Solsticio de invierno
Otro viaje al fin de la noche
Parte 11
(viene de la edición anterior)
Cuando probé, otra vez, las empanadas árabes que no sé si serían como las que contaba mamá hacía su vecina, La Turca, cuando ella le dio de mamar a ese hermano de leche de Rodrigo, recién nacido en plena revolución fusiladora, para poder tener para alimentarnos, a nosotros, ya cuatro niños en escalerita, porque en el ‘55 yo cumplí apenas cuatro años y Rodrigo, el cuarto, tenía menos de un mes. Papá, militante peronista, quedó sin trabajo y sin poder terminar su Universidad de Arquitectura, porque era Secretario de Vivienda de la Gobernación de Córdoba, mientras era solamente alumno avanzado de la carrera y profesor ayudante, supongo, de “Geometría del Espacio” de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional de Córdoba, de algunos de esos temas totalmente obtusos para mi, tan negada a las Matemáticas.
Pero debe ser por el cumpleaños 50 de Pablito, que yo sigo, pertinazmente sintiéndolo vivo, vaya a saber por qué, me preguntaba anoche, en la fogata de la madrugada…
Y me dormí mirando esa foto, donde está abrazándola a Evelyn, él, envuelto en mi roana, con el mar de fondo…
La foto está ya medio curva… Solo se lo ve, con su mirada insondable, que miro cada madrugada preguntándome si escribir o no. Y para qué, para kién… Si acaso tiene sentido seguir, así escribiendo propuestas piolas que luego serán tomadas para hacer exactamente lo opuesto en las políticas públicas.
Y anoche, justamente por el cumple de Pablito, hice lo opuesto a lo que hago habitualmente. En vez de dormir con el frío de la ventana del sur, que logró curarme del asma, estoy absolutamente segura que eso ha sido así. Porque están todos los estudios de la Clínica de Vías Respiratorias de los dres Siebert, padre e hijo, de Neuquén. Cuando después de todos los meticulosos estudios, me recetaron el puf. Y cada vez fue más seguido, casi indispensable su uso.
Hasta esa vez, cuando asomó en la conciencia la absoluta certeza del dolor máximo, estaba en Bs. As, en la casa de mi hermana. Y cuando la suma de ese olor insoportable a esmalte sintético o barniz y la onda absolutamente densa de mi ex cuñado, con su aire al inyenieri Macri, pese a ser solo el bicicletero de Thames casi Serrano. Tal vez porque desde que su mamá había contado que había hecho la colimba en la ESMA y él estaba muy orgulloso del tema… Y fue cuando yo le pregunté en qué año… Plena dictadura… Pero entonces, vos viste lo que fueron los secuestros y salvajes torturas… No, solo era el chofer de… Pero los choferes eran los absolutamente de confianza de los jefes, porque no van a ser giles… Y le conté que mi ex decía que había hecho la colimba en Mar del Plata, como chofer de Viola… Y que entonces, yo suponía que…Cada vez se iba poniendo más rígido, más duro mi ex cuñado… La miró a la madre con esas miradas de cállate, vieja, que… Y fue en unas de esas veces donde los silencios se hacen cuchilladas que casi me muero, sentí, si seguía allí…
Vamos, le pedí, creo, a la Rai. Vayamos a visitar a la mamá de las mellizas, que no sé por qué se había cortado toda la onda, la lejanía, supuse, luego…
Y en el auto, creí que casi me moría si no podía respirar aire puro… Abrí, recuerdo, la ventanilla del taxi… Y se me abrió el pecho… Y nunca más tuve asma. Porque descubrí que solo necesitaba respirar aire puro, bocanadas de aire, dormir con la ventana abierta, simplemente.
Es que era tan insoportable ese verano porteño que cada vez que escucho el tango de Piazolla me preguntó cuándo lo habrá escrito, porque es tan absolutamente insoportable la humedad, el agobio del verano porteño. Habrá estado en Suiza, lejos, supuso algún memorioso, en unas de esas encuestas callejeras del verano con la Tehia internada, totalmente ESTROLADA, JUSTO CUANDO MACRI SUBIÓ AL GOBIERNO PORTEÑO… Y yo saqué ese recurso de amparo al dope, por supuesto.
Pero anoche sentí, por primera vez la respuesta, casi obsesiva de por qué hemos tenido hijos de semejantes padres…
Shopenhauer, ese filófo misógino que jamás hubiera leído y que solo he conocido por algunos de esos milagrosos programas culturales, vaya a saber si de canal encuentro o de canal @…
La explicación de quién sintetizaba las tesis de Shopenhauer era que no decidimos a voluntad. Deciden los genes, parece… Los opuestos se atraen, dice, con ese aire de haber sido rechazado por algún cope fatal.
Que hayan kemado 24 toneladas de libros hace 33 años… ¿Qué desagravio se puede lograr ante semejanrte barbarie? Supongo que solamente cuando se le exija a las FF. AA. y de represión la guita para devolverles a las universidades la infraestructura necesaria para la multiplicación de las editoriales universitarias, que permitan tener, otra vez, esa posibilidad de los textos universitarios al valor de un atado de cigarrillos. Y multiplicar esos textos quemados, que tal vez en el exilio hayan quedado algunos… Y poder editar el Quijote para no tener que comprar fotocopiado muchísimo más caro que un simple ejemplar editado por Boris Spivacov. Y tal vez esos textos de los profes, que como contaba Noe Jitrik, le interesa el lector que lo siente difícil o complicado, no recuerdo bien como explicaba en la entrevista con Aliberti, que es casi un rito dominical con la Radio Pública leyendo el diario Río Negro.
A la madrugada comienzo con “Los cuatro fantásticos”. En alguna época escuchaba a “Revuelto Gramajo”. Hasta un cuento terrible, que describí, sobre unos perros entrenados a morder a los niños de la plaza. No lo soporté, porque supe de víctimas, vi el susto del Churry esa vez que íbamos plácidamente pensando en la luna por la orilla del mar, caminando con el agua en los tobillos, para evitar la flebitis posible de la edad.
Y de pronto se lanzaron encima dos galgos que casi lo achuran. Y de dos lados de la playa, estaban sus dueños, que no alcance a ver. Me parecieron los que llevaba el paseador de perros que parece aún no logró su sueño de esa granja frente al mar, para los perros y gatos sin dueño. Una vez cuando le comenté del asesinato de Trostki, el perrazo buenazo perseguido por portación de nombre, quizás, porque fue tan esperado que si era perrita se iba a llamar Rosa Luxemburgo. Ahora el Chu tiene ese nombre, tan de perrito bolú, como me dijeron una vez, solo por ser buenito con ese aire de ingenuidad, incapaz de concebir la maldad humana. Sí la conoce Manchita, la dálmata, que gruñe por temor de sus hijitos, mestizos, esos raros perros callejeros con manchas indudables de madre dálmata y padre ignoto.
Fue el paseador de perros, que está de novio con Lucía Salvatierra, con kien estuvimos juntas en las Juanas Azurduy y en la CTA antes que las elecciones nos separaran a todas, quien me explicó una vez que LA CULPA NO LA TIENE EL PERRO SINO EL ANIMAL DE SU DUEÑO. Fue cuando hablamos de la posibilidad de esa granja, frente al mar, seguro. Porque fue en el mismo mar donde pudo superar el stress el Chu. Pero allí me di cuenta que estaba, otra vez, fallando yo. Que por estar en la luna no sabía cuidarlo a kien solo dependía de mí, como si fuera un niñito de una madre demasiado ingenua. O tal vez olvidar cuidarlo porque pensaba en qué habría olvidado escribir cuando sentía esos msj, como ahora con eso de que Pablito, para mí, no murió.
Es simétrica la sensación de entonces, cuando asomó la duda. Y nada peor que preguntarle a una persona que siente algo, las razones objetivas de los por qué.
Y el fuego me dio la respuesta, anoche…
El tema, decía Raulito D’Atri no es la pregunta ¿por qué? sino ¿para qué? En realidad a mí me gustan todas las preguntas. Como diría Aldo Rico: “La duda es la jactancia de los intelectuales”, se nota que pertenece a los que jamás han dudado de dar ni acatar las órdenes de MATAR o MORIR.
Me copan los por qué llevando a cualquier lado, para el lado de los tomates, diría cualquiera que ignorara los análisis filosóficos de Tato Bores.
Pero lo más interesante es ver los árboles de San Antonio Oeste y Las Grutas…Cómo es posible que convivan especies de orígenes tan remotos como esa palmera centenaria que habría llegado, supongo, de algun sirio libanés en sus maletas… O de Croacia, por ese programa de la Historia de Roma y Dalmacia del canal Encuentro. Y ese palam-palam que yo no planté, llegó solito a ubicarse allí, donde se cayó cuando el vendaval lo tiró abajo. Traje tres cipreses del ranchón, cuando ignoraba tanto del pasado… Uno se murió, ignoro por qué. No se bancó el exilio del ranchón pampeano, seguro. Otro, está, allí, en la esquina, fortaleciéndose al frío patagónico que dicen los hace fuertes. Pero el de la ventana del este, ya ha dado los frutos… Es tiempo de hacer ese rosario que me enseñó mi hermano Luis Horacio de sus tiempos de seminarista en Devoto, cuando kería ser como el Padre Mujica. Lo sé porque lo hablamos muchísimas veces. Antes, en mis tiempos de ateísmo visceral y después de la dictadura, en mi etapa mística, cuando me enseñó a hacer ese rosario con piñas de ciprés. Deben ser como “Los pinos de Roma” de Respigui, que papá me había explicado al escucharlo en los mediodías de domingo de RADIO NACIONAL DE TUCUMÁN, en ese tiempo en que recién comenzaba la tele pero nosotros solo teníamos la venerable radio RCA Víctor donde podíamos escuchar hasta las radios internacionales por onda corta y larga. Algo que yo, en la mía, a veces, ni en la computadora puedo elegir la radio.
Fue cuando comencé a escuchar los programas de fútbol. Porque era lo único que había en los domingos grutenses. Y entonces, descubrí el secreto de la pasión futbolera. Antes de los cuentos de Fontanarrosa leídos por Apo con tanta pasión.
Pero fue cuando corregimos el artículo de los árboles locales en la biblio grutense, para la revista del Centro de Jubilados con Alfredo, antes que le viera un aire parecido a Duhalde, en esos parecidos tan extraños. Cuando miramos las comas y puntos de ese artículo nunca publicado, me dijo, je…
-Los pinos de Roma seguro fueron plantados por los esclavos judíos de Mussolini-.
Me kedé helada… Papá me había contado cómo Mussolini los había plantado en el pantano para hacer un secano… Onda algo se podría hacer con el tema de las inundaciones mesopotámicas si aprendiéramos de los viejos saberes que los árabes llevaron a la España mozárabe, tan bellos y que solamente vi en Mendoza.
Y akí, como en la Argentina de comienzos del siglo XX, parecen revivir las viejas historias de “El conventillo de la Paloma”, escribí alguna vez… Los hombres discutiendo las diferencias políticas y las mujeres anarcas con sus chiquillos en la huelga de los conventillos. Fueron kienes lograron se bajaran los alquileres infames por esos sucuchos, que algunos alcancé a conocer.
Mientras, los árboles traídos en semillas en las maletas y otros colados en los bultos, se iban criando juntos y a la vez, todos diferentes… Miro por el colectivo cómo van creciendo los eucaliptus australianos, todos absolutamente distintos, de la misma especie, sembrados el mismo día, con la misma luna, supongo. Y no hay dos igualitos…
Muchas veces sembré algunos de los carozos de mis hermosos durazneros por ese sueño de los árboles frutales en los parques y plazas para los niños que no pueden comerlos, siempre tan caros. Y ni uno solo creció.
En cambio el aguaribay de la semilla rosa que trasplantara Botana, volvió a crecer, otra vez en el mismo sitio. Y otra vez veré cómo trasplantarlo, tal vez como me enseñó el señor en la ferretería de Avasa, a la vuelta, donde logran explicarme, amablemente esos temas tan complejos de si la bisagra es macho o hembra con esa ignorancia con tan poco criterio de la problemática de género compartida por tantos que sí entienden la diferencia del tornillo y porqué el gas tiene la rosca al vesre, como me mandó decir mi hermano con Pablito
-Decile a la Lucy- porque era en el tiempo en que me había cortado toda comunicación por esa inveterada costumbre de estómago resfriado o bocaza, soplona o…- decile que no olvide que el gas se abre al vesre.
-¿Cómo?- le pregunté a Pablito.
-Sí, es para seguridad, fijate en la garrafa…-.
Entonces, entendía que la militancia ignoraba esa sabiduría. ¿Si se kiere el giro a la izquierda hay que ajustar a la derecha? ¿O al revés?
Entonces entendí que esa era la energía petrolera, la del apriete. En cambio, las energías blandas, los molinos eólicos del Quijote, se mueven con el viento… Esos sí que son sabios… Como en la hermosa peli de Kurosawa de los siete cortos que tal vez hayan pasado en el ciclo de la medianoche de la tele pública, cuyo nombre no recuerdo ahora, por supuesto.
(continuará)
Columnista invitada
Lucía Isabel Briones Costa
“Mi pecado fue terrible: quise llenar de estrellas el corazón de los hombres” decía el poeta… Desde los lejanos años de estudiante del profesorado en Historia en la Universidad Nacional del Sur, dediqué mi vida a la educación. En los tiempos previos a la dictadura de 1976 enseñaba en una vieja aula de la Facultad de Agronomía el bachillerato de adultos, tarea compartida con los compañeros, casi todos presos políticos después en Bahía Blanca. Cuando era rector Remus Tetu se hizo una razzia contra docentes, no docentes y estudiantes, especialmente contra los alumnos de Humanidades, Sociología y Economía. Estaba terminando mi carrera, cursando las últimas materias cuando fui detenida y puesta a disposición del PEN, el Poder Ejecutivo de la Nación, durante tres años y tres meses, hasta diciembre de 1978. Estuve en las cárceles de Villa Floresta, Olmos, Devoto y los tres últimos meses en la U20, la cárcel dentro del Hospital Borda, donde un prolijo tratamiento con drogas psiquiátricas hizo borrar totalmente mi memoria. Así me dejaron en libertad, diciéndole a mi padre: “Su hija es irrecuperable, será un vegetal hasta el día de su muerte. Que Dios les de la Santa Resignación”. Gracias a haber encontrado la ayuda adecuada pude recuperar, poco a poco, la razón perdida. Y me fui a La Pampa, donde fui docente de escuelas primarias y secundarias en la pequeña localidad de 25 de Mayo y en el Terciario de Formación Docente de Catriel, Río Negro. Recién en 1997, pude terminar mi profesorado en la Universidad del Comahue, para cuando mis compañeras de promoción de la Universidad del Sur ya estaban por jubilarse. Luego comencé la maestría en Historia Latinoamericana de los siglos XIX y XX, la cual se interrumpió cuando la Universidad no podía pagar a los docentes, varios doctores en Historia. En ese tiempo de docente rural comencé a escribir narrativa, tarea que continué al jubilarme en el bello mar de Las Grutas, en Río Negro. Seguí escribiendo con la alegría de dar un legado en su educación a mis hijas: la mayor psicóloga y la menor, maestra y profesora de Historia, ambas egresadas también de la Universidad del Comahue.


