Puro cuento, porque la realidad supera a la ficción
En una escuela secundaria de un lugar de la pampa, de cuyo nombre no quiero acordarme, ocurrió un viernes… El jueves, en la clase anterior, habíamos pasado la película “La Noche de los Lápices”. Otra época, otra historia, la misma edad de los chicos, adolescentes secundarios.
Un tropel de recuerdos se encabrita en mi vientre. La Patito y sus quince años, sobreviviente de esa represión, su voz ceceosa de niña aún, el pelo cobre y una terrible tristeza en la mirada.
Aún tengo guardado uno de sus dibujos de niña, flor cortada ates de antes de perfumar.
Habíamos quedado en hacer un debate luego de la proyección. Solo un largo silencio. Algunos se retiraron antes de terminar.
-Permiso, nos vamos.
-Sí, vayan nomás.
Tocó el timbre del recreo y el otro timbre de cambio de hora. Pero la mayoría siguió en el más absoluto de los silencios hasta terminar la proyección. Muchos teníamos lágrimas. Todos callados nos retiramos de la escuela.
Rascovsky en “Filium” explicaba: “el filicidio es una actitud, una conducta de la sociedad toda que mata a sus propios hijos”.
En la mejor edad, en plena juventud, padeció la represión de la dictadura. Una generación siguiente envió a sus adolescentes conscriptos a otra guerra, absurda, en las Malvinas.
¿Hasta cuándo seguiremos matando a nuestros propios hijos? ¿Hasta cuándo?
El día siguiente, viernes, tenía entonces clases en la segunda hora. Para llegar a tiempo salí a la ruta a hacer dedo a las 7,30 hs…
Primero fui al kiosco a comprar puchos. Salen tres adolescentes que no conozco (solo doy clases en los cursos altos), con sus carpetas de secundaria hablan y cada palabra tiene el inconfundible olor a la mariguana.
Al momento surgen tantos recuerdos… dicen que los olores traen olvidados momentos. Ese olor saca, solito, inconsciente, tantas cosas… La primera vez que sentí olor a mariguana era de esos amigos, los primeros artesanos que conocí. Hace ya años. Me enseñaron a trabajar el cuero. Una amiga enhebraba mostacillas en esos colores bellísimos, todos trabajados, entonces se usaban.
En esa época yo ni siquiera fumaba cigarrillos. Y los vi con las barbas y los pelos larguísimos, cómo armaban muy rápido con gran sapiencia sus cigarros.
-Nos vamos a la Cofradía de la Flor Solar- contaba uno. Es una comunidad, pero en serio. Todo se comparte. Lo de uno es de todos. Su esposa tenía un bebé y esperaba otro.
-Vivimos de lo que producimos. No le pedimos nada a esta sociedad de mierda.
Un día estaba comiendo en el comedor universitario cuando vino una flaca embarazada con un bebé a upa. Terriblemente delgada.
-¿Puedo comer con vos?
-Por supuesto.
Desesperada comía y comía todo. El chiquito tomaba la sopa con ansias. Se podía repetir. Me levanté y fui a buscar otro tazón de sopa.
-¿No se iban a ir a la comunidad?
-Se fue al Bolsón-. No dijo más. Devoraba hambrienta.
Deje de verlos. Ella vino unos días más al comedor. Después no supe qué fue de su vida.
Los chicos de la secundaria salieron del kiosco y los vi sin querer verlos. No los conozco. Pero tampoco quiero recordar alguno de ellos.
Anoche escuché por la radio que se discute si el ejército intervendrá o no en la represión del narcotráfico. Que la parte de la CIA orientada al área tiene libre ingreso a la provincia norteña.
¿Otra vez servicios de inteligencia torturando jóvenes? ¿Otra vez filicidio? ¿Tienen alguna idea estos chicos de 14 o 15 años que a los únicos que reprimirán serán jóvenes o marginales? Los peces gordos del narcotráfico, inmunes.
Fui a la sala de profesores casi temblando. ¿Puedo comer algo? ¿Hablo de esto? ¿Con quién?
Corrijo trabajos prácticos casi maquinalmente.
En la segunda hora voy al curso, conocí al grupo el año pasado. También cuando se dividieron en equipos de trabajo para juntar fondos destinados al viaje de fin de año. Unos pintaron la cocina, el techo negro con aceite de autos. En las paredes revocaron primero los agujeros y pintaron luego con cal. Los recuerdo como chicos vitales, entusiastas, trabajando con ganas después de muchas horas de escuela. Otros hicieron los pozos para los postes de alambrado.
-Esto no parece tierra sino cemento-, decía uno. Pero trabajando en la siesta calurosa del mes de octubre terminaron los 50 pozos.
Entro a clase y llamo a Lalo para entregarle un trabajo práctico corregido.
-¿Cómo está el trabajo?- la pregunta sale lleno de olor a mariguana. Lo miro y no puedo creerlo.
Lalo, el adolescente flaco y simpático, indisciplinado pero leal. El que habla y es un chiste tras otro, mejor que cualquier humorista de los que trabajan en los medios de incomunicación de masas.
-Lalo, tu trabajo está excelente-.
-Toda la noche estuve buscando en los libros. Me quedé casi sin pestañas-.
Cada palabra sale entremezclada con el inconfundible olor a perfume de Pachuli. Me encantan todos los sahumerios menos ese. Recuerdo la feria, cuando se prendía un sahumerio, iban a fumarse.
Son adultos. Saben lo que hacen. A que se exponen. Los artesanos saben que nosotros no.
Pero “es un déjalo ser”, que hagan la suya. Nosotros hacemos la nuestra.
Antón Pirulero
cada cual atienda su juego
y el que no
una prenda tendrá
Lalo habla y cada palabra tiene perfume de pachuli. Le entrego el trabajo práctico. Va al banco y es una máquina de hacer bromas. Una tras otra. Los chicos se ríen. Los miro triste. Lalo es el vagoneta novio de la princesa. Ella es la adolescente bella, delicada, concertista. Lalo tiene el inconfundible aire de sabandija simpático.
-Es el triunfo del amor- le contaba al July.
-Viste que laburante el pibe- comenta Julio. Era el capitán de los pintores. Enseguida captaba que había que hacer y organizaba todo el trabajo de los compañeros. Rápido e incansable. Aunque las más constantes eran las pibas.
-Vamos a trabajar sobre el árbol genealógico de cada uno. Pregunten a sus padres y abuelos cómo fueron estos últimos cien años-.
-Voy a preguntarles a mis abuelos allá en el puesto, en pleno campo… ¿Cómo hago? ¿Me voy en una avioneta particular? Los chicos se ríen. Lalo está brillante.
¿Será cierto? ¿No me habré confundido? A veces una se imagina cada cosa…
-Lalo, traé tu árbol genealógico-.
-De tanto ir y venir me vas a hacer adelgazar. ¿Querés que pase por el huequito de una aguja?
Se acerca con el trabajo. Una palabra y un chiste. Y cada chiste tiene olor a mariguana. No es perfume. Es el aliento.
No sé los demás chicos. No quiero llamar a ninguno. No quiero saber si otro más…
Expongo cómo preparar el trabajo, que pregunten cómo eran las costumbres, la moda.
-¿Qué moda van a tener mis abuelos?, ¿la bombacha de campo?-.
Ya ni miro. Sé quién es.
Todos ríen. El curso es una carcajada.
¿Cómo voy a ponerle llamado de atención o amonestaciones estando fumado? ¿Estará consciente?
¿Sabrá lo que hace? Deben borrarse las censuras internas del súper yo, los límites. Es la represión de la alegría. Una clase debe ser algo serio. Para poder reír libremente y hacer bromas tienen que buscar algo libre.
-Una persona que se droga es un enfermo- decía una amiga. -La drogadicción es una enfermedad social. Es un emergente de una sociedad enferma- explican los psicólogos sociales. -Llaman la atención a la sociedad que algo pasa. Como el “algo huele mal en Dinamarca”, de Hamlet. Avisan que algo anda mal-.
Pienso en los tres chicos fumados en el kiosco. ¿Se reirán en sus clases? ¿Se darán cuenta sus profesores? ¿Habrá otros más en clase? El viernes tengo solo una hora con este curso. Que termine rápido la clase.
-Bueno chicos, vamos a organizar la clase para la próxima…-.
-No hicimos nada- se queja una alumna.
Ya lo sé. Tengo una sensación de impotencia terrible.
¿Qué hacer? Vladimir Ilich, ¿Qué hacer?
Salgo de clase. Voy a una librería a sacar unas fotocopias y a comprar un regalo para el cumpleaños de mi hija.
-Cuando tenga cajas que no le sirvan- le pido al vendedor -guárdelas para los chicos de la escuela rural. Con ellas hacemos carpetas-.
Está comprando una mamá. Me escucha y se da vuelta.
-Yo tengo muchas cosas para los chicos-.
Me habla, con los ojos muy brillantes y de la boca, en cada exhalación vahos de mariguana envuelven cada palabra.
Le contesto y me siento como en “Los invasores”, esa serie de hace años para televisión, el tipo que se da cuenta de pronto, que unos y otros son extraterrestres.
¿Sabrán sus hijos? ¿Ellos también?
Recuerdo que me contaron que estaba pasando una situación familiar difícil. ¿Por qué será que las personas con más amor son las que se destruyen?
-Cuente con todo lo que necesite para los chicos-.
¡Cuánto amor para dar! ¿Qué carencias de amor tendrá? Los cuerdos indiferentes. ¿Por qué los sensibles se destruyen? No puedo decir ni hacer nada. Hago la compra rápido y salgo.
El lunes nuevamente clases. También una hora en ese curso. Pido los trabajos prácticos.
-¿Lalo hiciste el trabajo?
Se acerca y lo entrega.
-Aquí está-, de su boca se siente nuevamente aroma a mariguana, no es tan fuerte como el otro día.
¿Habrá sido a la entrada de la escuela? Lo miro. Una compañera no quiere venir. Les pide a otros que me lo acerquen. ¿Qué le pasará? La clase bien, seria. Recuerdo Sui Generis “Lunes otra vez…”.
Todos escriben algunas preguntas. Los barulleros de siempre se destacan. Uno de los alumnos está descompuesto, tirado en el banco.
-¿No querés retirarte?
-Es que tengo una prueba en la próxima hora.
Es un chico excelente, uno de los mejores alumnos y buen compañero además, condiciones no siempre únicas.
Cuando terminó la clase lo llamé a Lalo nuevamente. ¿Será cierto?, ¿me habré engañado?
-Tenés que hacer un trabajo sobre una poesía del Bardino, que cuente cómo es la zona donde nació, que es el lugar donde viven tus abuelos.
-Para el viernes la traigo lista.
Me miró serio. Debe darse cuenta que yo me di cuenta.
El mensaje verbal y el gestual. El verbal puede callar, mentir o decir la verdad. El gestual no, es inconsciente puro. Bateson y el doble vínculo: decir una cosa en el lenguaje verbal y estar expresando otra en el gestual.
Pero dicen los hindúes que el inconsciente es todo uno. Jung hablaba por eso del inconsciente colectivo. Para los yogas es la mente universal. Todos nos comunicamos. Lalo sabe que yo sé. Que cada palabra tiene un vaho inconfundible.
-July, sabés que encontré en clase un pibe fumando mariguana-.
– ¿Y…? ¿Qué me contás a mí? ¿Yo que tengo que ver?
-¿Qué te parece que se pueda hacer?
-Yo, nada. A mí no me metás en esa. Si quiere falopearse, es asunto suyo-.
-Pero ¿qué hago yo? Es un chico buenísimo-.
-Si no hacen los viejos… Lo único que espero es que no te metás en líos. Mejor dicho que no nos metás en líos a nosotros que siempre terminamos enganchados sin comerla ni beberla. Por favor te lo ruego por estas pobres criaturas. Que no vaya a ser como el día que me hiciste llevar a ese pibe que decía que lo cagaban a golpes. Y resulta que era él quien le pegaba a la madre. Y la asistente social lo llevó a la cana que lo devolvió a la vieja. Todo igual que antes. Menos yo, que termino con un nudo en el estómago, hecho mierda y las pibas sin comer a media noche. Y la madre que te dice después que las culpables son las maestras, que su hijo es suyo. Y con toda la razón del mundo. Si lo quiere matar a golpes o no, es asunto pura y exclusivamente del pibe y su familia. Los de afuera somos de palo.
-Pero July, ¿qué hago ¿Lo dejo pasar? ¿Hablo con la Dirección? ¿Qué habrá que hacer cuando hay un chico fumando en la escuela?. No era uno solo había otros más.
-No sé nada. Ni quiero saberlo tampoco-.
Después son dos adultos, pura carcajada, toda una gran risa. Y cada risa con olor a pachuli. Miro seria y triste. Los demás ni se dan cuenta.
Sí. Es la recepción de la alegría. Los adultos son conscientes…
¿Son conscientes? Recuerdo a mi amiga. Yo le hablaba de la autodestrucción de la droga. Ella admitía que se drogaba y sabía perfectamente lo que hacía.
Un día hablé mucho sobre ese proceso de destruirse de a poco.
Al día siguiente me entregó seis carillas escritas por ella con su letra chiquitita.
Una copia de un texto de Antonin Artaud: Que el derecho de autodestruirse era uno de los derechos del hombre. Que me dejen morir como yo quiero. Que si me quiero matar con droga o alcohol es mi decisión… Que los demás respeten mi opción. Si esta es una vida de mierda, déjenme, al menos, la libertad de vivir entre tanta mierda. O elegir morir. Como yo quiero.
Recuerdo el taller organizado por Educación… Una médica, una psicóloga, un psiquiatra que trabaja en rehabilitación de drogadictos haciendo cerámica con arcilla natural.
Escuchamos los temas de moda más vendidos. Terminamos la letra de las canciones copiadas mientras oíamos el caset.
¿Qué decían?, ¿por qué es “La ciudad de la furia”? ¿Qué sentía el autor? ¿Cuál sería el mensaje para llegar tanto a los jóvenes?
Vimos un video sobre la marginación de la juventud, la falta de salida laboral, el hastío, los espacios vacíos, la incomunicación con los adultos.
Una de las asistentes al curso mostró un panorama idílico del pueblo y la escuela.
Mi visión no era compartida.
Es el cuento sufí del elefante y los ciegos: uno toca las patas…
-Es un gran templo. Tiene cuatro columnas bien sólidas.
Otro toca las orejas:
-No. Es una gran tienda de campaña, la tela es firme para enfrentar los vientos del desierto-.
Cada ciego tenía la verdad. La verdad, el elefante, es algo de cada verdad, parcial. Pero la totalidad es más que la suma de las partes dice la gestalt.
Para unos el pueblo es el paraíso. Para otros un infierno. Como en “Pueblo blanco” cantado por Serrat.
… duerme mi pueblo blanco
bajo un cielo que a la fuerza
de no ver nunca el mar
se olvidó de llorar.
Todo ha costado tanto sacrificio… Transformar un desierto en chacras que producen, todo es a fuerza de trabajo y trabajo. Y hacerse duro. Como es duro el desierto.
Falta la calidez, los mimos en la calle. En Buenos Aires, es común ver una parejita de ancianos caminar abrazados, sonrientes.
Aquí parece que todos tuviéramos espinas, hablamos de lejos, para que no nos pinchemos.
El que tiene trabajo acapara dos o tres y si puede cuatro. Y el que no tiene, que se las banque, que se joda.
Este es un pueblo de empleados públicos- comentaba uno. -Recién llegamos-. Ya sabes cuál es la idiosincrasia del empleado público: El “no te metas”. No vaya a ser que pierdas el puesto. Aquí es muy duro estar sin trabajo. Hay que hacer el trabajo. Cumplir con el laburo. Y no meterse en problemas.
Están, por supuesto, los que siempre son los mismos, están en todos los cursos, los voluntarios de todas las comisiones, cooperadoras y asociaciones.
Pero la mayoría es de casa al trabajo y de ese trabajo a otro y después, a comer y dormir para seguir trabajando al día siguiente.
Los que hacen todo a pulmón, dividiéndose para estar aquí y allá, no aceptan las críticas.
-Es muy cómodo criticar de afuera-.
-¿Pero desde donde se puede aquí?. Si no te dejan. ¿Escuchás alguna vez en la radio una polémica sobre los temas candentes de los opositores políticos?. Es una sola campana. ¿No se podría hacer un programa, al menos, aunque sea leyendo diarios?- pregunta la gente.
Escuchalo a Neustadt… No me vas a decir que no tiene una posición bien tomada y sin embargo en su programa se enfrentan directamente posiciones opuestas.Pero todo desde el poder.
Comentan unos: -¿sabés qué pasa? Que algunos se creen los dueños del pueblo. Y los demás sobramos. Nos hacen la vida imposible para que nos vayamos.
-Están en todo su derecho. Es su pueblo. Ellos lo hicieron. Me pregunto si yo tengo algún derecho de cuestionar su forma de vida. ¿Para qué querer cambiarles su pueblo? Si no me gusta, quien se tiene que ir soy yo. Y todo bien. Que siga su pueblo como es. Ya encontraré otro lugar que tenga la misma vibración de onda.
-Sabés que busqué en otros pueblos y siempre están los que quieren cambiar y los que no quieren que nada cambie. Es la vida-.
Sin dudar, salgo del aula. Hablo con una de las profesoras que hizo conmigo el taller de “Prevención de las adicciones”. Le cuento:
Un alumno de 5° vino a clase el viernes y hoy, fumado con mariguana…
Ayer leí en Página 12 un artículo sobre el tema. Te lo voy a traer para trabajar acerca de la problemática. Quiero pedir el taller que hicimos para toda la escuela secundaria, no solo algunos docentes sino todos, preceptores, alumnos, incluso padres. El conjunto de la comunidad educativa. ¿Te parece bien?
-Creo que puede ser-.
En la sala de profesores lo hablo con otra docente que hizo el taller.
-Pero me parece- aporta -que tendría que ser encarado como algo más global. Cualquier adicción, sobre todo el alcohol que es lo más común con los chicos. Pero… ¿estás segura?-.
-Estoy segura. Eso es lo que más me preocupaba. El viernes además en el kiosco, había otros chicos más chicos fumados. No los conozco, pero que entren con mariguana en la escuela es grave.
Hablo con la directora de los cursos de perfeccionamiento. Le pido que traiga ese taller.
-Pero usted ¿cómo se da cuenta?-.
¿Cómo le explico?
-¿Conoce los sahumerios?. Hay uno que se llama pachuli, igual que un perfume.
Cuando ese olor sale de la boca es mariguana.
-Debe ser como los piojos. Hay gente que mira una cabeza y no se da cuenta. Yo con solo mirar ya se. Sin ninguna duda.
Elegí hablarle en un pasillo, lejos de las preceptoras y porteras, lejos de los chicos y profesores en clase. En este pueblo las paredes oyen y todo se transforma en chusmerío.
La mina que vino a dar unos cursos sobre psicología de la adolescencia explicaba: los jóvenes tienen las ganas y la fuerza de cambiar el statu-quo. ¿Les estamos dejando espacio? ¿Los preparamos para que realmente puedan cambiarlo? No una visión idílica que hace luego que rompan o se quiebren, como nuestra generación.
¿La sociedad no sabía qué estaba pasando? Esa efervescencia de los setenta que se sentía y palpaba en las calles, las escuelas, las universidades.
Y ante el genocidio y la represión y la tortura. ¿Realmente el pueblo no sabía? O se hacía el sota y hacía como que no sabía, porque era más cómodo.
¿Qué pasa ahora con la mariguana? ¿Preparamos a los pibes para enfrentarse a la represión de la droga como la que se está gestando?
Y los que molestamos tal vez demasiado, ¿sabemos lo que nos puede pasar? Como a Pino Solanas: balazos en el cuerpo para que nos callemos ¿O que nos tiren unos sobrecitos con cualquier cosa como antes se tiraban volantes secuestrados en otro lado? O sacarnos el laburo, juntar firmas para echarnos, etc., etc.…
-Negra, yo lo único que te digo es que es tiempo de quedarse piola. Desensillar hasta que aclare. Me lo dice el de arriba. Yo sé porque te lo digo.
Salí de la escuela y me pregunté: ¿lo hablo con la mamá de la princesa, la novia de Lalo? Alguien que esté cerca, que le dé una mano. ¿Sera mejor hablarlo con ella o no?
Pienso en mi hija adolescente. Si estuviera de novia con un pibe que estuviera drogado. ¿Preferiría saberlo o ignorarlo?
Yo sé que sí. ¿Y ella? Es virginiana como yo. En una época fuimos relativamente amigas.
Después de hablar con Lalo voy a verla a la directora: -Supe lo que usted está comentando-.
Es muy grave eso. Si no tiene pruebas, únicamente se perjudica el colegio. ¿Usted se imagina el padre?
-¿Quién es?-.
-No creo sea ético mencionar quien es, porque conduce a la sanción del alumno. Hay que tratar de hacer algo, pero con toda la escuela.
Le cuento que otros chicos más chicos también. Que me preocupa la generalización como hábito más que un solo caso en particular.
-Eso no lo mencione. Si ni siquiera sabe quiénes eran…
-Habría que organizar unas mesas redondas con profesionales locales para toda la comunidad educativa, personal, alumnos, padres…
-Hablé con una docente que se encargará de organizar unas charlas. Pero muy a largo plazo, bien planificadas. Parece que habría que hablar con los padres.
-Usted no tiene ninguna prueba… Mire, si usted supiera de adolescentes con problemas de exceso de alcohol, o embarazos precoces, abuso de padres o abuelos… ¿Sabe qué puede hacer la escuela? Nada. Absolutamente nada.
-Yo solicité que vinieran los profesionales de “Educación para la salud” para dar asesoramiento en el tema.
-Deje todo en manos de la otra docente. Quiero además que cuando vaya a pasar una película, me avise con anterioridad.
-La próxima será: “La sociedad de los poetas muertos”. Luego “Gandhi”.
-No quiero que pase “La noche de los lápices” otra vez-.
-La pasé para la historia argentina contemporánea, un trabajo de retrospectiva, del presente para atrás, con las características de la vida de cada alumno y cómo se entrelazan.
-Pero esa película, no. Además, no quiero que se toque el tema de la “Educación sexual”. Otra docente lo hará-.
No hablar ni de embarazo precoz, seguro que SIDA tampoco, ni de violencia familiar tampoco. Que en “Psicología” de 4° y “Filosofía” de 5°año, veamos lo aséptico, lo que no exija un compromiso. “No te metás”.
Después de la conversación con Lalo, fue uno de los mejores alumnos, el más cumplidor. Presentó todos los trabajos prácticos, ni un problema de disciplina, al contrario, ayudaba a solucionar los de los compañeros.
Pero después vi a tantos que me hablaban tapándose la boca con la mano, lejos mío, o con un chupetín.
Otro día cuando siento el aroma, una mina lo mira y con mucha parsimonia enciende un cigarrillo negro.
Ya me siento en el pueblo de la mariguana libre, viejo sueño hippie.
Me acuerdo del flaco metalero.
-¿Te acordás cuando soñábamos un mundo sin guerra, el flower power, el poder de la flor? ¿Qué quedó de entonces, loco, qué quedó?. Esta feria… Todos de exposición para que vengan los cerdos burgueses a comprar chucherías. Y ellos quieren circo. Que les vendamos circo. Pero yo no transo más. Nos vamos. Nunca más. El flaco era re-piola, con una trencita bien prolija, los vaqueros gastadísimos pero impecables, con un montón de parches bien cosidos.
Ella era maestra y había comenzado sicología.
-Tenemos la posibilidad de ir a una chacra. Unos amigos nos prestan la tierra. Vos sabés lo que es yirar de un lado a otro, la nena durmiendo en cualquier lado.
Su nena y las nuestras tenían anillitos, pulseritas, colgantes, regalos de los artesanos con la solidaridad de los que no tienen más que su laburo. Todos para uno. Las veces que nos han hecho una colecta… Y todos tienen lo justo.
Pero es una filosofía de vida. Vivir la vida, alegres. Solidarios, vitales, entusiastas.
-Igualito que en el pueblo. Vos podés morirte sin que nadie se acerque- Julio es amargo. -¿No nos pasó, acaso?
El flaco no se fuma, toma cerveza con tanto dolor: -¿qué pasó, loco? Qué pasó con la revolución de la paz y el amor. Para terminar vendiendo chucherías a estos que solo quieren circo…Que lo paguen bien caro.
Tenía un metal de calidad. Le había incorporado unos buzios. Ella me contó que compraban unos collares en un kiosco cercano.
-¿Le gusta? Son buzios, los caracoles del Brasil. Cuando estuvimos allí…
Clase de filosofía, 5°año. Estética.
-¿Quién escribe poesía o cuentos?
Varios levantan la mano.
-¿Por qué no comentan qué sienten al escribir?
No se sueltan a compartirlo. Pruebo por otro lado.
-¿Qué hacen cuando están tristes?
Unos se acuestan a dormir. Otros toman para “divertirse”.
-Y si están tristes y toman alcohol, ¿cómo quedan después, cuando pasa el efecto?
-Mal y con gusto a resaca…- señala uno con conocimiento.
-Y si están tristes o angustiados y escriben, ¿cómo se sienten luego?
Una alumna explica: -libre, tranquila-.
-Que las cosas se ven claras- luego acota otra.
-Chicos, escriban, pinten, creen, modelen. Hagan cosas para los demás. Cuando uno se siente mal a veces mirando quien está mal… solo que uno ayudó a otro y me siento mejor yo.
-¿Y si nos juntamos a hacer música y pintar murales?- Lalo es pata en clase.
-Pero a mí no me gusta pintar- dice una alumna.
-Escribí un poema o una frase- le contesta otra.
Un día encuentro fumado a la ardillita de primaria. Es el mayor dolor de cabeza. Le pega a los compañeros, no quiere hacer nada. O tiene esas cosas hermosas de trabajar con la mayor dedicación en un collage en un pedazo de madera, juntando yuyos, pintándolo…
Cuando escribo en las madrugadas frías, que me dé toda su enseñanza de pibe de la calle.
¿Qué hacer? La terrible duda carcomiendo por dentro cuando veo ojos brillantes, el olor del fumo al hablar…
Ahora comprendo por qué lo veía siempre rodeando la escuela en horas de clase. Pero la acción individual de uno o dos docentes que nos preocupemos no hace nada frente a la indiferencia de los que no saben y el laissez faire de los que conocen y se hacen los sotas.
-¿Cómo se da cuenta?- es la única pregunta.
El por qué se llega a la alienación, qué pasa en nuestra sociedad en general y en este pequeño pueblo en particular, no interesa.
El filicidio- explicaba Rascovsky en FILIUM, la fundación para prevención del filicidio- es la actitud mítica de Saturno, el dios que se comía a sus hijos para que no lo destronaran de su puesto de rey de los dioses. Hay grandes intereses en la sociedad para que ocurra. A los 22 años comienza el envejecimiento biológico. Hasta esa edad se crece. Luego comienza el otro ciclo. ¿Nos hemos preguntado cómo en plena edad de florecimiento, los jóvenes son maduros para enviarlos a la masacre de la guerra por el servicio militar obligatorio? Los enviamos a la muerte a los 18 años. Pero no le damos la mayoría de edad sino a los 21.
¿No es una actitud filicida la violencia doméstica? No solo el maltrato físico sino el emocional. “Sos un inútil, “No servís para nada”. “Sos”, del verbo ser, las características de la esencia, lo inmutable, lo que no cambia. “Sos”, con las características de lo que siempre será así y no podrá ser diferente. Siempre inútil.
¿Cuántos alcohólicos y drogodependientes han recibido ese maltrato emocional, esa subestimación constante? ¡Llenemos el barrilito de la autoestima a nuestros niños! “Ustedes pueden”, “son capaces”.
Y démosles a nuestros jóvenes la posibilidad de demostrar que son capaces. Dejémosles puestos de trabajo. Que puedan trabajar. Démosles responsabilidad. De nosotros, los adultos, depende no ser filicidas con nuestros adolescentes…
Columnista invitada
Lucía Isabel Briones Costa
“Mi pecado fue terrible: quise llenar de estrellas el corazón de los hombres” decía el poeta… Desde los lejanos años de estudiante del profesorado en Historia en la Universidad Nacional del Sur, dediqué mi vida a la educación. En los tiempos previos a la dictadura de 1976 enseñaba en una vieja aula de la Facultad de Agronomía el bachillerato de adultos, tarea compartida con los compañeros, casi todos presos políticos después en Bahía Blanca. Cuando era rector Remus Tetu se hizo una razzia contra docentes, no docentes y estudiantes, especialmente contra los alumnos de Humanidades, Sociología y Economía. Estaba terminando mi carrera, cursando las últimas materias cuando fui detenida y puesta a disposición del PEN, el Poder Ejecutivo de la Nación, durante tres años y tres meses, hasta diciembre de 1978. Estuve en las cárceles de Villa Floresta, Olmos, Devoto y los tres últimos meses en la U20, la cárcel dentro del Hospital Borda, donde un prolijo tratamiento con drogas psiquiátricas hizo borrar totalmente mi memoria. Así me dejaron en libertad, diciéndole a mi padre: “Su hija es irrecuperable, será un vegetal hasta el día de su muerte. Que Dios les de la Santa Resignación”. Gracias a haber encontrado la ayuda adecuada pude recuperar, poco a poco, la razón perdida. Y me fui a La Pampa, donde fui docente de escuelas primarias y secundarias en la pequeña localidad de 25 de Mayo y en el Terciario de Formación Docente de Catriel, Río Negro. Recién en 1997, pude terminar mi profesorado en la Universidad del Comahue, para cuando mis compañeras de promoción de la Universidad del Sur ya estaban por jubilarse. Luego comencé la maestría en Historia Latinoamericana de los siglos XIX y XX, la cual se interrumpió cuando la Universidad no podía pagar a los docentes, varios doctores en Historia. En ese tiempo de docente rural comencé a escribir narrativa, tarea que continué al jubilarme en el bello mar de Las Grutas, en Río Negro. Seguí escribiendo con la alegría de dar un legado en su educación a mis hijas: la mayor psicóloga y la menor, maestra y profesora de Historia, ambas egresadas también de la Universidad del Comahue.