Page 29 - Laudato
P. 29

29

        90. Esto no significa igualar a todos los seres vivos y quitarle al ser humano ese valor peculiar
        que implica al mismo tiempo una tremenda responsabilidad. Tampoco supone una divinización de
        la tierra que nos privaría del llamado a colaborar con ella y a proteger su fragilidad. Estas

        concepciones terminarían creando nuevos desequilibrios por escapar de la realidad que nos
        interpela[68]. A veces se advierte una obsesión por negar toda preeminencia a la persona

        humana, y se lleva adelante una lucha por otras especies que no desarrollamos para defender la
        igual dignidad entre los seres humanos. Es verdad que debe preocuparnos que otros seres vivos
        no sean tratados irresponsablemente. Pero especialmente deberían exasperarnos las enormes
        inequidades que existen entre nosotros, porque seguimos tolerando que unos se consideren más

        dignos que otros. Dejamos de advertir que algunos se arrastran en una degradante miseria, sin
        posibilidades reales de superación, mientras otros ni siquiera saben qué hacer con lo que poseen,

        ostentan vanidosamente una supuesta superioridad y dejan tras de sí un nivel de desperdicio que
        sería imposible generalizar sin destrozar el planeta. Seguimos admitiendo en la práctica que unos
        se sientan más humanos que otros, como si hubieran nacido con mayores derechos.



        91. No puede ser real un sentimiento de íntima unión con los demás seres de la naturaleza si al
        mismo tiempo en el corazón no hay ternura, compasión y preocupación por los seres humanos.

        Es evidente la incoherencia de quien lucha contra el tráfico de animales en riesgo de extinción,
        pero permanece completamente indiferente ante la trata de personas, se desentiende de los
        pobres o se empeña en destruir a otro ser humano que le desagrada. Esto pone en riesgo el
        sentido de la lucha por el ambiente. No es casual que, en el himno donde san Francisco alaba a

        Dios por las criaturas, añada lo siguiente: «Alabado seas, mi Señor, por aquellos que perdonan
        por tu amor». Todo está conectado. Por eso se requiere una preocupación por el ambiente unida

        al amor sincero hacia los seres humanos y a un constante compromiso ante los problemas de la
        sociedad.


        92. Por otra parte, cuando el corazón está auténticamente abierto a una comunión universal, nada

        ni nadie está excluido de esa fraternidad. Por consiguiente, también es verdad que la indiferencia
        o la crueldad ante las demás criaturas de este mundo siempre terminan trasladándose de algún
        modo al trato que damos a otros seres humanos. El corazón es uno solo, y la misma miseria que

        lleva a maltratar a un animal no tarda en manifestarse en la relación con las demás personas.
        Todo ensañamiento con cualquier criatura «es contrario a la dignidad humana»[69]. No podemos
        considerarnos grandes amantes si excluimos de nuestros intereses alguna parte de la realidad:

        «Paz, justicia y conservación de la creación son tres temas absolutamente ligados, que no podrán
        apartarse para ser tratados individualmente so pena de caer nuevamente en el

        reduccionismo»[70]. Todo está relacionado, y todos los seres humanos estamos juntos como
        hermanos y hermanas en una maravillosa peregrinación, entrelazados por el amor que Dios tiene
        a cada una de sus criaturas y que nos une también, con tierno cariño, al hermano sol, a la
        hermana luna, al hermano río y a la madre tierra.



        VI. Destino común de los bienes
   24   25   26   27   28   29   30   31   32   33   34