Todo comenzó hace un año. Cuando nos dejaste. También Todo comenzó hace millones de años… cuando aún no existías vos, Maestro.
Hace un año atrás agradecíamos tu coherencia como saludables «envidiadores» y admiradores de tu vida-obra. Hoy, parafraseando poetas, podemos decir que después de trescientos sesenta y cinco días… y quinientas noches de extrañarte y de llorarte, comprendimos un poco más el complejo y sabio mensaje de tu muerte-coherente. De tu idea de vida-muerte, de tu opción no-consciente, de tu «sabiduría organísmica» que te susurraba al oído: «ya no puedo seguir igual». Y pensaste, cual guerrero añoso milenario: «ya no puedo dar más de lo que he dado».
Tenemos la convicción de que intuiste antes que nadie -como fue siempre tu costumbre- que no venían tiempos mejores ni en la Patria Grande ni en la nuestra. Posiblemente, te sentiste algo cansado, algo «no joven» y entonces, como sabio profeta que prevé y advierte lo porvenir, te dijiste: «hasta aquí llego yo».
Intuyo que presentiste: «No me voy a bancar ver el horror que viene y ya no poder hacer nada». Y sin esa soberbia que algunos soberbios proyectaban y depositaban en vos, comprendiste que la vida es una carrera de postas. Y ya en paz -en esa convicción-, te dejaste ir. Sin vinos espumantes ni caviar, sino con un lujo verdadero, auténtico, simbólico y militante. O sea, te diste el lujo de recostarte ahí para siempre. Ahí, en el monumento a la coherencia, como dijimos hace ya un año.
Pero ese monumento a la coherencia es -antes de ser tal- un monumento a la pasión. O sea, primero está la pasión y después la pasión coherente, militante. Es decir, la coherencia a la pasión apasionada.
Esa pasión coherente que hace a los militantes incansables, a esos que solemos llamar «los imprescindibles». Pero el sabio mensaje de tu muerte-símbolo, nos da luz sobre algo muy obvio, tan obvio, que generalmente es dificultosamente visible. Eso obvio es que la pasión coherente y militante no excluye que los individuos humanos somos «seres cansables», «agotables», seres «dolientes», «sufrientes», frágiles y finitos. Y ahí, en nuestra amada «isla utopía», tu alma se iluminó y comprendió que el dios que fuiste y que muchas veces creíste ser, era solo un ser humano individual, cansado ya de tanto andar y de tanto dar.
La pasión coherente cansa, desgasta y mata. Fuiste «hacia el fuego como la mariposa, y no hay rima que rime con vivir».
Y ahí comprendiste que tu corazón biológico empezaba a pasar factura. Y como sabio maestro militante, comprendiste definitivamente que la vida es, inevitablemente, una carrera de postas. Y que tu noble madera sería trascendente sólo si nosotros, los que bebimos de tu agua fresca, podemos tomar tu posta y, apasionada y coherentemente, honrar tu vida.
Queda claro, entonces, que sos inmortal. El bello, frondoso y robusto árbol que fuiste nos dejó madera en abundancia para iluminar y encender a miles de otros seres individuales humanos. Casi humanos o «demasiado humanos». Esa madera suya,
Sabio-maestro-poeta-compañero, usted hace y hará arder a decenas o centenas de generaciones futuras. «Multiplicar es la tarea». Usted maestro-comandante, descanse en paz, que ya hizo lo suyo.
Hizo más de lo que hacemos la inmensa mayoría… y además nos mostró el camino de la pasión apasionada. Nos hizo ver con su «muerte-mensaje» que trascender no es ir al cielo ni volver a ningún paraíso extra-terrenal sino morir sabiéndose un «ser-colectivo». Eso es trascender para el ser humano individual.
Y citando a otro poeta de la Patria Grande que tanto amabas, podemos concluir esta carta abierta y colectiva que te enviamos hoy con estas apasionadas y militantes palabras: «La vida no vale nada si no es para perecer porque otros puedan tener lo que uno disfruta y ama».
Sin otro particular, volvemos a «no-despedirte», como hace un año ya. O sea, hasta siempre sub-comandante Marziali.
Hasta siempre apasionado-maestro-poeta-compañero.
Hasta siempre, ardiente madera que sigue y seguirá abrigando, iluminando y alimentando este «mar de fueguitos». En Mendoza y otros lares intentaremos darle sentido a tu muerte y sobre todas las cosas intentaremos -cada uno a su modo- honrar tu vida.
Por siempre.
Columnista invitado
Javier Vaquér
Licenciado en Psicología, Universidad del Aconcagua, 1992. Psicólogo especializado en Atención Primaria en Salud Mental. Psicólogo Comunitario formado en Enfoque de Redes. Miembro del Movimiento Nacional hacia un Sistema Integral de Salud, filial Mendoza. Psicólogo Asesor en Salud Mental Comunitaria, en la Coordinadora de Entidades Intermedias del Barrio La Gloria, presidida por el ‘Cura’ Jorge Contreras. Ex asesor del Dr. Roberto Chediack, concejal socialista de Godoy Cruz. Director de Redacción de la Revista ‘Construyendo Redes Sociales Solidarias’, editada y diseñada por el escritor y poeta Luis Villalba. Ex Director del C.A.P.S. Nro. 30, Centro de Salud cabecera de Godoy Cruz. Ex Director de Cultura de la Municipalidad de Godoy Cruz. Autor de decenas de artículos de opinión sobre Salud Mental, Cultura de la Inclusión y análisis políticos de orden provincial, nacional e internacional, publicados en diarios y revistas de Mendoza desde 1995 a la fecha.
Nota publicada en Diario los Andes el 7 de julio de 2018
Las fotos son del enooorme reportero gráfico Coco Yañez, rutilante artista mendocino y argentino
Mendoza, 18 de noviembre de 2008, Jorge Marziali
Mendoza, 18 de diciembre de 2014, Jorge Marziali y Marita Londra, cantores


