En 1916 se eligió por primera vez en Argentina al presidente de la Nación utilizando el sistema de voto secreto y obligatorio por parte de todos los hombres mayores de 18 años, establecido por la Ley Sáenz Peña. Triunfó la Unión Cívica Radical (UCR) resultando elegido presidente Hipólito Yrigoyen.
Fue breve pero significativo el derrotero de Yrigoyen (un período de gobierno y medio) que fue signado por comenzar a crear y consolidar derechos para buena parte de las capas medias y, también, por ser desalojado por el Golpe de Estado de 1930, el primero de la historia argentina, que hizo pensar a nuestros hermanos de aquella época que no habrían buenas noticias para los más pobres.
Casi quince años después y acerca de la aparición del peronismo, te propongo hacer una composición de lugar para dimensionar cómo era la Argentina de 1945, el contexto que dio nacimiento a la figura de Perón. Imaginate que cientos de miles de compatriotas comenzaban a prestarle atención a un militar que, surgido de una dictadura, convocaba a los trabajadores para escucharlos.
Pero más que eso: luego de generar ese espacio de diálogo, diseñaba un andamiaje de nuevos derechos laborales en un momento de la historia en que todavía la jornada laboral no era tal cual la conocemos hoy, donde aún trabajaban los niños (en el campo y en las ciudades) y todo modo de sindicalización era perseguido por los gobiernos conservadores de la Década Infame.
No era fácil abstraerse de ese hombre que, detrás de una sonrisa cautivante y permanente, desde las cumbres del Gobierno le hablaba a los más humildes, a los laburantes, a las mujeres, a los jóvenes. Lo hacía, además, para darles buenas noticias, para dejarles claro que el Estado podía hacer cosas por ellos siempre y cuando el Gobierno que condujera ese Estado así lo planteara.
Esa sumatoria de derechos junto con una insinuada candidatura para presidir la República Argentina, hizo que los sectores más conservadores de la propia dictadura de la que surgía en forma arrolladora esta figura, decidiera encarcelarlo. Tenían que hacer lo imposible para que no hubiera un nuevo gobierno popular, pero lograron el efecto contrario.
Por ello es que se fueron organizando, muy rápidamente, los trabajadores y trabajadoras, los estudiantes las amas de casa, los obreros, los campesinos y la convocatoria natural fue a peticionar a Plaza de Mayo, en la puerta de la Casa Rosada. Ahí comenzó a crecer ese fenómeno del boca a boca y cientos de miles se sintieron convocados para pedir la libertad de su nuevo líder.
Finalmente y frente a ese espectáculo tan genuino como inesperado, que por primera vez acontecía en nuestra historia, Perón fue liberado. Habló desde los balcones de Casa Rosada, para calmar los ánimos de quienes lo vitoreaban y pedían que fuera candidato a presidente. Buena parte de todos los postergados de la historia decidieron que fuera quién fue.
En esas jornadas comenzó a consolidarse una consigna de tan solo dos palabras que nos acompaña desde aquellos candentes días que culminaron el ya glorioso 17 de octubre de 1945, como el día en que se cristalizó el liderazgo más importante de nuestro país y para las próximas décadas. Nació el peronismo. Nacía una respuesta gubernativa posible a las múltiples demandas del pueblo.
Por ello es tan importante dimensionar que el “Viva Perón” subía desde las entrañas de los sufrientes argentinos más pobres, como una revolución del habla que trataría de consagrarlo a la Presidencia de la Nación, porque advertían que ese sería el modo de comenzar a salir de tantas penurias y destratos. Viva Perón, entonces, es un grito que siempre está naciendo.
Nace ahora, también, desde atrás en la historia. Porque hace 75 años que comenzó siendo como un mantram, como una parte fundamental del rito popular que busca su lugar en la historia, para demostrar que es posible que se llevan adelante políticas públicas para las amplias mayorías populares. Viva Perón es mucho más que una consigna. Viva Perón es una buena noticia.
Marcelo Sapunar
17 de octubre de 2020