“Las Cenizas del Volcán” es un relato para ayudar a encontrar la identidad a los hijos y nietos robados en la dictadura, contado desde la historia novelada de mi familia, buceando en los ancestros y la propia identidad, sabiendo que somos como somos por las constelaciones familiares que nos precedieron.
Las Grutas, 2012
Las cenizas del volcán
Décima entrega
Si los tres meses de drogas psi me borraron absolutamente todo del bocho, dejándolo una tabula rasa, totalmente en blanco, ¿qué nos puede extrañar de los exámenes de ingreso a la universidad? Porque a mí me las dieron en una institución médica, se supone. Porque la Unidad 20 del Servicio Penitenciario Federal estaba en la cárcel de mujeres, dentro del Hospital Nacional de Neuropsiquiatría de Hombres, el Borda. Onda, ni en pedo me hubieran logrado encontrar. En esos meses a mis padres solamente les dijeron “Akí, no está. Fue trasladada”. ¿A dónde? No sé, córrase. Akí, la fila es solamente para “las subversivas”.
Fue entonces cuando papá escribió esa carta a Monseñor Zaspe, que también desapareció de mis papeles, junto con mi título secundario y el de profesora de Historia, de la Universidad del Comahue, ‘97 y parte de los certificados originales de cursos asistidos o dictados. Pero esa carta era un tesoro, por la prolija redacción de papá, con toda su angustia y a la vez cortés y firme.
Se comenta que tendría alguna doble, que andaría por allí, sin darles a las bibliotecas la parte correspondiente de los derechos de autoría que doné ante el Juzgado de Paz de San Antonio Oeste, que está pegado en su libro de actas y fotocopié varias veces para entregar a Alejandra, la bibliotecaria de Las Grutas, donde doné fotocopias de todos mis libros y a la biblio de San Antonio Oeste, donde no los llevé entonces, porque era tan horrible la vieja biblioteca, las paredes con las goteras que llegaban a los estantes, que supuse estarían mejor aquí. El bibliotecario me había mostrado lo que entonces eran solo planos. Luego la construyeron, bella, en un año. Quise, entonces, donarles la hemeroteca, con las revistas que poco a poco se van perdiendo, como la colección casi completa de “La maga” que no encuentro. O será que están en este despelote de falta de tiempo o ganas de catalogar. La cara de susto de los bibliotecarios me lo impidió. Tal vez imaginando tareas insalubres de sacudirles el polvo aumentando su trabajo. O imaginando persecutas varias de los sobrevivientes a tanto “Fahrenheit”. Entonces, mis libros de edición artesanal están en la biblioteca de Las Grutas, en la de San Antonio Oeste, y en la de 25 de Mayo, la Pampa, también. Y en varias bibliotecas donde los fui presentando: la Biblioteca de Ingeniero Jacobacci, la de Darwin, la biblioteca Rivadavia de Bahía Blanca…
Y entonces, nada más interesante que oír los cambios del Código Civil. Para evitar los papelones del casamiento dentro del tamarisco, que describí en “Rompecabezas”, en ese libro que hicimos en el taller de edición artesanal y que, en la globa de la fiesta del pueblo de San Antonio Oeste, solamente uno que no tenía un sope preguntó. Porque todos pasaban de largo. Solamente los nenes miraban los anotadores con las bellísimas pinturas libres de Facu, el nene de Marcela con aire de imaginar haciéndolos parecidos. Pasaron de largo sin preguntar por los ratonosos mágicos de Tehia que los hace meditando en los talleres de tejedoras de sueños, con su librito de la historia de mi hermano Pablito, “El ratonoso fontanero”.
En “Rompecabezas” cuento la ceremonia hermosa del casorio. Todos los chicos trepados al árbol como pájaros multicolores. Nury, la Jueza de Paz suplente de 25 de Mayo, La Pampa, leyendo las palabras rituales antes de compartir los frutos de la tierra que había llevado. Papá dirigió una hermosa meditación del Padre Nuestro…
Pedí la licencia de casamiento en el Terciario de Catriel… Y me banqué el papelón cuando su ex lo llamó por teléfono, que eso es bigamia, hay que anular todo. Porque él me había dicho que estaba separado por el artículo no sé cuánto bis. La Jueza titular rompió la hoja del libro.
-¡Cómo!- le dije. -Si mi abuelo era Juez de Paz de Concordia y es documento público…-.
Me miró impertérrita con el aire de kién manda akí. Desde entonces cuando me preguntan estado civil, contesto tarareando:
-Como en el tema de Leo Dan, ¿recuerda? “Porque yo no estoy ni comprometida, ni casada ni nada…
Ignoraba, entonces, que la mayoría de los hombres son polígamos y bisexuales, milenariamente. Y las incautas hemos sido, históricamente, las mujeres.
-Está en los genes- me dijo un artesano con tono caribeño y aire sabiduría de programas de la tele y tan parecido al ex de mi hermana que por supu cree que son solo delirios.
Porque el tema de Fontanarrosa me desveló mucho tiempo. Una vez lo atribuí a su texto de la Feria del Libro. Magnífica crítica, agudísima, a la tediosa tarea de firmar libros de quiénes le decían, con ignorancia total, “¿Me dibuja una Mafalda?” Otro, aire dubitativo: “A mí me dijeron que este libro era una porquería, pero, me lo firma, así, al menos…”.
Cansado, tal vez, decidiera borrarse de semejante tarea insalubre. Y quedar en el anonimato de NN. Por su discurso ante la Academia de la Lengua Española: “Para qué seguir con las haches rupestres, ¿para torturar a los niños…?” Debe haber recibido un aluvión de críticas.
O la lupa de los cordobeses atrás de su filiación. ¿Cordobés o rosarino? Peor que el aerosol de los futboleros, siguiendo cada texto, con estudios de estilística comparada de varias universidades nacionales, provinciales, públicas y privadas si la estatua a Fontanarrosa tendría que estar en El Bar El Cairo de Rosario, como la de Pessoa, el poeta lusitano de las múltiples personalidades, sentado a una mesita. O en la Córdoba de La Hortensia. En el año de Rosario, obviamente, el día de la bandera, delante de miles de cámaras del mundo, con la bandera más larga del mundo… Allí, la noticia… El autor del Inodoro Pereyra es…
Porque ya se sabe, se discute un tema cuando el problema es otro. Años de censura explícita en la dictadura y autocensura en la democracia no son fáciles de cambiar.
Y ahora, el problema es si la nafta para los porteños que no tienen absolutamente un solo pozo de petróleo va a costar lo mismo que en la provincia que si lo tiene. Lo peor es que tampoco tienen el viento patagónico para energía eólica ni los techos con pantallas solares que en las provincias norteñas ya están en sacrificadas escuelas técnicas. Queda únicamente el biogás, el “mierdómetro” como lo bautizaron sus detractores. Algunos vecinos intentan proponer transformar las cloacas a cielo abierto en ese aparato que se haría, como en el Tigre, con un viejo tubo enterrado de supergas, donde iría a parar todo lo del baño y saldría un gas medio oloroso, dicen algunos que lo intentaron.
Peores son las explosiones para sacar el gas del yacimiento Vaca Muerta, carísimo y cuyas explosiones, verticales y horizontales desatarían terremotos en las zonas sísmicas, justamente para que la reconstrucción de las viviendas a cargo de SS House, permitan un rentable negoción para la empresa constructora medio alicaída, que multiplica sus calculitos de números para exportar el gas.
Porque resulta que los ecologistas están en Buenos Aires, donde no hay gas y ya suponen que se lo cobrarán a valor exportación. Porque, obviamente, el precio será al valor del que ahora importamos de Qattar donde están los primos de Figuretti haciendo numeritos.
-Lo exportamos allá y luego lo importamos al tanto por ciento-. Mientras avanzamos con los palacetes de la isla artificial, allá…
No son tantos los negocios inmobiliarios que muestran los diarios provincianos y que leen pocos.
Porque con el debate del petróleo se impulsó la energía atómica… De Atucha 2 y esa planta atómica tan cerca de Tecnópolis, cerca de la capital, donde las historias del reactor nuclear japonés son sutilmente borradas de todos lados.
-Akí todo está genial- afirma Figuretti. -Los japoneses son unos exagerados y los alemanes, alarmistas. Lo de Chernobil fue únicamente para hundir a los rusos. Akí, todo está fríamente controlado con las medidas de seguridad exigidas…-.
Espantados de imaginar algún negociado en materiales de cuarta, cobrados 275% por encima, con unos técnicos que lo planificaron según ingenieros truchos, con títulos comprados a esa universidad privada para el pibe que en la secundaria en Matemáticas apenas raspaba el 4 (cuatro).
En la familia pasó. El tío Barón León Barreto había egresado de la Universidad de Córdoba luego de la Revolución Libertadora. Cuando a los peronistas como papá les rompían los planos de su carrera de Arquitectura, sin mirarlos, siquiera, por su cargo de Secretario de Vivienda en la Gobernación de Córdoba en la segunda presidencia de Perón y era ayudante alumno de “Trigonometría del Espacio” de la Facultad de Arquitectura.
-Tu tío Barón, en cambio, solamente recorría las peñas-. La desperonización de la universidad, entonces, llevó a dar sus títulos a los del palo, únicamente. -Tu tío Luis Ramiro Costa,-contaba papá- en cambio, siempre fue un muchacho estudioso. Como todos los hermanos de tu pobre madre…-.
Resulta que mamá había querido estudiar Medicina y en la familia le dijeron que no era una carrera de señoritas, que a las estudiantes se las pasaban todos los médicos y los compañeros porque la primera materia que iban a aprobar era Anatomía. El abuelo Horacio Costa que era Juez de Paz en Concordia, un cargo gubernamental y tal vez sentiría que perjudicaría su reputación. En cambio, su madre, Isabel Rivero, la imaginaba científica como su hermana Helena, la dentista y Doctora en Mineralogía. Siempre siguió leyendo apasionadamente artículos de ciencia que compartía en sus conversaciones con nosotros.
-…tu tío Ramiro había logrado un puesto en Hidráulica, Córdoba, con su orgullo de ingeniero recién recibido. Vaya a saber por qué le dio la responsabilidad de ese puente a su primo Barón, el alegre ingeniero, un tiro al aire-, contaban los aburridos tíos.
-Sabés, hija, que los puentes se inician en ambas orillas y tienen que juntarse al medio. Cuando estaba todo preparado para la inauguración, resulta que eran dos paralelas que ya sabés, hija, jamás se juntan. Hubo que dinamitar esa obra pública y así, también, terminó la brillante carrera de tu tío Ramiro, tan decente-.
Porque las dudas más espantosas surgieron con el ex alumnito de la escuela que me contara que ya era ingeniero industrial. ¿A tan sólo tres años de una secundaria flojísima?
-Pero ¿dónde estudiaste?- le pregunté, recordando que en la Universidad del Sur y más aún en la Universidad Tecnológica de Bahía Blanca era terriblemente difícil y larga, antes, en mi época, esa carrera.
Mencionó una de esas nuevas universidades privadas que florecieron por la Ley Federal de Educación donde depende cuánto se garpa, tantos egresados salen.
Las historias de las plantas atómicas criollas, luego de esa fuga radioactiva en Japón, siempre tan absolutamente meticulosos que algunos suponen un problemita con sus vecinos continentales que simplemente habrían querido borrar la competencia cercana. ¿Y en Argentina se usará energía nuclear? ¿Con mayores controles que en Japón? Algunos dicen que es la Operación Final contra Macri, su vecino, vendetta por no haber dejado poner a Tecnópolis… Otros aseguran que es contra el gobernador bonaerense solamente para el finish de La Matanza, siempre tan quilombera.
Pero la política europea se resuelve en la Copa y el destino del Barcelona, que definía frente a los ingleses lo que perdieran frente al Real Madrid. Era a la hora en que estaba en la Universidad del Comahue de San Antonio Oeste, intentando entender cómo usar la compu para editar mis libros artesanalmente. Cuando hace añares en una Feria del Libro Pampeano una editorial me cobraba más o menos el equivalente a una computadora y una multifunción, dije NONES. Lo hago por mi cuenta y doy trabajo a otros. Ignoraba que son tareas que exigen saberes ignotos. No están esos viejos sabios que explicaban: -Pero si es tan fácil… solamente hay que…-.
Como Vícktor Frankl, solo quería escribir un único libro, una sola historia, la saga familiar que explicaría por qué somos como somos, para poder encontrar a los HIJOS y NIETOS que la dictadura hizo desaparecer. Según la psicología de las Constelaciones Familiares en el árbol genealógico está ese secreto, la conjunción de lo genético más lo adquirido según el medio familiar en el contexto histórico. LAS HISTORIAS SILENCIADAS, NO ASUMIDAS, SE REPITEN… “HACER CONSCIENTE LO INCONSCIENTE”, diría el Viejo Freud.
Cuando por tercera vez unos raros virus infectaron la compu y arreglarla me salía otra vez más cara que una nueva, me dije, evidentemente es una tarea imposible casi…
Y regresé al viejo método del manuscrito. A la madrugada, a “La hora del lobo”, según la peli de Bergman, escribía lo que se me iba ocurriendo, primero en mensajitos de mi viejo celu. Luego corregía, con la birome paper mate que es como un lapicito, porque permite borrar los errores. Y me afanaron el teléfono, vieja reliquia que se había salvado solamente por ser una antigualla… Cuando pedí a Movistar un nuevo chip, el celu era diferente, letras minúsculas… Ya no era lo mismo.
Ya había perdido todas las novelas en esas compus. Eso del back up vaya a saber cómo hacerlo. Y también se fue esa alegre y entusiasta onda, esperanzada, de mi novela “La gran ola”, por el viejito pintor Hokusai que había perdido todo. Y siguió pintando, diseñando esa, su única gran obra, cuyos bocetos vi en el canal de arte.
Mi tesis, escrita en las novelas totalmente perdidas en el ciber espacio era la infame conspiración contra la Argentina de los centros del poder mundial. ¿Qué otro sitio del planeta había dado al mundo dos grandes ídolos mundiales como Evita o el Che? Solo Rusia, la trilogía de Lenin, Stalin y Trotski. En China, Mao; en la India, el Mahatma Gandhi; en EEUU, Kennedy… Digo esos líderes carismáticos que generan amores y odios viscerales, que mueven multitudes. Perón fue tres veces presidente. Pero la ópera rock fue Evita. Fidel sigue vivo o no. Pero las remeras son del Che.
Entonces hubo esa siniestra conspiración de hacer desaparecer absolutamente todos los que pudieran ser como ellos. Uno a uno los hicieron desaparecer… En la dictadura, Malvinas, Embajada de Israel y AMIA, Río Tercero, Cromagnon, en las muertes infames de madres por violencia familiar, de nenes con el filicidio atroz de la miseria. En gatillo fácil, en muertes por unas zapatillas de peleas entre patotas del paco.
Pero fundamentalmente en la desaparición de esa Argentina, la de antes. La de Mafalda y los nenes caminando piolas en la calle, con parejas de viejitos que también iban tranqui. Viajes en su autito a las vacaciones, su depto con plantitas.
¿Por qué? DESAPARECIERON LA EDUCACION y SALUD PUBLICA que tuvimos, entonces, cuando en la presidencia de Illia el presupuesto era del 20 o 25 % para salud y otro tanto para educación que planteaba la UNESCO. Tan lejos del mísere nobis 6% para educación y menos para salud actual.
Columnista invitada
Lucía Isabel Briones Costa
“Mi pecado fue terrible: quise llenar de estrellas el corazón de los hombres” decía el poeta… Desde los lejanos años de estudiante del profesorado en Historia en la Universidad Nacional del Sur, dediqué mi vida a la educación. En los tiempos previos a la dictadura de 1976 enseñaba en una vieja aula de la Facultad de Agronomía el bachillerato de adultos, tarea compartida con los compañeros, casi todos presos políticos después en Bahía Blanca. Cuando era rector Remus Tetu se hizo una razzia contra docentes, no docentes y estudiantes, especialmente contra los alumnos de Humanidades, Sociología y Economía. Estaba terminando mi carrera, cursando las últimas materias cuando fui detenida y puesta a disposición del PEN, el Poder Ejecutivo de la Nación, durante tres años y tres meses, hasta diciembre de 1978. Estuve en las cárceles de Villa Floresta, Olmos, Devoto y los tres últimos meses en la U20, la cárcel dentro del Hospital Borda, donde un prolijo tratamiento con drogas psiquiátricas hizo borrar totalmente mi memoria. Así me dejaron en libertad, diciéndole a mi padre: “Su hija es irrecuperable, será un vegetal hasta el día de su muerte. Que Dios les de la Santa Resignación”. Gracias a haber encontrado la ayuda adecuada pude recuperar, poco a poco, la razón perdida. Y me fui a La Pampa, donde fui docente de escuelas primarias y secundarias en la pequeña localidad de 25 de Mayo y en el Terciario de Formación Docente de Catriel, Río Negro. Recién en 1997, pude terminar mi profesorado en la Universidad del Comahue, para cuando mis compañeras de promoción de la Universidad del Sur ya estaban por jubilarse. Luego comencé la maestría en Historia Latinoamericana de los siglos XIX y XX, la cual se interrumpió cuando la Universidad no podía pagar a los docentes, varios doctores en Historia. En ese tiempo de docente rural comencé a escribir narrativa, tarea que continué al jubilarme en el bello mar de Las Grutas, en Río Negro. Seguí escribiendo con la alegría de dar un legado en su educación a mis hijas: la mayor psicóloga y la menor, maestra y profesora de Historia, ambas egresadas también de la Universidad del Comahue.