(viene de la edición anterior)
Carta nunca enviada a los queridos compañeros desocupados
Comprendo profundamente vuestro dolor y vuestra lucha por un trabajo digno que garantice un salario y protección social.
Aunque no estoy con vosotros compartiendo vuestra huelga de hambre, nosotros también estamos viviendo el hambre y la miseria, sufriendo ahora nuestras hijas enfermedades producto de la desnutrición, con todas las secuelas que acarrea el no poder garantizar las condiciones mínimas de alimentación.
Conozco lo que se dice de vosotros. Que sois “vagos”, “flojos”, etc. Quienes lo plantean tienen uno, dos o tres salarios. Y quieren que vosotros, como aproximadamente una cuarta parte de la población de la Argentina que no tiene trabajo o está desocupado, subsista de changas.
¿Y cuando acabe la cosecha? Que los niños coman pan o tortas fritas, si es que hay… Porque fruta y verdura, no habrá hasta la nueva cosecha; leche si la da el hospital, carne si se puede cazar algo.
Esta no es la vida que merece nuestro pueblo.
¿No hay trabajo en la provincia? ¿O es que acaso con lo que gana cada gerente o personal jerárquico no se puede emplear a cinco o más desocupados? ¿No hay dinero o la riqueza está mal distribuida?
Queridos compañeros, creo que una de las luchas que debemos lograr es la solidaridad de todos los trabajadores hacia vosotros que no tenéis trabajo asegurado.
¿No sería factible lograr que cada gremio luche por formar un fondo de apoyo a los compañeros sin trabajo?
Si cada uno de los asalariados donáramos un diez por ciento de nuestro sueldo, ayudaríamos a tanta familia sin sustento.
¿Y los impuestos? ¿No se podría destinar el IVA a garantizar un salario a cada ama de casa con toda la cobertura social, salario familiar, apoyo escolar, etc.
En todo lo que pueda apoyaros, contad conmigo. Hasta la victoria en vuestra lucha que es la de cada habitante de esta tierra que sabe que la lucha es el único camino para lograr un trabajo digno con el salario que corresponde.
-July, ¿te acordás de la movilización de los desocupados? Unas doscientas personas, cortaron las rutas y todo. Fue un escándalo para este pueblo.
-¿Cómo no me voy a acordar? Si inclusive fui a una de las reuniones. Pero justo en esos días conseguí laburo allá.
-Y por eso no me llevaste la carta, que no te ibas a quemar al dope, que si yo te tenía que meter en líos a vos- recuerdo medio rencorosa porque es uno de los puntos conflictivos entre ambos.
-¿Te acordás de esa mina que estaba en la comisión de desocupados? -Él continúa con sus recuerdos.
-La verdad es que ni sé quién era, sólo recuerdo el chusmerío de la escuela -¿A que no sabés quién está en la comisión de los vagos? La empleada de… -¿Así que trabaja y está con los desocupados? ¡Cómo va a estar en la comisión! ¡Qué coraje!
Al día siguiente, en el mismo lugar, la cocina de la escuela, caja de resonancia de todos los chismes del pueblo:
-¿A que no te imaginás qué hizo la de la comisión de los vagos? Renunció al trabajo. La dejó en banda para irse con ésos. Porque dice que para ella es muy importante su lucha.
-Mirá si será piola. Ahora va a querer el seguro de desempleo, cobrar sin trabajar.
-Y después que le den salario familiar y vacaciones. -Cómo no va a haber desocupados en este pueblo, si los que trabajan renuncian para ir con esos flojos que no se arremangan para nada.
-¿Sabés qué le pasó a don Gómez cuando fue a la plaza donde estaban todos los desocupados para buscar cosechadores? ¿A que no adivinás cuántos fueron? Ellos dicen que son doscientos, ¿no? Bueno, al primer día fueron dos y al día siguiente ninguno.
-No, porque ellos quieren trabajo fijo, cobertura social, vacaciones.
-Pero también contá lo que pasó después. Esa movilización que salió incluso en los diarios y todo-dice pasándome el mate.
-¡Cómo lograron quebrarla…!- le comento.
-Sí. Vinieron los altos funcionarios de la capital de la provincia, les prometieron a todos un subsidio hasta que consiguieran trabajo.
-Y después se lo dieron sólo a los que hicieron la huelga de hambre, unos cinco. A los otros, la semana que viene y luego que a los quince días, a más tardar, que está el dinero aquí. Y así rompieron la unidad de la lucha.
-Y los comentarios… ¿Viste que eran todos unos vendidos? ¿Sabés qué se compró con el subsidio? Unas zapatillas Adidas, sí, Adidas, porque me las mostró a mí.
-July, escuchá la carta que le escribí a Noemí Tejeda.
-Si no es muy larga… ¿Quién es? ¿Tu amiga del gremio?
-Sí. Está en la dirección de la UTELPA, el gremio docente de La Pampa. Estamos bastante distanciadas ahora por la política actual pero la quiero muchísimo. Creo que es muy importante una mina que se está jugando día a día. Te leo:
Querida Noemí:
Aunque te sentí distante (o era yo, la que lo estaba) en la marcha aquí, no sé por qué te he soñado con tanto cariño el otro día que decidí escribirte, para charlar mil cosas por carta.
Una vez leí por ahí que el escritor lo es por sus dificultades para comunicarse, y en mi caso es así. Y es por eso que mis cartas suelen ser kilométricas. Uno de mis hermanos decía que de solo pensar en leer una carta de tantas hojas se aburría. Como sé que tu caso no es así, comienzo ésta deseándote el tradicional FELICES FIESTAS, porque es el momento de balance del año, ese tiempo de ver cómo ha sido el laburo, en lo afectivo, en los ideales cumplidos, etc.
Deseo de todo corazón que haya sido lo mejor y lo sea más el año que viene. Este año ha sido muy difícil, con decirte que terminé la escuela primaria con mucho esfuerzo, costándome un Perú ir a la escuela porque lo único que me gratifica es la relación con los chicos. Es terrible la relación con los docentes, a un nivel fóbico, te diría. Me resultan insoportables los chismes y es algo que cada vez me cuesta más aceptar. Apenas comenzaron las vacaciones me volqué a hacer artesanías, y entre otras cosas, hice la pantalla de hilo sisal con la técnica que vi en tu casa y no sabés qué preciosa me quedó. Está en la araña de nuestra habitación, así que levanto la cabeza, la veo y te recuerdo, con tu corazón puesto en el pueblo. Es increíble la fuerza que eso me da porque me hace recordar aquello de “en tu larga marcha no estás solo, todos los hombres y mujeres de nuestro pueblo caminan contigo.”
¿Conocés “Palabras para Julia”? Es una canción que conocí de las compañeras y que no sé de quién es:
Tú ya no puedes volver atrás porque la vida ya te empuja en un abismo interminable interminable.
Te sentirás acobardada
perdida y sola
tal vez querrás no haber nacido
no haber nacido.
Pero tú siempre acuérdate
de lo que un día
yo escribí
pensando en ti
pensando en ti
como ahora pienso.
Tendrás amigos
tendrás amor
tendrás amor.
Era algo así. Y recuerdo aquella época en que peronistas y marxistas cantábamos juntos:
Vea, vea, vea
que cosa más bonita
peronistas y marxistas
por la patria socialista.
Y en este tiempo tan difícil en nuestra patria, donde la situación económica va agudizando las contradicciones, creo que eso hay que tenerlo guardado en el corazón.
Quiero que me averigües cómo estudiar Educación de Adultos a distancia.
Creo que te conté que nosotros enseñamos aquí alfabetización ad-honorem. Pero, por un lado hay que tener apoyo (en una primera instancia hay que ir a domicilio) y tener una buena base, la preparación adecuada para hacerlo. No te imaginás lo que me costó enseñar la división con dos cifras a una abuela de aquí (la única que terminó el plan de las seis que comenzaron) que tenía toda la buena voluntad del mundo y la constancia de seguir.
Ahora quisiera encarar lo siguiente: organizar otro centro de alfabetización junto con una escuela de artes y oficios. Por ejemplo, tres horas diarias aquí, en casa, en el horario de la escuela, pensando que es el tiempo que pueden las mamás, por estar los chicos en la escuela y poder regresar con sus hijos. En ese tiempo, una hora y media, para alfabetización (mi experiencia me demostró que no hay concentración para más). Y el resto del tiempo organizar con los asistentes qué pueden ellos enseñar: telar, curtir el cuero, hacer pan casero, dulces, queso o manteca, etc. Que por cada hora de trabajo reciban su sueldo (más o menos el valor de la hora de cátedra secundaria), que no es mucho, pero ayuda.
El objetivo es que la persona que es analfabeta comprenda que así como recibe también puede enseñar, que tiene conocimientos que puede dar a la comunidad y que ese saber tiene valor. Porque si no, se siente subestimada. Si vos vieras cómo las personas que no saben leer te dicen: “¿Me podría contar qué dice aquí? Porque no me hice los anteojos, ¿sabe?” O muestra el número de la lotería o el diario: “A ver, a usted qué le parece, ¿habrá salido mi número?”
Organizar algo así, práctico, con el objetivo de dar una salida laboral. Inclusive plantearse una feria artesanal de exposición y venta de lo producido en los talleres.
Que sea Educación quien pague a los docentes como una forma de incorporar a los sectores sin cobertura social (sobre todo la mujer rural).
Otra idea es lograr que el personal del hospital dé una serie de charlas de medicina preventiva:
nutrición, enfermedades infantiles, anticonceptivos, salubridad en las viviendas, chagas, tuberculosis, enfermedades de transmisión sexual, etc. Más o menos como traer el hospital al pueblo.
Lo mismo, lograr con el equipo psicopedagógico un programa radial, con temas importantes: lactancia, habitación separada de padres e hijos (cuando aquí se comparte hasta la cama por no haber medios). Si vos vieras cuando fui a pedir una cama para una adolescente bellísima que terminó séptimo grado, que duerme con los padres porque no pueden comprarle una.
Rechazo por todos lados, de la misma sociedad que juzga, se escandaliza y condena si luego esto trae consecuencias.
Bueno, esto es más o menos lo que quiero volcarme a realizar acá, porque realmente creo indispensable encarar el tema de la alfabetización, recuperando el saber popular, y en la práctica, una especie de cooperativa educativa y de trabajo.
Suele ocurrirme tener cartas inconclusas, que por una u otra razón no envío.
Aprovecho para escribir un poquito más sobre el tema que creo más delicado y doloroso para mí.
Al poco tiempo de haber estado aquí comencé a sentir esa mala onda en el pueblo. Creo que vino mal parida nuestra llegada aquí por la frustrada cooperativa.
Y después, vivir aquí, en el Pueblo Viejo, donde por el solo hecho de estar en este rancherío viene todo lo demás, que somos vagos, sucios, ladrones. Este último epíteto comenzó a nivel chusmerío en las escuelas. Y coincidió con el hecho de haber comenzado a planear cosas que molestan. Si no hubiéramos dicho nada, no nos hubieran calumniado tampoco, estoy segura.
Lo peor fue cuando comencé a hablarlo al sentir mala onda. Fue cada vez peor. Kafkiano te diría. Según mi padre lo que tendría que hacer es dejarlo pasar. O como dice Julio “dejá la bola correr que sola se detiene”.
Por eso no la hablé antes con vos. El hecho de ser tratada con desconfianza, ya sea porque en la escuela dónde trabajé falta una tijerita o un cassette, llegó un momento que me fue aniquilando. Quiero darle un corte final a todo el tema de las calumnias, porque hace al respeto por mí misma.
En una ocasión le dije a una directora: “si me tiene que acusar de algo, es muy sencillo, se hace la correspondiente denuncia policial, una investigación. Las cosas se van a aclarar. Y a mí me quedará la posibilidad de defensa por calumnias e injurias”. Por supuesto, todo quedó en el chusmerío típico de pueblo.
El tema es que esto lleva inclusive a que los alumnos de secundario me falten el respeto también.
Quisiera que se encare una investigación de todo el material faltante en las escuelas (todos los años se hace un inventario), y luego se investigue a todo el personal que trabaja en ellas, docentes y no docentes. Creo que es la única forma de aclarar los robos, luego se seguirá con los alumnos, etc.
Mirá, no lo banco más. Porque sino esta maledicencia anula todo lo que pueda encarar, que supongo es el objetivo de quienes hicieron correr la bola.
Un abrazo muy grande, y ya sabés, cuando quieras, tenés siempre un lugarcito en nuestro “ranchón”. Hasta pronto, quien te quiere mucho.
-No me digás que pensás encarar lo del afano.
-Sí. Hoy fui al pueblo y cuando le dije a la directora que se nos había parado el auto frente a la escuela, con toda la mala onda me dijo que no me preocupara porque había escolta policial.
-Vos te hacés cada historia. ¿Viste lo que dijo la Susy el otro día? Lo mismo que pienso yo, que son ideas tuyas.
-De cualquier forma creo que solo aclarando todo se van a solucionar las ondas.
-Además, no va a pasar nada. ¿Viste cuando van los inspectores de la Municipalidad a los negocios? -Ya sé, toman un matecito, charlan.
-Aquí va a pasar lo mismo. Y vos pensás que se va a descubrir a los culpables de los robos…Si el tipo ese del gobierno dio, no sabe a quién, cuarenta mil bonos solidarios. ¿Te imaginás lo que son cuarenta mil pesitos, uno arriba del otro? Una pieza como ésta llena. No va a pasar nada, te lo digo yo.
(continuará)
Columnista invitada
Lucía Isabel Briones Costa
“Mi pecado fue terrible: quise llenar de estrellas el corazón de los hombres” decía el poeta… Desde los lejanos años de estudiante del profesorado en Historia en la Universidad Nacional del Sur, dediqué mi vida a la educación. En los tiempos previos a la dictadura de 1976 enseñaba en una vieja aula de la Facultad de Agronomía el bachillerato de adultos, tarea compartida con los compañeros, casi todos presos políticos después en Bahía Blanca. Cuando era rector Remus Tetu se hizo una razzia contra docentes, no docentes y estudiantes, especialmente contra los alumnos de Humanidades, Sociología y Economía. Estaba terminando mi carrera, cursando las últimas materias cuando fui detenida y puesta a disposición del PEN, el Poder Ejecutivo de la Nación, durante tres años y tres meses, hasta diciembre de 1978. Estuve en las cárceles de Villa Floresta, Olmos, Devoto y los tres últimos meses en la U20, la cárcel dentro del Hospital Borda, donde un prolijo tratamiento con drogas psiquiátricas hizo borrar totalmente mi memoria. Así me dejaron en libertad, diciéndole a mi padre: “Su hija es irrecuperable, será un vegetal hasta el día de su muerte. Que Dios les de la Santa Resignación”. Gracias a haber encontrado la ayuda adecuada pude recuperar, poco a poco, la razón perdida. Y me fui a La Pampa, donde fui docente de escuelas primarias y secundarias en la pequeña localidad de 25 de Mayo y en el Terciario de Formación Docente de Catriel, Río Negro. Recién en 1997, pude terminar mi profesorado en la Universidad del Comahue, para cuando mis compañeras de promoción de la Universidad del Sur ya estaban por jubilarse. Luego comencé la maestría en Historia Latinoamericana de los siglos XIX y XX, la cual se interrumpió cuando la Universidad no podía pagar a los docentes, varios doctores en Historia. En ese tiempo de docente rural comencé a escribir narrativa, tarea que continué al jubilarme en el bello mar de Las Grutas, en Río Negro. Seguí escribiendo con la alegría de dar un legado en su educación a mis hijas: la mayor psicóloga y la menor, maestra y profesora de Historia, ambas egresadas también de la Universidad del Comahue.