Pensaba en las imágenes con las cuales ilustrar esta nota y la verdad es que volvían a mi mente muchos de los horrendos crímenes cometidos por los ex represores. Ellos siguieron la entreguista línea iniciada con el golpe de 1930 al ex Presidente Hipólito Yrigoyen. De hecho pusieron a las Fuerzas Armadas a disposición de la corona inglesa y del imperialismo yanqui.
¿De qué podrían dizfrasarce si estoy diciendo una verdad de perogrullo? Entonces sentía cada gemido de dolor como un breve sobresalto. Fueron crudas las heridas que infringieron por siempre. Mientras, había un pueblo muerto de miedo, silenciado a punta de pistola para que no entorpeciera la tarea de destrucción del estado de bienestar. A eso vinieron.
Por último, como toda herida abierta, siempre nos referiremos al genocidio de que hemos sido objeto. Así hacen los pueblos del mundo que pueden salir a flote. Vaya un homenaje a quienes resistieron y son puntales de las políticas de memoria, verdad y justicia. Mucho hicieron a favor de una Democracia que nos fue conculcada en varias oportunidades.
“Uno de los símbolos de la represión y la tortura
“Murió Miguel Etchecolatz, el asesino serial que no tenía compasión
“Jorge Julio López lo definió de esta manera al dar testimonio en el juicio Pozo de Arana. Tenía 93 años, cumplía múltiples condenas y estaba internado en un sanatorio. Fue un emblema del terrorismo de Estado.
“El genocida Miguel Etchecolatz murió este sábado a la madrugada a los 93 años en el sanatorio General Sarmiento de San Miguel, donde había sido trasladado para realizarle una operación para colocarle un marcapasos. La noticia de su deceso generó una repercusión masiva e inmediata: Etchecolatz no era cualquier genocida, fue uno de los símbolos de la represión y la tortura ejecutadas en la provincia de Buenos Aires durante la última dictadura cívico-militar y un activista del terrorismo de Estado: no solo no se arrepintió jamás de sus crímenes, sino que cada vez que pudo los reivindicó.
“Si bien se encontraba desde hacía varias semanas internado en otra clínica privada, Etchecolatz estaba preso en cárcel común en la Unidad Penal 34 de Campo de Mayo con nueve condenas en su contra por crímenes de lesa humanidad, en su mayoría a perpetua.
“Los numerosos intentos de beneficiarlo con prisión domiciliaria fallaron sucesivamente. El último fue de la Sala II de la Cámara Federal de Casación Penal, integrada por Ángela Ledesma, Guillermo Yacobucci y Carlos Mahiques, quienes decidieron mandarlo a su casa, decisión que no se hizo efectiva ya que estaba detenido por otros tribunales.
“Etchecolatz nació en Azul, provincia de Buenos Aires, en 1929. Fue a una escuela católica como pupilo, y en 1947, a los 18 años, ingresó a la Escuela de Suboficiales de la Policía Bonaerense para iniciar su sangrienta carrera en la mayor fuerza de seguridad del país.
“Para 1973, ya era jefe de la Brigada de Investigaciones de Lanús y tras el golpe de Estado de 1976, se convirtió en mano derecha del general Ramón Camps, jefe de la Policía Bonaerense, quien lo nombró director general de Investigaciones de la fuerza, cargo que ocupó entre el 5 de mayo de 1976 y el 28 de febrero de 1979. Por ese rol se encontraba al mando de todas las patotas y de los centros clandestinos de detención que funcionaron en el denominado Circuito Camps.
“Bajo su mando se cometieron algunos de los hitos más recordados del terrorismo de Estado, como la detención de militantes de escuelas secundarias de La Plata en la Noche de los Lápices y el ataque a la casa Teruggi-Mariani, donde funcionaba una imprenta clandestina. Etchecolatz fue visto por los techos de la vivienda, casi destruida por los disparos, en la que fue apropiada la beba Clara Anahí, nieta de «Chicha» Mariani, una de las fundadoras de Abuelas de Plaza de Mayo. La nieta apropiada aún no fue hallada y el expolicía siempre se negó a dar información sobre su paradero.
“Su primera condena fue en 1986. La Cámara Federal lo sentenció a 23 años de prisión como autor del delito de aplicación de tormentos reiterados en 91 casos en la Causa 44, desarrollada un año después del Juicio a las Juntas.
“Beneficiado por las leyes de Obediencia Debida y Punto final, pasó esos años en libertad, negando el terrorismo de Estado y amenazando a cuanta persona lo escrachara por su rol en la dictadura. De la misma manera que lo hizo en cada oportunidad que tuvo de hablar ante los tribunales que lo juzgaron, siempre con su rosario colgando, siempre negando la autoridad de la Justicia.
“En esos años escribió La otra campana del Nunca Más, libro publicado en 1997 en el que contó su visión de la “guerra” y cómo se había sentido honrado de participar en “la lucha contra las organizaciones terroristas”. Ese mismo año apareció en la pantalla de Canal 9 en el programa Hora clave, de Mariano Grondona. También había sido convocado el diputado Alfredo Bravo, una de sus víctimas, a quien acusó de mentiroso y comparó las torturas que recibió con un tratamiento para curar callos y pie plano.
“Debieron pasar 18 años para su segundo juicio. En 2004 fue nuevamente encontrado culpable y condenado a siete años de prisión y en 2006 volvió a la cárcel cuando fue juzgado por el homicidio de seis víctimas, y secuestro y tormentos a otras siete, entre las que se encontraba López. Esta vez, luego de la reapertura de los juicios por la nulidad de las leyes de impunidad, fue condenado por crímenes cometidos “en el marco de un genocidio”.
““Un asesino serial. No tenía compasión”, lo describió Jorge Julio López, sobreviviente del Pozo de Arana. Ese testimonio, plagado de detalles, que logró condenar al exdirector de Investigaciones de la Policía Bonaerense, le costó al testigo y querellante desaparecer por segunda vez, pocos días antes del veredicto. Todas las sospechas señalaron a Etchecolatz, pero la investigación nunca avanzó. A pesar de estar detenido, mantenía un poder e influencia sobre la policía, ya que a muchos de sus efectivos los había formado en la escuela Vucetich.
“Años después, en 2014, durante una audiencia mostraría desafiante un papel donde se leía el nombre de Jorge Julio López. La imagen fue captada por uno de los fotógrafos que había en la sala y generó indignación y escalofríos. La provocación que quería lograr.
“Fue condenado a prisión perpetua en el juicio por el Circuito Camps de 2012, en 2014 en la causa La Cacha, en 2018 en «Cuatrerismo», en 2020 en «Brigada de San Justo». La última condena fue en mayo de 2022, cuando nuevamente recibió perpetua en el juicio conocido como Garachico, causa que se inició con la declaración de López en 2006.
“Estaba siendo juzgado en dos debates actualmente, en «Brigadas», donde se investigan los crímenes cometidos los centros clandestinos denominados Pozo de Quilmes, Pozo de Banfield y El Infierno; y en la causa denominada Hogar de Belén, por los delitos sufridos por Alejandro, María Ester y Carlos Ramírez, secuestrados con 2, 4 y 5 años, y el operativo en el que su madre fue asesinada.
“También estaba procesado a la espera del inicio de otro juicio por el homicidio de Horacio Wenceslao Orue y la privación ilegal de la libertad y tormentos contra tres víctimas, y tenía en instrucción otras tres causas a cargo del Juzgado Federal Nº 3 de La Plata y otra en Comodoro Py. «
“En las redes
“La noticia de la muerte de Etchecolatz se hizo pública cuando la abogada en el juicio que lo condenó en 2006, Guadalupe Godoy, publicó en Twitter “Falleció Etchecolatz. En cárcel común y sin decir adónde están”. Los repudios se sumaron en esa red social con la etiqueta #Etchecolatz. Emilce Moler, sobreviviente de la Noche de los Lápices, escribió: “Y murió sin hablar. Otro genocida que cumplió con su pacto de silencio que condena a vivir a todxs los familiares con el padecimiento de desconocer dónde están sus seres queridos”. También Abuelas de Plaza de Mayo se refirió a su fallecimiento: “Hasta el último día mantuvo el pacto de silencio. Se lleva la verdad sobre el destino de nuetrxs hijxs y nietxs, pero logramos justicia y memoria para sostener el #NuncaMas”.
“El secretario de Derechos Humanos de la Nación, Horacio Pietragalla Corti, sostuvo que la muerte del represor es un ejemplo de «quienes se mueren sin mostrar jamás arrepentimiento». Su par bonaerense, Matías Moreno, señaló que falleció “condenado” y en una “cárcel común.»Sobran los motivos para seguir luchando por más Memoria, Verdad y Justicia”.
“Tiempoar.com.ar
“Gerardo Aranguren
“3 de julio de 2022”.
“”Se fue impune de tantos casos”
“El descargo del hijo de Jorge Julio López sobre la muerte de Etchecolatz
“Rubén López lamentó que el represor haya muerto “sin decir nada” sobre su padre y Clara Anahí Mariani.
“Rubén López, hijo del albañil dos veces desaparecido Jorge Julio López, lamentó la muerte del represor Miguel Etchecolatz “porque faltaban varios juicios por llevar adelante y porque se murió sin decir nada” sobre el caso de su padre y la desaparición de Clara Anahí, la nieta de la fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo Chicha Mariani.
“”Lamento muchísimo que se haya muerto, pero no por él, sino por las víctimas, por aquellos que no tuvieron un juicio porque faltaban varios y porque se murió sin decir lo que todos entendemos que pudo haber tenido de participación en la segunda desaparición de mi viejo, dónde está Clara Anahí”, sostuvo el hombre.
“En declaraciones radiales, Rubén López aseguró que Etchecolatz “era un ser nefasto, era el genocida de la Provincia de Buenos Aires”. “Fue amo y señor de decidir quién vivía y quién moría en la Provincia de Buenos Aires, junto con (Ramón) Camps”, agregó.
“”Se fue impune de tantos y tantos casos. Siempre negó todo, nunca admitió sus asesinatos y sus torturas. Manipuló el cinismo que tenía”, remarcó.
“Finalmente, al ser consultado sobre el estado de la causa que investiga la segunda desaparición de su padre, el 18 de septiembre de 2006, Rubén López indicó que el expediente “está en un medio de una tarea de relevamiento de llamadas telefónicas”.
“”Nosotros pedimos que se hiciera un relevamiento en los cementerios locales sobre las tumbas de personas no identificadas”, concluyó.
“El albañil Jorge Julio López fue desaparecido durante la última dictadura militar y se convirtió en un testigo clave durante uno de los juicios contra Miguel Etchecolatz. El 18 de septiembre de 2006, día en que se iba a realizar una nueva audiencia judicial, el obrero platense no llegó a los Tribunales y desde esa fecha permanece como desaparecido.
“En octubre de 2014, antes de ser condenado a una nueva cadena perpetua, el represor escribió en un papel “Jorge Julio López Secuestrar”, lo cual fue considerado por los fiscales del juicio como un mensaje con “una clara intencionalidad intimidante o perturbadora”.
“Sitioandino.com.ar
“2 de julio de 2022”.
De las redes sociales
“Imaginate que cuando volvés del trabajo tus hijxs pequeñxs se encierran en un armario a rezar, pidiendo que te mueras en el camino.
“Y que, ya más grande, tu hija inicia una acción en un Juzgado de Familia para que nada la una a vos, ni siquiera el apellido, indisolublemente asociado al horror y la muerte.
“Bueno, estas palabras de Mariana Dopazo, a quien ya ni el apellido la une a su “ex-padre”, Miguel Etchecolatz, es la más acabada descripción de ese genocida. Están escritas en un momento que le habían dado prisión domiciliaria, decisión que luego se revirtió:
“Crear una vida propia, a las sombras de mi progenitor, uno de los genocidas más siniestros de nuestra historia, fue muy difícil. Siempre rodeados de armas, acompañados de custodia policial y metidos en una burbuja. Mi vieja hacía lo que podía, amenazada frecuentemente por él: “Si te vas, te pego un tiro a vos y a los chicos”. De hecho, mi recuerdo más crudo de la infancia da cuenta del sufrimiento permanente: cada vez que él volvía de la Jefatura de Policía de La Plata, nos encerrábamos a rezar en el armario con mi hermano Juan, para pedir que se muriera en el viaje. Sí, eso sentíamos, todos los días de nuestras vidas.
“Crecí entre situaciones traumáticas, en plena soledad, porque vivir con Etchecolatz significaba no tener paz, hacer lo que decía y acostumbrarse al miedo de abrir la boca, porque podría venirse la respuesta más terrible. Aun así, desde chiquita fui bastante rebelde, tanto que mi familia me apodó “estrellita roja”. Lo desobedecía, sí, tanto como era posible. Y a ese ritmo, se repetían sus golpes. Era cruel, castigaba muy fuerte y después se preocupaba: “Mirá lo que me hacés hacerte”, decía. Cuando oía sus pasos, sentía el perfume del terror. Y sí, haber convivido con un genocida me permitió conocer su esencia, su faz más verdadera.
“Siempre fue narcisista, una persona sin bondad, impenetrable, que nunca dio lugar para que sus hijos pudieran preguntar. Nunca nos explicó nada. Hay asesinos que le han contado algo a su círculo íntimo, pero Etchecolatz no. Y es un contrapunto interesante: no habló con su familia ni frente a la Justicia, sosteniendo un doble silencio. O sea, corporizó lo más terrible en todo momento, sin importarle jamás el otro y convirtiéndose en el símbolo más cruento del aparato represivo.
“Cuando el Juzgado de Familia autorizó a deshacerme del apellido teñido de sangre, en 2016, para suplantarlo por el de mi abuelo materno, creí que había terminado una etapa. Sin embargo, la intención de beneficiar a los genocidas con el 2×1 me angustió y me impulsó a marchar por primera vez. Sentí que la Justicia había dejado de ser justa en materia de crímenes de lesa humanidad y empezaba a desampararnos. Pero incluso podía ser peor… Días atrás, mientras visitaba a mi familia me enteré que ahora tendrá el privilegio de irse a su casa. “Es imposible que le den la domiciliaria”, me aseguraba mi mamá, para tranquilizarme. Hasta que nos llamaron para avisarnos. Todo se convirtió en silencio. No pude pensar, ni hablar más. Así estuve la noche entera, tratando de salir de la oscuridad.
“Ante semejante noticia, no puedo imaginarme lo que sentirán quienes lo sufrieron y menos todavía quienes deberán convivir con él, en el mismo barrio marplatense. Sólo dos tipos de personas conocen verdaderamente a un sujeto como él: sus víctimas y sus hijos. Por eso, a mí que no me lo vengan a contar. Nadie puede venderme el discurso de la reconciliación, ni el cuento del viejito enfermo que merece irse a su casa. Quienes conocemos su mirada, sabemos de qué se trata. Hay centenares de genocidas con prisión domiciliaria, pero él nos hierve la sangre porque representa lo peor de esa época, tras haber sido la cabeza de 21 centros clandestinos y no haberse arrepentido ni un centímetro de sus acciones, fiel e incondicional a las mentes que planificaron ideológicamente la masacre.
“Justo y reparador sería que Miguel Osvaldo Etchecolatz estuviera para siempre en una cárcel común, hasta el final de sus días. Pues las marcas en el cuerpo, las marcas en la memoria, las marcas del espanto, las marcas del no saber, no se borran nunca, pero nunca más… Como sociedad, debemos luchar para que vuelvan atrás con esta decisión inadmisible y, aún en el sufrimiento, celebro que sigamos saliendo a la calle, aunque nos lo quieran prohibir. A mis 47 años, jamás creí que sufriríamos tal retroceso, pero la fortaleza popular es enorme y debe seguir creciendo hasta meter a cada una de las bestias tras las rejas.
“No se transa con el dolor, ni se silencia el horror”.


