Lamentablemente no debería sorprendernos que el malcrismo reprima. Es una de las pocas cosas que hizo bien durante los fatídicos cuatro años de su gobierno, que fue el de las grandes corporaciones trasnacionales, “nacionales”, la Embajada Norteamericana y otros muchachos igual de peligrosos y angurrientos. Es que el neoliberalismo es así, aunque hay muchos por desengañar todavía.
Reprimieron, asesinaron, desaparecieron; como para que la referencia histórica en la que se respaldan desde siempre todos los gobiernos de la oligarquía -o que se vendieron a sus huestes-, no se desdibujara. Desde 1930 y hasta 1983, ya que no podían con los votos, que no les eran contestes, alentaron todos y cada uno de los golpes de Estado. El último y más cruento, también les hizo el favor de plantear el manual del endeudamiento.
Nunca hicieron algo por las grandes mayorías populares que conforman la enorme cantidad de pueblo de nuestro país. Trabajaron en contra, siempre. Por eso cuando Rodríguez Larreta (que es Malcri paladar negro, uno de sus principales discípulos y socios) dio la orden de reprimir a los cientos de miles de argentinos y argentinas que se sumaban en las más de veinte cuadras de fila que esperaban para darle su último adiós a- D10S, hicieron lo esperable y correspondiente para su formateo cultural y político.
Esa muchedumbre estaba conformada por jóvenes trabajadores y estudiantes; por desocupados y otras personas que buscan un lugar en el sistema, a pesar que bien sabemos que eso es imposible. El sistema expulsa, clasifica para convertirnos sólo en fuerza de trabajo mal pago, elimina todos los elementos indeseables y lo hace de muy diversos modos. También, por ejemplo, a través del coronavirus.
Pero el componente más importante a tener en cuenta y que es común a todos cuantos copaban Plaza de Mayo, Casa Rosada e inmediaciones fue el determinante. Esto lo descubrí pensando el porqué de reprimir un acto popular y al extremo pacífico (más allá de algunos forcejeos típicos de las aglomeraciones). Si bien en su cinismo quienes tributan al fascismo constitutivo de la derecha argentina disfrutan de propinar al pueblo cuanto mandoble sea posible para dejar bien claro quién tiene el poder, en este caso creo que fue al extremo. Les gusta el silvido de las balas de goma y de las otras.
Había que “romper el rito de despedida a uno de los más grandes liderazgos que parió nuestra historia: tirar al piso al pibe que tenía puesta la remera con su imagen eterna o atemorizar con culatazos a la flaquita -que fue con la madre y la tía-, ataviada con esa vincha con los colores de la bandera argentina. Lo que considero un extremo, es el modus operandi clásico de policías y fuerzas de seguridad criadas en la tortura, el robo de bebés, las violaciones y las desapariciones forzadas: 30.000 mil historias son más que aleccionadoras al respecto. Sino preguntale a Hebe, que ayer cumplió 92 años y volvió a declarar “somos hijas de nuestros hijos”.
Es que todos aquellos argentinos que habían ido a llorar a ese negro de mierda -te lo digo en lenguaje sencillito, al estilo Los Tordos- que llegó tan lejos a pesar que había nacido en patas, en esa cuasi casilla con piso de tierra de Villa Fiorito, iban porque el Diego los representó, representa y representará por mil motivos. Uno de esos es la irreverencia, la rebeldía; esa cosa que tenía Maradona de reconocer y señalar al poder real en Argentina y en el mundo entero. Reconocerlo, señalarlo y enseñarnos a nominarlo.
Por eso el malcrismo debía reprimir ahí, en ese yacimiento de peligrosos jóvenes dejados de la mano del sistema y que siempre se sintieron representados por el 10. Los “garcas” siempre estarán a tiro “de los tiros”, de la represión, de la sangre que ellos siempre hicen derramar a los de abajo. No vaya que los fortalezca -y de paso al gobierno de Alberto y Cristina-, en la convicción que juntos es posible hacer algunas reformas, cambiar algunas cosas.
Por eso lo reprimieron al Diego.
Marcelo Sapunar
Sábado 5 de diciembre de 2020