Primer Ensayo para unas “Memorias del Antropoceno” la posible “Zona cero” del mismo, la primer transición energética y la propuesta conceptual del “Súbito Neo Máximo Térmico del Holoceno-Antropoceno” como fenómeno geológico-climático y de extinción masiva actual.
Protágoras fue un sofista griego que vivió hace 2.480 años y nos dejó una frase para reflexionar: “El hombre es la medida de todas las cosas”. Es así que trasladando dicha reflexión a la crisis de nuestro tiempo podríamos preguntarnos si la humanidad es la medida de sí misma o si esa “mismidad” se la impone a todos los seres vivos en oposición a la mismidad que nos impone la naturaleza con mucha mas fuerza. Observando la medida del desastre que estamos dejando, el actual holocausto por goteo en aumento a cada hora de cada día, si así son las cosas ¿no nos convendría cambiar la frase a la Vida en todas sus formas y sus sistemas de soporte como medida de todas las cosas, y pasar del antropocentrismo al biocentrismo?
Este es un berve aporte más para el debate sobre el significado, orígenes, pertinencias y/o etapas del posible fenómeno antropo-geológico del “Antropoceno”, debate contextualizado en la presente crisis.
El concepto de “Antropoceno” y el de “zona cero”
El concepto de Antropoceno es un planteo científico aún no oficializado por el cuál se pretende vincular el impacto humano en el planeta a tal punto de haber dejado huellas geológicas manifestadas en las posibles marcas estratigráficas de las acciones de nuestra especie humana. Por otro lado, dentro del debate de dicho concepto también se plantea la denominación de una zona del comienzo espacio-temporal del mismo fenómeno denominada la “Zona cero”.
La huella geológica antropogénica
Si existiera un concepto oficializado sobre el Antropoceno, la búsqueda cronológica debería partir entonces desde las posibles marcas estratigráficas fijadas en el registro geológico del planeta a causa de acciones directas o indirectas por parte de nuestros primeros antepasados homínidos. Marcas que luego de las primeras (la zona cero) seguramente continuarían hasta superponerse en diferentes marcas a lo largo del tiempo y hasta nuestros días producto de las actividades de nuestra especie, aquellas que generaron tal impacto como para dejar huellas geológicas compatibles con el desarrollo y aumento poblacional, tecnológico y de depredación de nuestra especie humana. En ese caso dichos “sellos geológicos” habrían aumentado sus tipos, cantidad y aportado nuevas cualidades físicas, químicas y hasta radioactivas conforme avanzó la historia de nuestra especie durante los últimos dos millones de años.
La “zona cero”
En ese sentido según la propuesta que estoy desarrollando la zona cero del Antropoceno se encontraría posiblemente en el lugar donde comenzaron a desarrollarse los primeros incendios forestales de origen no natural a causa del comienzo de la manipulación del fuego por parte de los humanos primitivos. Por ejemplo en algún lugar del continente africano alrededor de un millón ochocientos mil años atrás, de comprobarse esta propuesta podríamos llamar a esta primera etapa como “Antropoceno incipiente pirogénico”. Imaginemos el dantesco espectáculo del primer incendio iniciado por humanos, intencional o accidentalmente, y derivado en una tormenta ígnea en un bosque milenario de millones de hectáreas con sus árboles, arbustos, plantas aromáticas y medicinales bajo la tormenta de fuego ayudada por contingencias climáticas como el calor, la sequía y el viento, con insectos, aves y demás animales terrestres intentando escapar despavoridos y desorientados, algunos medio quemados vivos y otros pereciendo en el intento, haciendo de cuenta que estos sucesos no se cobraran también la salud y la vida de humanos…
El juego de palabras que podría dar sentido a lo que estamos buscando
Si existe el Antropoceno, entonces, por una cuestión de la cadena evolutiva del sistema vida y de su influencia sobre la geología ¿debería éste estar incluido dentro del proceso de un “Bioceno” y tal vez también convivir con un “Zooceno”?. ¿O estos dos últimos fenómenos serían solo un sub conjunto casi anecdótico del Bioceno?. Recordemos -por ejemplo- que una de las huellas geológicas se indica con un marcador estratigráfico causado por seres vivos, como lo es el período Carbonífero de hace 359 millones de años atrás. Estas son preguntas a las que me abocaré en un posterior artículo.
Bajo argumentos que podrían orientarnos hacia la posibilidad que la “zona cero” del concepto del Antropoceno se encontraría mucho mas lejana en el tiempo de lo que usualmente se la propone, también se podría suponer por otro lado, que muchos de los planteamientos cronológicos aludidos por la comunidad científica no son en vano sino que serían mas bien etapas y/o sus sub etapas o fases incipientes o avanzadas del mencionado fenómeno.
Sin hacer una propuesta de secuencias detalladas del Antropoceno de las cuales podrían sugerir varias etapas con las que debería explayarme en desmenuzarlas, en lugar de ello en este artículo estoy refiriéndome solamente a dos etapas entre las varias posibles, es decir por un lado a la primera y por otro lado a la actual o última etapa.
En este último caso en particular desearía insinuar a la etapa en la que a mi entender nos encontraríamos en la actualidad, sin destacar en esta oportunidad sobre cuándo sucedió su comienzo pero sí que por muchos motivos a exponer en otra ocasión, sin dudas fue anterior al siglo veinte, y considerando que cada etapa tendría su propia dinámica de desarrollo y contingencias, en ese sentido actualmente nos encontraríamos, o en una etapa tardía, aguda, sino en la última depende como se termine de desarrollar. A ésta la he denominado como “Antropoceno tardío in extremis” a tal punto de ser uno de sus indicadores el haber ingresado la humanidad en una suerte de efecto análogo a una Sindemia (término proveniente de la medicina y refiere a cuando ocurre el evento de dos o más epidemias a la vez sobre una misma población), en este caso me refiero a una “Sindemia socioambental, institucional y climática” o al efecto análogo al ingreso en el “cuello de botella” queriendo aludir con estos ejemplos al fenómeno del encuentro de colapsos poblacional, institucional, ambiental y climáticos planetarios los que a su vez interactúan entre sí.
Una de las particularidades a mencionar de la etapa “Antropoceno in extremis”
Pudiendo mencionar un sinnúmero de situaciones delatoras de esta etapa como son la emergencia socioambental actual, la sobrepoblación humana, el agotamiento de recursos naturales, la extinción parcial o total de innumerables nichos ecosistémicos, la contaminación general de la Biosfera, sus soportes físicos y químicos a nivel general en la tierra, ríos, océanos y atmósfera, la alteración de los ciclos del metano, el del carbono y su consecuencia sobre el ciclo hidrológico, efectos que en muchos casos durarían hasta mas de cien mil años, como en el caso de los residuos radioactivos. Por otro lado, el hecho de continuar habilitando la explotación de los combustibles fósiles como si no estuviera sucediendo nada con su poder de contaminación y de calentamiento global, etc. En lugar de ello haré hincapié en una particularidad climática propia de la etapa que acabo de proponer, particularidad que a la vez me lleva a una nueva propuesta que detallaré a continuación.
La propuesta del “Súbito Neo Máximo Térmico del Holoceno-Antropoceno”
La referencia que uso para ésta nueva terminología es en base al fenómeno geológico/climático y de extinción masiva de especies ocurrido aproximadamente hace cincuenta millones de años, el “Máximo Térmico del Paleoceno-Eoceno”, catalogado como una de las grandes extinciones masivas causadas por un “abrupto” cambio climático como consecuencia de un ascenso de la temperatura media global, la que se estima que llegó a ascender, según de qué autor se trate, de 5 y hasta 9 grados Celcius. Esto sucedió a causa de emisiones masivas de gases de efecto invernadero en cantidades propuestas hasta las 1000 PPM de CO2 en Atmósfera, un poco más del doble de las concentraciones actuales, proceso que se estima duró unos 20.000 años.
Basándome en el anterior estudio mencionado y en la información en particular aportada por el documento del IPCC: “Calentamiento global de 1,5 °C” del Año 2019 (www.ipcc.ch), además de los informes y comunicados previos y posteriores a éste por parte del mismo organismo, y comparándolo con los estudios sobre el Máximo Térmico del Paleoceno-Eoceno en proporción de magnitudes físicas, químicas, parámetros térmicos y de tiempo, es que me he basado para nombrar al “Súbito Neo Máximo Térmico del Holoceno-Antropoceno” como actual fenómeno climático global el cuál estaría aconteciendo a una velocidad cien veces más veloz que el fenómeno de referencia, a su vez estaría activo en cuanto a parámetros térmicos aproximadamente a un 25% de su desarrollo y acelerándose si lo medimos tomando en cuenta el actual calentamiento global (sólo en 170 años a partir del comienzo de los registros térmicos desde el año 1850 la temperatura media global ha alcanzado los casi 1,2 grados Celcius de aumento y dicho fenómeno continúa en proceso y en proporción creciente en cuanto a la velocidad de ascenso anual, es decir que entre los años 1.850 y 2.000, en 150 años, la diferencia de aumento fue de aproximadamente 0,6 grados C. Pero desde el año 2.000 hasta el año 2.017, ¡tan sólo en diecisiete años! el aumento que siguió también (aproximado) fue de 0,4 grados C. Es así que los parámetros térmicos de temperatura media global están disparados en la actualidad y según cálculos personales actualmente dicho aumento estaría rondando las cuatro y media millonésimas de grados Celcius por cada hora de cada día en ascenso irreversible mientras no lo mitiguemos. Este es el motivo por el que he denominado como “Súbito” a este fenómeno a raíz de que el clásico Máximo Térmico es caracterizado por lo “Abrupto” hablando en tiempos geológicos pero en este caso esa consideración temporal lamentablemente se quedaría corta ya que el actual proceso es una suerte de “Casi imperceptible pestañeo de párpados” por la rapidez del suceso.
De todas maneras existirían otros parámetros comparativos que entiendo podrían demostrar un nivel más avanzado de desarrollo del actual proceso que tal vez supere el 50% de evolución del mismo, porque a lo largo de la historia geológica del planeta, cada cambio climático y cada extinción masiva tuvo su particularidad y en nuestro caso la particularidad más determinante no es sólo física o química sino mas bien antrópica, es decir que depende de lo que hagamos nosotros y nosotras mitigando… o echándole más leña al fuego como en su mayoría lo estamos haciendo.
Volviendo a la zona cero
Con respecto a la zona cero del Antropoceno esta coincidiría además de como posible primera marca estratigráfica también por otro lado como un disparador y acelerador de las posteriores marcas geológicas en las que ha ido impactando el fenómeno antropogénico. En este caso también propongo como una de las reglas que “cada etapa sería de menor duración que la anterior” y esto sucedería por las consecuencias que implicó ese “evento bisagra”, la manipulación del fuego, a favor de la especie humana y en desventaja desproporcionada hacia las demás especies a partir del hecho de haber comenzado a manipular desde lo artificial a la energía térmica del fuego y sus aportes como iluminación, calefacción, cocinado de alimentos, confección de herramientas, limpieza de terrenos, el ahuyentar a predadores, control de plagas, cacería, etc.; con sus implicancias sobre las demás especies de la naturaleza, lo que seguramente en muchos casos implicó la supervivencia humana a costa de sacrificar de modo brutal e innecesario vida de flora y fauna, y comenzando tal vez así los primeros holocaustos (quemarlo todo) ambientales y primeras extinciones antropogénicas.
La comunidad científica sigue investigando además de cuándo ocurrieron los primeros paleoincendios hace cientos de millones de años y también acerca de cuándo sucedió el comienzo de la manipulación del fuego por parte de la humanidad. Por mi parte las afirmaciones mas lejanas que he encontrado rondan desde el millón ochocientos mil años atrás como el primer “asado” que hizo la humanidad, de allí que esta referencia no debería ser muy distante a la ocurrencia de los primeros incendios intencionales o accidentales que causaron nuestros ancestros donde por consecuencia comenzamos a alterar ecosistemas y los hábitats típicos de especies y en algunos casos tal vez los únicos habitas de algunas sub especies de flora y fauna desplazándolas y creando conflictos entre éstas o sencillamente extinguiéndolas. En ese sentido también se debería plantear la huella geológica de las extinciones antropogénicas de las que sin dudas hoy nos encontraríamos en la etapa mas exacerbada, siendo este otro de los motivos por el que menciono a la actual etapa como “Antropoceno In extremis”.
Las marcas estratigráficas de los primeros grandes incendios antropogénicos estarían superpuestas de forma temporal y geográfica en proporción, frecuencia y magnitud a los desplazamientos de los primeros denominados “humanos” de las épocas a las que se le atribuye el comienzo del manejo del fuego por parte de nuestra especie y esto a su vez superpuesto a las marcas geológicas derivadas de los incendios naturales contemporáneos a dichos eventos.
Si esta hipótesis pudiera comprobarse sería posiblemente a través de la vinculación entre la Estratigrafía y su área especifica de Bioestratigrafía, la Antracología (la ciencia que estudia los restos de madera carbonizada), la Paleontología y la Arqueología, o las demás disciplinas que correspondan.
Resultaría así que en ciertas ubicaciones estratigráficas, el espacio tiempo -además de los típicos incendios naturales- se complementaría con los incendios antropogénicos. quedando en manos de la ciencia el poder discernir sobre el origen de cada uno de éstos.
La búsqueda de coincidencias, desproporciones y superposiciones de huellas geológicas de los incendios
Explicándolo de otro modo, esto quiere decir que en ciertas zonas se encontraría la suma de las dos posibles causales de incendios prehistóricos, la natural y la humana. Es decir marcas estratigráficas con evidencias de diferentes incendios desproporcionados en cantidad con respecto a otras zonas y mas aún en relación a épocas anteriores al comienzo de la manipulación ígnea por parte de los humanos. La proporción del aumento debería coincidir en función del patrón de la manipulación ígnea humana, el crecimiento poblacional, sedentarismo, nomadismo en los que incurrieron los comportamientos de nuestra especie hacia nuevos puntos geográficos y determinar si se pudiera establecer la regla que indica “a mayor aumento poblacional mayor posibilidad de incendios antropogénicos tanto en las mismas como en nuevas áreas” y la posible aparición de un aumento tal vez exponencial de los mismos.
Este podría ser uno de los marcadores estratigráficos del inicio del Antropoceno en su etapa incipiente.
La primer transición energética
También propongo aquí como la primer transición energética al pasaje desde el aprovechamiento de la energía térmica y la luz -que de manera natural nos transmitía el sol- hacia el dominio, con los descuidos y aprendizajes de por medio, sobre el “super objeto fuego” con los pormenores del manejo de la energía térmica ígnea y sus consecuencias hasta nuestros días. A partir de esa primer transición ya comenzamos a contar con dos potentes fuentes energéticas externas (mas allá de la energía de nuestros cuerpos) una con la que siempre pudimos contar, la natural del sol y la otra, nueva, de ignición artificial, el fuego, “un pequeño y nuevo sol que controlamos y que nos cambió para siempre como especie”.
Al mismo tiempo existiría también en parte una coincidencia en que el uso de la energía térmica accionada por medios artificiales a partir de recursos naturales propone la paradoja de encontrar una vinculación entre las dos etapas que he propuesto acerca del Atropoceno donde en la primera de ellas estaríamos hablando de un recurso forestal, la biomasa (leña) como combustible y la última etapa exacerbada, por el predominio de los combustibles fósiles como carbón, petróleo y gas, los que en su dinámica de producción energética a fin de cuentas terminan ocasionando el mismo fuego dentro de las cámaras de combustión de motores, turbinas y en quemadores. Igual efecto ígneo con el que realizamos la primer transición energética de hace casi dos millones de años, pero que en el caso actual, a base de un producto mucho mas antiguo del que usaron nuestros antepasados y bajo una atmósfera planetaria actualmente colapsada por los residuos de dicha combustión.
Es así que nuestra supervivencia como especie fue apuntalada gracias al dominio del fuego y hoy todo el sistema vida se encuentra en un estado “in extremis” entre tantas causas, por el mismo recurso ígneo con su efecto térmico. En éste caso recurso fósil que parecería que gran parte de la humanidad se niega a abandonar por costumbre, ignorancia, imposición de mercado, o por la manipulación de la corrupción de los Estados sobre sus ciudadanos. También sería comprensible trabajar “ahora” sobre las causas sumándose a una de ellas la huella genética y psíquica de contención y seguridad que se encontraría impresa en nuestra especie en cuanto al fenómeno ígneo.
Columnista invitado
Sebastián Lozano
“Vive en Potrerillos, Luján de Cuyo, Mendoza, Argentina. Estudios secundarios a nivel técnico en electricidad, mecánica, electromecánica y construcciones. Estudios Universitarios en Psicología (Universidad Nacional de San Luís). Vivió en España donde conoció la obra de la filosofa andaluza María Zambrano (1904-1991, discípula de Ortega y Gasset). Participante en cursos, foros y estudios como autodidacta en filosofía, ecología, ambiente, energías y movilidad limpias, transición energética, transición justa, y ciencias naturales, en especial la Geofisiología. Fundador de la reserva natural, area protegida, Proyecto Algarrobo (1997), su actual lugar de residencia. Miembro de la Federación Argentina de Espeleología. Fundador de la Asamblea y observatorio por el aire, la atmósfera y la vida en todas sus formas (2020). Ha publicado diversos artículos sobre temática ambiental en la revista “Sin pelos en la lengua”. Investigador, divulgador y modesto mitigador del cambio ambiental y climático. Acompañante y asesor en la transición ecológica y energética personal, familiar, social, comercial, industrial y estatal. Acompañamiento en elaborar el duelo y llegar a la resiliencia por el ambiente y clima perdidos a causa de la actual crisis social, energética, ambiental, climática y geotérmica, la cual define como: “Emergencia de sexta o séptima extinción masiva (según que autor la catalogue). biológica, ambiental y climática, causada por una profunda crisis existencial humana en las relaciones entre sí/nosotros, con el medio físico y los demás seres vivos”.