(viene de la entrega anterior)
-Resulta que los que se dedican al juego clandestino no son delicuentes. Son infractores a la ley de juego. No son delicuentes porque ellos no obligan al otro a jugar.
El otro juega porque quiere, nadie lo obliga.
-En la cárcel le decían infractores ¿sabes a cuáles? A los homosexuales-.
-Y los homosexuales, igual que las prostitutas son infractores, no son delincuentes. Vos estas trabajando con tu cuerpo y tu cuerpo es tuyo-.
Si querés hacer con tu cuerpo un negocio, hacé de tu cuerpo un negocio.
Tu cuerpo es tuyo. Nadie puede decir nada.
-Tenes razón-.
-Lo que pasa es que la cana te tira los papelitos. Si vos no le pasás la cometa, por ejemplo-.
-Y mirá, la ultima vez que yo caí en Buenos Aires por averiguación de antecedentes, me metieron en una celda con una mina a la que la habían metido por prostituta. ¿Sabés por que?-.
-Porque no se quería encamar con todos los canas. Y la metieron adentro porque querían pasársela todos. Me lo contó la misma chica-.
-No me extraña nada. Es una verdad, mami. No es grupo. ¿Qué querés que haga?
-Que esas son cosas que hay que legalizar, pobre mina-.
-Pero aunque vos la legalices, la cana va a existir siempre, porque la ley…-.
-Aunque vos no quieras-.
-Si existe la cana, va a existir otra fuerza del mal, que no va a ser la cana, será de otros planetas. Porque lo malo y lo bueno van a existir siempre. Porque nosotros hicimos la cagada mas grande. Cuando Adán se comió la manzana con la vieja esta, que entre paréntesis, la que comió primero la manzana fue ella. Y entonces fue cuando Jesús le dijo “viste que yo decía” que vos te tenias que quedar en el paraíso. ¿Querías una pishusha? Ahora jodete. Bancatelá. Ahora vas a morir eternamente. Y vas a ser pecador eternamente. Y vamos a tener los defectos que tenemos. Y es así-.
-¿Qué más quiere el ser humano? Me pregunto- dice el July en su monologo reflexivo de la mateada matutina. -Si uno tiene la vida, la libertad, el cuerpo entero, la salud, la pareja, los hijos, el hogar, el trabajo-.
¿Qué más?
Por eso estoy en el ascensor del edificio de la vida. Los miro preocupados por cada gilada, haciéndose mierda por cada pavada.
Y lo importante es vivir, vivir para vivir…
Para vivir
Te dejan sus herencias,
te marcan un sendero,
te dicen lo que es malo
y lo que es bueno, pero…
Ni los vientos son cuatro,
ni siete los colores,
y los zarzales crecen
junto con las flores
y el sol sólo es el sol si brilla en ti.
La lluvia sólo lluvia si te moja al caer.
Cada niño es el tuyo,
cada hembra, tu mujer.
Vivir para vivir.
Sólo vale la pena vivir para vivir.
Para vivir.
Sólo vale la pena vivir para vivir.
Y hacer tuyo el camino,
que tuyas son las botas.
Que una sonrisa pueda
dar a luz tu boca.
Abrázate a los vientos
y cabalga los montes.
que no acabe el paisaje
con el horizonte.
Que el sol sólo es el sol si brilla en ti.
La lluvia sólo la lluvia si te moja al caer.
Cada niño es el tuyo.
Cada hembra, tu mujer.
Joan Manuel Serrat
Anoche nos quedamos leyendo “La razón de mi vida” de Eva Perón y cuando el July, que leía, se quedó enmudecido por el llanto no pudo seguir leyendo. Entonces retomé yo.
“Morir por una causa, morir por la causa del pueblo no es tan difícil. Es morir de amor”.
Y el July que siente tanto, que tiene el corazón abierto como el dice, se quedó con un nudo en la garganta. Porque el también es así.
Diez años de exilio han sido un camino muy largo y a veces muy difícil, especialmente cuando hay que llegar a reconocer con coraje que el mundo aquel que nosotros soñamos fue destruido.
Pero pensamos también, que tenemos otro mundo por rehacer, por reconstruir. Un mundo de paz, de amor, de poesía.
Es eso lo que nosotros hemos llamado “nuestro combate por la revolución y las estrellas”.
Buscando siempre nuestra patria ahí donde los hombres se asignen definitivamente el deber de sonreír.
Luz negra
Habría que decir que en lo inmediato
la vida se ha ido haciendo más difícil
de rojo se mancharon nuestros sueños
la boca ya no encuentra su palabra
la noche envuelve el cielo y lo aprisiona
la patria va alejándose del hombre
y todas las banderas que flamearon
se han ido desgarrando con el tiempo.
Habría que decir que ya no estamos
cantando por las grandes alamedas
ya no es la misma siembra en la guitarra
ya no es el mismo canto el que da vida.
Habría que afirmar valientemente
que un mundo nos separa de ese mundo
y un mundo es lo que queda destruido
y un mundo por hacer es la tarea
Yo quiero savia y amor de poesía
y lucho en el poema y en la tierra
mi combate es luz y fuego en la vendimia
de la revolución y las estrellas.
Y busco mi país donde los hombres
se asignen el deber de la sonrisa
y busquen en el mar de lo invisible
la última razón en esta vida.
Habría que decir sin más remedio
que el tiempo es más profundo que la vida
la luz se vuelve sombra en un instante
la historia va cambiando los motivos,
naufraga hasta la nave más serena
la muerte se despierta con su espada
la rubia miel en gris se va bebiendo
y el día va naciendo entre las ruinas.
Quilapayún
(continuará)
Columnista invitada
Lucía Isabel Briones Costa
“Mi pecado fue terrible: quise llenar de estrellas el corazón de los hombres” decía el poeta… Desde los lejanos años de estudiante del profesorado en Historia en la Universidad Nacional del Sur, dediqué mi vida a la educación. En los tiempos previos a la dictadura de 1976 enseñaba en una vieja aula de la Facultad de Agronomía el bachillerato de adultos, tarea compartida con los compañeros, casi todos presos políticos después en Bahía Blanca. Cuando era rector Remus Tetu se hizo una razzia contra docentes, no docentes y estudiantes, especialmente contra los alumnos de Humanidades, Sociología y Economía. Estaba terminando mi carrera, cursando las últimas materias cuando fui detenida y puesta a disposición del PEN, el Poder Ejecutivo de la Nación, durante tres años y tres meses, hasta diciembre de 1978. Estuve en las cárceles de Villa Floresta, Olmos, Devoto y los tres últimos meses en la U20, la cárcel dentro del Hospital Borda, donde un prolijo tratamiento con drogas psiquiátricas hizo borrar totalmente mi memoria. Así me dejaron en libertad, diciéndole a mi padre: “Su hija es irrecuperable, será un vegetal hasta el día de su muerte. Que Dios les de la Santa Resignación”. Gracias a haber encontrado la ayuda adecuada pude recuperar, poco a poco, la razón perdida. Y me fui a La Pampa, donde fui docente de escuelas primarias y secundarias en la pequeña localidad de 25 de Mayo y en el Terciario de Formación Docente de Catriel, Río Negro. Recién en 1997, pude terminar mi profesorado en la Universidad del Comahue, para cuando mis compañeras de promoción de la Universidad del Sur ya estaban por jubilarse. Luego comencé la maestría en Historia Latinoamericana de los siglos XIX y XX, la cual se interrumpió cuando la Universidad no podía pagar a los docentes, varios doctores en Historia. En ese tiempo de docente rural comencé a escribir narrativa, tarea que continué al jubilarme en el bello mar de Las Grutas, en Río Negro. Seguí escribiendo con la alegría de dar un legado en su educación a mis hijas: la mayor psicóloga y la menor, maestra y profesora de Historia, ambas egresadas también de la Universidad del Comahue.
(Cuadros de Sara Rosales)