No. Nada resulta superior al destino del canto.
Ninguna fuerza abatirá tus sueños.
Porque ellos se nutren con su propia luz,
se alimentan de su propia pasión,
renacen cada día para ser.
Si, la tierra señala a sus elegidos.
El alma de la tierra, como la sombra,
sigue a los seres indicados
para traducirla en la esperanza,
la pena y la soledad.
Si tú eres el elegido,
si has sentido el reclamo de la tierra,
si comprendes su sombra,
te espera una tremenda responsabilidad.
Puede perseguirte la adversidad,
aquejarte el mal físico,
empobrecerte el medio,
desconocerte el mundo,
pueden burlarse y negarte los otros.
Pero es inútil.
Nada apagara la lumbre de tu antorcha.
Porque no es solo tuya,
es de la tierra que te ha señalado
para tu sacrificio, no para tu vanidad.
La luz que alumbra el corazón del artista.
Es una lámpara milagrosa
que el pueblo usa para encontrar la belleza
en el camino, la soledad, el miedo,
el amor y la muerte.
Si tú no crees en tu pueblo,
si no amas, ni esperas,
ni sufres ni gozas con tu pueblo,
no alcanzarás a traducirlo nunca.
Escribirás, acaso,
tu drama de hombre huraño,
solo sin soledad.
Cantarás tu extravío lejos de la grey.
Pero tu grito, será un grito
solamente tuyo,
que nadie podrá ya entender.
Si, la tierra señala a sus elegidos.
Y al llegar el final tendrán su premio,
Nadie los nombrará.
Serán lo anónimo.
Pero ninguna tumba guardará su canto.
Atahualpa Yupanqui
-Después de tanta pálida tengo necesidad de la tercera novela. El cierre, un tríptico. Algo así como una salida.
-¿Y?- el July me mira -el asunto no es tanto verso. Manos a la obra. Si no todo es parola.
-Tengo que sentirme muy bien para comenzarla.
-Eso es medio difícil. Hay que reír, bailar, cantar. La vida no es tristeza. Todo tiene que ser una danza.
-Es cierto. Fluir. No una lucha, un enfrentamiento. Fluir. Danzar.
-Antes era el hambre, el pasado, los otros. ¿Y cuándo te vas a ocupar del jardín? El jardín son tus hijas, nosotros. Después va a ser tarde.
-No sé por dónde empezar-.
-Por donde quieras. El tema es comenzar y terminar. Ustedes son muy de empezar y dejar las cosas sin acabar. Miro la casa y me doy cuenta. Cuando me fui la otra vez le dije a tu hermana: “La Negra dijo que cuando volviera iba a pintar todo lo que hacía falta del marrón color cedro. ¡A que cuando llegue estará todo en el mismo lugar, en la misma cajita!”. Y no me equivoqué. Resulta que me voy por unos días y parece el Martin Fierro, que deja el rancho, la mina, los pibes y cuando vuelve se encuentra todo abandonado, una tapera. ¿Si falto yo, todo se va a la mierda?
La necesidad de escribir brota, imperiosa, en los momentos en que mejor, no. A la noche, cuando las palabras se amontonan, solitas, una tras otra, en diálogos que se refutan con otros, mientras da fiaca prender la luz, buscar la carpeta, las hojas, la birome.
El July que se despierta, que hay que llevar a Rai a hacer pichí. O cuando las nenas me piden mamá, jugá con nosotras a la cuerda, dale.
-Bueno, mientras tomamos unos mates afuera, ¡dale!, que vos nunca estás con nosotras, o estás con el Juli, o en el trabajo o leyendo. Y mientras la pava se calienta en el fuego, en ese momento en que es imposible decirles que ahora no, que voy a escribir, las palabras salen solitas, qué le diría y entonces contestaría. Mamá está hablando sola. No. Escribo mentalmente.
-Sos una alcahueta- me dice el July- Todo lo que te cuento lo escrachás en tus escritos. Y ahora que tu hermano me contó que desde chica eras así…
-No puedo mentir. Los niños y los locos no mienten. Porque no pueden.
Leo una novela. Hace tanto que no leía… Fueron años de no tener libros; en una época, apenas diarios, dos a la semana. Yo que leía cuatro diarios cada día. Después, estudiar y estudiar.
-El mate está frio-. Para mí no hay peor cosa que los mates fríos. Anotá: “para fríos están los muertos”
Leí a Isabel Allende, “El plan infinito”. Y volví a sentir esa pasión por la novela. Me sumergí en la lectura y no pude parar de leer hasta terminar.
De chica leía y leía. Recuerdo cuando adolescente caminaba leyendo. Era ir a otro mundo, otra realidad.
Cuando leí “Mujercitas” de Luisa M. Alcott me sentí tan identificada con Jo, la escritora. Sabía que no podía ser ni una damisela elegante amante de los bailes como la mayor, ni artista como la del piano.
Todo lo miraba como desde una novela. La vida era una gran novela. A veces me pasaba estar en un momento y sentir querer vivirlo intensamente, que me quedara grabado todo, para poder luego revivirlo.
-Lo que pasa, Negra, es que vos sos una alcahueta-.
-No hago más que cantar verdades que otros callan-. -Canto tarareando “El rancho ‘e Mario”-.
-El tema es que a la gente le gusta que le hagan el verso. Le joden las verdades. Pero al fin y al cabo ¿cuál es la verdad? Cada uno tiene la suya. Su oreja del elefante, su pata del elefante. Lo que para vos es la verdad no es más que tu verdad. El otro tiene su verdad, que es solo suya.
Si no preparo yo el mate es un desastre. -¿No te gusta, acaso, el mate calentito?-.
En el laburo también las verdades joden.
-Hay que hacer como dicen los papeles. Vamos a hacer como si… ¿Están todos de acuerdo?-.
-Yo no. Si las cosas son diferentes ¿por qué no fundamentarlo? Sino nunca vamos a cambiar la burocracia. Si algo no va como está, ¿por qué no cambiarlo y solo gambetearlo?
Todos bajan la mirada, cambian de tema.
Ya entendí, me sienten la oreja los de arriba. Uno mira al otro y se toca la napia. El otro contesta con el mismo gesto.
Antes me hacía mierda la incomprensión. Algún día, cuando hagan el gesto se lo contesto, a ver qué pasa.
¿Por qué no cambiar las leyes, los decretos si la realidad los supera?
Pero los cambios de mentalidad son tan profundos que no se comprenden. Durante más de un año no escribí nada. Sentí tanta incomprensión de mis novelas. Mi libro “ANTÓN PIRULERO” fue total y absolutamente tergiversado.
Pensé que tenía que llegar a la acción.
“La idea que no se transforma en palabra es mala idea. La palabra que no se transforma en acción, es mala palabra”. Chesterton.
Durante más de un año luché por la acción. Ahora volví a la palabra. “De cada cual según su capacidad…”
Y mi acción es mi palabra. Al menos pude volver a la palabra. Durante más de un año me sentí amordazada.
-Me gustaría prestarte un libro realmente bueno. De un brasileño. ¿Lees el portugués?-.
-Algo puedo llegar a entender-.
-Es sobre la utopía. Que la utopía hay que hacerla aquí y ahora. Durante muchos años soñamos un paraíso futuro-.
Las grandes religiones hablan de él luego de la muerte. Los árabes, en pleno desierto, sueñan con el paraíso musulmán, unos jardines con las huríes, unas minas bellísimas, en medio de fuentes con agua. Los budistas. El Nirvana, la ausencia de todo deseo. Los cristianos, penar aquí para luego la paz y la felicidad más allá de la muerte.
El marxismo enseñó en La Internacional:
Arriba, los pobres del mundo
de pie, los esclavos sin pan.
La tierra, será el paraíso
de toda la Humanidad.
Pero este brasilero no habla del futuro, la utopía futura. No, la utopía aquí y ahora. Es un anarco, pero la anarquía entendida no como destrucción de lo existente sino como construcción de una sociedad posible.
-La verdad, puede ser interesante. La utopía aquí y ahora…-.
-Negra ¿y si le das tus libros para que lea?-.
-Te los doy. Pero los dos son un bajón cósmico-.
-¿De qué tratan?-.
-¿Cómo te explico? Uno, El hambre, la mishiadura, la dictadura. El otro, la alienación-.
-Leo cualquier cosa. Con eso no quiero decirte que lo tuyo sea así.-. Se ríe.
-Realmente son un bajón. El July no quiso leerlos. Tal vez el tercero, el que cierra la trilogía, la alternativa, el hacer y vivir la utopía cotidiana-.
-Y, si lo vivencian así…-.
-El tema es que creo que tengo que estar muy bien espiritualmente para escribir. Porque sería una salida-.
-¿No sería mejor entrar para luego hallar la salida?-. Y se ríe.
Tal vez me ponga nuevamente a soñar la utopía en los momentos más difíciles. Tarareo (mentalmente) en el colectivo “La Internacional”.
…la tierra será el paraíso
de toda la humanidad.
Donde vienen los proletarios
Ni esclavos ni hambre habrá…
La tierra será el paraíso
de toda la humanidad.
Ayudémonos todos
en la lucha final.
Y se alcen los pueblos con valor
por la Internacional.
Ahora, que toda la U.R.S.S. se fue disolviendo, destrozándose en un mosaico de pequeños países que pelean como lobos entre sí, siento el dolor de tantos años de millones de hombres cantando y soñando La Internacional.
Como yo sueño con la humanidad toda una en momentos en que estoy tan sola e incomprendida. ¿Cómo siempre?
Se siente el rodar de la muerte. Hoy la radio hacía un ruido terrible. Un zumbido infernal. Y el Juli se raya, putea, amenaza.
Al instante sentí. Lo juzgaron. A muerte. Lo condenaron a muerte.
Paro. Mis miedos, mi paranoia. La paranoia nos envuelve, amenazante.
Los miedos que inventamos
nos asaltan a todos
porque en el miedo estamos
juntos codo con codo.
Eladia Blázquez
Pero siento a la muerte rondar.
El día que volvimos del mar, llegábamos ya a casa y se cruzaron ladrando dos perros, uno muere bajo el auto. La primera vez que matamos a un perro.
El July empalidece.
Yo lo siento. Mal presagio.
-Sabe doña Lucia, que ya no le quedan más gallinas. Yo iba a darles de comer, pero de a poco se fueron yendo o las mataban los perros. A su perrito, El Nahuel, yo misma lo vi matar a una gallina que estaba empollando. Catorce pollitos iba a tener. Si viera qué destrozos hizo. Estaba castigado. Pero a los demás sí les di de comer-.
La abuela que siempre cuida la casa me cuenta rápido.
-Bueno, abuela, ahora me voy porque me espera el Juli. Hace dos días que venimos de viaje y maneja solo él-.
Me da la llave y lo comento en el auto:
-No hay más gallinas, dijo la abuela-.
-A mí lo único que me interesa es llegar. Y vos que te demorás, mientras aquí nos matan los bichos.
Llegamos, ya lo sabíamos. Pero enfrente de nuestra ex habitación una gallina muerta, medio desplumada es despedazada por los perros.
Un olor a muerte, nauseabundo, impregna la noche.
-Yo no tendría que haber regresado. Me lo decía El Loco. El mar me llama. ¿Para qué, si allí tenía todo? Estaba el techo, el iglú. Pero, la mar es El Loco. Él es todo. Aquí, la grela, la muerte, la suciedad que impregna, pegajosa, pringosa. Aquí está la muerte. No sé si será un accidente-.
-¿Podes creer que tengo flojo un tornillo del carburador? Cualquier día esto explota en mil pedazos. Te lo digo yo-.
O puede ser ese calzoncillo con sangre que dejó olvidado luego de bañarse. Lo dejó allí. Tal vez como un llamado.
Hace dos años estuvo a punto de morir. Sé que el amor lo sacó adelante.
-Pero vos no sos la misma. Estás totalmente negativa. Yo doy y doy. Creo, danzo, canto, amo. Pero vos me quitás todo. Si estás al lado de una persona negativa, todo el día con cara de culo ¿Cómo quedás? Y hace ocho años…-.
-Hace ocho años era distinta. Entonces yo también cantaba y bailaba-.
-Así era cuando me enamoré. Ahora solo me queda Raitri. Solo ella es mi luz y mi alegría. Solo Rai-.
“Que el sufrimiento nos cambia, ya lo sabía. Pero ignoraba que destruyese también a los demás-.
“Pensaba: irme lejos. A alguna parte donde los cambios que llevan a la simplicidad no sean el secreto de un grupo de elegidos, sino conocidos por todos; a alguna parte donde pueda pensar en mí sin angustia, sin desprecio… A alguna parte donde los desaparecidos habiten el cementerio y no el corazón y la memoria de los hombres”.
Elie Wiesel: “La noche, el alba, el día”
El miedo hace aparecer lo peor de cada uno. En algunos es la obsecuencia. Recuerdo el negocio aquel del viaje. Voy a comprar yogur y frutas. Y se adelanta rápido un tipo que le explica al vendedor, señalándose el pelo.
-¿Y dónde queda el negocio de…? ¿En qué calle? Y me mira. ¿En qué dirección? ¿Y cómo se llama? Mira al vendedor y se vuelve a tocar el mechón de pelo. Éste no cae-.
-Sí, porque yo necesito…-. Nervioso, habla rápido. Mira y me mira. Se toca la nariz varias veces.
El otro cae. Me mira, se toca la nariz otra vez. Entendida la contraseña, el viejo se va.
El vendedor ya es genuflexo.
-Señora ¿quiere?… Mire, pruebe qué ricas. Le hago precio. Son fresquísimas-.
La obsecuencia elevada a la enésima, le faltaba hacer una reverencia. Me da bronca. Pienso por qué mierda me tengo que ligar todo eso. Y pena por el pobre tipo. Pena por ser tan pequeño hombrecito.
¿Sera mejor lo del colectivo?
Regreso de noche con las nenas.
Horas de esperar cansadas las tres, el trabajo, el agotamiento, mi tristeza, el dolor, la angustia, la onda.
Subimos al colectivo las tres. Y a buscar un asiento. Que no, que este número es el mío. A otro, que está ocupado. De un lado a otro, pin pon inútil. Todos los asientos ocupados. Vaya adelante.
A lo mejor el colectivero… El colectivero tiene ayudante y éste un asiento. Dos. Uno, vacío. Le pregunto si puedo. No. Nada. Las tres paradas. Raitrai se sienta en el suelo y no toma conciencia de que en cada frenada se va para adelante.
Guadalupe se apoya en un asiento. Yo acumulo dolor y bronca.
Cuando me bajo digo:
-Que Dios se lo pague. Que le devuelva con la misma en sus hijos-.
Bajo sintiendo que estuve mal, que hay que perdonar. Que si el otro es un hijo de puta es porque así lo hicieron. Creen que soy cana. Pero ¿por qué con las nenas? ¿Por qué les endurecieron las entrañas con los chicos que nada que ver?
Estaba escribiendo una larguísima carta que pensaba mandarte con mi tercera novela. Hasta ayer.
Ayer, mientras la luna llena subía lentísima, destejía la campera que vos habías hecho, que me daba pena destejer porque era mucho trabajo hacerla, pero estaba apelmazada. Seguro que fue a lavarropas con agua caliente, pero a lo mejor era tejida con una aguja muy fina y me preguntaba ¿por qué y por qué?.
Harto ya de estar harto
Ya me cansé
De preguntarle al mundo
Por qué y por qué.
Joan Manuel Serrat
¿Por qué es malinterpretado todo hacer?
¿Por qué esta educación tan profundamente enquistada en nuestro ser?
En la nuca está localizada la paranoia. Lo siento por la mía, como una tenaza muy profunda.
Una vez leí que allí estaría localizado el cerebro rectilíneo. Lo que tenemos en común con las víboras. Esa sensación que brota de lo más inconsciente.
¿Cómo canalizar esa energía para que no destruya?
¿Cómo trabajar con la paranoia colectiva? Si las instituciones la fomentan. Si durante todos los años de la represión se institucionalizaron la represión, la tortura y el silencio.
¿Cómo lograr destrozar ese miedo mamado desde chicos?
Y ese silencio cómplice.
El profesor lo planteó muy bien la otra vez:
-A nivel de la mente surge la ansiedad. Cuando son unas preguntas tras otras, por ejemplo. A nivel del cuerpo están las tensiones. Tengo el cuello duro o está localizado en el estómago. Es lo que plantea Wilhem Reich en “Análisis del carácter”. A nivel de la acción, de lo volitivo, está el miedo. Miedo al ataque, miedo a la pérdida.
Siento miedo en el grupo, porque el miedo se siente. Es como una corriente eléctrica que recorre a viborazos a todos.
¿Qué hacer ante el miedo?
Si aún tengo mis miedos dando vueltas.
Situaciones como ésta, de rechazo frontal del grupo (a veces implícito, otras explicito), en ocasiones anteriores me llevaron a la destrucción de mí misma.
Recuerdo haber leído una vez que el miedo está ubicado en la parte más antigua del cerebro. Es el cerebro rectilíneo que nos lleva a reaccionar con el ataque o la huida.
Decían los compañeros: “El miedo paraliza”. También “El miedo no es zonzo como el coraje”.
Ahora estoy tratando de no meterme ni en mis miedos ni en los de los otros. Algo así como trascenderlos, transmutarlos. A los míos. Lo único que puedo es tratar de hacer algo. Dejarlos correr.
Cuando nadie…
Cuando nadie te crea.
Cuando nadie te escuche.
Cuando nadie recuerde
Lo que fuiste un día…
No te escondas por eso,
asómate a la vida.
Levanta tu guitarra.
Y canta y canta.
Cuando todos aquellos
que fueron tus amigos
te den vuelta la cara
porque estás por el suelo…
Si eres firme en tu sueño…
Levanta tu guitarra…
Y canta y canta.
No te entregues, canejo.
El hombre no se entrega.
El hombre no es tan solo
una hermosa palabra.
El hombre, como el fuego,
tan solo se conoce
cuando ha dejado su huella
en medio del camino.
Anda tu vida y canta.
Y no te calles nunca,
porque si no la muerte
se ha de robar el canto.
Cuando sientas que el maula
que comió de tu mesa,
que bebió de tu vino
en los días felices…
Porque hoy te ve perdido,
se niega a tu llamado.
Levanta tu guitarra.
Y canta y canta.
Cuando sientas clavar
un puñal en tu espalda.
Cuando veas matar
tú última esperanza…
No te achiques por eso.
Demuestra que eres hombre.
Levanta tu guitarra
Y canta y canta.
Horacio Guaraní
-¿Por qué no contás que no sólo tuviste en el pueblo sino también en el mío? Que para mí fue bomba individual, de un francotirador, que no ayudaba a nada-.
-Juli, vos ya sabés que aquí es muy difícil lograr que cambien las estructuras. ¿Te olvidás cuando una camioneta pisó a una nena que esperaba el colectivo en la ruta, delante de todos los maestros y alumnos?-.
-¿Y? Ya sé. ¿Qué me querés decir con eso?-.
-Que apenas llegamos a la escuela hicimos una nota, que ni siquiera la escribí yo, firmada por todos. Que sólo quedé en entregarla. Porque tenía que cambiar algo, para que no volviera a ocurrir. A la tarde me fueron buscando, una a una, las maestras. Que yo no firmo porque mi marido es de la cooperadora del hospital. Que yo no, porque si no parece que la escuela tuviera algo que ver. Que yo no, porque…-.
-Conozco la historia ¿qué tiene que ver?-.
-Que desde ese momento me dí cuenta que todos tenemos el miedo metido en las entrañas, que el miedo nos inmoviliza, que ese miedo es el que hace que no participemos. Y cada uno tiene que actuar desde lo que cree a nivel conciencia. El que quiera, se prenderá o no. Pero cada uno desde su lugar. De cada cual su capacidad, a cada cual según su necesidad-.
-Palabras, parolas. Acordate lo que dice ese aviso por la radio: “Si vas muy adelante, no podré alcanzarte. Si vas muy atrás, no podré seguirte. Ve a mi lado y serás mi amigo”-.
(continuará)
Columnista invitada
Lucía Isabel Briones Costa
“Mi pecado fue terrible: quise llenar de estrellas el corazón de los hombres” decía el poeta… Desde los lejanos años de estudiante del profesorado en Historia en la Universidad Nacional del Sur, dediqué mi vida a la educación. En los tiempos previos a la dictadura de 1976 enseñaba en una vieja aula de la Facultad de Agronomía el bachillerato de adultos, tarea compartida con los compañeros, casi todos presos políticos después en Bahía Blanca. Cuando era rector Remus Tetu se hizo una razzia contra docentes, no docentes y estudiantes, especialmente contra los alumnos de Humanidades, Sociología y Economía. Estaba terminando mi carrera, cursando las últimas materias cuando fui detenida y puesta a disposición del PEN, el Poder Ejecutivo de la Nación, durante tres años y tres meses, hasta diciembre de 1978. Estuve en las cárceles de Villa Floresta, Olmos, Devoto y los tres últimos meses en la U20, la cárcel dentro del Hospital Borda, donde un prolijo tratamiento con drogas psiquiátricas hizo borrar totalmente mi memoria. Así me dejaron en libertad, diciéndole a mi padre: “Su hija es irrecuperable, será un vegetal hasta el día de su muerte. Que Dios les de la Santa Resignación”. Gracias a haber encontrado la ayuda adecuada pude recuperar, poco a poco, la razón perdida. Y me fui a La Pampa, donde fui docente de escuelas primarias y secundarias en la pequeña localidad de 25 de Mayo y en el Terciario de Formación Docente de Catriel, Río Negro. Recién en 1997, pude terminar mi profesorado en la Universidad del Comahue, para cuando mis compañeras de promoción de la Universidad del Sur ya estaban por jubilarse. Luego comencé la maestría en Historia Latinoamericana de los siglos XIX y XX, la cual se interrumpió cuando la Universidad no podía pagar a los docentes, varios doctores en Historia. En ese tiempo de docente rural comencé a escribir narrativa, tarea que continué al jubilarme en el bello mar de Las Grutas, en Río Negro. Seguí escribiendo con la alegría de dar un legado en su educación a mis hijas: la mayor psicóloga y la menor, maestra y profesora de Historia, ambas egresadas también de la Universidad del Comahue.
(Foto: Carlos Luna)