El pibe de Belgrano R camina por Puerto Madero, distraído, mirando las pocas vidrieras plenas de motivos navideños. Tal vez -piensa desde sus diecisiete años- los viejos o los abuelos este año le regalen la PS4 Pro. O quizá el viaje de egresados del secundario a Brasil, que ya está ahí, a la vuelta de la esquina.
De cabello ensortijado y largo, con algunas rastas a lo Jack Sparrow, morocho, bajo y delgado, va y viene luciendo unas bermudas de jean gastadas, rotas ex profeso, de las que distraidamente cuelga una etiqueta de Dolce y Gabbana que mamá le trajo de su último viaje a Europa. Las sandalias de cuero marrones, livianas pero descuidadas, hacen perfecto equilibrio con el resto de sus ropas, que remata con pulseras artesanales, una cadena con una medalla que representa un choique a la carrera, todo de fina plata peruana, y una camiseta colorinche, desteñida ex profeso, con un grabado autóctono y la frase Arte Mapuche en su pecho, bien distinguible. El atuendo, es un regalo que la Lela le había traído de Chile, y nunca se lo hubiera puesto, a no ser porque justamente la iba a ver para tomar el té con ella, ilusionado en convencerla para que la “Abu” le regale alguna de las cosas que tanto desea.
De pronto se siente raro, como observado, acorralado, perseguido, y presta atención a sus sensaciones. Las múltiples advertencias de tener cuidado con un secuestro express mientras camina por la calle, o un robo piraña de los pibes chorros que tanto ve en los medios, le erizan los pelillos de la nuca. Hay un par de caras raras, una moto y un auto a su alrededor, entre la gente que pasea, que no le gustan nada. Comienza a transpirar, sintiendo que va a ser una nueva víctima de la impune inseguridad que lo rodea, y queda paralizado.
Dos nuevos policías de seguridad de la Prefectura, enormes, con sus uniformes completos de combate, chalecos antibala, macanas, aerosoles de gas pimienta, pistola reglamentaria, un arma Taser en ristre, mirada adusta y ceño fruncido, que prestan servicio preventivo en la zona, también captan los movimientos de incertidumbre del pibe, y avanzan decididos hacia él, hasta cruzarlo.
Los mira con una sonrisa entre tonta y risueña, hasta pronunciar el ¡danke! que a mamá tanto le gusta decir. Lo paran en seco. Uno lo toma de un hombro firmemente desde atrás, mientras el otro, frente a él, le escupe con voz imperativa…
-¡Documentos! ¿Qué hacés por acá?
-Nada, nada, estoy paseando…- balbucea el chico, mientras extiende su DNI.
-¡Ja! Paseando…- dice el otro. Mmm…
-Sí señor, voy a ver a mi abuela…
-¿Y cómo te llamás?-
-Nahuel… ¿por qué?
-Acá dice… Nahuel Mouawad Cura… ¿De dónde sos?- pregunta un policía que se sumó a la acción, mientras otro, con un leve cabeceo, le señala la remera…
-Mirá… “arte tradicional mapuche”- cita la sospechosa camiseta.
-Nahuel Curá… mapuche… ¿Sos de la RAM?…- pregunta el agente policial mientras lo sujeta.
-¡NO! Nada que ver… suéltenme.
-¿Así que andás por acá viendo donde piquetear, o qué robar, eh? Vos debés de ser de la resistencia mapuche, no?
-¡NO señor, mi papá es sirio, pertenece a la embajada, cuerpo diplomát…!
-¡Ahhh… sos del ISIS! ¿Qué tienen que ver vos y tu viejo con la bomba de la AMIA?…
-¿Creés en Dios, qué es para vos LA PATRIA?- le descerraja el otro al oído, casi gritando y apretándole más el brazo.
-¿Trabajás… estudiás?- …
– Nooo… recién ahora termie el secunda…
-¡Negro, chorro, vago de mierda…- le dicen ahora, casi susurrando.
Nahuel tiembla, no le salen las palabras, no sabe qué decir, qué hacer, mientras subrepticiamente le tiran la cabeza hacia atrás de las rastas, y le patean los tobillos con prolijo y denodado profesionalismo.
La gente pasa hablando bajo, sigue de largo, como si la escena no existiera… otros, curiosos, hacen un círculo y comienzan los murmullos… alguno grita…
-¡Apátridas, asesinos!- otros se suman… -¡Motochorro, negro ladrón…!- vociferan…
-¡Negros de mierda, hay que matarlos a todos! ¡Mapuche de mierda, volvete a Chile!…- resuenan las voces de los más exaltados…
-¡Estaba por poner una bomba, es un fundamentalista islámico-mapuche y planero!- cotorrean dos mujeres…
Nahuel, desesperado, logra zafarse y muy asustado corre locamente hacia la puerta del edificio de su abuela…
-¡Cuidado, cuidado!- grita la gente y se tira al piso…
-¡Tiene una bombaaaa…!- gritan las viejas cotorras huyendo despavoridas…
Ya llega, ya llega… ¡Falta tan poco para arribar al palier del edificio de Lela!
Corre desesperado Nahuel, cuando el balazo certero del guardián del orden hace estallar su cabeza, volando pedacitos de masa encefálica unos metros, para caer sobre la prístina y muy blanca pollera de su abuela, la esposa principal del millonario libanés Mouawad, uno de los joyeros que fabrica la más osada ropa interior femenina cubierta de piedras preciosas para el jet-set mundial.
A pocos metros, la ministra de Seguridad, Patricia, al menos dos veces, de nombre y prosapia, reafirma los dichos de un Juez que asegura: “estamos en guerra con los fundamentalistas iraníes, palestinos, sirios y libios… y nosotros JUNTOS Y EN LIBERTAD nos alineamos con el MUNDO LIBRE, occidental y judeo -cristiano”.
-Los árabes, los mapuches y los planeros son todos terroristas- masculla el Sargento Díaz, mientras guarda la 9 mm, aún humeante.
-ATENTO ATENTO comando… delincuente abatido… repito, delincuente abatido… ¿QSL?
Columnista invitado
Juan Rozz
Historietista, guionista, cuentista, escritor. Columnista en Revista TUHUMOR, edición digital, colaborador en NAC & POP Red Nacional y Popular de Noticias. Autor del libro “Historias de Desaparecidos y Aparecidos”, Acercándonos Ediciones. Creador de “El Caburé Peña de Historietistas” y “El Caburé – Cooperativa Editorial”. Creador, productor radial y columnista de “Gorilas en La Plaza” – EfeEmeUnydos. Colaborador en “Rebrote de la Historieta Argentina”. Colaborador en “Web Guerrillero” – Periódico Digital Internacional. Colaborador en “Museo de la Palabra” – Fundación César Egidio Serrano.


