“Las Cenizas del Volcán” es un relato para ayudar a encontrar la identidad a los hijos y nietos robados en la dictadura, contado desde la historia novelada de mi familia, buceando en los ancestros y la propia identidad, sabiendo que somos como somos por las constelaciones familiares que nos precedieron.
Las Grutas, 2012
Las cenizas del volcán
Tercera entrega
Sigamos con el tema de la identidad ignota de esos pibes. La ecuación es obvia: Figuretti cambió los frasquitos de los análisis de ADN.
-Cubrime, che, la bruja de mi ex me persigue. Quiere la guita por alimentos para el pibe…
En la tele, un acusado del robo al banco dice…
-Cuando me citen, yo diré todo lo que sé al juez. Hay comisarios y…
Este cándido incauto ignora que antes será boleta y chau… Ahora tiene que decir absolutamente todo. Porque después, tal vez es nunca…
SI MURIERA ANTES DE DESPERTAR…
Se siente en el aire la onda paranoica… La que hizo que jamás fuera a una ronda de las Madres de la Plaza. Me imaginaba a la parentela siguiéndome con lupa: A ver con quién habla, qué dice… Está poniendo en peligro a los demás.
Sólo cuando vi la peli “La batalla de Argel” lo comprendí. Me di cuenta que la tecnología ya superó todo. Un twitter permite seguir a la persona satelitalmente, al igual que los chips de los celus. Con el Google Earth ubiqué el mapa de Las Grutas. Llegué hasta la bajada del mar… Y hasta ubiqué el iglú… Se lo comenté a un pibe tecnológico.
-Pero si hay hasta un invento argentino que permite ver su casa a escala mayor. ¿Sabe usted que hay mini camaritas de video del tamaño de un tornillo que muestran todo…? -El pibe miraba los ladrillos, los agujeritos… Imaginando tal vez que estaba en la casa de Gran Hermano.
Cada persona del mundo tiene un numerito de identificación por internet con muchas barras, como tienen los paquetes de fideos al pasar por la caja del supermercado. Así nos tienen identificados. Pasa toda la información a unificarse, DNI, celulares, CBU bancario, tarjetas de crédito y débito, obra social, CUIL/CUIT, etc. Y entonces, cómo es posible no sepan kién es kien…
Es parte del plan siniestro de “Dejalos que se achuren entre sí. ¡Que se maten! Menos problemas, che. Sólo quiero que me pasés un tomuer para el trasplante. Garpan en euros… Akí la donación de órganos es secreta. Porque de este modo, nadie sabrá si ese donante fue el asesinado en… Aquel desaparecido por… O la nena que aún no aparece…
En la noche, Trotski, el perrazo vilmente asesinado sólo por su nombre, se encontró con la ronda de pibes del paco y ellos le contaron su angustia al no saber el porqué de esa vida de perros…
Entonces, en los sueños, aparecieron las abuelas que insinuaron el ignoto origen familiar de los ADN totalmente ausentes hasta del banco genético del Equipo de Antropología Forense y más aún de las Abuelas de Plaza de Mayo.
Ese nene pálido y rubión, seguro es de origen Costa/K. descendiente de los armadores de barcos, dueños de astilleros genoveses y de los transatlánticos Andrea C. Esa “C” era de Costa, explicaba mamá.
Entonces, con este panorama genealógico de nombres y apellidos que resuenan, no es difícil concluir que ese nene pálido se convertirá en rehén de salvajes primos, que piensan que les harán soltar a padre y abuelo la guita de Clarín.
Diez años esperando y nada. Ni un sope. Porque tiene algún aire de Magdalena, que solamente reconocen los que hayan leído todos los libros de la vieja colección “Robin Hood” de tapa dura amarilla.
El duro y fornido muchachote, tiene el aire de la abuela de origen guaraní. Un Maradona, digamos, con futuro de barra brava únicamente. Ni siquiera hay trabajo en la construcción porque no aparecen los planes de viviendas sociales. Está peleadísimo con el otro pibe, el chistoso y ágil Figuretti versero que tiene el aire de la rama cordobesa de la bisabuela Cándida.
En la familia de mamá, las mujeres tenían nombres de la mitología griega, Helena con hache, por kién desatara la guerra de Troya. La tía Hebe, jubilada docente de Villa Allende, Córdoba, tocaya de la Madre de Plaza de Mayo, desató el escándalo familiar cuando se casó con un obrero de las fábricas automotrices y solamente mamá la acompañó, siempre solidaria, escondiéndola adentro de su armario y poniéndose enfrente frente del ropero cuando su hermana, la tía Gladys, la buscaba mirando debajo de la cama para impedir ese casamiento, porque era la fecha del civil y mamá era testigo.
Los varones de la familia tenían el nombre de Máximo o Maximiliano, por el bisabuelo de la oficialidad de la Marina que había tenido un alto cargo en Ushuaia, en la época de la cárcel y faro del fin del mundo.
¿Y si me fueran antes de poder escribir las historias que me contara mamá?
Recuerdo que cuando papá estaba ya grave en el hospital, le pregunté sobre la bisabuela “Mama Thai”, hija del cacique guaraní, pero ya sus recuerdos eran confusos. Luego del funeral de papá se lo pregunté a la parentela, pero todos lo ignoraban, me dijeron.
La historia oral es la suma de los recuerdos que luego los historiadores contextualizan con datos objetivos. PERO DESDE LA DICTADURA BORRARON TODO SISTEMÁTICAMENTE.
Mientras las Abuelas se van yendo, viejitas, esperando encontrar los nietos… ¡Cuántos de ellos ignoran su identidad y las historias familiares…!
En el programa del Canal 26, en la medianoche del 25 al 26 de abril de 2012, después del infartante final del partido Boca vs. Olimpo, con empate total de penales, estaba el General Balza en el programa de Clara Mariño. Mencionó al Almirante Máximo Rivero Kelly, que habría sido jefe de la Revolución Libertadora, la fusiladora del pueblo desarmado en la Plaza de Mayo. ¿Habría sido el bisabuelo Máximo Rivero, el esposo de la bisabuela Cándida de la Rocha? Su nombre, Cándida, la definía, como saben quiénes estudian la simbología de los nombres. Era una artista, pienso mirando su cuadro de Cleopatra, la gata de mamá que ella le pintara.
La recuerdo mostrándome el retrato del bisabuelo en un daguerrotipo o pintura suya con un bellísimo marco de oro, “con la mirada límpida de los marinos, siempre oteando al horizonte, solo mar y cielo…” Y el aire picarón del bisabuelo, sonrisa de buon mangiare bien regado con vinos del contrabando, seguramente y ese aire seductor de un amor en cada puerto.
Mientras, las mujeres de la familia tejían en un día, solamente una hilera de esas alfombras persas y de Esmirna, con bellísimos dibujos en el telar que perdimos en una de las mudanzas porque papá no quiso llevarlo y entonces nunca pude aprender cómo se utilizarían esos pedales complejos.
Miro por la tele en Encuentro, el lunes 30 de abril de 2012 a las 4,45 el programa de la Abuela de Plaza de Mayo, Chicha Mariani que busca desesperadamente a su nieta, Clara Anahí. La cámara muestra su oreja. Igualitas, así, grandotas, las tenía la bisabuela Cándida. La recuerdo sentada en un sillón hamaca o algo así, al sol, con sus casi noventa años en el viejo caserón de Concordia que tenía tres patios interiores. Esa vez me detuve en sus orejas, grandísimas, con esos aros largos, artesanales, que le llegaban casi hasta los hombros. Parecían de orfebre, con piedras preciosas, que deben haber inspirado a sus descendientes. Vi esas maravillas en alguna feria artesanal.
-Mamá, ¿la bisabuela tiene esas orejas tan largas porque esos aros se las estiran?
-Lucía Isabel, así son las orejas de su familia-. Mamá respondía todas las preguntas de los niños.
La tía Gladys León Barreto se casó con el capitán de navío Jorge Pérez Ruedi, quien fuera siniestro jefe del S.I.M., el Servicio de Inteligencia de la Marina en la dictadura y antes segundo jefe de Puerto Belgrano en los años 66/69. En el libro de María Seoane (ex directora de Radio Nacional) sobre el Tigre Acosta y su historia en Puerto Belgrano, supuse que encontraría información del tío que fue contemporáneo suyo y sin embargo ni lo mencionaba, así de oculta debe haber sido su tarea. En la época del terremoto de Caucete el tío Jorge Pérez Ruedi tuvo un alto cargo en el Banco de la provincia de San Juan. ¿Qué hacía un marino en una provincia sin mar? En aquellos días se preparaba el Mundial de Fútbol ’78, y por eso algunos supusieron que las donaciones para reconstruir Caucete, podrían haber ido a parar para la remodelación de la cancha de River, porque fue muuuuucha la solidaridad entonces. No pude ver al tío cuando vivía en su depto de la avenida Belgrano, frente a la iglesia Santa Rosa, en Buenos Aires. Me paranoiqueó que vivían tan cerca de la iglesia de la Santa Cruz donde secuestraron a Azucena Villaflor, la primera presidenta de las Madres de La Plaza y a las monjas francesas, desaparecidas luego.
El hijo mayor de la tía Gladys, Jorge Pérez Ruedi junior, también capitán de navío como su padre, salió en el diario “La Nación” mencionado como abanderado de los Cascos Blancos o Azules, en un desfile de las tropas argentinas en Nueva York que partían para Kuwait.
Recordé que se había casado con la prima Justina, la hermana de “Pelusa”, mi prima y amiga, casada con Germán, de Unquillo, que fue también preso político del PRT-ERP, me contaron las compañeras cordobesas sobrevivientes a la salvaje represión de la Gendarmería. Ellas recordaban la heroica fuga de la Cárcel de Mujeres El Buen Pastor, totalmente silenciada por la historia siempre machista, derecha e izquierda. He leído de la mítica fuga del penal Libertad, de Punta Carretas, del Uruguay. Escuché comentarios de la otra fuga de la peli argentina. Pero de esas compañeras militantes, jamás, ni una sola mención.
Jorge y Justina, primos hijos de primos se amaron desde siempre. Las tías Hebe y Gladys se opusieron, ambas madres León Barreto, conociendo los problemas de hemofilia, enfermedad causa del tabú universal del incesto, dirían algunos antropólogos. Mientras los que siguen los amoríos de Anaïs Nin con su padre lo consideran giladas del coco judeocristiano y medieval.
Mamá lo explicaba, cada vez que donaba su sangre a la tía Gladys en todos sus partos, porque a sus bebés les tuvieron que cambiar toda la sangre al nacer. Nos contaba que la hemofilia era también llamada “la enfermedad de la sangre azul” de las monarquías europeas que se casaban y tenían hijos con primos y hermanos por los territorios. En el Imperio Bizantino era costumbre también como lo insinúa la peli “La Armada Brancaleone”.
-Por querer mantener el doble apellido los nenes serán unos vampiros, decían los primos.
En aquel entonces jamás hubiésemos imaginado los negociados de la Obra Social Bancaria con medicación trucha para enfermos de sida, cáncer y hemofilia. Para borrar descendientes, imaginan algunos que desconocen las leyes del Código de Napoleón que habría sido impulsado por las mujeres de la Revolución Francesa para evitar justamente los temas del cuento “El gato con botas”: el primogénito hereda el castillo y título de Marqués de Carabás; el secundón, el molino y al tercero le toca solamente el gato.
Vaya a saber quién habrá heredado el viejo caserón de Villa Allende de los León Barreto cordobeses, que parecía el edificio de la peli “De amor y de sombra”. Enfrente, con su molino y pileta de tanque australiano, nos encontrábamos los primos jugando a la payana mientras mamá y tía Hebe hacían tortas fritas o pororó para todos. A la casa de la tía Canchula, su mamá, íbamos sólo a saludarla. Porque mamá contaba que el tío siempre decía “Para qué buscar otras mujeres si en la familia había tantas muy lindas”. Manolarga parece que era el tío.
Con Pelusa nos seguimos viendo en varias ocasiones. De José, su hermano, ni idea. Enrique, flaquito y ágil, habría heredado una casa en San Isidro o Tigre, por su madrina, tía Helena Rivero, la dentista, quien le dejó esa propiedad al único ahijado que tuvo.
Tal vez haya quedado el caserón a las cinco hijas, todas rubias y llamadas María, las hijas de Chilano, el tío cirujano. O a la familia de Barón, el tío ingeniero. Porque Susana León Barreto, la respetada artista plástica en la Universidad de Bellas Artes cordobesa, era soltera. Hacía pintura abstracta que nadie entendía. Su familia se había ido de Concordia a Córdoba porque ella había quedado tuberculosa y un novio la había rechazado por eso. Otros atribuyeron la mudanza a un abuso familiar de tíos o abuelos.
Al hijo menor de tía Gladys le pusieron los dos nombres familiares: Máximo Maximiliano Perez Ruedi León Barreto…Y era un gurrumín, contaba mamá que le dio de su sangre cuando nació porque habían tenido que cambiársela toda por ser hijo de primos casados entre sí en dos generaciones. Terrible debe haber sido su escuela primaria y secundaria en Puerto Belgrano… Los chistes de los hijos de estibadores de futuros grupos de tarea de la ESMA… Fornidos muchachotes descendientes de calabreses, de la Italia paupérrima del Mezzogornio que no tuvieron la posibilidad de la esmeradísima educación de los primos Costa del norte de la península…
En la escuela, todos juntos… La patota de la plaza… “Ahí viene el Máximo en envase mínimo”. Y las zancadillas para hacer caer al pibe del jefe… Así se hizo un duro al que no le entraron ni las balas, porque aprendió a salir escabulléndose rápido, a la casa de la compañerita… Saliendo, seguro, vestido con sus ropas, aire de niña… En Punta Alta se cuentan aún las historias…
Memoriosas docentes jubiladas ven la multiplicación de unos igualitos, flaquitos y ágiles verseros. Yo soy Figuretti, dicen, para la foto, con sonrisa de Pirata del Caribe y unos pasos de baile copiados de los videos de Michael Jackson. Otros dicen que sería igualito al Nano Serrat o a Begnini, el actor italiano, por la peli “La vida es bella” del campo de concentración del padre con su hijo donde sutilmente se desvaloriza el terrible genocidio de los nazis.
La corriente psi de las Constelaciones Familiares explica la importancia del árbol genealógico para comprender esa pregunta angustiante. ¿Por qué soy como soy? que desvela a l@s rar@s, marginales, de la familia. L@s étic@s y autocrític@s que tuvieran esa semillita de la duda metódica cartesiana, con la empatía de los yin que tendrán, quizás, algunos, esa atracción fatal por los opuestos y antagónicos yang. O un rechazo imposible de explicar, una antipatía visceral justamente por desconocimiento de esa otra rama de la familia. Los que eligieran esas carreras de la impotencia absoluta, las humanísticas del llanto eterno de Magdalenas frente al mar: Profesorados varios, Psicología, Asistente Social o Antropología… Para hacerse mierda, simplemente. Porque la guita la tienen los otros, los de corazón de piedra, que hablan de negocios y rentabilidades de la cosa pública.
Columnista invitada
Lucía Isabel Briones Costa
“Mi pecado fue terrible: quise llenar de estrellas el corazón de los hombres” decía el poeta… Desde los lejanos años de estudiante del profesorado en Historia en la Universidad Nacional del Sur, dediqué mi vida a la educación. En los tiempos previos a la dictadura de 1976 enseñaba en una vieja aula de la Facultad de Agronomía el bachillerato de adultos, tarea compartida con los compañeros, casi todos presos políticos después en Bahía Blanca. Cuando era rector Remus Tetu se hizo una razzia contra docentes, no docentes y estudiantes, especialmente contra los alumnos de Humanidades, Sociología y Economía. Estaba terminando mi carrera, cursando las últimas materias cuando fui detenida y puesta a disposición del PEN, el Poder Ejecutivo de la Nación, durante tres años y tres meses, hasta diciembre de 1978. Estuve en las cárceles de Villa Floresta, Olmos, Devoto y los tres últimos meses en la U20, la cárcel dentro del Hospital Borda, donde un prolijo tratamiento con drogas psiquiátricas hizo borrar totalmente mi memoria. Así me dejaron en libertad, diciéndole a mi padre: “Su hija es irrecuperable, será un vegetal hasta el día de su muerte. Que Dios les de la Santa Resignación”. Gracias a haber encontrado la ayuda adecuada pude recuperar, poco a poco, la razón perdida. Y me fui a La Pampa, donde fui docente de escuelas primarias y secundarias en la pequeña localidad de 25 de Mayo y en el Terciario de Formación Docente de Catriel, Río Negro. Recién en 1997, pude terminar mi profesorado en la Universidad del Comahue, para cuando mis compañeras de promoción de la Universidad del Sur ya estaban por jubilarse. Luego comencé la maestría en Historia Latinoamericana de los siglos XIX y XX, la cual se interrumpió cuando la Universidad no podía pagar a los docentes, varios doctores en Historia. En ese tiempo de docente rural comencé a escribir narrativa, tarea que continué al jubilarme en el bello mar de Las Grutas, en Río Negro. Seguí escribiendo con la alegría de dar un legado en su educación a mis hijas: la mayor psicóloga y la menor, maestra y profesora de Historia, ambas egresadas también de la Universidad del Comahue.