Solsticio de invierno
Otro viaje al fin de la noche
Parte 12
(viene de la edición anterior)
Porque aún beber el agua de mar con limón y miti de agua de la canilla, no ha logrado kitarme el stress de la interrogación canera. Y tal vez sea mejor así. Porque los paranoicos sabemos, algo que las candidas e ingenuas palomas como lo era yo antes, ignorábamos.
Pero es tiempo entonces, de ver donde ubicar el limonero. Porque si los pinos son celosos y no dejan crecer otros árboles a su vera, será cuestión de ver dónde será su sitio. Porque en el ranchón había mucho espacio. Pero akí, el tema es el desapego… Tiene que ser poco y algo indispensable como un limonero de las cuatro estaciones, comprado en la plantería “San Cayetano”, como me recomendaron los que saben…
Tiene que coexistir con los yuyos de los pueblos originarios… Porque ya los amaba antes de leer “Recetas con plantas silvestres de la Patagonia”, ese mágico librito basado en los estudios del Equipo de Ecología de la Universidad del Comahue de Bariloche, bien citados, onda no es plagio, todos los libros del dr Rappoport. Era antes que la Universidad de Chile hubiera inventado un software para detectar el plagio, algo absolutamente indispensable para los profes hartos de viles copiar y pegar de “El rincón del vago”. Y allí dejé de preocuparme tanto por los posibles plagios de mis obras, como lo había soñado. Porque había donado, con declaración ante el Juzgado de Paz de San Antonio Oeste, a las bibliotecas populares las primeras. Y dejado en custodia en la Universidad del Comahue las últimas, manuscritas, CUALQUIER VIL PLAGIO, es una tarea para obsesivos con ganas de devolverle a la Universidad Pública, algunos de mis aportes en el ámbito de las Ciencias Sociales. Porque sino parece que solo Paenza y las ciencias duras lo son. Y nosotras las Humanidades, solo somos las kelpers de las ciencias, porque ni figuran casi, en las demandas de científicos para becas.
Sigo con el recuerdo de ese libro de “Recetas con las plantas silvestres patagónicas”, en excelente papel, con unos poemas muy bellos y esas fotos para descubrir qué nombre científico tienen y cómo los conocemos vulgarmente, qué yuyo sirve para curar y qué. Además de unas recetas demasiado elaboradas para mí que no paso de las ensaladas y el arroz integral. Y una vez por semana alguna otra comida, de esas que son para algún fin solidario y de paso, me conectan con el mundo común y silvestre. Que no es, justamente el de los yuyos como yo, que parece solamente tenemos destino de ser arrancados y otra vez volvemos a crecer… El mejor ejemplo de resilencia:
Podrán cortar todas las flores
pero siempre habrá primavera…
Escribimos, ingenuos, antes… Ahora, siento que eso dependerá de lo que hagamos akí y ahora…
¿Habrá siempre primavera si seguimos exportando material nuclear top secret vaya a saber por qué, a dónde, por cuánto? ¿Estamos tan seguros que akí, en Atucha, tan cerca de Bs As, es imposible un Chernoville? Si un tsunami destrozó esas plantas nucleares totalmente pacíficas de Japón, tan obsesivos y minuciosos… ¿Akí? Si con solo pasar por cualquier hospital se ve cuánto “lo atamo con alambre”…
Anoche tomé unas de esas decisiones que a veces me ponen en uno de esos espantosos dilemas éticos que conocí únicamente por haber estado en las clases de Luis Carou, no directamente, sino por haber escuchado por la radio los programas que preparaba con los chicos de la escuela y una de las alumnas era Rai, y mis alumnos, supe bien ese tema. Hacía que los chicos vieran las alternativas ante esos espantosos dilemas éticos, que llevan a esas decisiones que solo nos ponen en en esa decisión del QUE HAGO YO ANTE ESTO. Pero aprendieron que allí estaba la libertad de conciencia. Analizaban los pro y los contra de los temas tabúes, las drogas, el aborto, etc. Y qué había sobre el tema, qué decían los profesionales del lugar ante cada tema. Y era como preparar los chicos para si alguna vez tuvieran esos espantosos dilemas de si me encuentro ante esta situación podré saber qué harían o dirían los demás. Pero la libertad, en el concepto más sartreano es absolutamente individual. Yo decido, allí está mi libertad. El contexto condiciona, pero la persona, individualmente es persona, cuando libremente decide. Esto es lo que yo decido que tengo que hacer. Y me haré cargo de las consecuencias.
Y yo se que soy como una vaca, una rumiante, las decisiones las medito una y otra vez, como la vaca, que pasa el alimento por sus cuatro estómagos. Pero llega un momento donde tanta cavilación tiene que transformarse en acción, sino deteriora, desenergiza.
Y el tema de Pablito era así. Y yo en lo que sentía, nada más que el sentir, que esas suposiciones suenan a delirios de esquizofrénica. Igual que me pasó con la posibilidad del abuso a la Gu. Durante años no tuve absolutamente ni la más mínima duda. Porque lo veo al corregir mis novelas pampeanas. Yo lo sentía un San Francisco, hablándole a los pajarillos y curando a la gente. Y solo con el tiempo, cuando vi una biografía de Tolstoi, lo vi igualito. Aunque por sus historias parecía tener mas bien algo de Palito Ortega. Por ese casamiento filmado por la tele. Yo solo vi uno, el de Evangelina y Palito, le dije, entonces… Y otra vez, cuando me contó del casino adentro del volcán en Merlo, San Luis, que el tío Cacho había acordado con Frank Sinatra.
-Pero si en San Luis no hay volcanes, porque soy vulcanóloga- me dijo una señora cuando le mostraba el desastre de las grutas que se iban cayendo a pedazos con cada construcción prohibida y le comentaba del casino con los autos alrededor como una galaxia, sobre el frágil acantilado.
El ex parecía una foto de Tolstoi en su último tiempo. Como si ante la imagen del viejo escritor tan ético, se hubiera puesto frente al espejo para una caracterización así, igualita. Fue cuando akí, ya perdida la ingenuidad por completo, me invadió solo la tristeza y solo el sentirme frente al cartel de Autzwichtz, “EL QUE ENTRE AKÍ QUE PIERDA TODA ESPERANZA”. Me decía, entonces, cada madrugada debo despertarme y encontrar esa esperanza renovada del amanecer.
Pero a veces la esperanza se va… Es cuando llega la noche oscura del alma de San Juan de la Cruz.
Para el cumple de Pablito, cambié mis hábitos. En vez de acostarme temprano, me kedé despierta toda la noche. Meditando frente al fuego…
Con esas cavilaciones oscuras, de qué catzo es lo que tendría que hacer…
Y fue una sumatoria de factores… Ese programa de “Revuelto Gramajo” donde la última vez que lo había escuchado había sido con el cuento, ese espantoso, de una niña mordida por un perro entrenado para hacerlo, en una plaza. Fue terrible. Porque me llevó a recordar la vez en que fui con el Churry a buscar el cuadro de la Rai al local de la segunda bajada. Lo escribí en “La cabalgata de las walkirias”, uno de esos cuentos, crónicas más bien, de las perdidas en el ciber espacio o en el despiole de las fotocopias sin pasar aún. Lo escribí, lo fotocopié, tal vez esté aún trasncripto en ese pilón sin corregir aún de originales…
Tuvimos que pasar frente al kiosco de la primera bajada donde un perrazo casi se lo come al Chu. Y yo asustada, intentando que no se estrese. Y el pibe, inmutable. Lo peor, es que le veía ese aire parecidísimo al artesano que estuvo, akí, desesperado, por el tema de las pastillas psi.
-Si las tomo, no se me para y ni ganas tengo de estar con una piba. Y si las tomo tengo ganas pero no se me para. Y un dr me dijo,- me explicaba el pibe que había pasado por una infame golpiza en la comisaría pero de esas que no dejan marcas.
-Me duele todo- me explicó -pero saben cómo no dejar marcas-.
-Pero si keres yo te acompaño, pedimos radiografías, los golpes internos dejan marcas…-.
-No, porque sino, después se ensañan peor y ni siquiera voy a poder tirar el paño-.
Yo lo entendí. Está muy paranoico porque ha pasado tantas… Era un pibe con todo el aire de ser HIJO, por su historia, cordobés, de la edad de los pibes de la dictadura. Sus padres, médicos ambos, ni bola le daban… Ya tenía amigos de su edad que se habían muerto. Y uno, era, casi seguro, hijo de desaparecidos… El pibe tenía un perrazo que era su único amigo. Que además de comerse y destrozar el hermoso gomero que me había regalado el vecino, se comió uno de los almohadones que destrozó porque así era. Y fue uno de los pibes del raye de mi hija.
-Ma, vos no sabés a kien pones en tu casa… Porque yo llegué y estaba cocinando mariguna en la cocina. ¿Te das cuenta que nos pueden poner en cana a vos y a mí?-.
Ese fue el límite. Ya se lo había dicho, flaco, akí, drogas, no. Porque yo fui presa política, esto es un kemo público. Y además mi ex es un turro, la asusta a mi hija. Es menor y está a mi cargo. Y el chabón kiere sacarme, seguro, la tenencia. Porque ya kiso kitarme el ranchón. Y…
Entonces, tuve que decirle, flaco, adiós. Me daba mucha pena, porque esa vez que me contó lo de las drogas, lo que le dijo ese psikiatra… O ES ARRIBA O ES ABAJO. O tomas drogas y estás arriba o…
Pero no es así, flaco. Podés intentar no tomar nada, para tener energía. Es lo que yo hago desde hace añares…
Y el flaco me miró.
-¿Le parece que yo…?-. Y tenía un aire absolutamente triste, que me recordaba la tristeza de Pablito. Y lloramos ambos.
Pero el dilema fue cuando la opción era el pibe o mi hija. Si yo le permitía seguir, con el pánico de mi hija, podría hasta perder la tenencia que le permitía seguir estudiando pese a que aún no me llegaba la jubilación y estábamos en la miseria total. Era cuando yo escribí ese compromiso para pagar los impuestos atrasados con trabajo. Y el Concejo Deliberante tardó más de un año en hacerlo ordenanza. Cuando vino a vivir akí la hiki, hubo meses en que solo teníamos el giro que le mandaba el drepa, que sería el valor del salario por hijo. Y muchas veces comimos de las bolsitas de alimento rionegrino que les daban a algunos y que me había pasado Marcela, con el compromiso que cuando cobrara se lo devolvía en guita. Después supe, por el diario que FLAVORS era un negoción de algunos que les vendieron inclusive alimento con cagadas de rata para alimento a los pibes desnutridos. Y lo escribí. Porque ya entonces, luchaba por el derecho a los comedores escolares como hubo en La Pampa, porque yo fui tanto a la olla popular de Catriel, embarazada y con la Guby de nena, como luego al comedor de la escuela. Y es absolutamente diferente.
En la olla popular, donde iban tanto adultos como niños, he tenido que pasar por la humillación de que me dijeran:
-Pero cómo tiene otro hijo si no le puede dar de comer a la que tiene. Estaba embarazada entonces-.
-Yo trabajo, señora, el tema es que aun no he cobrado-.
Porque fue cuando conseguimos trabajo casi juntos. Yo supuse que fue por eso de la Biblia Ecuménica. Resulta que yo había encarado un grupo de alafabetización ad honórem, en el ranchón. Incluso escribí una carta al diario La Arena solicitando el Plan Nacional de Alfabetización que había entonces. Lo único que logré fue una respuesta de educación de que no necesitaban porque ya había uno que funcionaba en la escuela del pueblo. Pero adonde las mujeres, porque solo venían mujeres, vecinas, no iban a ir en absoluto. ¿A dedo? ¿Al pueblo? ¿Para leer y escribir? ¿Dejando los hijos solos? ¿Llevándolos a un lugar donde les dicen akí, los nenes, no, porque usted no se puede concentrar, a cada rato le piden ma, kiero…?
Debe haber llegado una orden de arriba de nadie va a estudiar con esa mina kilombera. Porque la única que siguió viniendo fue la abuela Amandina Ortega, la portera de la escuela de 25 Viejo. Y así fue como conocí tantas costumbres mapuches… Porque habría sido criada en una comunidad en algún lugar que ella no podía ubicar bien, entre las montañas, tal vez de Neuquén. Y supe, así, que la urinoterapia la conocían los mapuches. Para evitar tener hijos no deseados, después de hacer el amor, las mapuches se lavaban con su propia orina, me contaba la abuela. Y yo lo hice, por supu. Y cuando ya no kerían tener más hijos se lavaban con salmuera, me contó. ¿Y si se arrepentían? Era cuando ya estaban absolutamente seguras que no kerían ni uno más. Solo tenían los hijos que realmente kerían… Porque eran madres para querer a cada uno de sus hijos.
Y les dicen, como a mí, india atrasada y superticiosa, porque no kieren ni un solo remedio de las multinacionales, si es posible. Les daban para tomar su propia orina para curarse “de los nervios”. Ya casi ni lo digo. Que debe ser una ayuda rápidamente eficaz para kitarse tanto las drogas como los pedos gloriosos. A todos solo les da asco. Ahora solo comento del limón puro, que me ayuda a bajar los decibeles al instante cada vez que me acelero ante la turrez de algunos como los del programa “Buenos muchachos”, de C5N…¿Cuántos hijos tendrá cada uno? Con solo escuchar esos chistes, me imagino… Ni-Ni: Ni reconocidos ni un sope jamás por alimentos.
-A mí no me agarran ni en dope, seguro. Decile que no estoy,- a la señorita o señor buenos músculos. Y al ver a la madre de sus pibes:
-Que tal abuela, cómo le va. ¿Otra vez con algún trámite?-.
La urinoterapia me ayudó a desintoxicarme de las dorgas psi que me daban en la cárcel-manicomio de la U20 sin agua sabiendo, positivamente los médicos que daba una sed espantosa.
Como la medicación que le dieron a ese viejito internado en el asilo, que me contara la mamá de la dentista, que era el padre del que tenía la explotación de los áridos akí. Y que desde que vino no se kién, no la dejaron más que ella lo viera a kien fue su gran amor. El terror me invadió cuando me dijo que tenía la boca totalmente reseca, que ni la conocía por su Alzheimer y que estaba flakísimo… Me describió esa boca reseca… En la silla de ruedas… Lo están matando, supuse, de sed. Le dan la medicación psi para tenerlo piola, pero allí, en la silla de ruedas ni sikiera puede ir a buscar un vaso de agua.
Y yo, andaba con el tema de sentir que era un verso que papá estaba muerto. Me imaginé si fuera papá… Si acaso estuviera allí, en ese asilo, que ya había preguntado dónde kedaba, a la vuelta del depto donde vivía la hiki. Un día casi voy a donar una de las frazadas de la cooperativa Ñacu Mapu que tenía aún. Y que ya mandé para los inundados.
Nunca me olvido ese día, cuando casi iba para la otra cuadra de la panadería de Maziotti que es preciosa, la mejor de SAO, la única que tiene esa característica de antigua, akí donde todo se tira abajo para modernizar.
Y fue, cuando sentí que papá me hubiera dicho:
-Hija, tenés que ir al hospital para denunciar el tema del agua. ESE ES TU CAMINO-.
Fui y lo escribí. Porque fue uno de esos espantosos dilemas éticos. Y si acaso hubiera estado allí papá, a kien además de la frazada, obviamente le hubiera llevado la botella de Seven Up que tiene la composición de las sales de rehidratación oral, que es un descubrimiento de unos médicos de la OMS que me cansé de escribir que da para exigirles que donen a cada hospital no se cuánto de dicha bebida. Porque son piolas, hacen una bebida y un negoción con lo que unos doctores descubrieron que en agua hervida, agregándole ocho o nueve cuchardas de azúcar y una de sal gruesa, era para la rehidratación de los nenes de África. Lo leí, era milagroso casi porque les salvaba la vida. Lo había leído antes de ir a la formar la cooperativa Ñacu Mapu. Y seguro fue alguno de los compañeros, de los ecologistas y naturistas que sabían de todo kien me habría explicado eso de la Seven Up. Yo vi la diferencia. Porque hice esa preparación en casa y se las di a las nenas en épocas de mishiadura y fiebre y era asquerosa, ma. En cambio la Seven Up es rica. Pero solo para la fiebre y algún cumpleaños, no vaya a ser que pierdan los dientes por tomar gaseosa dulce.
Pero el milagro del trabajo que dignifica fue el de la Biblia Ecuménica. Resulta que se había hecho el Encuentro de Artistas Plásticos en Catriel. Nosotros fuimos con nuestro pañito misere nobis con pulseritas de macramé. Una horripilancia de una especie de tela de un tejido plástico rojo brillante, con las pulseritas hechas con el hilo de coser de muchas hebras al más puro estilo cárcel de Devoto…Muchas vueltas de hilo de coser, en hebras de ocho hilos, recuerdo. Un papelón absoluto ante los artistas del nivel de Carpani, que dirigió un mural grupal con los artistas en el Centro Comunitario del Barrio Preiss que vaya saber si aun está allí. Yo no fui, no sé si fue Julio. Yo sé que no, porque me fui a dormir con las nenas luego de las comidas abundosas y rikísimas. Pero se que fue con su técnica de creación grupal, como explicó el mismo Carpani que lo hacían en distintas barrriadas latinoamericanas. No recuerdo si fue allí donde fuimos al taller de Pujía de vaciado.
Estaban los artistas con sus obras y nosotros con el pañito misere nobis… Un papelón absoluto. Pero fueron los nenes de Catriel los que nos compraron todas las pulseritas. Entonces volvimos con guita, que daba para comer un buen tiempo. Y nos levantó el ánimo, porque fue después de ese encuentro que el July se puso a hacer esos dos mascarones inmensos, que realmente son una obra de arte, EL REPRESOR, con su poesía que iba adjunta y la otra, con el hueso inmenso de no sé que animal que nos trajo de regalo un pibe de la escuelita rural.
Fue entonces que llegó a la escuela un grupo de pibes con una de esas misiones religiosas, que ni recuerdo cómo, hablando con los pibes, que eramos artesanos, me propusieron dar un taller de artesanías a los chicos de la escuela. Y fui solo yo, porque el July eso del laburo ad honórem cuando no teníamos ni para comer no le iba. Para mí, entonces, era la posibilidad de mostrarles a los chicos cuánto se podría hacer con la absolutamente nada de nada. Nunca me olvido, cuando una de las chicas, se sacó del cuello su rosario que era solo un circulo de metal con unas cositas y me explicó cómo se rezaba el rosario con eso. Y que yo, aún con mi etapa mística, me re-emocionó. Y que luego, ya con otro de los bajones de la noche obscura de la fe se la regalé a otra alumna que tenía la misma mirada luminosa de esa piba y seguro, era la mía entonces.
Y después de esos talleres, que creo fueron unos tres días, de solo artesanías con buena onda, todo reciclado, fue lo de la Biblia Ecuménica. Me invitaron a ir a la iglesia del pueblo donde iban a dar una charla de lo que eran esas misiones. ¿Fui con las nenas? No, recuerdo, solo con la Guby porque estaba embarazada.
Resulta que vendían una Biblia Ecuménica para mantenerse, para bancar el viaje. Porque era todo a pulmón. Y entonces, yo tenía lo que serían a valor de hoy unos 50 pesos, muchísimo entonces, lo que nos quedaba de la venta de las pulseritas en el Encuentro de Artistas Plásticos. Pero les explique que yo tenía mi biblia, la de Jerusalem, que se la había dejado a papá, por eso de la pérdida de la fe por la guerra de Malvinas. Y fue cuando me explicaron que esa biblia era ecuménica, que tenia el obstat, pero que era sin comentarios porque justamente se planteaban, en vez de las eternas discusiones entre las diferentes opciones de fe, la posibilidad de trabajo en común. Y entonces, la compré. Creo que fue allí cuando esa piba me regaló su rosario que use mucho tiempo al cuello.
Cuando se la llevé de regalo al July primero se rayó.
-Pero es la única posibilidad de comida… ¿Te das cuenta?-.
Pero sé que fue un milagro, porque a los tres días, maso, le llegó al July ese laburo en Catriel, para la Dirección de Cultura, donde su directora era Teresita Massa y luego siguió Pichona Massa, tan parecida a la legisladora grutense María Inés Massa, tal vez parientes del hoy intendente de Tigre. Y vaya a saber si Ivannita, la artesana, no haya tenido atención akí por el hecho de llamarse Ivana Massa Rogniazick y también tenga algún parentesco…
A mí me llegó el nombramiento en la Escuela del Sauzal, como maestra del taller de artesanías. Que por el asesoramiento de María Inés de la Fuente de Carabajal, había llenado esos papeles burocráticos que nadie enseña como y cuando hacerlo. Ella, si.
Pero yo había supuesto que era para las artesanías que sabía hacer, que son las llamadas artesanias urbanas. Y junto con el nombramiento vino el programa: tejido en telar, hilado y teñido con yuyos. Que no tenía la más mínima idea de qué eran, cómo se hacían. Y tuve que ponerme urgente a ver el tema para poder enseñarlo…
Aún tengo el huso que me regalara la artesana de Catriel, Juana, del barrio Santa Cruz, cerca del río. Sí aprendí el teñido con yuyos, porque les pedía a los chicos que les preguntaran a las abuelas. Pero con el hilado en huso, aún soy un papelón. Una de las nenas, recuerdo, se hizo el huso, pero lo bailaba con maestría porque se lo enseñaba su abuelita.
Cuando el July comenzó sus clases de cultura en Catriel, enseñando artesanías, un tiempo fuimos ambos, porque había logrado que le dieran de comer, que era la obsesiva preocupación de esos tiempos. Y allí fui unas dos o tres veces a la olla popular. Aún recuerdo como se podía repetir de unos guisos rikísimos y nosotros llegamos a pedir tres y cuatro platos. Pero también cómo se sentía esa onda, miré que un hombre grande, mendigando comida. Pero nosotros teníamos chapa de laburantes. Yo trabajo akí, en la dirección de cultura, enseño artesanías, explicaba él. Y yo, soy maestra en la Escuela del Sauzal, pero aún no cobro.
En cambio, en los comedores de la escuela, kienes trabajaban cobraban un salario digno, con toda la cobertura social, en condiciones de trabajo como debe ser. El comedor de la escuela 110 tenía esa onda Evita, la mesa, con mantel, platos, cubiertos y servilletas. Todas las comidas con onda casera, los chicos charlaban y socializaban saberes.
Ese es el único camino para solucionar la desnutrición infantil. Que en absolutamente todo el sistema educativo, desde el nivel inicial a la universidad haya comedores. Pero a cargo de personal no docente con todas las condiciones dignas de trabajo. Es infame lo que están haciendo en Río Negro ahora, donde le suman una hora más y son los maestros los que además de todo su trabajo le deben sumar la atención del comedor. ¿No hay acaso madres de familia que puedan trabajar en dichos cargos como lo hacían en 25 de Mayo, La Pampa? ¿Qué puedan tener cursos de capacitación en nutrición a cargo de las universidades y entonces sea un trabajo jerarquizado el del comedor? Que podrían tener prioridad quiénes tengan esos comedores solidarios de hoy, donde tienen que estar mendigando la solidaridad del vecindario para la olla, siempre con las variantes del arroz, los fideos y los guisos con lo que haya. Vaya a saber si ese trabajo de madres de familia no llevara a mejorar la escolarización de sus hijos…
Porque eso de que Chofitol destine a sus cadenas de restoranes chinos lo mejor de las donaciones, dejando para el del barrio siempre lo mismo, los paquetitos de fideos guiseros, la polenta común y la sal gruesa, es medio infame.
Y como reclaman los estudiantes brasileños, el pase libre para los estudiantes, trabajadores, docentes. Como en Córdoba. PASAJE EDUCATIVO NACIONAL para lograr un verdadero salto adelante en la educación. Eso de pasaje libre para todos, en Brasil, ni en pedo. Me imagino para que los barras bravas, los narcos, viajando libremente a…
Porque eso que dice la derecha de que se gastan el salario en giladas, yo se que akí, al menos, muchos se la gastan en el casino. Porque me lo contaron varios. Por eso una excelente medida es que ahora pase a las madres, que vaya a saber por qué somos diferentes. No todas, porque eso se aprende, también. Se trasmite por haberlo vivenciado, de madre y padre a hijos.
(continuará)
Columnista invitada
Lucía Isabel Briones Costa
“Mi pecado fue terrible: quise llenar de estrellas el corazón de los hombres” decía el poeta… Desde los lejanos años de estudiante del profesorado en Historia en la Universidad Nacional del Sur, dediqué mi vida a la educación. En los tiempos previos a la dictadura de 1976 enseñaba en una vieja aula de la Facultad de Agronomía el bachillerato de adultos, tarea compartida con los compañeros, casi todos presos políticos después en Bahía Blanca. Cuando era rector Remus Tetu se hizo una razzia contra docentes, no docentes y estudiantes, especialmente contra los alumnos de Humanidades, Sociología y Economía. Estaba terminando mi carrera, cursando las últimas materias cuando fui detenida y puesta a disposición del PEN, el Poder Ejecutivo de la Nación, durante tres años y tres meses, hasta diciembre de 1978. Estuve en las cárceles de Villa Floresta, Olmos, Devoto y los tres últimos meses en la U20, la cárcel dentro del Hospital Borda, donde un prolijo tratamiento con drogas psiquiátricas hizo borrar totalmente mi memoria. Así me dejaron en libertad, diciéndole a mi padre: “Su hija es irrecuperable, será un vegetal hasta el día de su muerte. Que Dios les de la Santa Resignación”. Gracias a haber encontrado la ayuda adecuada pude recuperar, poco a poco, la razón perdida. Y me fui a La Pampa, donde fui docente de escuelas primarias y secundarias en la pequeña localidad de 25 de Mayo y en el Terciario de Formación Docente de Catriel, Río Negro. Recién en 1997, pude terminar mi profesorado en la Universidad del Comahue, para cuando mis compañeras de promoción de la Universidad del Sur ya estaban por jubilarse. Luego comencé la maestría en Historia Latinoamericana de los siglos XIX y XX, la cual se interrumpió cuando la Universidad no podía pagar a los docentes, varios doctores en Historia. En ese tiempo de docente rural comencé a escribir narrativa, tarea que continué al jubilarme en el bello mar de Las Grutas, en Río Negro. Seguí escribiendo con la alegría de dar un legado en su educación a mis hijas: la mayor psicóloga y la menor, maestra y profesora de Historia, ambas egresadas también de la Universidad del Comahue.


