violencia son valores no-negociables. Muerto Perón, podría adherir hoy al Partido Justicialista, porque es un bello nombre para una fuerza política que pretenda expresar el anhelo de un mundo más “justo”.
Desde mi más tierna infancia milité en el cristian-ismo intentando replicar el discurso de Jesús de Nazareth: él no sólo habló de paz y amor, sino también de la necesidad de un mundo más igualitario y justo. Y tanto “Justo” y “justo” me llevo a Don Juan B. Justo. Y a la gran señora, Doña Alicia Moreau (“de”) Justo.
Conocí las ideas del social-ismo y me abracé a ellas con pasión juvenil.
Siempre con el in-negociable valor “gandhiano” de la no-violencia, creí que la bandera de la justicia social fue, universalmente, de los partidos socialistas democráticos. Luché con pasión desde ese lugar, pero al tiempo me di cuenta que la caída del muro de Berlín dio por tierra con “algo más” que unos billones de ladrillos.
El advenimiento de los socialísmos “diet” en Europa, demostró que las opciones viables se enmarcaban en aquella trampa comunicacional de “la ilusión de alternativas”: neoconservadurísmo-liberalismo, o bien, la social-democracia. El “fin de la historia” la llamaron los sociólogos del “establishment” del siglo XX, como para que no quedaran dudas. Como para que a nadie más se le ocurriera “esa cosa fea de seguir pensando”.
De seguir soñando.
El nicho ecológico del anarqu-ismo siempre tentó a mi espíritu poeta, pero -hoy por hoy- solo el “ismo” más amplio del “human-ismo” es lo que me puede representar.
Humanismo en tanto que soy-humano y estoy “arrojado al mundo”, rodeado de millones de seres-humanos. Humanista en tanto y en cuanto creo firmemente que ningún humano “que exista como tal”, puede… decidir sobre “la vida de otro” humano “que exista como tal”.
El existencial-ismo también me representa en tanto que, a la fecha, sigo existiendo. O sea, aun no “vuelvo” a “la nada”. Pienso, luego existo, dijo el filósofo. Pero hace un par de décadas, caminando por la calle vi una frase pintada en una pared que decía: “Pienso, luego… Insisto”. Y me “afilié” inmediatamente a esa idea. Insisto y resisto.
Aunque vengan degollando.
Existo porque pienso y siento. Para bien y para mal, pienso y siento. Siento y pienso. Y no puedo dejar de hacerlo. No puedo en tanto que no puedo. No es que no quiera… sino que… no-puedo dejar de hacerlo.
Y sé que pienso. Y sé que pienso desde mi insignificancia de ciudadano común. Pero a diferencia de la idea oligárquica del “ilustr-ismo” o de la idea elitista del “vanguard-ismo”, pienso que todo ciudadano siente “su aldea” de un modo único-particular, y creo que tiene -o sea, debería ejercer- su derecho a… sentir-pensar-decir… el mundo, como le plazca.
Claro, si logra encontrar un medio de comunicación social que se lo edite.
Y así llegamos a la pregunta con la que titulé este escrito. El que suscribe ¿se podría inscribir en lo que hoy llamamos kirchner-ismo?Para empezar, debería recapitular brevemente, cuántos ismos-político-partidarios conocí desde mi juventud. El más intenso y duradero, el que revolvió el estómago de mi padre, porque vine a nacer justo un 17 de octubre. El peron-ismo.
Los militares, ni siquiera crearon el “militar-ismo”. Tampoco ninguno de sus hombres fundaron un “ismo”. Quizás porque la “sabiduría de los pueblos” hace que sólo trasciendan aquellos nombres que marcaron al pueblo, que lo marcan, pero sin provocarle daños mortales, teñidos *********************************************************************************************************************************************************************************************************** con sangre.
(N. del R.: perdón, ya que acaba de pasar mi gatita por el teclado en medio de la tarea de corrección)
Al perón-ismo ya entronizado de los setenta, se le enfrentaba, cual Salieri, un tímido y tibio balbin-ismo, ismo solo partidario, puesto que ni siquiera llegó a presidente-estadista como sí hiciera años más tarde, el Dr. Raúl Alfonsín.
El alfonsin-ismo sí marcó una época trascendente para la Argentina, cuando con sus discursos lúcidos, apasionados y cargados de sentido, nos hizo comprender como pueblo el fundamental valor de la democracia. Y sus palabras nos recordarán para siempre, que sin un sistema de salud solidario que nos proteja, y sin una educación que nos dignifique y nos iguale, la democracia siempre estará en deuda con la democracia.
Las limitaciones de la democracia se resuelven con más democracia.
Eso simbolizó el alfonsin-ismo. Eso reconoció la multitud de ciudadanos argentinos cuando salieron espontáneamente a la calle para despedirlo.
Inaugurando los golpes de mercado, llegó el “peronista” que logró que el ultraderechista partido de Don Alsogaray –apellido oligarca si los hay– se autodisolviera. Con el advenimiento del menem-ismo –un canto de alabanza a la caída del muro- los partidos de derecha o sus voceros circunstanciales, ya no tenían sentido en Argentina. El menem-ismo representó y ejecutó ese “ala” del peron-ismo, que en el movimiento llaman “el ala derecha” de Perón. Menem decía una cosa y hacia lo contrario. Una década infame. Otra más. Por esa infamia, los ciudadanos argentinos no salimos masivamente a la calle a expresarle algún reconocimiento, a diferencia de la inmensa movilización espontanea que sí ocurrió con la muerte física de Alfonsín.
Ese “ismo”, el del “caudillo patilludo y ex patilludo”, dejó huellas y cicatrices.
Hizo historia por desgracia. Historias de desgracias.
Seguramente -espero- la historia no lo absolverá.
Para combatir al monstruo de dos cabezas que era el menem-ismo, se intentó construir una compleja y laboriosa alianza que intentara cambiar la cultura del bipartidismo. Así, algunos peronistas que se sintieron traicionados por el menem-ismo, la unión cívica radical debilitada, y los partidos socialistas democráticos, instalaron esta alianza que logró vencer a Menem, pero que no logró con-vencer a nadie. Ni siquiera a los mismos partidos miembros de esa alianza.
Porque con-vencer significa “vencer-con”. Vencer “con” el otro, y no “al” otro. Esto es, el partido radical no logró vencer la inercia del bipartidismo, y malgastó una oportunidad histórica de construir la unidad en la diversidad, usando la alianza sólo para llegar uni-partidariamente a la presidencia.
Para colmo de males, sin una figura carismática que se convirtiera en un líder político de masas, como sí lo fueron Perón y Alfonsín. Por eso nunca existió el delaru-ismo. Nuestra cultura es fuertemente personalista, y por lo tanto presidencialista. Tiene que ver con esa creencia ancestral de que algún mesías va a llegar para salvarnos a todos.
Serrat sueña con aquel día en que… “no hagan falta más héroes ni más milagros p’ adecentar el local”… pero hoy por hoy, nuestra cultura -incluso la cultura global- reclama liderazgos personalísimos y carismáticos.
Y ahí llegamos al Sr. Nestor Kirchner. Personalísimo y carismático al punto de tener las agallas y la frescura de ponerse a “jugar” con el “bastón de mando” apenas lo recibió de su antecesor. De ese antecesor, y de los otros cuatro presidentes que tuvimos en esos días de terror, no nos vamos a ocupar. Lo que algunos llegaron a llamar “duhald-ismo”, no fue sino un liderazgo partidista fugaz, que jamás llegó a tener el eco popular que lograron los estadistas Perón, Alfonsín y Kirchner.
Algunos dicen que Néstor fue “el nuevo Perón”. En lo personal, creo que por el coraje de enfrentar poderes constituidos e intocables como Perón hizo con la iglesia católica, por ejemplo, se puede decir que Kirchner “es” el nuevo Perón, por enfrentar y confrontar con las mega corporaciones mediáticas, y sus posiciones monopólicas de mercadeo. Además, tienen en común algo que en nuestra cultura es muy bien visto y te suma puntos: están muertos. Físicamente, digo. Por esa expresión estúpida de que “Gardel cada día canta mejor”.
Supongo que tiene que ver con esa idea de “que todo tiempo pasado fue mejor”… o que “preferimos a lo malo conocido, que a lo bueno por conocer”. Terror al cambio. Temor a lo nuevo… una tendencia a mantener “lo que hay”… a conservar más que a crear, a repetir más que a inventar o innovar…
Y entonces, es difícil que Kirchner pueda ser “el nuevo Perón”, si llegaron al fanatismo de crear una marcha endiosando al hombre, en vez de escribir un himno o una marcha que resaltara las ideas y valores que ese hombre “encarnó”.
Endiosamos al hombre, en vez de humanizar a nuestros héroes del pasado. Intentamos paralizar el inevitable movimiento de la vida, su fluir constante a través de nuestros cuerpos finitos y nuestros legados, algo más o algo menos, efímeros.
Tan extrema es nuestra tendencia a endiosar a nuestros líderes, que hace unos años, algunos propusieron que la camiseta número diez de nuestra selección nacional de fútbol no la usara nunca jamás, ningún otro jugador. Esa casaca era sólo “del 10”, del Diego. De “San” Diego.
La vida se ocupó de demostrar que después del genial futbolista que fue Maradona, “nació” Messi. Y antes existió, jugó y nos deleitó el gran “Pelé”. Y en el 2050 será otro. Y en el 2200 será otro.
Nos resistimos a creer -y a reconocer- que muchos cantan mejor que Gardel. O que el que va a cantar mejor que Gardel, nacerá el jueves que viene, en Buenos Aires, en Montevideo, en Jerusalén o en París.
De igual modo, con todo tipo de líderes, pasará lo mismo. Nacerán más varones como Mandela, más artistas como Picasso ó Piazzolla, más hombres increíbles como Gandhi. Más mujeres como María Elena Walsh ó Alicia Moreau. Quizás exista otra Mercedes Sosa, otro Salvador Allende. Hasta otro “Che” Guevara puede que llegue a existir. Quizás pasen cuatro o cuatrocientos años, pero la vida sigue viva, siempre.
¿Por qué no creer entonces que Néstor “es como” un “nuevo Perón”?… Tienen muchas similitudes. Como hijo de su época, como somos todos, Néstor fue más democrático. Digo, al menos no fue militar. Néstor fue un gran defensor de los derechos humanos. Si Menem encarnó el “ala derecha del movimiento”, Néstor encarnó el “ala izquierda del movimiento”.
Aunque hay que reconocer que como todo gran avión, para tener una autonomía de vuelo importante en la historia de un país, hay que saber usar las dos alas al mismo tiempo con gran habilidad y pericia. Néstor también sabía mucho de eso. Como Perón.
Como Lula, si se quiere.
¿O quién puede negar la influencia que tendrá en los próximos cien años, la figura de Lula en Brasil, y en toda la América latina?
Como latinoamericanos, podemos diferir si adherimos o no al chav-ismo, pero ¿quién no se diría “lulista”? , si el líder de la república hermana, dejó su segunda presidencia con una imagen positiva del setenta y cinco porciento…
¿Con muchas concesiones al poder concentrado de la derecha?… y sí, lógicamente.
Ancestralmente se ha dicho que la política es el arte de lo posible. Pero hay una distinción fundamental que trazar aquí: gobernar… es “el arte de lo posible”… en el presente…
La Política, en cambio, la construcción de los discursos políticos, debe ser siempre… “el arte de… soñar… un mundo mejor”… para el futuro.
Y entonces, que me pueda decir o autodenominar “lulista” ó “kirchnerista” no significa que los logros alcanzados durante sus gobiernos me hagan considerarlos “mesías” que hay que glorificar para siempre, fanatizándose en sus figuras o incluso en sus partidos o espacios políticos.
Eso es aferrarse al pasado de un modo emocionalmente infantil. Es como “sentirse” boquense de por vida, porque mi padre era “fanático de Boca Juniors”. ¡Y eso es un legado al que no debe renunciarse jamás!… (¿o si?).
¿Trasladamos ese “mundo emocional” al mundo de las ideas y las prácticas políticas?… El perón-ismo y el radical-ismo… “son un sentimiento” ¿como lo es ser simpatizante de un club de fútbol? … pues si la respuesta a esta pregunta es que sí, tendremos que reconocer que… la pauta cognitivo-afectiva-cultural que rige estas conductas es -a todas luces- una pauta psico-sociológicamente primitiva. Humanoide, si se quiere.
En palabras del poeta latinoamericano, entonces… ”somos la pre-historia que tendrá el futuro, somos los anales remotos del Hombre”.
Soñé durante años, desde mi primera juventud, que algún presidente argentino pusiera en valor a los derechos humanos y a las madres y abuelas de Plaza de Mayo.
Me pregunté desde muy niño por qué los cuadros de los gobernadores y presidentes de facto, seguían colgados en las legislaturas y otros edificios oficiales. Yo lo ví dar la orden de bajar el cuadro. Y lloré de la emoción.
Siempre quise un presidente argentino que se opusiera al “sádico y anti libertario bloqueo económico a Cuba” o a cualquier otro país soberano del planeta. Siempre luché por las escuelas de La Patria Grande con las que soñaban Bolívar y San Martín, y en la unidad cultural y estratégica de todos los países de la América del Sur.
Siempre estuve del lado de las posturas de “centro-izquierda”, y no con las neo-conservadoras. Jamás festejé “las retretas del desierto”… avalando la matanza de seres humanos. Siempre pensé que era justo aquella idea básica y lógica de que la tierra debía ser… “de quien la trabaja”, incluidos y comenzando por nuestros hermanos de los pueblos originarios.
Siempre me pregunté cuándo los argentinos en su mayoría se iban a animar a votar a una mujer para presidenta de la nación. Siempre defendí el uso del vocablo “presidenta” si quien ejercía ese cargo era una mujer. Y dijera lo que dijera la Real Academia Española.
Y si bien a mí me lo enseñó el maestro Paulo Freire muchos años antes de que lo usara Cristina, me parece importantísimo que reflejemos en el lenguaje cotidiano, la diversidad de la vida Bio-Cultural, al hablarle “a todos y todas”, generando con ello un instantáneo e imprescindible sentimiento de “estar incluida” o incluido.
Creí que jamás iba a ver y escuchar a un presidente argentino hablarle de igual a igual a un presidente de los Estados Unidos de Norte América. De niño y de joven, tenía la sensación que nuestros presidentes les hablaban y los miraban con el temor reverencial y primitivo con el que se miraba a un rey o a un emperador.
Y finalmente, algo que como psicoterapeuta creí que no iba a poder ver, que creí que no se iba a dar antes de mi propia muerte… el reconocimiento de igualdad de los derechos civiles, de quienes amaban y querían casarse con personas del mismo sexo-genero.
Apoyé y celebré todos estos hechos político-institucionales con fervor y emoción porque -repito- soñé desde mi juventud que ocurrieran en mi país. ¿Esto me convierte en peronista… en kirchnerista… en cristinista…? Mi respuesta es que no necesariamente.
Lo que sí está claro, y lo declaro públicamente, es que me enorgulleció y me enorgullece haber tenido de Presidente al Sr. Kirchner y de Presidenta a la Sra. Fernández. Como me enorgulleció en 1983 tener como presidente al Sr. Alfonsin, al “primer” Alfonsín (al de los juicios). Me enorgullece porque en sus gestiones se concretaron todos los hechos político-institucionales que enumeré anteriormente (aunque eso no significa que acuerde con todo lo realizado en sus gestiones. Y eso me hace defender de ahora en más esos logros políticos ciudadanos, y resguardarlos con mi voto al elegir a la futura presidenta o al futuro presidente.
Muchos de los que hoy se postulan como presidenciables, con mucho gusto y aunque no lo mencionen en sus plataformas y campañas… quieren hacer “marcha atrás” con la mayoría de los que yo enumeré como valiosos logros político-institucionales. Entonces la cosa no pasa por si “soy” -con valor de identidad- peronista, kirchnerista o cristinista… como si fuera fanático de Boca Juniors y tuviera que ser leal a esa pertenencia toda mi vida, si o si. No pasa por ahí. Lo inalterable en mi vida es sentirme argentino, hermanado con brasileros, chilenos, uruguayos, peruanos, paraguayos, bolivianos, venezolanos, ecuatorianos… cubanos. Eso “soy”. Así elijo definirme.
Con eso elijo “identificarme”… con valores universales… y no con personas que circunstancialmente ocupan los espacios decisionales en el Poder Ejecutivo
Admiro a Lula, a Evo, a Correa, a Mujica, a Dilma, a Chávez, a Néstor, a Cristina. Admiro y valoro la increíble concordancia con la que gobernaron la América latina en esa década dorada, a pesar de las para nada triviales diferencias ideológicas que los distinguen. A pesar de ellas, construyeron espacios de unidad en la diversidad. ¿Quien vendrá después de Cristina?… ¿de Chaves?… ¿de Evo?… ¿de Correa?
Como argentino y latinoamericano me interesa que quienes presidan nuestras naciones, le den continuidad institucional a los procesos, leyes y programas implementados por aquelles presidentes y presidentas. Coincidiré, apoyaré y votaré sólo por quien me garantice la continuidad de estos modelos político-ideológicos. ¿Miriam Bregman?… ¿Cristina???… ¿Máximo?… ¿Axel?… ¿Santoro?… ¿El bello y tozudo Luis Zamora?…
¡Esa es la cuestión! Las ideas, los valores y las banderas que cada discurso político re-presenta. Y no los nombres o los partidos “per se”. Respeto a Piñera, a Duhalde, a Macri, a Rodriguez Larreta y a cualquier otro re-presentante de los discursos de “derecha”… pero yo no comparto esas posiciones políticas… sin importar de qué país o de qué partido político de un mismo país sean esos señores.
Esta gran “división de aguas”, sirve para orientar los debates y saber dónde… cada individuo-ciudadano quiere posicionarse políticamente… para lo cual -inevitablemente- debería el Estado garantizar en todas las escuelas de “nivel medio”, una formación básica en los fundamentos elementales de las corrientes sociológicas clásicas.
De no ser así, inevitablemente los posicionamientos individuales estarán teñidos de una ignorancia tal, que los ciudadanos en su mayoría opinarán y optarán por características personales de los candidatos, o por quien haga la publicidad más eficaz, o por quien le diga su padre o su madre a quién tiene que votar… o por presiones más o menos subliminales que los medios de comunicación ejercen sin explicitar su propia posición política… en fin… la preferencia de cada ciudadano estará construida sobre la base de una supina ignorancia en cuanto a conceptos sociológico-políticos básicos. Elementales.
De este modo, muchos compatriotas votaron a De la Rúa y al Dr. Alfonsín porque venían de “familia radical”, aunque re-presentaron ideas y políticas diferentes. De igual forma, otros compatriotas en su momento votaron a… Menem-Duhalde y después a Kirchner porque venían de “familia peronista”, aunque representaron ideas y políticas diferentes.
Esta tradición “primitiva”, “primarizada” en función de sentimientos “filiales”… es algo que francamente se puede caracterizar de “vergonzosa”, en tanto y en cuanto, no son posicionamientos basados en la racionalidad de un conocimiento teórico-ideológico básico. Mínimo imprescindible.
“A-filiado” significa no-filiado, no ligado por un lazo sanguíneo familiar (endogámico), sino ligado por una idea, ideología, creencia, y un proyecto colectivo en común (exogámico).
Sabemos que no podemos todos opinar de cómo tratar una carie, o una disfunción cardíaca… y respetamos el saber de los “especialistas” en esos temas. Pero creemos que todos podemos opinar sobre la sociedad y la política, sin reconocer -o sin saber- que también son áreas disciplinarias científicas… con teorías y metodologías. Nadie dice que no se pueda opinar sin ser licenciado en estas disciplinas, en absoluto. Lo que aquí se sostiene es que es imprescindible que el Estado garantice una “formación ciudadana” que incluya la información y la formación básica de las escuelas y corrientes clásicas de la sociología, la ciencia política y la economía política.
Esto es, no todos los ciudadanos debemos saber cómo tratar una carie… pero si todos deberíamos saber conceptos básicos de sociología y las características elementales de los grandes paradigmas y modelos de economía política. Esa es la propuesta. Educación Cívica se denominaba la “materia” que años atrás debía dictar estos conocimientos.
Hoy existen “espacios curriculares” que podrían abarcar esta formación básica universal. Hoy, muchos de los compatriotas que “opinan” por internet acerca de las medidas de los gobiernos, jamás han leído o comprendido mínimamente las características fundamentales de los diferentes modelos de organización socio-económicos posibles.
De hecho, estoy absolutamente convencido que muchas de las personas que hoy hablan pestes de Cristina Fernández o de cualquier otra presidenta del mundo, cambiarían su opinión y su voto, si conocieran cabalmente, si tan sólo intuyeran profundamente las diferencias fundamentales entre políticas y presidentas de “derecha”… y políticas y presidentes de “izquierda”.
Nada muy nuevo hay en mi planteo.
Y aunque después de la caída del muro y del advenimiento de los socialismos “diet”, los difusos conceptos de “derecha” e “izquierda” en política se hicieron más oscuros aún, creo que siguen siendo de alguna utilidad elemental a la hora de saber “pa’ qué lado quiere patear cada uno”… pudiendo elegir con algún grado de conocimiento consciente de qué lado quiere estar, y por qué. Se evitaría así, que… “los desclasados”… caben su propia tumba.
Y no como hoy, que la opinión de cada ciudadano está enraizada -incluso- en una “imago primitiva” de las figuras de autoridad en general. Esto es, se cuestiona a un presidente o a una presidenta, ya solo por ser justamente una figura de autoridad en términos simbólicos. No sé bien por qué “me enerva” esa señora, pero “no la soporto”…
De este modo, muchos de los ciudadanos que despotricaban con vehemencia contra el presidente Menem, lo hicieron de igual modo con Cristina, y hoy contra el presidente Fernández.
Fuera de los que lo hacen sólo por un “gorilismo coherente”, sean radicales o “socialistas”, los ciudadanos comunes, lo hacen -en parte– porque los presidentes como máxima magistratura, son figuras de autoridad, y por lo tanto, blanco de todas las críticas posibles de cuanto “ciudadano-adolescente”, ande suelto caminando hasta la carnicería, o navegando el ciberespacio en internet.
Trabajemos doce horas por día, con régimen solo de medio tiempo, o estemos desocupados… los ciudadanos argentinos siempre nos hacemos un ratito para hablar mal de nuestros presidentes, o quizás de algún ministro o algún gobernador.
En el trabajo, en la peluquería o en el café… siempre tenemos el tiempo y las agallas para hablar pestes de nuestras autoridades gubernamentales… aunque no tengamos la más mínima idea de la ciencia política. Aunque haga cuarenta años vengan despotricando y criticando a cuanto presidente supimos tener.
Criticaron a Alfonsín… y después a Menem. Nadie votó a Menem… pero después se burlaban de De la Rúa por televisión… Aplaudieron a Rodríguez Saá, y a los tres días… aplaudieron que se fuera de Casa Rosada. Convengamos que no debe ser tarea fácil ser presidente de todos los argentinos.
Nada fácil debe ser. Nos gusta hablar de política… muchas veces porque no tenemos de que hablar, o no nos animamos a hablar de nuestras propias vidas, en la intimidad de nuestros hogares o en el café con amigos.
Es más fácil hablar superficialmente de nuestros presidentes, que el difícil camino de hablar de nosotros mismos, de nuestras propias miserias personales y familiares.
Es más fácil criticar al jugador de fútbol y acordarnos de su madre cuando estamos en la tribuna, que respetar a quien una tarde jugó mal (o muy bien) al fútbol. Profesamos el “picudeo de tribuna”… aunque la única vez que pisaron la verde gramilla de un campo de juego… fuera para ir a un recital de rock o de Luis Miguel. ¿Argentinidad “al palo”…???… quizás…
Algo del orden de la noción de “respeto”… y de la falta de éste, tiene que ver con nuestra argentinidad “al palo”… y a la hora de opinar sobre nuestros presidentes… parece que el sabio dicho… “Si no sabés de algo… lo más sabio es… callar”… brilla por su ausencia.
Por eso el desafío es formar a nuestros jóvenes en las escuelas de nivel medio. Y hacerlo muy seriamente. Formación ciudadana para ejercer el derecho a opinar y votar -como debe ser- pero con un sólido conocimiento de las categorías elementales de la sociología, la economía política y la ciencia política. En las escuelas de nivel medio, entre los catorce y los dieciséis años, antes de que comiencen a votar. Así fortaleceremos a nuestra querida Democracia.
Así enriqueceremos nuestra cultura democrática. Y así, entre otras cosas, aprenderemos a respetar a nuestras figuras de autoridad de orden gubernamental, como un símbolo de que comenzamos a respetarnos unos a otros como ciudadanos-ciudadanas-compatriotas, tanto de la patria chica como de la patria grande.
Así, tendremos el derecho de saber… y todes tendremos -también- el deber de respetar la voluntad de las mayorías…
Hasta la próxima elección presidencial.
Elijo cerrar este largo recorrido, citando… al poeta latinoamericano… que dice… ”si saber no es un derecho… seguro será… un izquierdo…”.
Si saber no es un derecho… seguro será un izquierdo. Clarito ¿no…???
Columnista invitado
Javier Vaquér
Licenciado en Psicología, Universidad del Aconcagua, 1992. Psicólogo especializado en Atención Primaria en Salud Mental. Psicólogo Comunitario formado en Enfoque de Redes. Miembro del Movimiento Nacional hacia un Sistema Integral de Salud, filial Mendoza. Psicólogo Asesor en Salud Mental Comunitaria, en la Coordinadora de Entidades Intermedias del Barrio La Gloria, presidida por el ‘Cura’ Jorge Contreras. Ex asesor del Dr. Roberto Chediack, concejal socialista de Godoy Cruz. Director de Redacción de la Revista ‘Construyendo Redes Sociales Solidarias’, editada y diseñada por el escritor y poeta Luis Villalba. Ex Director del C.A.P.S. Nro. 30, Centro de Salud cabecera de Godoy Cruz. Ex Director de Cultura de la Municipalidad de Godoy Cruz. Autor de decenas de artículos de opinión sobre Salud Mental, Cultura de la Inclusión y análisis políticos de orden provincial, nacional e internacional, publicados en diarios y revistas de Mendoza desde 1995 a la fecha.
Esta es Pacha, mi gatita


