El latiguillo que utilizo para titular la que pretendo la primera de una serie de notas a compartir desde nuestro diario, no deja lugar a dudas. Pero al mismo tiempo, dependiendo de quien la pronuncie las siembra todas puesto que los puntos suspensivos del final sirven para que cualquiera complete con lo que considere. Para analizarlo digamos que hay dos grandes grupos de quienes lo utilizan antes de comenzar su alocución, ya sea en la charla política surgida en el bar, o en el colectivo o luego de la copiosa (¡ojalá!) cena con amigos y amigas.
Uno de esos conjuntos me permito sostener que está conformado por aquellos bienintencionadas quienes, en su afán de moldear el quehacer de la principal figura política de la Argentina, apuntan lo que esperan que ella sea basados en sus propios deseos. Desde ya tal asunto resulta de una lógica más que cuestionable porque lo más probable es que no supere la instancia de una pretensión de muy difícil constatación, ya que los resultados han de ser puestos la consideración de todos y cada uno de los integrantes de ese universo.
Sin embargo, y como en este caso se trata de militantes y dirigentes que se relacionan con la figura pública número 1 del país desde su condición de seguidores sin segundas intenciones, juguemos a que todo está bien y que cada uno siga adelante con la imagen de Cristina que más cómodo le quede, ya que los liderazgos son ese diálogo -muchas veces sin palabras, transidos de gestualidad- entre las dos partes de un todo que conforman la argentinidad. El del ex Presidente Juan Domingo Perón bien podría tomarse como ejemplo de lo que planteo.
El tema en el que me he embarcado no solamente lo analizo desde sus ribetes apasionantes, sino también desde un deber ser que reúne datos clave del sentido común nacional -¿el menos común de los sentidos?- , la historia, la experiencia de cada quien, en un entrecruzamiento esperable con las expectativas propias de cada ciudadano o ciudadana. El recuerdo de los años de sus gobiernos junto al ex Presidente Néstor Kirchner obra de distinto modo dependiendo de factores muy diversos, hasta el infinito. Me he metido en camisa de 11 varas.
Pero el otro conjunto está integrado por quienes se aprovechan del lugar común “Nadie duda del liderazgo de Cristina, pero…” para avanzar con su verdadero objetivo, que es alejarla lo más posible de la consideración y el amor de su pueblo, algo que si bien no ha prosperado -a pesar de los años que la lideresa lleva ocupando la centralidad en el frontispicio nacional- forma parte de su empeño. En definitiva trabajan para los objetivos del Poder real -las más de las veces sin siquiera saberlo- deformando los hechos a gusto y piacere para horadar su presencia única.
Si te interesa la argamasa del intercambio de ideas a partir de la política quizás te hayas percatado que estos son los objetivos de muchos que se muestran interesados en su predicamento, haciendo uso del título de esta nota, para luego atacarla todo lo posible. El albertismo -me refiero al grupúsculo que hizo crecer como yuyos infectos el ex Presidente Alberto Fernández, el traidor que asoló al movimiento nacional durante estos últimos años- es pródigo en este tipo de manejos y deseo señalarlos. No quiero que te sumen a vos a su vertedero.
Si bien hice un montón en este sentido al llevar adelante la serie de 7 notas bajo el título “Cristina Presidenta y las distorsiones que coordina la Escuela de Judas”, creo que es muy necesario seguir en esta línea de análisis. Cristina es, en definitiva, la única que se ha mantenido siempre en defensa de los intereses populares, a los que que convirtió en “los días más felices” desde Casa Rosada y hay mucho cipayo de adentro que sigue esmerilándola muchas veces sin siquiera advertir que es parte del dispositivo jubilador. La seguimos la semana que viene.
(continuará)


