Unos días antes del 24 de marzo del 2016, el flaco que hizo la peli del Che me había invitado a presentar mi novela “CALEIDOSCOPIO” junto a su peli. Y era de imaginar que no iba a ser posible…
Esa vez el tema fue la gurista que había padecido un abuso infame de un conocido de su familia… El chabón, cuando la piba cumplió 16 años, la violó.
Ella le gritó a su madre que se había hecho la otaria antes y ahora se las daba de cuida… La mamá, una docente evangélica de Sierra Grande, fue con ella a Viedma a hacer la denuncia e inclusive tuvo cámara Gessell.
Era el día de la beer fest cuando su amiga me preguntó si no la había visto…
-No la conozco, ya sabés-.
-Tiene ropa negra, una campera de cuero. Salió ayer y no regresó a la noche. Fue a Las Grutas-.
-Es la beer fest, la fiesta de la cerveza. Pero además es la tomatina de Lamarque. A lo mejor fue para allá-.
Después supe que había aparecido… Me estaba contando la flaca cómo había sido cuando la llama por celu un cana y comienza a apretarla…
-Pasame el celu- le digo. Y le pregunto al cana su nombre, cargo y por qué le hacía ese interrogatorio telefónico, que no correspondía.
-¿Y usted kién es? Si conoce el caso, preséntese en la comisaría de San Antonio Oeste…-.
-Yo vivo en Las Grutas. Iré a la comisaría local-.
Cuando se lo cuento a mi amiga y mi vecina, ella me dice.
-Yo te acompaño, así regresamos juntas al asado que está preparado ya-.
El esposo nos llevó a la comisaría y se quedó afuera, esperando.
-Vengo a hacer una denuncia de una menor que fue abusada durante su niñez y al cumplir 16 años, fue violada por este señor, que es un adulto de muchos años más que la víctima-.
Kien nos atendió era una oficial morena, de voz suave y muy educada. Me pareció norteña, tal vez salteña.
La oficial, impecable, escribía en la computadora todo lo que yo le iba diciendo…
-¿Está de acuerdo?. Firme-.
Y me extiende el papel que tenía una parte impresa con los derechos que me correspondían. Luego lleva el papel para hacerlo firmar por “la superioridad”.
Regresa diciendo que no correspondía denuncia sino declaración…
Y rompió el escrito. Busqué los pedacitos y los guardé en mi bolsito. (después lo armé como si fuese un rompecabezas).
Le expliqué que eso era un documento, que mi abuelo había sido juez de paz en Concordia, Entre Ríos y que eso no lo podía hacer.
La mina me hablaba siempre muy suavemente como kién ha practicado largos años meditación.
Después del nuevo escrito, lo reviso…
-¿Está de acuerdo? Yo lo firmo-.
Y cuando va para que lo firme el de arriba, tampoco…
La superioridad determina que esto no va. Que lo que corresponde es una exposición y borra del escrito la parte de los derechos que me correspondían…
Mientras, mi amiga seguía parada; rezando, supe después.
En un momento la miro y le ofrezco:
-Le doy el asiento…-.
La oficial no dice nada. Yo me preguntaba dónde aprendió modales esta señorita o señora… Tal vez sea la jermu del chabón. Por ese tono de impasibilidad.
Parecía que estuviera filmando la peli esa de la manera de volver loco a… no recuerdo el nombre de la peli…
Después de las cuatro horas kién ingresa es un chabón. Hubo cambio de guardia, pensé. Y otra vez el comienzo…
-¿Qué necesita señora?- otra vez le explico que…
Cuando el nuevo chabón me pregunta:
-¿Está de acuerdo? ¿Lo firma? Le pedí permiso para ir afuera y tomar aire.
Saqué la botellita de agua que llevo siempre conmigo. Tomé un sorbo y encendí un cigarrillo. Era ya de noche obscura.
De la ventana iluminada del otro lado de la comisaría se veía luz y un chabón estaba escuchando un blues.
Me kedé espantada, porque era el mismo tema que tanto amaba un ex novio y hacía añares que no había vuelto a escuchar ese hermoso blues.
Había sido un hermoso amor en Buenos Aires… Me había dicho que era de Azul y contador. Cuando yo le había contado que iba a inscribirme en la carrera de Economía, me dijo:
-Yo también kiero seguir estudiando…-.
Fuimos a inscribirnos juntos en la licenciatura de Economía en la Universidad del Sur, donde ya era alumna del profesorado y licenciatura en Historia. Sería a comienzos del año ’72. Fuimos juntos. Nos inscribimos y nunca más lo vi.
Pero una vez akí, estaba buscando y ordenando los viejos papeles que jamás había ordenado y encontré una bella carta de amor suya…
En uno de esos días que estaba esperando las mil horas en el banco, cuando vi al gerente que tenía en sus manos algunos papeles. Justo yo estaba leyendo ese libro de Fontanarrosa que tiene en sus manos una pelota. Era cuando retiraba libros de la biblioteca.
Miré la foto que sostenía la pelota de la tapa del libro… Eran igualitas a las manos del gerente que era el esposo de la rubia que había sido de colegio religioso, compañera de la carrera de Lengua y Literatura en la Universidad del Comahue… Miré las manos del gerente… Un aire a las manos del ketejedi… Cómo iba a olvidar esas manos…
Entonces pedí el libro de queja por el tiempo en que estaba esperando que era más de la media hora que anunciaban las disposiciones vigentes. Lo escribí y me llaman de la gerencia.
El chabón me dijo que si yo kería escribiera a… Escribe en un papelito y le miré la letra, era igualita a la de mi ex novio. Se lo dije:
-Usted me recuerda a alguien que conocí hace mucho-.
-No sé si eso es un elogio o no-.
-Yo tampoco- le contesté.
Cuando llegué, lo escribí, como siempre hice, suponiendo que, como botella al mar llegaría a…
Otra vez me dijeron que se había muerto el gerente. La rubia estaba nerviosa. En alguna ocasión le pregunté por sus nenes, porque fuimos compañeras de la carrera de Lengua y Comunicación Oral y Escrita de San Antonio Oeste. Ella iba a la universidad con un cochecito con dos niños, si eran mellizos o gemelos, no lo recuerdo bien. Pero después me dijo que se había separado. Y cuando le pregunté por sus niños me contestó que tenía uno solo o una sola, no lo recuerdo bien.
Me asusté imaginando que el acuerdo era un pibe para cada uno de los padres. Y si el padre había muerto, vaya a saber dónde fue…
Pero después del fallecimiento del gerente del banco, volví a ver al chabón… Mejor dicho, vi las mismas manos… Pero ya era un artesano piel negra…no era senegalés como después lo supuse, sino colombiano. Y la jermu era una artesana que tenía el cochecito con dos bebés. Porque yo le preguntaba cómo se arreglaba con dos bebés, que era tan difícil. Le estaba comentando de mis sobrinas, las mellis.
No sabía kién sería el padre… Era el colombiano pintado de negro brillante trucho, con esa pintura que usan para el body art supuse. Y era uno que había estado charlando con un amigo de esas pendejas que estaban regaladas…
Iba recordando todo eso mientras fumaba un cigarrillo afuera y del otro lado de la comisaría con luz entraban los sones de ese blues que tanto amaba ese novio de juventud.
Ya estaba tan tururú que cuando miré la luna no me daba cuenta si era cuarto creciente o cuarto menguante. Entonces regresé y le dije al oficial:
-Sí, firmo-.
Y firmé cualquier cosa. Pero después le agregué, manuscrito, lo que no me habían permitido de mis derechos, que, por haber sido presa política, conocía muy bien, al estar en democracia.
Mi amiga seguía parada aún. Y me decía que en el auto nos esperaba su esposo para el asado. Cuando regresó el chabón con la copia firmada por la superioridad le agregué manuscrito, en disconformidad, porque se había borrado que como yo había sido presa política tenía derecho a declarar con un abogado presente y queeso no se había respetado pese a mi solicitud.
Cuando llegamos de regreso, me dijo mi amiga que el cana le había dicho que si yo no firmaba iban a tener que internarme por no acatar las órdenes de la autoridad.
Me di un buen baño de agua caliente y fui a compartir el asado con mi amiga y su esposo.
Lo escribí luego, por supuesto. Inclusive armé como en un rompecabezas los pedazos rotos del primer original y lo fotocopié. En algún lado está. Porque lo llevé a Cipolletti y le saqué fotocopias en pleno centro.
Era de suponer que ese sitio, en la misma cuadra del jardincito privado carísimo donde iba entonces mi nietita, al lado del banco, tenía suficiente cantidad de testigos.
Mientras preguntaba dónde estaba la comisaría para ir a… Era apenas a dos cuadras. ¿iré a la comisaría? ¿y si son del palo y me dejan adentro? ¿y si no voy y queda todo en agua de borrajas?
Mientras garpaba las copias me dije “ante la duda me abstengo” y regresé con mi hija y nietita.
Eso fue en la semana de la memoria… era unos dos o tres días antes del 24 de marzo del 2016… Cuando iba a presentar el guion para la peli grutense para evitar que siguieran con la construcción de la torre arriba de las grutas.
Solamente al ir escribiéndolo me di cuenta de por qué me descompuse con esa cursiadera atroz. Porque el cuerpo tiene los recuerdos que la mente aún no decodificó. Porque me estaba bañando para ir a la comisaría que estaba cerca…
Pero después también recordé la vez en que fui a San Antonio Oeste para hacer la denuncia penal con las fotocopias de las tres carpetas de por qué solicitaba en mis recursos de amparo la implementación de las leyes provincial y nacional de salud mental.
Y todo con copia certificada y fue cuando me dijeron que fuera debajo de ese sitio del juzgado de Sao que tiene una banderita y unas escaleras de mármol muy muy gastadas y donde el juez Bernardi me gritó:
– ¡Yo a usted la voy a hacer internar!-.
Y yo bien fuerte:
-Dr, usted se olvida que mi terapeuta es el dr Hugo Rosen de la Clínica San Agustín de Neuquén, que fue uno de los que redactó la ley provincial de salud mental que es antecedente y modelo de la ley nacional y que no existe la internación cohercitiva…-.
Lo dije bien fuerte como para que al menos las pibas de justicia les avisaran a mis hijas por si me levaban tururú como hombre mirando al sudeste, dopping.
Y seguramente fue por eso la cursiadera del ataque de pánico, porque el cuerpo sabe y avisa que cualquiera de las dos opciones era una cagada.
Entonces sé que cuando la presión me sube como en llamaradas, lo mejor que puedo hacer es no hacer absolutamente nada… dejar que la rabia se vaya yendo… como las mareas… para tener después el aire de impasibilidad oriental. Pero que tiene que ser a la vez con onda. Para que cuando la Hiki me diga:
-Que tal ma, ¿cómo estás? Vos sí que la pasás piola… Ya estás jubilada. ¿de qué te preocupás…?-.
O los chistecitos del purificador PSA, que doné al CAP, la salita frente al supermercado grutense de La anónima…
No me digas que otra vez viene con la misma historia. Qué se yo por qué no se instaló ese aparato en el CAP…
Porque nada mejor que en vez de centrarme en cosas como una denuncia por hostigamiento o vaya a saber qué, el tema es mejor centrarme en lo que es claro y evidente… Ese aparato grandote, dos cosas grandes y visibles, que puede ser demostrado… y sea la causa de la presión alta… muy alta.
Entonces mientras fumo un cigarrillo, lo miro. No es trucho. Pero por supu eso lo podría demostrar solamente un estudio de… y después de hacer la prueba de que evidentemente aún me hierve el agua en el vaso dado vuelta sobre la toalla doblada en cuatro… Para la insolación, la fiebre y la presión alta por la chinche de la turrez acumulada.
Es tiempo entonces de seguir con mi tarea de arreglar el camisón que fue el vestido artesanal que usé en mi casamiento con el infame… que cualquiera habría supuesto que lo mejor que podría hacer es tirarlo a la mierda, o kemarlo o alguna otra gilada así. Yo espero llevarlo como mortaja, para no olvidarme de haber sido una cándida ingenua. Pero con onda por supuesto. Porque el rencor es una de las causas del cáncer. O de un posible ACV o una cardiopatía… Y que estas no son carreras de velocidad sino maratones, de resistencia…
Recordando que todos tenemos en común que habitamos el mismo espacio: la tierra. Y que mejor es centrarme en una fiesta de Las Grutas del respeto a la diversidad cultural. Como tienen Bariloche y Misiones, no casualmente centros de nazis, como akí.
Columnista invitada
Lucía Isabel Briones Costa
“Mi pecado fue terrible: quise llenar de estrellas el corazón de los hombres” decía el poeta… Desde los lejanos años de estudiante del profesorado en Historia en la Universidad Nacional del Sur, dediqué mi vida a la educación. En los tiempos previos a la dictadura de 1976 enseñaba en una vieja aula de la Facultad de Agronomía el bachillerato de adultos, tarea compartida con los compañeros, casi todos presos políticos después en Bahía Blanca. Cuando era rector Remus Tetu se hizo una razzia contra docentes, no docentes y estudiantes, especialmente contra los alumnos de Humanidades, Sociología y Economía. Estaba terminando mi carrera, cursando las últimas materias cuando fui detenida y puesta a disposición del PEN, el Poder Ejecutivo de la Nación, durante tres años y tres meses, hasta diciembre de 1978. Estuve en las cárceles de Villa Floresta, Olmos, Devoto y los tres últimos meses en la U20, la cárcel dentro del Hospital Borda, donde un prolijo tratamiento con drogas psiquiátricas hizo borrar totalmente mi memoria. Así me dejaron en libertad, diciéndole a mi padre: “Su hija es irrecuperable, será un vegetal hasta el día de su muerte. Que Dios les de la Santa Resignación”. Gracias a haber encontrado la ayuda adecuada pude recuperar, poco a poco, la razón perdida. Y me fui a La Pampa, donde fui docente de escuelas primarias y secundarias en la pequeña localidad de 25 de Mayo y en el Terciario de Formación Docente de Catriel, Río Negro. Recién en 1997, pude terminar mi profesorado en la Universidad del Comahue, para cuando mis compañeras de promoción de la Universidad del Sur ya estaban por jubilarse. Luego comencé la maestría en Historia Latinoamericana de los siglos XIX y XX, la cual se interrumpió cuando la Universidad no podía pagar a los docentes, varios doctores en Historia. En ese tiempo de docente rural comencé a escribir narrativa, tarea que continué al jubilarme en el bello mar de Las Grutas, en Río Negro. Seguí escribiendo con la alegría de dar un legado en su educación a mis hijas: la mayor psicóloga y la menor, maestra y profesora de Historia, ambas egresadas también de la Universidad del Comahue.