Hoy, en que las tropas nacionales defienden la invasión norteamericana (lo cual está a la vista), suenan las premoniciones del líder visionario. Y digo norteamericanas, ya que decir EE. UU. es decir la OTAN, el Sionismo, Inglaterra y aliados.
Cuando veo el despliegue brutal del cipayismo y a los mercenarios, de hoy, avanzar sobre muy pequeños grupos de mapuches y tehuelches. Hermanos que se defienden con piedras y viven en rukas, que son las rudimentarias viviendas, donde he pasado tiempo, con torta frita y mate, albergado por nuestros originarios, de milenaria estada, en el lugar.
Cuando aún los maurizios y los albertos, no habían bajado de los barcos invasores y genocidas, de la conquista que asesinó a doscientos millones de almas; hermanos de la cultura y la paz ancestrales. Cuando ello ocurre, digo, pienso cuánto hambre y desdicha se ahorraría, a las decenas de millones (si, decenas de millones, tal la dimensión), que se debaten en una situación miserable. Situación miserable, que no tiene razón, ni perdón, en el seno de una nación que es -en realidad y sin mentiras canallas-, una potencia planetaria, ocupada, entregada y saqueada.
Un solo botón de muestra: Bolivia rescata el 100%, de la explotación de litio; Chile, una proporción importante y la Argentina (desunida y dominada, con basura humana -entre los ajenos y los propios-), tan solo un 3%. Miserabilidades patéticas, diría don Hipólito, retorciéndose en su tumba, al ver -como bichos rastreros-, a quienes ostentan la chapa radical, al servicio y formando parte de la asociación ilícita y criminal extranjera, de quienes accidentalmente, nacieron acá, pero son los hijos putativos del imperio; sus súbditos mas fieles. Claro que a cambio de licencias para matar, robar, fugar, o cualquier cosa.
Si, en lugar de anunciar la “guerra contra los precios”, solo se controlaran, estrictamente, conociendo los “costos de producción”, en lugar de hacer la guerra -contra esa gente sumamente pobre, económicamente hablando, aunque esté por encima de los poderosos, como especie-, otra sería la historia, pero la realidad es muy dolorosa y es la única verdad.
Esta carroña, con ropaje político impostado, no merece vivir y está para eso. Rufianes y ramplones, de otro pelo y plumaje, solo sirven para eso. Y se respaldan en las mafias tremendas de los 400 medios corporativos y en una justicia que hace tabla rasa con el derecho y la Constitución. Encima C5N, los acompaña, malogrando a algunos buenos periodistas, que aun los hay.
La lucha contra el indio, dio comienzo allá por 1830 y pico; más, tras el avance de Julio Argentino Roca (es cierto que, a sangre y fuego, con los hermanos indios, que no transaban y muchas veces con actitudes descarnadas), se ampliaron las fronteras. Eran tiempos de división política de los países, aunque la Patria Grande fue y será, por siempre, única e indivisible-. Como canta el billete de $1.000.-, estos felones, con Maurizio a la cabeza, matan, evaden, vacían, entregan, para la corona y borran la Patagonia, para naturalizar el despojo. ¿Está claro?
Sigamos destrozando nuestra historia -reversionándola-, para servir (conciente o inconcientemente), al invasor. Mientras persiguen a originarios, se defiende, a brazo partido, a los Benetton, Lewis y a los conocidos, o desconocidos, que “ocupan” nuestro territorio. Lo vociferan propios y ajenos: plomo contra los pobres; contra los desposeídos; contra los planeros, piqueteros y negados; contra los antiguos dueños de la tierra (que no lo fueron nunca, porque somos hijos de la tierra), porque, los que la robaron, “legalizaron” el robo, instituyendo la “Propiedad Privada”.
La justicia es como la víbora, muerde al que anda en patas. Qué triste; qué bajo e infrahumano. Pero real. Solo recuperando soberanía, se podrá cambiar la economía y no seremos mas un país millonario con un pueblo empobrecido. ¡Argentinos, a las cosas!, decía Ortega y Gasset. La unidad y la movilización popular son la salida.
Sólo el pueblo salvará al pueblo (remanido, pero innegable) y con la cabeza de los dirigentes, pues sólo traban y le hacen el juego al invasor. Basta de los vericuetos y los callejones sin salida. Basta de desviar la atención y dejar que la invasión y la indigencia avancen. ¡Vamos por lo nuestro!
Otro si digo: recorriendo Chile, escuché aformar, a muchos, que los mapuches eran argentinos, de este lado de los Andes, son muchos los que dicen también que son chilenos. La idea sobrevuela los tiempos. No se entiende que los pueblos milenarios caminaban por países sin fronteras. Y el caso de los mapuches, mezclados con los tehuelches, es ese.
No se trata -en ningún caso-, de extraterrestres o intraterrestres. Siempre, los originarios (especialmente antes del arribo genocida), estuvieron, están y estarán, aunque los amos ordenen a gobernadores y funcionarios, nacionales, de la región, o provinciales, reprimirlos o matarlos, como el macrismo, a través de Patricia Bullrich (CIA – Departamento de Estado – Partido Demócrata), en los casos de Santiago y Nahuel.
4 de octubre de 2022
Columnista invitado
Carlos Valle
Docente, economista, historiador, periodista y escritor. Enlace de la Resistencia (1956). Presidente de la Asociación de Periodistas Latinoamericanos (1965-1976). Decano de los periodistas de Radio Nacional. Sindicalista y asesor gremial y político (CGT hasta 1991). Exiliado en 1962.


