Dice Rosa Pereyra en el poema Derroteros: “cada rayo de luna es derrotero/ que hacia atrás debe andarse/ para leer los pasos de nuestra propia historia”. Así Rosa parece volver en muchos de sus poemas a sus montes, sierras y valles. Nació hace 86 años en La Rioja pero a causa de la muerte de su madre, un tío se hizo cargo de ella y la trajo a Mendoza cuando tenía dos años. Nunca más se fue de la casa de Villanueva donde vive desde entonces. Durante 28 años fue maestra al mismo tiempo que comenzaba a escribir sus cuentos y poemas. Desde niña escuchó historias en el patio de la casa paterna y todos los veranos volvió a Villa Casana en Chepes, La Rioja, lugar que ha sido inspiración para escribir. Cuando aprendió a leer sacaba libros de la biblioteca Almafuerte, esa que en 2019 bautizó la sala de lectura con su nombre. En cuanto a su poesía, Rosa reconoce dos fuentes: lo nativo, arraigado en su natal Villa Casana, y lo personal que abarca desde Dios, pasando por el amor hasta la vida diaria. Su obra publicada incluye: “Rosa y laurel” (poesía, 1974 con ediciones posteriores en 1979 y 1991), “Viento del Valle (cuentos, 1988), “Agua del cántaro” (poesía, 2002), “La espina doliente” (poesía, 2005), “Resero de pájaros” (poemas, 2014 ganador del Certamen Vendimia), “Historias bajo la luna” (cuento, 2018 ganador del Certamen Vendimia). Les compartimos dos poemas de Resero de pájaros:
Quebradas
Hay un pastor de siglos que apacienta tu greda,
que vigila el rebaño de tus piedras
y en el redil de un cielo sin orillas
te cuenta las quebradas con su tarja de estrellas
para que, en el acecho de los cerros,
no se pierda ninguna, ni aun la más pequeña.
Cuando julio te ahoga en su jergón de nieves
ese pastor de siglos
desde un río infinito desciende a las arenas
y siembra las vertientes sabularias
que aplacarán con linfas minerales
la sed, nunca saciada, de tu innúmera hacienda.
Padre albañil
Al contemplar las ruinas de tu casa
he comprendido tu vocación de viento,
de agua que corre y corre y no se pudre,
de andar tras horizontes con trancos de sendero.
Me duele y no me duele saberte perdurable,
pensarte derramado, como el aire en el cerro,
saber que se ha partido de cántaro de auroras
y en un río de sombras se vuelca tu recuerdo.
Al mirar estas ruinas, bien sé que yo te miro,
que tu lección derramas como adobe deshecho,
que me dices que nada ni nadie es para siempre,
que el hombre es una gota dentro del aguacero,
que ser hombre es ser libre,
que ser hombre es ser viento,
agua que no se pudre,
tránsito al horizonte con alma de sendero.
Columnista invitado
Sergio Morán
Nació en 1979 en el este de Mendoza, Argentina. Desde 2010 reside en la Capital de esa provincia donde ejerce la docencia en escuelas secundarias. Integró el Taller Más allá de las palabras que coordina Diana Starkman. En 2018 publicó su libro de poemas Calle desconocida (Peces de ciudad). Textos suyos han aparecido en diarios, revistas y antologías, entre ellas Poemas por el agua (Payana Ediciones), producto de la lucha en defensa de la Ley 7722. Desde 2020 dirige la revista digital Futuros eran los de antes, especialmente dedicada a la poesía. Participó de los talleres de historia de la poesía que coordinó Javier Galarza. En 2021 Ediciones en Danza publicó su segundo libro, Ya no acampan gitanos en los baldíos. Su último libro, El amor es un exceso de lenguaje, fue publicado por Peras del Olmo en 2022. Es parte de la Asamblea de Trabajadorxs de la Literatura de Mendoza que lucha por impulsar políticas culturales para les escritores de la provincia.


