Si fuera posible el ejercicio, te propondría que entornes los ojos y pronuncies levemente el nombre y apellido del realizador, con que he comenzado a sumar películas en la sección Cine argentino de mi diario: Leonardo Favio. Al comenzar a transcurrir los segundos, desde lo más profundo de tu ser comenzarán a emerger mil imágenes.
Hacé la prueba y quizás te sorprendas. Porque en algún punto este tremendo artista ya forma parte integrante del ADN argentino. Sus enfoques, sus cuadros, las escenas de personas comunes elevadas a categoría de próceres de la sencillez pueblerina de todos los tiempos, son trazos que viven en nosotros desde hace años.
Los diálogos sentidos, los tiempos, las cadencias, El abordaje de varios mitos populares cuya existencia no ha sido probada. Todo lo que tiene que ver con la devoción peronista emerge desde un lugar quizás olvidado, para llenarnos de emoción y del deseo de volver a ver alguna de sus películas. ¿Porqué no ésta, entonces?
“El éxito sofocó un poco a Favio. De una vida más bien tranquila como director, pasó a un mundo mediático, lleno de fanáticos y conciertos continuados; tanto lo abochornó la fama que llegó a encerrarse durante meses en su departamento. Luego de grabar su segundo álbum -Leonardo Favio (1969)- y en pleno apogeo de su éxito como cantante, dejó los escenarios para dedicarse por completo a su película Juan Moreira (1973). Nazareno Cruz y el lobo (1975, sobre el radioteatro de Juan Carlos Chiappe) consolidó a Favio como director, siendo esta la película más vista en la historia del cine argentino.
“En 1976, realizó Soñar, soñar, con Gian Franco Pagliaro y Carlos Monzón y, tras el golpe militar, se fue al exilio.
“Postdictadura
“En 1976 dejó Argentina, exiliado por el autodenominado Proceso de Reorganización Nacional que se extendió hasta 1983. Comenzó entonces una gira por América Latina, donde vivió casi dos años junto a su familia. Luego se estableció en la ciudad de Pereira (Colombia), desde donde realizaba giras por varios países del mundo, interpretando sus canciones. De regreso en Argentina, año 1987, reinició su carrera como realizador cinematográfico (filmó Gatica, el Mono, 1993) y continuó paralelamente la de cantautor, esta vez en giras más cortas debido al tiempo que le demandaba el cine.
“Entre 1996 y 1999 realizó un documental -sin estreno comercial- titulado Perón, sinfonía del sentimiento. Favio relata en cinco horas y cuarenta y cinco minutos la situación de Argentina entre la Primera Guerra Mundial (1914-1918) y la muerte de Juan Domingo Perón (1974).
“Su última obra fue Aniceto. Favio interpreta el tema musical que cierra el film, el que a su vez es obra de su hijo, el músico y compositor Nico Favio (premio Clarín al artista revelación 2005 por Rodeado de Buenos Aires).
“Pensamiento y actuación política. Una parte sustancial de la vida de Leonardo Favio ha estado vinculada a su actuación en el peronismo. Él mismo ha dicho:
“Yo no soy un director peronista, pero soy un peronista que hago cine y eso en algún momento se nota. En ningún momento yo planifico bajar línea a través de mi arte, porque tengo miedo de que se me escape la poesía”.
“Este es el romance del Aniceto y la Francisca, de cómo quedó trunco, comenzó la tristeza y unas pocas cosas más…”, de Leonardo Favio.
Conocida habitualmente como El romance del Aniceto y la Francisca, es una película argentina drama y romántico de 1967, en blanco y negro, dirigida por Leonardo Favio, e interpretada por Federico Luppi, Elsa Daniel, María Vaner y Edgardo Suárez. Fue estrenada el 1 de junio de ese año y recibió el Cóndor de Plata a Mejor película en 1968. Es la segunda parte de una trilogía sin nombre de filmes en blanco y negro dirigidos por Favio, la cual comienza con Crónica de un niño solo (1965) y termina con El dependiente (1969). Está inspirada en el cuento homónimo de Jorge Zuhair Jury, hermano del director. Más allá del argumento, la película busca reflejar la vida de los pequeños pueblos de la Argentina, antes de la llegada de la televisión. Es la historia de una seducción y enamoramiento entre dos personas de pueblo, en la provincia de Mendoza: el Aniceto (Luppi) y la Francisca (Elsa Daniel), una chica “decente” y dulce, “la santita” del Aniceto. Pero el Aniceto también seduce a Lucía (María Vaner), apasionada, sexual, “la putita” del Aniceto. Las dos mujeres se enfrentarán como en una riña de gallos (el Aniceto es gallero). Cuando el romance se rompe, el Aniceto comienza a darse cuenta de lo que perdió.