De la vida perdurable 2
(viene de la edición anterior)
Después de mi internación pedí los dos libros del hospital veinticinqueño, el de quejas y el de agradecimiento. De queja por ese calvario infame que describí minuciosamente y el de agradecimiento por la excelente internación y la cálida atención de todo el personal.
Por eso yo lucho por el derecho al aborto hospitalario, pero también por el respeto a la libertad de conciencia del personal que realice el legrado. Que haya tanto respeto hacia quien no está de acuerdo por su ética como fundamentalmente por el derecho a la atención humanitaria para quienes pasamos por esa crítica situación, tan vulnerable.
También lucho porque si viviera en el pueblo esperando un bebé quisiera tener la cálida atención de la Clínica Mater Dei de Neuquén con un doc sensible como el hijo del doctor Vieytes.
Si así fuera se podría haber evitado la tortura que padeció esa beba veinticinqueña recién nacida a quién le quemaron una piernita porque en el hospital del pueblo no había calefacción para la revisación de neonatología. Se quemó con una estufita y la salvaron porque la atendieron en Neuquén.
25 de Mayo aporta millonadas al estado por las regalías petroleras, sin embargo parece que no regresa al hospital público ni un sope. O bien desaparece en el camino la guita que quedará en los bolsillos de los políticos.
Tal vez con una cooperadora fuerte, podamos lograr que cada hospital público sea como en los tiempos de Evita. Una cooperadora que vaya completando lo que falta y le pase las facturas al estado, quien es el responsable de que nuestros impuestos vayan donde corresponda.
No como ahora que la salud y las escuelas dan calambre. Un claro ejemplo es esa historia tan terrible de esa escuela donde murieron el portero y la vicedirectora, tan sensible, que había reclamado durante tanto tiempo por esa pérdida de gas en ocho notas al dope, como seguramente hará cada director de hospital público.
Si Evita y el Che, medico sensible, vieran hoy el estado calamitoso de nuestra salud pública, seguramente investigarían por qué los de arriba se hacen los otarios y no hacen nada más que esperar que pase el tiempo, involucrados en vaya a saber qué negociados infames con nuestros impuestos.
Pero nosotros sí podemos hacer algo empoderándonos como pueblo unido. Un claro ejemplo es esa escuela secundaria de la avenida San Martín de San Antonio Oeste, que cuando tuvo las paredes electrocutadas, se cerró la escuela hasta que se hicieran absolutamente todos los arreglos, tal vez con la cooperadora. Se arreglaron los techos y se dejó todo piripipí.
Yo escuché la entrevista que le hicieron en la radio al ex intendente cuando le preguntaban por qué se había gastado tanto dinero, con el tonito de la Su preguntando si acaso era un Sheraton. Porque las boletas se las pasaron al intendente que era el responsable de dichas obras. Lo que ignoro es si les devolvieron ese dinero que seguramente fue obra de los padres y profes de la escuela.
Pero las clases no se cortaron, porque ya sabemos a qué se dedican los chicos sin clases: al más puro al pedismo, engrosando la larga fila de ignorantes que seguirán votando a cualquiera que les prometa el oro y el moro. “Lo primero que haré será reducir la inflación, que es una gilada… Y bajaré el impuesto a las ganancias a los trabajadores…”.
Parecían las promesas del salariazo del infame senador con mil condenas que está sentadito allí votando contra el aborto legal.
Los chicos tuvieron sus clases en diferentes espacios, en los bomberos, en salones de club y vaya saber dónde más. Porque se veían los inmensos cartelones de “AQUÍ ESTAMOS CON LAS CLASES HASTA QUE ARREGLEN NUESTRA ESCUELA”
Son esas misteriosas soluciones de nuestros pueblos tan provincianos… En el hospital sanantoniense, en una sala de ginecología un sobrio pañuelo verde y un cartelito “CONTÁ CON NOSOTRAS” y en otra de obstetricia un pañuelo celeste y el cartelito “CON NOSOTRAS NO CUENTES” resuelven creativamente posturas antagónicas.
Si el aborto en una clínica cuesta hoy una suma inaccesible para nosotras, las mujeres de pueblo, estamos subsidiando esas clínicas con nuestras obras sociales y medicina prepaga. Si se realizaran en los hospitales, esa guita regresaría a la salud pública, tantos pesos por anestesia, otros por internación y demais.
Solamente comprendí el tema de la vida perdurable cuando nos despedimos con el papá de mi hija mayor esa vez en que dijimos con la mejor onda: “Haremos el amor por última vez” con el tema “El lado oscuro de la luna” de Pink Floyd, en amor tántrico… Y entonces sentí que regresaba el almita o el espíritu de mi hijita primera, en ese amor total. Se lo dije a Ale, que por supuesto me miró diciendo “¿cómo que sentiste que estás embarazada?”
Entonces comprendí que, si por un lado estaba el cuerpo, que es el conjunto de genes entrecruzados, el espíritu o el alma o que se yo, no muere. Transmigra, dirían los budistas, viajando por el cosmos para reencarnar cerca de quien más nos ha amado.
Pero eso que lo sentí hace mucho, lo entendí hace muy poco, cuando vino Pitágoras, mi gatito tan bello y mimoso, pero con el mismo espíritu rebelde de Turkestán, mi gato tan amado. Lo supe cuando, al viajar, se va. Como hacía Turkestán. Y que sé que va a regresar cuando yo esté nuevamente en casa.
Entonces comprendí que la vida perdurable era eso. Como lo cantaba Violeta Parra en el “Run del angelito”:
Cuando se muere la carne
el alma busca su sitio
adentro de una amapola
o dentro de un pajarito.
Y por eso cuando murió mamá se fue también ese mismo día, Tiburcio, su canario tan querido.
Una vez le había preguntado a nuestro médico de medicina antroposófica, el dr. Roberto Crottogini, autor de “La tierra como escuela” qué pruebas tenía de la reencarnación, me dio un pilón de razones científicas. ““Que nada se pierde, todo se transforma”. Que, si no fuera así, el peso de la tierra, con la gran cantidad de habitantes sería imposible… Que estamos siempre los mismos en una escala evolutiva”.
Pero como buena virginiana, escéptica como Santo Tomás, el apóstol, de “si no lo veo, no lo creo”, recién lo entendí hoy, clarísimo, en el credo de la misa por la tele pública: es la vida perdurable. Es la energía que se transforma, cambia, muta, pero sigue…Y la continuidad de la vida está en nosotras, en nuestros óvulos.
Por eso nosotras debemos decidir, a conciencia, cuándo estamos absolutamente seguras de que vamos a amar a nuestro bebé, desde el comienzo de su vida en nuestro interior.
Sabemos que lo ideal es que tenga el amor del padre y de la madre y la contención social. Pero a veces basta solamente con la firme decisión de su mamá. Y cuando no podemos o no queremos, la decisión debe ser muy firme, porque es muy doloroso sentir que esa vida está dependiendo del amor de su mamá. Y peor es que un niño sienta las puteadas de su madre ya desde antes de nacer y las miradas de odio “Sos igualito al h de p de tu padre”.
Después de una meditación con el Avemaría de Bach- Gounot llegué a la conclusión que ha sido el amargo filósofo Shopenhauer, que en canal@ describen otros filósofos, que comprendí el secreto de la vida: los opuestos se atraen como el imán. Es por eso que lamentablemente han sido nuestros genes los que se llamaron… De opuestos antagónicos nacen nuestr@s hij@s, síntesis superadoras, de acuerdo a la más pura concepción hegeliana de tesis, antítesis y síntesis.
Es lo mismo que había expresado Wilhelm Reich y los reichianos anarcos brasileños Roberto Freire y Fausto Brito de “UTOPÍA Y PASIÓN, la política de lo cotidiano”-coedición de TUPAC-ediciones (Bs. As) y Editorial NORDAN- Comunidad (Montevideo), 1° edición, al castellano, Montevideo, Verano de 1990: “las pasiones son de la cintura para abaxo y no del pescuezo `para arriba”.
Por eso difiero profundamente de los amores de almas gemelas, tan new age. Pero eso no kiere decir que debemos dejar que las pasiones nos dominen. Porque está el libre albedrío, la decisión de decir simplemente esto sí y esto no, que es la base de la filosofía existencialista.
Pero es además la certeza de que somos las mujeres kienes podremos lograr “otro país que es posible”. Porque nosotras podemos tener una limitada cantidad de hijos en nuestra vida fértil. En cambio, los hombres pueden seguir engendrando hasta sus últimos días. Entonces muchos están con esa onda de “me ne frega un catzo si se muere éste o aquél, otros habrá”.
En cambio, nosotras tenemos el secreto de la vida. Sabemos qué en nuestros óvulos está guardada como un tesoro la base de la vida, que aún no ha podido ser inventada por los seres humanos. Y no lo podrán hacer, tampoco, porque en cada óvulo está guardada la historia ontogenética, absolutamente toda la historia de nuestras ancestras desde la hominización, hace un millón de años.
Es por eso que las mujeres tenemos otra misión: la de cuidar la vida. Esto implica que, si no estamos seguras de poder hacerlo lo mejor posible, digamos, este embarazo ahora no, porque nuestros hijos llevan la simiente de las generaciones futuras. Por eso pertenezco a las católicas con el derecho a elegir, las que defendemos el derecho al aborto, sabiendo perfectamente lo terriblemente doloroso que puede ser… Porque nuestros óvulos nos han acompañado durante toda la vida. Y preservar la vida también incluye el compromiso de cuidar a nuestros hijos y lo que a ellos atañe, como las mascotas que nos enseñan mucho sobre la empatía, la vegetación que es la base de la alimentación, la Naturaleza toda, los animales, los bosques. Y saber poner límites a quienes no cuidan de todos y cada uno de estos aspectoslo hacen.
Es preciso tomar conciencia de las implicancias de la vida a través del arte que es la manera de llegar al corazón del pueblo. Sería ideal que para el 11-12 de octubre, los artistas populares vayamos a la Plaza de la Madre de Catriel inaugurada por nosotros luego del Parlamento Mapuche en la noche del 11 a 12 de octubre de 1992… Porque la ÑUKE MAPU es la tierra madre de todos los que la amamos y respetamos, cualquiera sea nuestro origen…
Porque como muestra la naturaleza, estamos donde el viento sur, el pampero, nos junta y amontona… Los nacidos y criados, hijos y nietos de esta tierra, los venidos y quedados porque elegimos este sitio como nuestro lugar en el mundo y los llegados obligados como los integrantes de las fuerzas de seguridad…
Porque así es la naturaleza… Cuidando de cada niñ@, porque la tierra no es nuestra sino de nuestr@s hij@s y tenemos el deber de cuidarla para ell@s. Y como la vida depende del agua, debemos estar todos unidos para cuidar este recurso escaso y vital, municipalizadores grutenses e integradores sanantonienses, peronistas, radicales y de izquierda, hombres, mujeres y niños. Porque la vida depende del agua, no lo olvidemos. Y a vida es la reina madre.
Pero si realmente sentimos que no podemos tener a ese bebé, que sea en las mejores condiciones. Para que luego si el “NO” es “NO” el “SÍ” luego pueda ser un “SÍ” firme, tan firme como fue la energía para tener a mi hijita primera, porque ella me daba fuerza desde vaya a saber dónde, en qué lugar del cosmos, para salir adelante, ponerme a hacer artesanías primero y después seguir estudiando.
Y así tuve ese hermoso parto sin dolor, con amor, el parto con un orgasmo, con tanto amor de todos, para mi hermosa bebita que se llamó obviamente, Lucía Guadalupe.
Columnista invitada
Lucía Isabel Briones Costa
“Mi pecado fue terrible: quise llenar de estrellas el corazón de los hombres” decía el poeta… Desde los lejanos años de estudiante del profesorado en Historia en la Universidad Nacional del Sur, dediqué mi vida a la educación. En los tiempos previos a la dictadura de 1976 enseñaba en una vieja aula de la Facultad de Agronomía el bachillerato de adultos, tarea compartida con los compañeros, casi todos presos políticos después en Bahía Blanca. Cuando era rector Remus Tetu se hizo una razzia contra docentes, no docentes y estudiantes, especialmente contra los alumnos de Humanidades, Sociología y Economía. Estaba terminando mi carrera, cursando las últimas materias cuando fui detenida y puesta a disposición del PEN, el Poder Ejecutivo de la Nación, durante tres años y tres meses, hasta diciembre de 1978. Estuve en las cárceles de Villa Floresta, Olmos, Devoto y los tres últimos meses en la U20, la cárcel dentro del Hospital Borda, donde un prolijo tratamiento con drogas psiquiátricas hizo borrar totalmente mi memoria. Así me dejaron en libertad, diciéndole a mi padre: “Su hija es irrecuperable, será un vegetal hasta el día de su muerte. Que Dios les de la Santa Resignación”. Gracias a haber encontrado la ayuda adecuada pude recuperar, poco a poco, la razón perdida. Y me fui a La Pampa, donde fui docente de escuelas primarias y secundarias en la pequeña localidad de 25 de Mayo y en el Terciario de Formación Docente de Catriel, Río Negro. Recién en 1997, pude terminar mi profesorado en la Universidad del Comahue, para cuando mis compañeras de promoción de la Universidad del Sur ya estaban por jubilarse. Luego comencé la maestría en Historia Latinoamericana de los siglos XIX y XX, la cual se interrumpió cuando la Universidad no podía pagar a los docentes, varios doctores en Historia. En ese tiempo de docente rural comencé a escribir narrativa, tarea que continué al jubilarme en el bello mar de Las Grutas, en Río Negro. Seguí escribiendo con la alegría de dar un legado en su educación a mis hijas: la mayor psicóloga y la menor, maestra y profesora de Historia, ambas egresadas también de la Universidad del Comahue.
Correctora de estilo: Andrea Esther Argañaraz


