Nadie sabrá nunca cuán generadora de riquezas es nuestra pampa húmeda. Cada tropezón a que inducen a nuestra Argentina, así como tantas veces vuelve a ser levantada sacrifcadamente por su pueblo y a través de gobiernos populares, es una muestra por demás decidora de lo escrito. “Nos caen” y volvemos a salir.
Aquellas grandes familias que fueron creando el sentido común nacional, más allá de posicionamientos, críticas y revisionismos de toda laya, miraban con nostalgia hacia el continente del que habían llegado. También se apoderaba de ellos lo aspiracional, atado fuertemente a recrear hasta los paisajes arquitectónicos de Europa.
De esta y otras confluencias es una muestra la querida, la admirada, la eterna Buenos Aires. Allí se yerguen prietos, edificios que se ubican entre los más antiguos e imponentes de nuestra Patria. Son una muestra de las costumbres de otrora, de la Argentina desigual, de la búsqueda de belleza y del imperturbable paso del tiempo.
“El Palacio San Martín está ubicado en la calle Arenales 761, en el barrio de Retiro, frente a la Plaza San Martín, una de las más hermosas de la ciudad, gracias al declive del terreno por hallarse emplazada sobre una barranca original ubicada frente al Río de la Plata.
“La Plaza San Martín
“Se destacan sus árboles añosos; palos borrachos, jacarandas, magnolias y gomeros, y los elegantes edificios que la rodean construidos en la primera década del siglo XX.
“El monumento más importante de la Plaza es el que recuerda al Libertador General José de San Martín (1778-1850). Erigido en 1862, es obra del escultor francés Louis-Joseph Daumas y es el monumento ecuestre más antiguo de la Argentina. Con su mano señala la Cordillera de los Andes, ruta de su gesta libertadora.
“La Plaza San Martín es, tal vez, una de las áreas de la ciudad que más transformaciones sufrieron en los últimos cuatro siglos. Hasta fines del siglo XVII la zona era conocida como “El Retiro”, pues allí un monje instala su ermita. A principios del siglo XVIII fue mercado y depósito de esclavos; en 1800 se construyó la segunda y última Plaza de Toros que tuvo Buenos Aires, que funcionó hasta la prohibición de las corridas en 1819. Posteriormente albergaría al Regimiento de Granaderos a Caballo del General San Martín, hasta que a finales del siglo XIX comenzó a perfilarse el paisaje definitivo de la plaza y su entorno.
“Ex Palacio Anchorena
“El Palacio Anchorena fue construido entre 1905 y 1909, por el arquitecto Alejandro Christophersen, a pedido de Mercedes Castellanos de Anchorena.
“Es un exponente de L’Ecole des Beaux Arts. Está inspirado en el proyecto “Hotel a París pour un riche Banquier”, con el cual Jean Louis Pascal, maestro de Christophersen, gana el “Grand Prix de Rome” -máximo galardón de la arquitectura de la época- en 1866. Las fachadas de tratamiento casi escultoricos presentan mansardas convexas, cúpulas, chimeneas, ojos de buey; columnas y pilastras que abarcan los dos pisos principales y balcones soportados por importantes ménsulas.
“El volumen del jardín de invierno, adosado a la fachada lateral sobre la calle Basavilbaso, refleja el excelente trabajo de herrería del edificio, realizado en el taller Zamboni de Buenos Aires. El patio de honor, de planta ovalada, encierra un espacio de acertadas proporciones y lograda composición definido por una galería ritmada por columnas dóricas, escalinatas de generoso desarrollo, frentes interiores y mansardas de líneas curvas y dos cúpulas.
“Si bien parece un complejo único, está constituido por tres residencias: la que da a la calle Esmeralda que fue habitada por Mercedes Castellanos de Anchorena con su hijo Aaron, la central que fue habitada por Enrique Anchorena y su familia, y la que da a la calle Basavilbaso, que fue habitada por Leonor Uriburu, viuda de Emilio Anchorena.
“Pero no es sólo en el tipo de revestimientos superficiales donde radican las diferencias interiores de estas mansiones; lo es también en el aspecto espacial, ya que el hall de la última es de triple altura y la escalinata principal no tiene, como las otras, una relevancia protagónica. No obstante lo dicho, los planos originales del autor de la obra, ubican la escalinata principal de la tercera mansión con una presencia de manera más acorde con los postulados del “l’ecole de beaux arts”.
“La distribución de los interiores responde a la habitual en este tipo de residencias: en la Planta Baja los locales de depósito, instalaciones y dependencias para el personal de servicio masculino; en el primer piso los salones de recepción; en el segundo nivel las habitaciones privadas; y en las mansardas dependencias de servicio femenino, salas de lavado y guardado de ropa.
“En los interiores las tres residencias presentan diferencias, siendo similares las residencias situadas sobre Esmeralda y la central, donde se destacan los trabajos de estucos en las superficies murales, de la situada sobre la calle Basavilbaso, inspirada en el Neoclasicismo y en el Renacimiento, con revoques símil piedra de París en el Hall de Honor.
“El Palacio Anchorena fue sede de importantes reuniones sociales, como el baile del Centenario de la Independencia en 1916.
“El Palacio San Martín
“En 1936 el Palacio Anchorena fue adquirido por el Estado para ser sede del Ministerio de Relaciones Exteriores, y pasa a llamarse Palacio San Martín. Actualmente es sede Ceremonial de la Cancillería ya que sus oficinas se han trasladado al nuevo edificio de Arenales y Esmeralda, construido por los arquitectos Aizenstat y Rajlin, cuya arquitectura parece dialogar con la monumental obra de Christophersen.
“El Palacio San Martín es monumento histórico nacional, alberga en su interior obras de artistas argentinos y americanos del siglo XX como Antonio Berni, Pablo Curatella Manes, Lino Enea Spilimbergo, Roberto Matta, entre otros. Asimismo se encuentra la Colección de Arte Precolombino de la Cancillería Argentina, con piezas de cerámicas, piedras y metales de culturas del noroeste de nuestro país, como ser: San Francisco, Vaquerias, Condorhuasi, Cienaga, Aguada, Santa María. Cuenta, además, con una biblioteca especializada en derecho internacional e historia de las relaciones internacionales. Constituye un valioso testimonio del nivel alcanzado por la arquitectura del clasicismo francés y la adaptación de tipos de residencia franceses del siglo XVIII al medio local”.