El Gaucho Martín Fierro
Parte 1
Siempre pensé que por algún motivo, a medida que pasaba el furor de su lanzamiento, nos fueron ocultando esta obra de José Hernández. Para poder descubrir de qué se trata, y teniendo en cuenta que los acultadores son los mismos que ejercen el Poder real en la Argentina, vamos a recorrer juntos el camino de su existencia.
Hallaremos entonces múltiples pistas de porqué somos como somos, nuestro modo de expresarnos, los proyectos, los yerros y los sueños. He aquí un tesoro para examinar la argentinidad desde sus albores, lo que también convierte a esta serie de publicaciones en algo apasionante. Vamos a saber más de nuestro país.
Somos lo que hicieron de nosotros, el bagaje cultural que nos ubica en un tiempo histórico y una construcción geopolítica determinada. Nos encontramos con “el ser nacional”, terminología de la derecha recalcitrante y fascista, cuando observamos hasta cómo nos expresamos. La cultura, tiene mucho para decirnos.
I
Aquí me pongo a cantar
al compás de la vigüela,
que el hombre que lo desvela
una pena estrordinaria,
como la ave solitaria
con el cantar se consuela.
Pido a los santos del cielo
que ayuden mi pensamiento:
les pido en este momento
que voy a cantar mi historia
me refresquen la memoria
y aclaren mi entendimiento.
Vengan santos milagrosos,
vengan todos en mi ayuda,
que la lengua se me añuda
y se me turba la vista;
pido a mi Dios que me asista
en una ocasión tan ruda.
Yo he visto muchos cantores,
con famas bien otenidas
y que después de alquiridas
no las quieren sustentar:
parece que sin largar
se cansaron en partidas.
Mas ande otro criollo pasa
Martín Fierro ha de pasar;
nada lo hace recular,
ni las fantasmas lo espantan,
y dende que todos cantan
yo también quiero cantar.
Cantando me he de morir,
cantando me han de enterrar,
y cantando he de llegar
al pie del Eterno Padre;
dende el vientre de mi madre
vine a este mundo a cantar.
Que no se trabe mi lengua
ni me falte la palabra;
el cantar mi gloria labra
y, poniéndome a cantar,
cantando me han de encontrar
aunque la tierra se abra.
Me siento en el plan de un bajo
a cantar un argumento;
como si soplara el viento
hago tiritar los pastos.
Con oros, copas y bastos
juega allí mi pensamiento.
Yo no soy cantor letrao
mas si me pongo a cantar
no tengo cuándo acabar
y me envejezco cantando:
las coplas me van brotando
como agua de manantial.
Con la guitarra en la mano
ni las moscas se me arriman;
naides me pone el pie encima,
y, cuando el pecho se entona,
hago gemir a la prima
y llorar a la bordona.
Yo soy toro en mi rodeo
y torazo en rodeo ajeno;
siempre me tuve por güeno
y si me quieren probar
salgan otros a cantar
y veremos quien es menos.
No me hago al lao de la güeya
aunque vengan degollando;
con los blandos yo soy blando
y soy duro con los duros,
y ninguno en un apuro
me ha visto andar tutubiando.
En el peligro ¡qué Cristos!
el corazón se me enancha,
pues toda la tierra es cancha,
y de esto naides se asombre;
el que se tiene por hombre
donde quiera hace pata ancha.
Soy gaucho, y entiéndalo
como mi lengua lo esplica:
para mí la tierra es chica
y pudiera ser mayor;
ni la víbora me pica
ni quema mi frente el sol.
Nací como nace el peje
en el fondo de la mar;
naides me puede quitar
aquéllo que Dios me dio:
lo que al mundo truje yo
del mundo lo he de llevar.
(continuará)
Biografía de José Hernández
por su hermano, Rafael Hernández
“El Concejo Municipal sancionó este nombre con exclusión de mi voto, por razones claras de comprender. Pero si en el seno de una corporación oficial, tratándose de una resolución destinada a honrar la memoria de mi hermano, me abstuve de tomar parte, no he creído deber persistir en este folleto, retrayéndome de narrar la vida del hombre que más he amado en este mundo, si se me permite emplear las propias palabras del señor Nemesio Vicuña Mackena, refiriéndose a su ilustre hermano Benjamín, en circunstancias parecidas a las mías.
“Y al hacerlo así, siguiendo en ello el ejemplo que en Europa y en América me ofrecen ilustres escritores respecto a sus deudos más inmediatos, entre los cuales, guardando legítimas distancias, puedo recordar al patriota Manuel Moreno en la publicación de la vida y memorias de su esclarecido hermano don Mariano, solo cuidaré de no apartarme ni un ápice de la verdad, acallar mis sentimientos fraternales, sustraer la pluma a todo apasionamiento y librar al juicio público la apreciación de los hechos que ligeramente narraré. Con esta salvedad, que espero sea justamente apreciada, doy comienzo a este trabajo.
“José Hernández, popularmente conocido por Martín Fierro, pues como decía él mismo, era ese un hijo que había dado nombre a su padre, nació en Buenos Aires el 10 de noviembre de 1834, descendiendo por línea paterna de distinguido abolengo español y por la materna de tronco americano formado en 1769 por una hija del emigrado irlandés O’Doggan nacida en el país, unida en matrimonio con el francés Pueyrredón.
“Esta es la familia de patricios de donde salió don Juan Martín Pueyrredón, el primero que acaudilló la caballería gaucha iniciándola en la pelea, en el «Caserío de Pedriel» (hoy chacra Pueyrredón, en el partido San Martín) contra el general inglés Berresford y llegó a General y Director Supremo de las Provincias Unidas, compartiendo con San Martín la empresa colosal de la campaña de Chile. Tres hermanos más de don Juan Martín llamados José Cipriano (abuelo de Hernández), Diego y Juan Andrés Pueyrredón, actuaron con él y se distinguieron en la Reconquista y Defensa de Buenos Aires en 1806 y 1807.
“Fueron sus tíos (por línea materna) el coronel de la Independencia, oficial de Granaderos a caballo, Manuel Alejandro Pueyrredón, que tenía diez y siete cicatrices en el cuerpo, escribió sus memorias militares y murió en el Rosario; don Diego Pueyrredón que murió joven en la batalla de Ciudadela, y don Fortunato Pueyrredón que cayó prisionero de los españoles en la misma y cargado de grillos y cadenas murió a los seis años en las horribles crujías de Casas Matas en el Callao; aquellos antros más horrendos que Los Plomos, de Venecia, donde la amorosa madre patria arrullaba a sus altivos hijos de la América.
“De la misma familia derivan también las de Itoirte, Leloir, Albarellos, Sáenz Valiente, doctor Eduardo Costa, poetisa Josefina Pelliza, doctor Liliedal, doctor Larroque, don Goyo Torres, coronel Emilio Castro y más de 300 productos existentes, de aquel robusto árbol, en distinguidos apellidos del país.
“Por la línea paterna era sobrino de los coroneles de la Independencia Eugenio, y Juan José Hernández, que el año 1831 plantó el primer campamento cristiano en Choele-Choel, ostentaba los cordones de Ituzaingó y murió mandando las infanterías de Rosas en Caseros.
“Su bisabuelo, del tronco femenino, y sus tío-abuelos, Caamaño y San Martín, no tenían rivales como los más ostentosos y genuinos hombres de campo, fuertes hacendados del Baradero, donde aun existen restos que mantienen ambos apellidos.
“Educose Hernández en el colegio del señor Pedro Sánchez (que vive aún), muy acreditado en su época, distinguiéndose por su percepción rápida y prodigiosa memoria. Desde niño fue inclinado a la poesía, mas sus afanes escolares le produjeron una afección pectoral que le obligó a salir al campo, donde en alta escala trabajaba su señor padre, gozando de renombre en el paisanaje Surero, por sus grandes empresas en volteadas de haciendas alzadas de los campos de don Felipe Piñeyro, Calixto Moujan, Pedro Vela, Escribano, Casares, Alzaga, Llavallol, etc., de donde enviaba decenas de miles para los saladeros de Cambaceres, de Panthou y otros.
“Allá, en «Camarones» y en «Laguna de los Padres» se hizo gaucho, aprendió a jinetear, tomó parte en varios entreveros, rechazando malones de los indios Pampas, asistió a las volteadas y presenció aquellos grandes trabajos que su padre ejecutaba, y de que hoy no se tiene idea. Esta es la base de los profundos conocimientos de la vida gaucha y su amor al paisano que desplegó en todos sus actos. Ved ahí, por ambas líneas, el génesis patriótico y gauchesco fundido en Martín Fierro”.
(continuará)