Cayó desde el cielo
Un bloque de hielo con algo dentro cayó desde el espacio en España y fueron muchas las teorías que especulaban con qué clase de objeto podría haber sido. Se llegó a la conclusión apresurada de que era extraterrestre y que la materia que contenía era seguramente una especie de alimento muy concentrado.
El hielo fue derretido y las oscuras sustancias secadas y puestas a analizar. Alguno de los investigadores hasta le puso un dedo encima y le tomó el sabor, aunque no le gustó: era como un caldo amargo.
Los expertos retomaron el estudio del suceso desde su origen, cuando José Soto, vecino de Castroportela, quien circulaba por la pista que une la parroquia con Vilar de Lor, vio caer el bloque de hielo a tierra. Soto testificó en reiteradas ocasiones que cuando miró hacia el cielo no vio absolutamente nada.
Sin embargo, José Ángel Docobo, explicó que observó un avión que volaba a una altura de 9.000 metros -suficiente para no ser percibido a simple vista- y que la atmósfera de aquel día tenía un bajo índice de humedad. Al final, luego de revisar los materiales al microscopio, los estudiosos se pusieron de acuerdo: el bloque de hielo eran los restos del baño del avión, eliminados por expulsión
Artista esotérico
En 1915, el médico y artista aficionado estadounidense Sabin von Sochocky, ideó la fórmula de una pintura luminosa confeccionada con radio que, creyó, resultaría admirable para animar paisajes. “Esta pintura será particularmente adaptable a imágenes iluminadas por la luna y a escenas invernales” anunció con orgullo, “y no dudó de que algún día un artista de talento cosechará la fama, con cuadros que serán únicos y sobremanera bellos de noche en una habitación a oscuras o penumbrosa”.
Von Sochocky no vivió para admirar lo descrito por él (falleció por envenenamiento radiactivo en 1928, a los cuarenta y cinco años de edad), pero antes de morir pudo asistir a los desastres humanos derivados de su éxito comercial. Fundó en 1915 la Radium Luminous Material Company, con base en Nueva Jersey, la cual llegó a ser un negocio floreciente de pintura de esferas luminosas para relojes de pulsera.
Sus productos incluyeron interruptores para la luz eléctrica, crucifijos y tableros de instrumentos para aeroplanos de la primera guerra mundial. Se vendían bien y la compañía empleó doscientas cincuenta mujeres en una fábrica de Orange (Nueva Jersey). Trabajaban en un amplio taller provisto de altas ventanas, que llamaban «el estudio».
La faena no era muy complicada y reinaba la camaradería, sobre todo durante los años de la Primera Guerra. El radio parecía tan lindo a algunas empleadas que hasta se pintaban los dientes con él para que brillasen en la oscuridad. La pintura de las esferas era un trabajo de precisión que exigía el trazado de líneas finas en las horas.
Después de mojar los pinceles de pelo de camello en una taza llena de color amarillo canario, las operarias, según se les había enseñado, lamían la punta para afinarla. Cada vez que lo hacían tragaban una pizca de radio. A fines de 1924 el facultativo local estaba convencido de que este elemento causaba el crecimiento de las enfermedades entre las trabajadoras. Ya habían muerto nueve.
Sus estudios probaron que no eliminaban el radio de su organismo, sino que se alojaba en su esqueleto y que lo consumía poco a poco. A veces lo bello, como en algún enamoramiento temprano, no es lo más conveniente…
Columnista invitado
Jorge Andrés Barale Álvarez
(Montevideo, 7 de octubre de 1956) es un humorista, periodista, guionista y escritor uruguayo. Es hijo del dramaturgo uruguayo Washington Barale, quien por razones políticas debió emigrar con su familia desde su país natal a la Argentina en el año 1975. Comenzó su carrera de lingüista en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires (UBA) en 1976, egresando en 1983. Desde el año 1980 comenzó a publicar en diversos medios gráficos, entre los cuales se destaca El Porteño, con dirección de Gabriel Levinas (donde tuvo como compañeros a los periodistas Eduardo Aliverti y a Jorge Lanata, entre otros) y en 1981 publicó su primera nota en la prestigiosa revista Humor, de Ediciones de la Urraca y dirigida por Andrés Cascioli. En esta revista escribió diversos guiones ilustrados por las plumas de Alfredo Grondona White, Tabaré, Maicas, Ceo y otros artistas. En el año 1989, junto a Aquiles Fabregat (Fabre) y Julio Parissi dirigió un suplemento de humor llamado BERP! para el matutino uruguayo La República, dirigido por Federico Fassano. En 1997 se hizo cargo de la revista SexHumor, bajo su dirección editorial. También se desempeñó como libretista del programa televisivo HiperHumor junto con Andrés Redondo, Julio Parissi y Eduardo D´Angelo. Fue fundador de varios emprendimientos y publicaciones de humor como Pingüinos (2004), HumorSA (2003) y otras. También creó y dio forma a la Agencia del Humor, única agencia de noticias de contenidos humorísticos conocida. Actualmente dirige publicaciones en De pe a Pa Editora y también es docente en Lengua y Literatura, Historia y Filosofía. Barale es partidario de un nuevo concepto educativo donde propone agregar dos elementos: el uso pedagógico del humor y la utilización del celular en clase como herramienta de aprendizaje. En la actividad docente ha desarrollado varios programas informáticos con la lengua castellana que aún no han sido probados en la actividad de la enseñanza, como Lector Doctor (un lector inteligente que interpreta textos automáticamente) y Corrector Juvenil (un programa para redactar textos desde cero).