Susana Rinaldi, vida y obra de una artista completísima
Parte 3
Entregarse por entero a su gente es algo que agradecemos fervientemente quienes disfrutamos de la tarea de los mejores artistas populares. Esta actriz y cantante, que elige cada canción con la paciencia del orfebre para la construcción de espectáculos inolvidables, ya ocupa un lugar de singular importancia en lo mejor de la cultura nacional. El valor que le asigna a la palabra queda al desnudo cada vez que dan comienzo sus encuentros con todos los públicos.
Digamos también que siempre transitó por el mismo camino en lo que hace a sus preferencias de orden político, ubicadas en la defensa irrestricta de la Democracia, como una resonancia de la turbulencia de los tiempos que le tocó vivir junto a los y las integrantes de su generación, quienes padecieron demasiados golpes de Estado. Esa búsqueda a favor de la libertad funciona como hoja de ruta de puestas en las que su voz, su interpretación y esa cumbre creativa se elevan hasta el paroxismo.
Si la viste en vivo lo más probable es que en este momento asientas con tu cabeza y en tus comisuras se conforme una sonrisa. Las emociones que crea y recrea para dar pie a cada nueva interpretación es algo que siempre añoro. También que haya elegido la canción popular rioplatense, cuando ha de haber tenido innumerables ofertas para interpretar otros ritmos y otras culturas. Susana Rinaldi es como define uno de los versos de la poesía de Horacio Ferrer… “una raza de uno”.
(viene de la edición anterior)
“1975-1982: Exilio y llegada a Francia
“Un grupo autotitulado Alianza Anticomunista Argentina (Triple A) comenzó a desarrollar durante el gobierno de Isabel Perón un intercambio de violencia y venganza que se profundizó con el gobierno de facto de Jorge Rafael Videla, que tomó el poder en 1976. Pronto, la Triple A se convirtió en el grupo parapolicial de extrema derecha más temido del país y, entre sus víctimas, se hallaron el diputado Rodolfo Ortega Peña, un hermano del ex presidente Frondizi, Silvio, un ex subjefe de la Policía de la Provincia de Buenos Aires, Julio Troxler, y Atilio López. El grupo dio a conocer, asimismo, una lista de las futuras víctimas que incluía a figuras de la izquierda peronista, varios artistas, obreros, sacerdotes, profesores y estudiantes. La sospecha de que los grupos parapoliciales obedecían las órdenes de López Rega aumentaban día a día. Solamente en el mes de mayo de 1975 hubo 29 crímenes atribuidos a la Triple A mientras Isabel Perón mostraba una imagen de indefensión tal que corroboraba la falta de preparación para el cargo que ocupaba y que había recibido tras la muerte en 1974 de su marido, el ex presidente Juan Domingo Perón.
“Osvaldo Piro, al respecto, señaló:
“«Se trató de regímenes dictatoriales en connivencia con civiles. Uno estaba al lado de un sinvergüenza y no lo sabías. Había un hombre cercano a mi grupo de amigos que era del servicio de inteligencia y no lo sabíamos. Ese mismo hombre fue quien una vez me dijo que me iban a reventar. Él se sentaba en mi misma mesa. Le gustaba mucho el tango. Y luego de esa advertencia me dijo: “Alguno que puede hasta estar tirando cables sobre el escenario y ser del servicio”».
“Rinaldi, amenazada por los grupos parapoliciales, se exilió sin previo aviso en España y, ante la falta de posibilidades de trabajo, recaló en Francia en 1975. Ese mismo año se hallaba trabajando en su unipersonal, Dale nomás, en el Teatro Embassy bajo dirección de María Herminia Avellaneda, que la instó a abandonar el país. En un reportaje, confesó que la amenaza puntual fue que habían instalado una bomba en el teatro donde actuaba. De acuerdo con su testimonio, «[las persecuciones] empezaron con pavadas, pero al final fueron muy fuertes y no me animé a decirlo a nadie». A su madre, Ángela, apenas alcanzó a decirle: «Vuelvo mañana». En París, recibió la hospitalidad de sus congéneres y una propuesta laboral del sello Barclay para grabar «La foule» de Edith Piaf con versos de Michel Rivgauche adosados a «Que nadie sepa mi sufrir» de Ángel Cabral. Rinaldi se negó a recibir regalías por su trabajo y, en cambio, se las cedió a Cabral, que le agradeció el gesto. También fue presentada por Jean-Louis Barrault en el Teatro Nacional Popular de París en 1976.
“Rinaldi regresó temporalmente a la Argentina en 1976 y luego, en 1977, cuando estrenó en el Teatro Odeón su espectáculo Vamos ya, que le dio la posibilidad de actuar en el Olympia Music Hall de París ese mismo año. El propietario del teatro, al verla cantar, comentó: «Tiene la forma de caminar de Joséphine Baker y el temperamento de Edith Piaf». El periódico francés Le Quotidien señaló: «¿Cómo describirla? Imaginen la máscara trágica de Catherine Sauvage, la amplitud vocal de Edith Piaf, la presencia de Liza Minnelli…» Por su parte, un crítico de L’Aurore afirmó que «porque no vi en persona a Barbra Streisand, no puedo afirmar categóricamente que Susana Rinaldi es actualmente la más grande cantante viva. Sin embargo, desde la desaparición de Edith Piaf no había asistido a una performance vocal tal». El País de Madrid, en octubre de 1977, aseveró que «el tango, en toda su pureza y esencia popular, domina en el gesto y la voz de Susana Rinaldi», mientras que el ABC de Sevilla la catalogó como «la voz del cancionero popular argentino».
“En 1978 fijó definitivamente su residencia en Montmartre, París —en el distrito XV, cerca de la Maison de la Radio—, un barrio de 30.000 habitantes en el que permaneció hasta 1983, cuando volvió nuevamente a su país tras la elección del presidente Raúl Alfonsín. Desde 1983 a 1990, residió en Buenos Aires y, desde 1990 al 2005, su vida se repartió entre Francia, Italia y Argentina. En cuanto a la elección de un barrio tan pequeño y anticuado para vivir, Rinaldi señaló que Montmartre «conserva sus gustos, sus tradiciones… Tal vez haya sido por eso que no sentí nostalgias. Viví… completamente adaptada no a París, sino a ese barrio».
“En referencia a sus años de exilio, dijo en una entrevista:
“La mayoría de la gente no tenía las posibilidades de hacer lo que yo hice. De la noche a la mañana les dejé mis dos hijos a mi madre y me fui. Hay que imaginarse lo que significó eso para ella y el cuidado que puso en no contarle nada a nadie. Si le consultaban sobre mi ausencia, ella decía que me había surgido una posibilidad artística en el exterior. Eran tiempos donde si decías algo que no convenía al poder, desaparecías al otro día. Mucha gente que conocí terminó de esa manera. Hubo gente a la que llevaron para una fiesta y terminó en el mar… [Mi madre] siempre fue una santa y nunca me preguntó qué había hecho, qué había dicho ni por qué había pasado lo que había pasado. Jamás me preguntó nada. Al principio, lloró muchísimo y, en cuanto pudo venirse a vivir conmigo en el exterior fue una reina santa. Aprendimos que la historia nos había preparado este diseño de vida. Luego llegó la democracia al país, pero yo tardé en creer y entender que todo había cambiado… Francia se portó muy bien con la Argentina y con los argentinos y eso nunca fue reconocido como se debía… [Isabel Perón] fue a París y vivió la vergüenza más grande del mundo. Pobre mujer, parecía una idiota. Ella esperaba que la fueran a recibir, pero nosotros nos encerramos para no verla. Estuvimos dos días adentro para no saludarla.
“Durante su exilio Rinaldi se vinculó con otras figuras del arte en su misma situación, entre ellas, Pepe Fernández, Héctor Alterio, Silvia Baron Supervielle, Héctor Bianciotti y Julio Cortázar. El escritor, en particular, fue una figura importante en sus años de destierro y, en palabras de Rinaldi, Cortázar «es el ser humano que recuerdo haber conocido con más calidad humana. No puedo pensar en otra persona que no sea él. Es Julio Cortázar en quién más la he encontrado». La amistad entre ambos derivó en un breve vínculo amoroso que perduró hasta la muerte del escritor en 1984 a los 69 años. Piazzola, a quien definió como «muy encerrado en sí mismo» y como alguien con quien «la gente difícilmente se llevara», trabajó con Rinaldi en Grecia, «porque un señor griego que ya no está apareció en mi vida y me dijo: “¿A usted le molestaría si yo la invito a cantar en un espectáculo que va a presentar Astor Piazzolla?” Yo, casi me caigo». La participación de ambos se dio en el IV Festival Internacional de Música de Grecia de 1981.
“En 1978 cantó en el Théâtre de la Ville, un teatro municipal de París, y ofreció un concierto en la Unesco invitada por el presidente de la Asociación Internacional de Música, Yehudi Menuhin. Ese concierto significó un hito importante en su carrera artística.
“Un LP, «Buenos Aires… París», título que aludía a sus dos patrias, fue producido por Barclay y presentado en el Olympia Music Hall de París en 1979. Su gira prosiguió por Bonn, Alemania, donde ofreció un concierto y actuó en la televisión germana, y finalmente por Holanda, Luxemburgo e Israel —en el Festival Heijal Hatarbut de Tel Aviv de 1981 y en el Centro Internacional de Convenciones de Jerusalén—.”
(continuará)
Como dos extraños
El choclo
Caserón de tejas
Fuente: De la red de redes