Siempre habrá la mesa indicada. Es justamente esa a la que te estar por sentar. Porque se viene un hermoso momento en un bar muy céntrico, ubicado en una esquina populosa y a mil siempre. Sin embargo allí dentro hay un ritmo diferente, otra mirada acerca de la vida, la posibilidad de volver a enamorarte de la existencia.
En tu cabeza da vueltas ese nuevo emprendimiento, por ello tomás papel, una lapicera y te disponés a escribir ideas, garabatear objetivos, volvar todo lo que sea pertinente en esa suma a futuro. No importa que te distraigas con el infatigable mundo en movimiento de la calle, porque forma parte del divertimento y de la creatividad.
En todo eso que ocurre afuera y lo poco o mucho que pase dentro del bar, hallarás el sendero para darle forma a tu sueño. Lo harás tomando café y obervando a los parroquianos que te dejan ver sus costumbres y berretines, mientras todos -quizás- solo hacen una pausa larga para descansar, tomar aliento y seguir viaje.
“El Bar Celta (o Celta Bar) se encuentra en la esquina de Sarmiento y Rodríguez Peña y abrió sus puertas en 1941. Su primer dueño fue un español de Asturias, Claudio Fernández, que lo bautizó de ese modo en homenaje a la cultura celta afincada en esa región. Funcionó como almacén con despacho de bebidas.
“En 1950, don Fernández lo vendió y el lugar se convirtió en confitería y bar. Estuvo abierto por algunas décadas hasta que cerró sus puertas. Hacia mediados de los ‘90 volvió a abrir convertido en un reducto de jazz de altísimo nivel. Walter y Javier Malosetti, Luis Salinas, Pipo Luque, Botafogo, Pepi Taveira fueron algunos de los exquisitos músicos que se lucieron y dejaron su música vibrando en su interior.
“El Celta (que siempre se mantuvo su nombre original) fue cuna de dos ciclos exitosos “Jazz Club” y “Jam Session”. Esta etapa también cumplió su ciclo y volvió a cerrar. Finalmente, en marzo de 2012, hace unos pocos años, reabrió ahora convertido en primo hermano de los cafés que integran el Grupo Los Notables, que conforman El Federal, Margot, Bar de Cao, La Poesía, entre otros. La operación de rescate del mobiliario original resultó de maravillas y hoy el Bar Celta luce como cuando lo atendiera su asturiano fundador.
“Si para sentirse contenido y acogido hay que identificar y reconocer como propios códigos que nos resultan familiares, el Bar Celta los tiene todos: entrada por la ochava con puertas doble hoja, más otras dos sobre cada calle lateral, mesas y sillas de madera, ventanas guillotina, piso de pinotea, estanterías a techo cargadas de objetos que hablan de nosotros y un excelente “tirador” de café.
“El Celta puede ser visitado en cualquier horario del día. Por la mañana el sol abriga sus mesas. Pero, son reconocidos sus platos y picadas. Por la noche ofrece una variada propuesta cultural”.