El ultimo día del año es el momento propicio para dar por cerrada una etapa y comenzar otra. La parte buena de la historia es que aquello que ya pasó, queda atrás. No se trata de soportar toda la vida los errores del pasado, sino de aprender de lo que nos tocó vivir y avanzar a partir de esas enseñanzas.
La semana pasada me sumergí en el sentido de las fiestas de fin de año –aquí está el enlace por si no tuviste tiempo de leerlo– me resultó muy difícil encontrar el tono porque durante todo el año he venido arrastrando la cotidianeidad con mucho esfuerzo.
Soy consciente que todos estamos sometidos al exceso de información falsa, operaciones de prensa, relacionadores públicos disfrazados de periodistas que inundan las pantallas, las tradicionales de TV y las más actuales de las redes sociales.
Por estar expuesto de manera continua a lo peor de nuestra condición humana, no hay cuerpo y mente que aguante. No es algo caído del cielo que se registren 280 millones de personas en todo el mundo que sufre de depresión, lo que significa un 25 % de incremento respecto de el tiempo anterior a la pandemia.
Esta suerte de descargo de responsabilidad viene a cuento de tratar de encontrar el enfoque para abordar el punto de vista para la transición de un año a otro.
Ya está, ya fue. Se terminó el 2023, ahora tenemos la hoja en blanco del primer día del año y la carga de las buenas intenciones, como adelgazar, dejar de fumar, compartir más tiempo de calidad con los afectos y los amores; no necesariamente en ese orden.
Seguramente que esto es más o menos igual para cada uno, sea cual fuere la actividad. Estamos viviendo un mundo que es cada vez más desigual, en el que se alienta la solución individual. Todos estamos atravesando una avalancha de desafíos, que se muestran como único camino para la disolución de la catástrofe y tabla de salvación frente al naufragio inevitable.
Esa pretensión de expiación por haber disfrutado de “una fiesta” al quitar el sustento de los derechos sociales, nos pone frente a la “necesidad” de atravesar este valle de lágrimas para llegar a la tierra prometida. Tomo el ejemplo de nuestra Argentina, con la certeza que, si ampliamos la visión al resto del mundo, más tarde o más temprano veremos que este discurso va tomando cuerpo a nivel planetario.
Cada cual podrá aportar de su propia cosecha algunas acciones posibles para enfrentar esta realidad. A mí se me ocurre que para este año podríamos llevar adelante acciones que incrementen la solidaridad y la empatía, como para contrarrestar el desparpajo de los dirigentes frente a las necesidades de los gobernados.
En los grupos en los que me ha tocado participar trato de animarlos para que se involucren en actividades y sean voluntarios, ya que esto permite conocer diferentes realidades. Como dice una amiga, si tenemos solo una boca y dos orejas es porque es menester escuchar activamente a los demás, mostrando interés genuino en sus experiencias, más que hablar sobre las propias. Es fundamental establecer conexiones reales con aquellas personas que pueden necesitar apoyo.
Cada vez que puedas sumate a organizar eventos comunitarios que promuevan la colaboración y la ayuda mutua. Participá en grupos o proyectos que aborden problemas sociales y busquen la forma de solucionarlos. Estas actividades son generadoras de endorfinas cuando vemos el desarrollo de lo propuesto y al final deja un valor agregado en la comunidad.
Cuando se trate de descansar tirado en el sillón elegí leer libros o ver películas que aborden perspectivas diversas y novedosas frente a realidades sociales en cualquier parte del mundo. Hay muchísima experiencia acumulada que puede darnos una pista de cómo enfrentar lo que está sucediendo a la vuelta de casa.
A veces la simple práctica de actos de amabilidad diarios puede crear un entorno positivo. En vez de avanzar primero en la esquina, cedele el paso al otro que llegó al mismo tiempo, incluso después que vos. Se trata de mostrarse abierto a un desenlace distinto frente a la prepotencia cotidiana. Se trata de moldear comportamientos empáticos que sirvan de inspiración a otros para hacer lo mismo.
En la medida que vayamos teniendo más claro el valor de la empatía, podemos incorporar soluciones basadas en esa óptica para resolver los conflictos en los diversos ámbitos de trabajo, estudio y en la familia. Se trata de promover conversaciones abiertas sobre la importancia de la solidaridad, aunque sea difícil en un mundo en el que se valora el sálvese quien pueda, siempre de forma individual.
Al fin la empatía es una cualidad positiva que permite que se pueda comprender las reacciones, las actitudes o los sentimientos del otro. Está relacionada con la compasión, el respeto, la bondad, la solidaridad, la tolerancia y la unión entre las personas de una misma sociedad.
Según los manuales de física, la masa crítica es un concepto que refiere a la cantidad mínima de material necesaria para que se mantenga una reacción nuclear en cadena. En una sustancia fisible, dependerá de sus propiedades físicas y nucleares, su geometría y su pureza, y de otras condiciones que no vienen al caso ampliar aquí. En ciencias sociales se refiere al punto en el cual un grupo de individuos alcanza un tamaño o nivel suficiente para influir o cambiar aspectos importantes de una sociedad o sistema social. Cuando un número suficientemente grande de personas comparte una preocupación o causa común, el grupo puede ejercer presión y generar cambios en las políticas, normas sociales o instituciones existentes.
Este concepto no refiere únicamente al tamaño numérico, sino también a la cohesión, el compromiso y la participación del grupo. Un grupo más pequeño, pero altamente comprometido y organizado será significativo. De eso se trata, sumar y sumar con la seguridad del alto impacto, si cada uno pone todo lo que puede, pero siempre en el mismo sentido de empatía y solidaridad.
Toronto, 31 de diciembre de 2023
Columnista invitado
Rodrigo Briones
Nació en Córdoba, Argentina en 1955 y empezó a rondar el periodismo a los quince años. Estudió Psicopedagogía y Psicología Social en los ’80. Hace 35 años dejó esa carrera para dedicarse de lleno a la producción de radio. Como locutor, productor y guionista recorrió diversas radios de la Argentina y Canadá. Sus producciones ganaron docenas de premios nacionales. Fue panelista en congresos y simposios de radio. A mediados de los ’90 realizó un postgrado de la Radio y Televisión de España. Ya en el 2000 enseñó radio y producción en escuelas de periodismo de América Central. Se radicó en Canadá hace veinte años. Allí fue uno de los fundadores de CHHA 1610 AM Radio Voces Latinas en el 2003, siendo su director por más de seis años. Desde hace diez años trabaja acompañando a las personas mayores a mejorar su calidad de vida. Como facilitador de talleres, locutor y animador sociocultural desarrolló un programa comunitario junto a Family Service de Toronto, para proteger del abuso y el aislamiento a personas mayores de diferentes comunidades culturales y lingüísticas. En la actualidad y en su escaso tiempo libre se dedica a escribir, oficio por el cual ha sido reconocido con la publicación de varios cuentos y decenas de columnas. Es padre de dos hijos, tiene ya varios nietos y vive con su pareja por los últimos 28 años, en compañía de tres gatos hermanos.


