“Las Cenizas del Volcán” es un relato para ayudar a encontrar la identidad a los hijos y nietos robados en la dictadura, contado desde la historia novelada de mi familia, buceando en los ancestros y la propia identidad, sabiendo que somos como somos por las constelaciones familiares que nos precedieron.
Las Grutas, 2012
Las cenizas del volcán
Decimotercera entrega
Sigamos con los tiempos de estudiante. A fines del año ‘70 me quedé cursando sola. Esto fue luego de la quiebra de FYA, Forestal y Agroindustrial de Donado 22, Bahía Blanca, la empresa donde papá fue el presidente hasta la fuga del contador Navarro, cuando él huyó con la guita y con los libros de la empresa, que era una más de las que se había sembrado en el país con los créditos fantasmas del IFONA, el Instituto Forestal Nacional, donde estarían los prolegómenos de “Papel Prensa” desde antes de la dictadura.
Cada uno de los socios de papá tenía algo del aire de mafioso de “El Padrino”. Papá tuvo empresas forestales en Mercedes, Corrientes, con la “Forestal Los Lobos”; Choele Choel y Río Colorado, en Río Negro; la Rioja y Mendoza. Y en alguna de las islas de El Tigre, como la que describiera el libro “La isla” de Verbitsky donde ubicaron a los 33 presos políticos de la ESMA cuando se jugó el Mundial ’78. No pude encontrar información sobre quiénes fueron y dónde están. Porque los supuse en sus cargos políticos protegidos por los fueros, en el carrerón de Figuretti. Y vaya a saber dónde más habrán estado esas estafas al Estado, donde habría lugar para tantos SIN TIERRA Y SIN TECHO. Donde nadie quiere ir, totalmente aislados de la civilización.
Así fue nuestra odisea en la “Cooperativa ÑACU MAPU”, en el ranchón de 25 de Mayo Viejo, la Pampa. Allí estaba la imagen de la virgencita de Itatí, en un viejo almanaque que miraba con angustia cuando me preguntaba por qué, cómo era posible que de tantos posibles padres hubiera sido justamente…
Papá siempre decía que para hacer papel de diario había que forestar álamos, porque son de crecimiento rápido. Por la heroica pueblada de Gualeguaychú luchando contra la pastera en suelo uruguayo, en sueños, sentí que la abuela me insinuaba que era imposible que la materia prima fuera del paisito.
-No hay tanta forestación. ¿Argentina proveía madera?. ¿De las islas del Tigre?.
Únicamente el lenguaje perruno podría develar el secreto, cuando Garufa, el perro asesinado por ecologista, se encontró con nuestro fiel Trotski y le contó que andaba con los cartoneros. Le dijo lo que se rumoreaba cuando Makri les quitó el tren: que les compraban a precio vil los cartones que se molían para la pasta de papel usada por la prensa. Que ese era uno de los grandes negociones de la familia Makri, el operativo retorno de la guita. Luego vendían a valor oro las grandes bobinas de papel para algunos de los grandes diarios. Que la pastera se había ubicado en Uruguay porque era un paraíso fiscal, con las cuentas bancarias top secret donde los argentos tenían no sólo sus mansiones en Punta del Este y sus playas La Brava y La Mansa sino la guiyubi en los bancos. Garufa le contó al Trotski que los explotados trabajadores bancarios le habían indicado en sueños: que sólo unificando toda la documentación en ese código único de los nuevos pasaportes, podríamos tener en toda América la guita para los SIN TIERRA Y SIN TECHO. Pero teníamos que repartirlo también con los países hermanos. El 33%, por cábala, número primo, la edad de Cristo, dijeron algunos creyentes y otros cabuleros apoyaron…
Sigamos con las viejas historias de la universidad, cuando estudiaba con los libros de la biblioteca y todos los días le cambiaba el cartoncito a los zapatos, que tenían un agujero de tanto caminar. ¿Y para comer? un día pan con picadillo y al otro día pan con tomate. Hasta que pude lograr la beca de la universidad, el subsidio, al valor de un plan de hoy, que nos exigía aprobar el 75% de las materias anuales con promedio mínimo de siete. Luego vino la casa en el Barrio Universitario y la comida decente del Comedor Universitario.
Estaba escuchando a Fernando Bravo en su programa de radio Continental del 9 de julio de 2012. Una voz, inconfundible. Parecía la del Tico o Nico, el nicaragüense de la Universidad del Sur, de quien todos decían era de los servicios de la CIA cuando se me pegó en aquel entonces. Estaba con su hija, contando cómo asesinaron a Facundo Cabral. Decía que él estaba detrás suyo, hablándole a la oreja. Las imágenes más siniestras surgieron entonces…
-Queremos tanto de guita o chau, querido. Porque organizar los recitales no es gratarola. Se sentía la onda amenazadora de los “contras”. Hasta que Osvaldo Wehbe bajó los decibeles:
-Sos Percy Llanos… ¿Te acordás? Para nosotros en la 8.30, Radio Universidad Córdoba, eras como el peruano Hugo Guerrero Marthineitz, para los que empezamos allí en deporte.
Asomaron ideas de aprietes mafiosos a los músicos.
Luego, en el programa de María O’Donnell, una voz calma contaba de un nuevo sitio para bajar programas de música, totalmente gratis. Y seguramente por esos programas, ciertos padres garparían la guita a sus hijos, sembrados por el mundo. Porque los comentarios chusmetas dicen que las fans se regalan, dijo una angustiada madre legal, preocupada por los aprietes al nene, cuando el drepa ni un sope le pasa desde la separación. Da vueltas los bolsillos y sólo le pregunta a uno: -¿Tenés algo para darle?-.
Pero a la noche, el recital de Facundo Cabral con Cortéz, tenía en las ondas sus mensajes… Viviría, aún, como muerto en vida, un zombie. Y algunas compañías de música se quedarían con la guita de tantos hijos de esos amores libres del gran cantor, a quien siempre he amado.
Al no estar el drepa, ¿cómo hacer el examen de ADN? Evidentemente, los que hablan no leyeron el librito de la Universidad de Quilmes: “Sexo, drogas y biología y un poco de rock and roll”, de la colección “La ciencia que no muerde pero ladra”. Los hermanos y medios hermanos tienen código genético similar. Y en el ombligo está el código genético de la madre, certeza cien por ciento. Este estudio es fundamental para evitar el afano de pibes.
Figuretti le hacía el verso a la madre y luego se quedaba con el pibe para venderlo luego, mientras se lo pasaba a una pareja que lo criara por el salario.
-El Estado se hace cargo,- comentaba con el yuppie, que tenía otra cantidad de pibes e iban en una carrera cuadrera, pelo a pelo.
Hasta que pude conseguir el subsidio de la Universidad, estuve intentando pagar arañazos la pensión que compartía con Mabel Prieto. Ella era una compañera de Historia que estudiaba la carrera por ser bailarina de danzas nativas. Noviaba entonces con el director del ballet Brandsen. Luego supe que él estuvo involucrado en un caso de asesinato. La víctima fue su pareja… y su hija estaba de testigo. Nunca supe si se trataba de Mabel Prieto.
En ese momento, el responsable de otorgar los subsidios era Bruno Pasarelli, el profesor de “Historia Moderna y Contemporánea” de la UNS.
Una noche, mientras volvía de rendir un examen de Economía, dos muchachones intentaron violarme. Ocurrió a dos cuadras del hospital. Nadie salió pese a mis gritos. Aún ignoro cómo pude escapar. Después de ese hecho traumático, logré conseguir el primer lugar en la primera casa de mujeres del Barrio Universitario, la mítica casa 14… Y entonces sí pude estudiar. Con beca, casa y comedor.
Los recuerdos surgían mientras hablaba con el gerente del banco, reclamando por mi pensión de ex presa política, y miraba sus manos, iguales a las que aparecen sosteniendo una pelota de fútbol en la tapa del libro “Área18” de Fontanarrosa. Porque el tema era el dibujo del Inodoro Pereyra al que veía casi igualito al que te jedi.
Esa asignación es un derecho, al igual que la de los ex soldados de Malvinas bonaerenses. Es un derecho que esperan aún los demás. Muchos sueñan con destinar ese dinero a fines solidarios, como la madre de la presi. Antes que vaya al agujero negro de los políticos, dirá ella. Ahora cobraríamos por el Banco Nación. Me parece genial, le digo. Pero el banco ahora es de los brasileros. ¿Cómo va a haber guita para las viviendas populares que indica la presi? Yo estaba preocupadísima por los laburantes del encuadernado artesanal de mis libros. Por suerte soy jubilada docente de La Pampa, cuyo servicio es un reloj y me envía un mes antes el día del cobro próximo. -Es mucha guita,- le explico al bancario, -cobramos no sólo los presos políticos sino también, los ex soldados de Malvinas-.
-Ellos cobran por Ansés,- me explica.
-Pero además por la provincia de Buenos Aires, porque es una ley provincial,- le digo, mientras firmo el papel donde ya estaba el aguinaldo, que aún los docentes bonaerenses esperan en cuotas. Por eso intento que sea todo legal, con transferencias bancarias si es posible, no vaya a ser que alguien piense que me quedo con esa guita, que es sagrada, porque tiene que ir al pueblo, en trabajo y estudio, como seguro harán tantos ex Malvinas.
Cuando cobré el retroactivo lo dividí con mis hijas. Una viajó a Cuba con su pareja, la otra se fue a seguir estudiando en la Universidad y a trabajar como maestra. Y yo intenté hacer libros y anotadores artesanales que no tienen salida. Me angustié. Pero es que tal vez deban ir a las bibliotecas populares. Seguiremos entonces. Deberemos hacer sobres o cajitas para embalarlos y que sigan su ruta.
Ayer, Manchita, la perraza dálmata lloraba pidiendo por sus hijitos. Parece que los dálmatas bebés andarían entre los dragones del cerro y los acusarían de todo. Cuando ya se sabe que sólo los kappos podrían ubicar dónde estaban desde las camaritas de video, metidas hasta en los cañitos que llevarían el petróleo para exportar y luego importar a valor petrodólar.
El problema es que a sus hijitos los echaron de la escuela por revoltosos y jamás hubieran llegado a los estudios contables, como me pasó a mí, que me echaron sutilmente las matemáticas de la carrera de Economía de la Universidad del Sur. Y los desesperados ignoraban las leyes de herencia del código napoleónico y que si a ellos el padre les hubiese dado su parte desde pibes, tal vez jamás hubieran estado con el frío patagónico, con el humo de las gomas pegado a sus pulmones para que se fueran de este mundo antes de tiempo.
Columnista invitada
Lucía Isabel Briones Costa
“Mi pecado fue terrible: quise llenar de estrellas el corazón de los hombres” decía el poeta… Desde los lejanos años de estudiante del profesorado en Historia en la Universidad Nacional del Sur, dediqué mi vida a la educación. En los tiempos previos a la dictadura de 1976 enseñaba en una vieja aula de la Facultad de Agronomía el bachillerato de adultos, tarea compartida con los compañeros, casi todos presos políticos después en Bahía Blanca. Cuando era rector Remus Tetu se hizo una razzia contra docentes, no docentes y estudiantes, especialmente contra los alumnos de Humanidades, Sociología y Economía. Estaba terminando mi carrera, cursando las últimas materias cuando fui detenida y puesta a disposición del PEN, el Poder Ejecutivo de la Nación, durante tres años y tres meses, hasta diciembre de 1978. Estuve en las cárceles de Villa Floresta, Olmos, Devoto y los tres últimos meses en la U20, la cárcel dentro del Hospital Borda, donde un prolijo tratamiento con drogas psiquiátricas hizo borrar totalmente mi memoria. Así me dejaron en libertad, diciéndole a mi padre: “Su hija es irrecuperable, será un vegetal hasta el día de su muerte. Que Dios les de la Santa Resignación”. Gracias a haber encontrado la ayuda adecuada pude recuperar, poco a poco, la razón perdida. Y me fui a La Pampa, donde fui docente de escuelas primarias y secundarias en la pequeña localidad de 25 de Mayo y en el Terciario de Formación Docente de Catriel, Río Negro. Recién en 1997, pude terminar mi profesorado en la Universidad del Comahue, para cuando mis compañeras de promoción de la Universidad del Sur ya estaban por jubilarse. Luego comencé la maestría en Historia Latinoamericana de los siglos XIX y XX, la cual se interrumpió cuando la Universidad no podía pagar a los docentes, varios doctores en Historia. En ese tiempo de docente rural comencé a escribir narrativa, tarea que continué al jubilarme en el bello mar de Las Grutas, en Río Negro. Seguí escribiendo con la alegría de dar un legado en su educación a mis hijas: la mayor psicóloga y la menor, maestra y profesora de Historia, ambas egresadas también de la Universidad del Comahue.