¿Qué es el peronismo?
Una pregunta de Marcelo Sapunar
¿Ideología, doctrina, filosofía política, práctica política, red de lealtades, afectos? Este es un debate que nos apasiona a militantes, dirigentes y académicos cada uno desde su lugar de observación, sea éste con un sentido de pertenencia o de rechazo. En el mejor de los casos imparcial pero generalmente fragmentario. Debate que se agudiza cuando el peronismo es gobierno.
Su condición de fenómeno social lo hace inasible desde las categorías clásicas de la ciencia política; imposibilidad que conduce a definirlo como populismo, clasificación generalista que no aporta mucho como herramienta conceptual que lo haga comprensible, en tanto aún no hay acuerdo en la propia ciencia sobre qué es el populismo.
Al decir que es un “Fenómeno” social; tengo presente que fenómeno es todo aquello que se hace evidente, perceptible a la consciencia, que no necesita del conocimiento de sus causas para certificar su existencia.
Del mismo modo es posible advertir que la emergencia contingente de lo que llamamos fenómenos sociales no se produce por casualidad, cumple al interior del sistema social con alguna función; función que el sistema social encuentra en su evolución para resolver problemas que aumentan el riesgo de su persistencia, función que genera otras complejidades no exentas, por cierto, de conflictividad.
En consecuencia, pareciera que una observación de utilidad sería reflexionar acerca de la función que cumple en nuestra sociedad este fenómeno que es el peronismo dejando de lado las clasificaciones de carácter ontológico.
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En todas las ciencias sociales se admite que en el centro de los fenómenos a los que cada una se avoca están las expectativas, sus formas de expresión, su impacto social, las formas de gestionarlas. De hecho, el principal problema del Estado de Bienestar como modelo es el escalamiento de las expectativas sociales a un nivel imposible de satisfacerlas, al menos con las estructuras e instituciones vigentes.
Si las expectativas se originan en las diferencias o al revés, es una cuestión que nos haría entrar en un debate circular, hablemos entonces del par expectativas/diferencias, complejo en el que se mezclan los sentidos sociales generalizados y las subjetividades. Este par es el fundamento y origen del conflicto. Mirando lo que ocurre con la pandemia no hacen falta mayores descripciones al respecto.
Expectativas que fundamentan diferencias; diferencias que generan expectativas, frustraciones que generan conflictos. Conflicto considerado ya no como teoría política, sino como contingencia de la natural evolución social.
No importa el abordaje que se utilice para observar lo que llamamos sociedad, no ha sido posible ignorar la presencia del conflicto. El conflicto es la bisagra o eje alrededor del cual se verifican los giros desde unas condiciones a otras, cualesquiera que sean, cuando éstas involucran estructuras institucionalizadas. Es inmanente a la propia evolución social.
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La Argentina no es una excepción. Su historia es la historia del conflicto permanente entre imaginarios (expectativas/diferencias) disímiles: medievalista, liberal, socialista venidos de Europa, en el camino a su integración en la modernidad globalizada, navegando sobre la paulatina formación de un imaginario propio que introdujo otras expectativas/diferencias.
Hay un momento previo a la conformación de cualquier expectativa/diferencia; es el momento de la distinción y señalamiento de la elección; este momento del conocer social es problemático para las instituciones del sistema político -que incluyen al Estado- que, en su condición de organizaciones estructuradas, fuertemente ancladas en su propia historia, no pueden abarcar y contener en su totalidad el conflicto que se desarrolla al compás del devenir del sistema social.
En este punto emergen los movimientos políticos. Están allí, en su interior, todos los elementos que constituirán una distinción con relación a lo instituido que ya no resulta eficiente para el funcionamiento social.
Para el Peronismo, el entendimiento del complejo expectativas/diferencias se sustenta en dos distinciones rectoras: la diferencia entre lo que es humano y lo que no lo es (que involucra derechos y condiciones de vida) y lo que es argentino nacional y lo que no lo es (que involucra soberanía en las decisiones colectivas).
Estas cuestiones que recitamos como consigna (las tres banderas) son nada menos que un cambio de racionalidad para pensar la sociedad y su sistema político. Racionalidad que definen un adentro y un afuera, con notas conservadoras ya que prioriza la comunidad sobre la individualidad y revolucionarias dado que reivindica la soberanía sobre el colonialismo.
El peronismo como sistema de ideas culmina el desarrollo histórico de una alternativa a la que la Generación del ’80 -expresión de la aristocracia del país finalmente representada por Julio Argentino Roca- al compás del desarrollo capitalista y del imperio del momento -el británico- utilizó para organizar la sociedad, es decir, a la racionalidad liberal y al darwinismo social.
Sesenta años después de la instauración de ese modelo, el nivel de conflicto (léase exclusión de gran parte de la población, concentración de la riqueza en pocas manos, manejo de la economía, la justicia y el resto de los subsistemas sociales exclusivamene en manos de esa élite, cruenta represión de cualquier protesta, etc., etc.) lo tornan inviable.
La confrontación escala desde las asonadas revolucionarias de fines del s. XIX, pasando por huelgas ferozmente reprimidas y la sucesión de golpes militares a partir de 1930.
En este contexto el peronismo asigna al sistema político, cuya función es producir decisiones colectivas vinculantes, la responsabilidad de gestionar las diferencias/expectativas que se exteriorizan conflictivamente a la luz de esa nueva racionalidad que fundamenta su imaginario.
Es una obviedad decir que el surgimiento de una nueva racionalidad no decreta la desaparición de la que imperaba antes -hoy, a siglos de su declinación, todavía existen ideas medievalistas- también es obvio que el desarrollo social no se detiene en un lugar del tiempo. En consecuencia, el peronismo, ya que sigue siendo para nuestra sociedad función necesaria para gestionar el conflicto, acompaña este devenir.
No hay lugar para el nominalismo que permita clasificarlo políticamente, sólo es posible visualizar los afueras y los adentros en función de los ejes rectores de diferenciación que hemos mencionado que constituyen una racionalidad emergente en nuestros territorios -los que ya ha trascendido- procurando que la razón instrumental de la actividad partidaria y de la política en general no los ignore.
Columnista invitado
Norberto Rossell
Para muchos de los ’70 la política -y el amor- nos insumió más tiempo que el estudio sistemático: dos años de Agronomía, un año de Economía, un año de Sociología. Desde hace años abocado -por mi cuenta- al estudio de la Teoría de Sistemas Sociales de Niklas Luhmann. Empleado Público, colectivero, maestro rural, dirigente sindical, gerente en el área comercial en una multinacional, capacitador laboral en organización y ventas. A la fecha dirigente Cooperativo y Mutual. Desde siempre militante político del Movimiento Nacional y Popular.