Un binomio que perdió prestigio a partir de la década del ’90 fue el de literatura/política y por lo tanto también poesía/política. En Mendoza, José Luis Menéndez logró escaparle a esa huida sin entregar en el camino lo poético. Lo hizo en su relectura de los cuentos de Poe: Afuera del castillo, / uncidos por el yugo de los grandes pendones/ la raza de labriegos/ va moliendo su tallo de trigo desolado (La máscara de la muerte roja); con la apropiación de los mitos y lo sagrado: Ahora que los cazadores/ han sido cazados/ ya no hay más cacerías/ ni ceremonias lúdicas/ ni ruegos naturales/ ni misas ecológicas./ Ya no hay más cacerías/ sólo hay humo. / Sólo hay humo en el humo (Funeral de los cazadores). Elegir el misterio y las preguntas en medio de la historia clausurada es político. Incluso defendió a satanás: -El mundo es una fiesta llena de excluidos- dijo el Diablo/ -A mi me han puesto debajo de la mesa/ Veo las migas que adoran ejércitos hambrientos (Tercera negación). Finalmente, lo inmediato transformado en materia poética: Desde las cuevas del poder/ reparten la palabra vacía/ los besos de papel el atraso del tiempo (Nunca menos). En su obra también hay espacio para el ensayo y la poesía es un centro de reflexión importante. Para cerrar dejamos en diálogo un fragmento de su libro de ensayos Acto de fe y un poema de El amor vence al odio.
“Luego del reflujo de la marea revolucionaria que sacudió al mundo entre las décadas de los ’60 y ’70 y el fin de la disputa capitalismo -socialismo, que constituía una ecuación de equilibrio- tanto de contención, en un caso, como de esperanza por el otro, la literatura y el arte, el desenfado creativo en general, cambian hacia un estado de parálisis, o de confusión, y el pensamiento se dirige hacia debates que ya no se creían necesarios. La preeminencia temporal del neoliberalismo, en la forma dura que expresaron Reagan–Thatcher, y luego Bush, con su lógico reflejo en los países dependientes, perturbaron las bases de la creación, le quitaron trayecto, no solo temático sino también instrumental, bloqueando, confundiendo, esa zona tan decisiva, tan dinámica, donde circulan las ideas como sustento de los hechos creativos. De la poesía desapareció todo lo que oliese a política, se volvió más hermética, más intimista, más constreñida a los aspectos puramente verbales y de forma, mientras que perdía en los contenidos mucho de su perspectiva humanística y social. Y no es que lo político constituya, por sí mismo, un atributo de calidad. En realidad nos parece todo lo contrario, especialmente en aquellos casos donde los poetas, predefinen el “para qué” de sus obras, y trabajan a pedido de su empleador, su dogma o su clientela. Sin embargo, la carencia de sustancia política de alguna manera se percibe, como si una deliberada omisión, un hálito de miedo y de cálculo empírico, contrajese en el poema su vuelo completo. Se puede escribir de cualquier cosa, “menos de”. Y entonces, ante esa falta de plena libertad, la autocensura, la elusión del riesgo, el des–atrevimiento, producen su efecto restrictivo. Y hay una posibilidad poética que se pierde. Paul Auster lo dijo así: Si uno empieza a cerrar puertas, ya no puede ver el mundo como imagen de un todo.”
El amor vence al odio
La historia de los hombres no es un trazo perfecto
donde todos agregan su minuto
y después celebran milagros y resurrecciones.
El amor trabaja pero despacio,
emplumando los huesos, de a poquito.
Y apenas si aflora cada tanto cada mundo
cada vuelta de madre cada siglo.
Se suele confundir, mueve sus letras, seduce,
quitapenas. Se reviste con escamas rojas
y besa labios que jamás olvidan. Después
baila. Con los pasos de la persuasión,
atraviesa sombras y corazones dormidos.
Pero no evita las vacilaciones.
Hay días que no sabe cómo y se vuelve al ayer.
Allí lame su espalda su fatiga su caricia más vieja
y pone de nuevo su mirada en el cielo.
Los sueños van y vienen.
Desde David contra Goliat
Desde las piedras que resguardan
las verdades del tiempo.
Desde las manos que descubren
un pan unos fueguitos
unas hebras de luz
en los sitios oscuros de la tierra.
El amor entiende las derrotas
y les habla como un viejo amigo, con su mar de semillas.
El odio es largo pero débil.
Si una mentira se repite mil veces parece una verdad
pero no triunfa si no tapa su rostro
con la piel tibia de los engañados.
Su fiesta es una farsa una impostura que no tiene fin
un disfraz de nada
cayendo
sobre nada.
Libros citados en la nota:
Reunión con Poe (poemas). Ediciones Culturales de Mendoza, 1995
Defensa del diablo (poemas). Ediciones Alphalibros, 2012
El amor vence al odio (poemas). Ediciones Alphalibros, 2015
Acto de fe (ensayos). Ediciones Alphalibros, 2015
José Luis Menéndez
Bonaerense, casado, cuatro hijos. Es Contador Público de la Universidad Nacional de Rosario. Reside en Mendoza. ¿A qué se dedica? En la tierra: trabaja como consultor en temas fiscales y económicos. En el aire: escribe, juega al ajedrez y miente que toca la guitarra. En el agua: Hace olas, con Leticia.
Columnista invitado
Sergio Morán
Nació en 1979 en el este de Mendoza, Argentina. Desde 2010 reside en la Capital de esa provincia donde ejerce la docencia en escuelas secundarias. Integró el Taller Más allá de las palabras que coordina Diana Starkman. En 2018 publicó su libro de poemas Calle desconocida (Peces de ciudad). Textos suyos han aparecido en diarios, revistas y antologías, entre ellas Poemas por el agua (Payana Ediciones), producto de la lucha en defensa de la Ley 7722. Desde 2020 dirige la revista digital Futuros eran los de antes, especialmente dedicada a la poesía. Participó de los talleres de historia de la poesía que coordinó Javier Galarza. En 2021 Ediciones en Danza publicó su segundo libro, Ya no acampan gitanos en los baldíos. Su último libro, El amor es un exceso de lenguaje, fue publicado por Peras del Olmo en 2022. Es parte de la Asamblea de Trabajadorxs de la Literatura de Mendoza que lucha por impulsar políticas culturales para les escritores de la provincia.