El tiempo y los sentimientos
El tiempo es capaz de modificar los sentimientos de una persona, llevándolos a lo opuesto, por ejemplo de amor a desprecio, o creando el amor, la amistad, el aprecio, o la indiferencia.
¿Cómo influye el tiempo en el alma del hombre?
Si el alma no muere, ¿quiere decir que el tiempo sólo puede influir en el cuerpo, sin tocar la parte espiritual del ser humano?
¿Se puede acaso vivir fuera del tiempo estando sumergidos en la corriente del tiempo?
La vida del espíritu tiene un compás muy diferente a la vida del cuerpo.
El ser humano está inmerso en la corriente del tiempo como una piedra en el torrente de un río de montaña: corre, choca contra otras piedras, está quieta un segundo y prosigue su rodar infinito hasta llegar al mar.
Pero si el cuerpo humano cumple las implacables leyes de todo organismo vivo del universo, su alma traduce el tiempo de manera diferente, casi se podría decir, de manera inversa.
Mientras el cuerpo humano obedece a las leyes de la física, y evoluciona a la par de todos los organismos biológicos, el alma transcurre el tiempo de otro modo.
El cuerpo, formado por las mismas partículas que integran todos los elementos componentes del universo, está sujeto a la dirección positiva del tiempo, que transforma sin pausa la materia, metamorfoseándola en un fantástico proceso de continuo reciclaje.
De este modo, el organismo humano debe envejecer y dejar de existir de la manera en que lo conocemos a través de nuestro punto de vista exclusivamente humano.
En realidad no deja de existir nunca, porque todas y cada una de sus partículas pasarán a otro estadio, a otra forma, y por lo tanto tendrán otra función en la economía del universo.
Cada átomo, y cada partícula de la materia que nos conforma, están sujetos a la corriente del tiempo, evidente en el movimiento de rotación de la Tierra, en su traslación alrededor del Sol, y en el movimiento del Sistema Solar y de la galaxia en el gran conjunto vivo del universo.
Nada, ninguna de estas partículas, se perderá, sino que por el contrario irá a fertilizar el humus para nuevas formas de vida. Del estiércol nacen flores, y de la descomposición de toda la materia orgánica se genera nueva vida.
Pero el alma, la parte invisible que habita en el hombre y la mujer y que conforma su médula vital, su verdadero yo, no está sujeta a este ciclo de transformación y reciclaje de la vida orgánica.
El alma es energía pura que no obedece a leyes orgánicas, sino que sustrae del tiempo la capacidad pulirse y crecer indefinidamente.
Esta energía pura que mueve al hombre y a la mujer se encuentra aprisionada por el cuerpo orgánico durante breves períodos, y justamente es entonces cuando utiliza al tiempo, al que está sujeto el cuerpo, para crecer y perfeccionarse, según las teorías reencarnacionistas.
El envejecimiento y decadencia del cuerpo no afectan el alma, que por el contrario avanza en su evolución a medida que lo orgánico se disuelve.
De este modo, el tiempo no actúa de la misma manera sobre lo orgánico que sobre lo espiritual.
Entonces, ¿podemos seguir llamando tiempo a ese avance ambiguo, irrefrenable, hacia no sabemos dónde?
Columnista invitado
Daniel Fermani
Profesor de Enseñanza Media y Superior en Letras y Licenciado en Lengua y Literatura Españolas, diplomado en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Cuyo, Mendoza. Ha llevado adelante una profunda investigación en el campo del arte, trabajando el concepto del tiempo, la experimentación con la escritura en teatro, novela y poesía. Ha indagado en las raíces de la Posmodernidad en busca de nuevas técnicas actorales y dancísticas y sus consecuencias en la dramaturgia y en el trabajo teatral. Publicó cuatro novelas, dos de ellas en España y Argentina; cuatro libros de poesía; y tres volúmenes de obras teatrales. Desde 1999 dirige la compañía de Teatro Experimental Los Toritos, fundada en Italia y que prosigue sus actividades tanto en su sede de Roma como en Mendoza, y con la cual lleva a delante su trabajo sobre técnicas de teatro experimental. Ha ganado dos veces el Gran Premio Literario Vendimia de Dramaturgia; el Premio Escenario por su trabajo en las Letras; la distinción del Instituto Sanmartiniano por su trabajo a favor de la cultura, y una de sus obras de teatro fue declarada de interés parlamentario nacional al cumplirse los 30 años del golpe de Estado de 1976. Fue destacado por el Honorable Senado de la Nación por su aporte a las letras y la cultura argentinas. Ha sido Jurado nacional para el Instituto Nacional del Teatro (INT).