Coronavirus, el mito del eterno retorno
El aumento de los enfermos por la pandemia, me lleva a recordar
lo que escribí hace un año con el comienzo de la larga cuarentena.
Luego de unos pocos años de primavera cultural grutense, cuando la directora de Cultura era Marcela Dodero y Mariela Andújar estaba al frente de la Casa de la Cultura, rodeada de todos los trabajadores de la cultura y de los perros callejeros que dormían tranki a su lado, llegaron otra vez los vientos gélidos anunciando que todo es el mito del eterno retorno.
En plena temporada turística, frente a la plaza de los artesanos, la policía reprimió salvajemente a Ciro, clown y profesor de los talleres de circo. Los golpes, aparentemente le habían fisurado una costilla, pero al ir al doc, resulta que esa costilla estaba rota.
La indignación comenzó a brotarme en llamaradas… Un dolor de cabeza pertinaz, con dolor en los ojos de tantas horas de intentar corregir otra vez mi primer libro, CALEIDOSCOPIO, escrito en 1990, es decir hace 30 años.
Cada vez que parece que ya está listo pasa algo. Esta vez mi compu se rayó. Quedó trabada con un cartelito que decía que estaba recuperando no sé qué. Tuve que enviarla al arreglo, que me costó $3000 y le cambiaron todo. La reformatearon y ahora ni sikiera puedo jugar al spider, porque está en inglés y todo cambiado, mucho menos, ubicar mis escritos o abrir el face.
Entonces decidí pedirle a Daniela que me prestara su netbook. Es una de esas net que solía repartir el Ministerio de Educación, pero que los alumnos no pueden usar porque ya no cuentan con los profesores de auxilio técnico y al faltarles la actualización, quedan inutilizadas. Por eso ahora las venden en el mercado negro. Entonces ignoro cómo harán los alumnos para recibir los cursos de educación por internet con esto de la pandemia.
Un atroz dolor en la cabeza y detrás de los ojos, me hizo levantar tres veces en una sola noche.
Lo primero que hice fue pedirle a mi amiga Nelly que se fijara si estaba ojeada, porque así me sentía a veces cuando vivía en el campo.
-Sí, amiga, estás un poco ojeada, fue su diagnóstico.
Luego me curó el ojeo, lo supe porque me dormí de un tirón.
Pero el dolor de cabeza seguía. Entonces recordé el infalible método de abuela para la insolación: con una toalla doblada en cuatro partes sobre la cabeza, me puse un vaso con agua dado vuelta y el agua comenzó a hervir.
Ignoro cuándo supe que así se determinan y se curan también la fiebre y la presión alta. Un rato con el agua hirviendo con las burbujitas, logran que se vaya curando y llegue por fin, el sueño sanador. Pero cuando en la misma noche me desperté tres veces, con ese dolor que me partía la cabeza y el agua seguía hirviendo, me dije que tal vez fuese la pandemia de coronavirus.
-Mi responsabilidad social es entonces ir al hospital como dicen por los medios, pensé.
Entonces, a las 6,00 de la mañana, una hora accesible digamos, llamé al 911.
-Me parece que tengo fiebre y me duele la cabeza y muuucho atrás de los ojos-.
-¿Se tomó la fiebre con un termómetro?-.
-No tengo termómetro. Uso el método de mi abuela para curar la insolación, y que sirve para la fiebre y la presión alta también: una toalla doblada en cuatro partes y un vaso con agua dado vuelta. Como me ha hervido el agua durante toda la noche, supongo que puede ser síntoma del coronavirus-.
-Tiene que llamar al 107, hospital-.
Llamé. Eran las 6,18. Repetí mi temor de tener la posible pandemia y mi método para curar una posible fiebre preguntando qué tenía que hacer.
-Este número es para emergencias. Tiene que venir al hospital a las 7,30 y sacar turno para consultorio externo-.
-¿Puede ser en la salita frente a La Anónima?- le pregunté. No kería imaginarme estar otra vez en ese espacio atestado esperando horas, pasándonos los gérmenes de uno a otro paciente…
-Sí, señora. Usted puede elegir-.
Recordaba con paranoia, que el primer muerto por coronavirus en Argentina fue un preso político, secuestrado, torturado y después exiliado en Francia junto a su pareja. Ahora, jubilados ambos, habían regresado a Bs. As.
Últimamente, él había ido a visitar a su hija que vive en Francia. Al regreso, tenía síntomas de gripe y fue dos veces a la guardia del Argerich, pero no le dieron bola.
Lo cuenta Luis Contreras, su amigo y compañero de militancia. Guillermo Gómez, la primera víctima fatal quien había asistido dos veces a la guardia del Argerich con los primeros síntomas.
-Yo vivo en El Jaguel, Monte Grande. Me llamó la señora de Guillermo porque hacía cuatro días que estaba con fiebre y no comía. Me fui a su casa en San Telmo. Quería que los ayudara con la internación.
Llamamos al 107, describimos su estado y resaltamos que recién venía de Francia. Dijeron que venían. Bajé a esperar pero no vinieron. Llamamos de vuelta. Y nada. Me dijeron que las ambulancias estaban en desinfección. A la tercera ocasión que llamamos me dijeron que el servicio estaba restringido.
-¿Cómo va a estar restringido un servicio de emergencia?- se queja Luis.
Los amigos habían estado juntos en la Juventud Peronista y el Movimiento Villero Peronista con el Padre Mujica.
Guillermo y su compañera Nora, trabajaron toda su vida en Francia. Allí se habían jubilado. Por eso acá no tenían obra social. Habían regresado hace unos años.
Como la ambulancia nunca llegó, Luis decidió cargar a su amigo bajando por la escalera y llevarlo al Argerich en taxi.
…Cuando llegamos vimos que había tres ambulancias del SAME paradas allí.
Nelly, la pareja de Guillermo, fue a la guardia a presentarse mientras él cuidaba a su amigo. –Yo me quedé con él cuidándolo. No nos dieron ni una silla. El hombre de seguridad me ofreció la suya para que acomode a Guillermo. Llegamos a las 12,30 y recién lo atendieron a las 18,00. Cuando ubicamos a una doctora y le explicamos el cuadro, nos dijo NO PUEDE SER y se lo llevó para internación. Siempre en la guardia. Allí le pusieron una mascarilla. Hasta ese momento nunca estuvo aislado. Tampoco las dos veces anteriores que había asistido a la guardia, la semana previa.
-Yo me volví a mi casa- sigue Contreras. -Al día siguiente lo fui a visitar pero estaba en un sector restringido y no pude pasar-.
Su compañera pasó la noche en la sala de espera. El viernes lo pasaron al 2° piso y lo pudieron ver. En el Argerich hasta el momento no sabían que el paciente tenía coronavirus. El positivo se conoció post mortem.
La trágica historia del compañero asesinado por la inoperancia de la salud pública, me había sublevado.
Seguramente la indignación estalló en llamaradas en mi cabeza, me dije. Imaginaba que tal vez fuese uno de los ilusos que regresaron en el bicentenario con K. Tal vez se habría sumergido en la misma depresión que tantos sobrevivientes setentístas padecimos cuando el pueblo eligió al infame de Makrigato. Y tal vez haya sido uno de los que fueron con paciencia militante reconstruyendo los lazos solidarios para que ganara el Alberto.
Y mientras, fue viendo en el resto de América Latina, la represión más atroz, las salvajadas de los milicos hacia el pueblo en Bolivia y en Chile, a los pakos apuntando a uno de los ojos de los jóvenes, esos mismos que hace tantos meses resisten con arte. Y ahora la elección en Uruguay, donde perdió nuestro querido Frente Amplio.
Lo imaginaba yendo al hospital padeciendo el ninguneo. Y mientras se iba muriendo, lo suponía llorando para adentro, preguntándose por qué.
***
A las 7,30 llamé al taxi. Cuando llegué a la salita, la enfermera me informó que no habría médicos hasta el 25 de este mes.
-¿Le parece que tenga que hacer horas de espera contagiando a los demás pacientes? ¡Porque puedo tener coronavirus! ¿Puede usted tomarme la fiebre?-.
-Por supuesto-.
Mientras esperaba con el termómetro bajo el brazo, le pregunté a la amable enfermera por qué en el número de EMERGENCIAS no sabían que no tenían médicos en la salita de atención primaria. Le comenté que había ido en taxi, bastante careli por cierto.
-No tiene fiebre: 35,5 de temperatura-.
-Ah, bueno, mil gracias. Y llamé al taxi otra vez-.
Me salvé de la tortura de las horas de espera en el infame edificio del hospital grutense, que parece ideal para filmar una remake de la peli “MASH” sobre un hospital de campaña en plena guerra de Vietnam. No sé cómo me pude reir tanto cuando la vi. Después de años de padecer la desastrosa salud pública hospitalaria, ni sikiera esbozaría una sonrisa, apenas una mueca de amargo escepticismo.
Mamá fue desahuciada por metástasis de cáncer de huesos en el hospital Rivadavia en la dictadura, falleció en el ’81 sin sikiera recibir la medicación de los cuidados paliativos para calmar ese dolor tan agudo. Mucho después supe por qué en los hospitales no hay anestesias ni calmantes: pasan al mercado negro de las carísimas drogas ilegales.
Tuve a mi hija mayor al comienzo del alfonsinismo, en mayo del ’83, en ese mismo hospital, que tenía entonces la única maternidad gratuita me habían dicho. Me sentía en un pabellón carcelario, las camas estaban casi pegadas. Una de las parturientas tenía obra social y por eso se desgarró esperando sus papeles, no tuvo internación.
Recuerdo que en un momento me levanté para ir al baño y dejé a la beba en su camita. Al regresar una señora me dijo:
-¿Usted no kiere a su beba? ¿Sabe cuántos niños son robados de akí? Espantada de solo pensarlo, iba al baño con el atril del suero colgante y la beba en mi kepina, esa telita pegada al cuerpo como las coyas.
Así estuve hasta que mi cuñada, la pareja de Pablito, logró quedarse a la noche, mediante un arreglo con una de las enfermeras, quien le dijo que la autorizaba a quedarse si compraba una lamparita para esa parte de la sala.
Es la destrucción de la salud pública de la dictadura, pensé entonces. Ya lo solucionarán los radicales a kiénes no había votado aunque me parecían magníficas sus consignas de CON LA DEMOCRACIA SE COME, SE CURA Y SE EDUCA.
En el embarazo de mi hija menor, en diciembre del ‘86 decidí viajar a Buenos Aires para hacerme los estudios pertinentes en el Hospital Malbrán porque existía la posibilidad de que padeciéramos el mal de Chagas. Es que en 25 Viejo, La Pampa, donde vivíamos, era zona con vinchucas y toxoplasmosis por los gatos del ranchón.
El Malbrán era un edificio en ruinas, lleno de cartelones exigiendo el pago de salarios atrasados.
Me hicieron los análisis y cuando fui a buscar los resultados, me los entregó una doctora de unos 60 años en un papelito escrito atrás de una fotocopia.
-¿Este es el resultado?- la miré con aire dudósico.
-Soy la doctora no-sé-cuanto- afirmó con seguridad, -hace 35 años que estoy aquí-.
Me explicó con sapiencia que no tenía Chagas ni toxoplasmosis y que si había estado en contacto antes del embarazo con gatos, no había problemas porque tenía anticuerpos.
Recordé cuando la científica del Malbrán decía que el desastre sanitario del país se debía a que el pueblo aceptaba mansamente, que un futbolista cobrara millonadas y en cambio, ¿cuánto era el salario de un científico de dicho hospital?
Recordé todo esto justo ahora, que mi hija no podrá venir de visita por la cuarentena. Le saqué el pasaje de ida y vuelta pero llegó la pandemia.
Y me vino la angustia, porque cuando nació, una enfermera me impidió darle el calostro, que le hubiera transmitido mi inmunidad.
Entró una enfermera, la llevó para el control de recién nacida y cuando me la trajo, delante de mí, le dio una mamadera. Yo me indigné y le dije que si le daba de mamar el calostro le transmitirá la inmunidad de mis propias defensas. Se sonrió mirándome como diciendo “a esta india atrasada hay que explicarle todo”:
-Mamita, así la beba va a estar bien hasta que a usted le baje la leche-.
Y así, aún hoy se contagia cada año cualquier gripe que anda en el aire. Y como no tiene la playa cerca allí donde vive, no puede tomar agua de mar isotónica que hasta la mejoró a Manchita, mi perraza dálmata, quien ya estaba solamente al sol, como esperando la muerte.
Un día decidí comenzar a darle de tomar en su tachito agua isotónica: una parte de agua de mar y cuatro de agua filtrada, como la tomo yo, pero a la mía le agrego jugo de limón.
Y así Manchita, mi vieja perraza dálmata mejoró, con agua de mar, el ungüento de propóleo y esa cucharadita de cannabis medicinal que lame tiernamente con su lenguaza. Ahora ya ladra otra vez con su rugido de león.
Pero volviendo a mi hija menor, ella tuvo todas las vacunas obligatorias a diferencia de la mayor que estuvo bajo el control del Dr. Roberto Crotogini, pediatra del equipo del Dr. Escardó y luego especialista en medicina antroposófica, formador de equipos de profesionales de la medicina desde hace más de 30 años.
El 14 de febrero del 2002, el día de los enamorados, falleció papá. Había estado internado en el 2° o 3° piso del Hospital Ramos Mejía: un pabellón carcelario… inmenso, larguísimo, a un lado estaban los hombres, al otro, las mujeres y en una T, los infecto-contagiosos con barbijo, flakísimos, enfermos de sida suponía.
Nos encontrábamos afuera l@s fumadores cuando entraban las señoras de limpieza, con unos trapos rotosos e hilachentos tipo Devoto, pasando el trapo solamente con agua.
Hace unos diez años, mi hermana estuvo internada en el Hospital Pirovano, en la sala de traumatología. Había tenido un terrible accidente automovilístico, justo cuando Makri asumía como gobernador de la city, con ese asombroso parecido a su esposo de entonces, el bicicletero de Thames cerca de la placita Serrano mientras ella atendía en su librería y mercería.
Yo misma vi la atención de excelencia de los profesionales que se hicieron cargo de ella cuando estaba con tantos huesos rotos. Además de autorizarla a ponerse la tintura de aloe vera que yo llevé de akí, de Las Grutas, su kinesióloga que estaba estudiando en Cuba, le enseñaba a mover cada músculo con un método tipo Pilates. Pero esta kinesióloga, una joven profesional capísima, después de una semana con esos turnos infames de los profesionales cubriendo las guardias de otros, se cayó del bondi, exhausta.
Es que los médicos tienen esos horarios absolutamente imposibles de soportar: de consultorio externo-guardia y otra vez consultorio externo. Vaya a saber por qué no se modifican para impedir que los trabajadores de la salud, terminen como trapos de piso.
Durante las noches nosotros, los familiares, habíamos conseguido turnarnos para acompañar a mi hermana en su internación. Es que había solamente una enfermera para atender a tantas pacientes inmovilizadas y con esos dolores agudos.
Pero había quienes estaban en una situación más jodida que la nuestra. Recuerdo a la hermana de una paciente que era empleada doméstica. Ella me contaba que tenía que pagar una acompañante, cuyos aranceles por noche eran casi lo que ella cobraba en un mes de trabajo.
Cuando sobrevino la epidemia de la Gripe A, el personal de los hospitales trabajó mañana, tarde y noche atendiendo a los afectados.
En esa época los médicos que venían desde el extranjero a ofrecerse para trabajar por los niños desnutridos del norte, eran rechazados por el turraje que maneja el sistema de salud porque les faltaba la homologación del título. Se trataba de egresados argentinos que tuvieron que exiliarse, algunos durante la dictadura y otros por la crisis económica, pero que ahora querían regresar para ayudar.
Y mientras aquí se daban el lujo de rechazar a los médicos, en el interior, en Tafí del Valle, no había personal para atender nacimientos y entonces las parturientas eran llevadas en ambulancia a la ciudad. Con toda la guita que se recauda de una villa turística, esto era un despropósito.
Pero tampoco hay pediatras para partos en 25 de mayo, La Pampa, aún con las regalías petroleras. Entonces la gente que necesita atención médica, generalmente va a Catriel, a la clínica privada que pusieron los petroleros, implicando el vaciamiento de la salud pública, ya que sólo recibe atención quien tiene obra social, porque nuestros aportes a la obra social, van a las clínicas privadas…
El tema de la distribución desproporcionada de los recursos humanos y económicos en favor de unos y en detrimento de otros, salió a la luz en la revisación de una beba recién nacida sana.
En la sala de neonatología, aún con lo gélidos que suelen ser allí los inviernos, no había calefacción, entonces le pusieron una estufita eléctrica demasiado cerca. La beba se movió y se kemó la piernita. Aunque lograron salvarla en Neuquén, perdió un pie.
-¿Por qué no hay recursos suficientes para atender nacimientos en Veinticinco, SIENDO LA LOCALIDAD QUE APORTA LAS REGALÍAS PETROLERAS A LA PROVINCIA?- pregunté el año pasado, cuando viajé al pueblo por el cumpleaños del colegio secundario en el que fui docente. Hice esa pregunta porque había funcionarios provinciales entre los invitados.
-El tema es que hay que poner un anestesista cuyo salario es carísimo, fue la respuesta-…
El año pasado fui al Hospital Clínicas de Buenos Aires. En el camino le pregunté al taxista si lo conocía, porque yo nunca lo había visto.
-Mire, es inconfundible-. Me señaló un edificio alto con una grela acumulada desde los tiempos de Evita.
-Parece que después no tuvo una mano de pintura-.
En el inmenso salón de entrada del hospital de la UBA, de unos agujeros en el techo de hardboard, asomaban unas lamparitas con cables colgando. No había ningún tipo de control por parte de los egresados de la carrera de seguridad e higiene en esa misma universidad.
-Por akí bailarán ratones y cucarachas- supuse, con mi clásica persecuta, mientras esperaba que me atendieran en Salud Mental.
Había ido a averiguar por un estudio que realizaban científicos del Conicet en el Hospital Clínica. Mi gran amiga había leído acerca de esto y en una de tantas charlas, me lo comentó: a través de un solo cabello de una persona, podían determinar su nivel de estrés. Lo consideré fundamental para mi sanación.
Recuerdo que me atendieron tres doctores muy jóvenes. Uno de ellos tenía un inconfundible aire PRO, emanaba un entusiasmo a toda prueba. Otro, tenía un aire PJ-K, cuando yo le contaba de mi estrés por haber sido presa política, se nublaba su semblante.
-Debe ser HIJ@ de desaparecidos-, supuse. Cuando les contaba acerca del terrible estado de abandono en que se encontraba el hospital escuela de la UBA y que parecía estar hecho para formar mártires de guardapolvo blanco, el otro doc, el que tenía aire de ser hijo de exiliados, se sonrió.
De pronto llegó otro médico y le sugirió al pibe PRO que fuéramos a otro lugar… Lejos de las orejas atentas chusmetas, supuse. Era otro de esos pabellones de una cama al lado de otra, separadas por una especie de sábana como cortina.
Les dije que había ido porque una compañera sabía que en el Hospital de Clínica, unos científicos del Conicet estudian el stress de una persona a través del análisis de uno de sus cabellos. El doc se sonrió.
-Nosotros somos el equipo de Salud Mental-.
-¿Para tantos millones de porteños? ¿No será poco?-.
-Es lo que hay-.
La planta funcional de la salud pública depende de cada provincia… Y DE LO QUE NACIÓN LES PASE DE ACUERDO A LA COLORATURA POLÍTICA DE KIEN GOBIERNA.
Tal vez ocurra como con en el gas y la electricidad: cuando Menem pasó el regalito de salud y educación a las provincias onda, “tomen, esto es suyo, que cada cual se haga cargo” pero sin habilitar la guita que cada jurisdicción necesitaba.
Entonces cada provincia hace lo que puede y se le canta. Porque funcionan como feudos. Y lo mismo hace el gobierno provincial con los intendentes. Si son del palo, hay guita. Si no, naranja, ajo y agua, a joderse y aguantárselas.
Obviamente esto se podría solucionar utilizando la mano de obra ociosa de las FFAA, para arreglar el estado misere nobis de los hospitales y escuelas.
Hay ingenieros, técnicos, soldados, que evidentemente en esta nueva pandemia de covid-19, podrían construir y gestionar los hospitales de campaña para los contagiados. Y también arreglar los ya existentes con suma eficiencia. Inclusive valdría convocar a los ex soldados de Malvinas, quienes siempre cooperan en tareas solidarias, así como también se podría ordenar la presencia de tantos exonerados de las distintas policías. Esos que parece que se dedican a las mismas tropelías, para que se entienda, son el mismo estereotipo que los alumnos expulsados del colegio. Entonces, ya sabemos en qué termina eso: barras bravas, saqueadores, etc.
***
-Así son los hospitales de campaña en zonas de frontera. Y en China en 15 días, levantaron un hospital para los enfermos-.
Me comenta una madre sola, sostén de familia, desesperada pensando en su hija que se queda sola mientras ella trabaja.
-El Estado en conjunto con los empleadores, debería dar licencia paga a madres solas mientras dure la emergencia- le comento mientras rememoro mi angustia cuando pasé una situación similar.
Cuando mi compu estuvo en reparación, forzándome a dejar de escribir, pude meditar acerca de tantos por qué. Resulta que me dolía la cabeza y específicamente detrás de los ojos. Y más aún en mi ojo izquierdo. Recordé entonces a los pacos chilenos apuntandoles a un ojo a los artistas y jóvenes estudiantes…
Sólo cuando me hice el baño ocular con limón recién exprimido, que me saltaron las lágrimas y poco a poco fue calmando ese dolor que me ardía mientras iba sanando.
Cuando terminé con ese proceso, llamé a mi hermana Theia por teléfono y le conté por qué supuse que tenía la temperatura tan baja y la cabeza hirviendo:
-Resulta que para fortalecer el sistema inmunológico, volví a tomar agua de mar y también comencé a dársela a Manchita, mi amada perraza dálmata, callejera y sorda o autista, cuando ya se quedaba afuera mañana, tarde y noche como esperando la muerte-.
Un video de youtube con una entrevista a la doctora María Teresa Ilari lo explica claramente: uso del agua de mar y sus beneficios.
Por el tema del dolor de cabeza, ya le había pedido a mi gran amiga Nélida, jubilada chaqueña y compañera en la biblioteca de los jubilados de Las Grutas, que viera si podía ser mal de ojo. Se lo había pedido por teléfono y luego de su curación, logré dormir.
-Sí, amiga, estás un poco ojeada-.
Se me estaba acabando el agua de mar. Decidí ir a cosecharla cuando supe que había marea extraordinaria por la luna llena en Virgo, mi signo, que es también el de la sanación natural, opuesto al sol en Piscis, regido por Neptuno, el de las epidemias, el dios del océano, como lo dice Millán, el físico y astrólogo español en YouTube: “La luna llena del 9 de marzo. La venganza de Neptuno”.
Ahora me voy a escuchar el excelente programa de Radio AM 750, que antes me iluminaba las noches y ahora solamente está los fines de semana de 04,00 a 07,00 la hora de la cultura como ya lo cantaban Les Luthiers.
El otro día volví a ir con una botella a cosechar el agua a la hora de la bajamar extraordinaria… Era a las 19,45. Ya estaba obscuro y la mar se veía muy lejana. Me fui acercando al agua con todos mis miedos, cantando “Alfonsina y el mar”. La luna llena, a la que después vi inmensa, anaranjada, iluminaba de plata la restinga y solamente se veía la espuma blanca. En el resto de la noche sólo quedaba horizonte y mar.
-Para que se me vayan los miedos-, me dije…
Dejé la mochila en la playa seca junto a mi pollera y camisola y me fui metiendo en la mar. El agua estaba calentita y comencé a contar las olas, alguien me enseñó alguna vez, que así lo hacían las chamanas mayas del Yucatán.
Iba contando las siete olas, mientras sumergía la botella en un punto intermedio: ni tan abajo, donde kedan los restos de metales pesados, ni tan arriba donde queda la grela suspendida… Y con la botella llena me sumergí en las tres olas siguientes, para que Yemanya se llevara los miedos de mi coco. Y en la tercera ola el mar, se llevó la botella con mi cosecha de agua marina.
Neptuno es un dios celoso, pensé. Seguramente está en contubernio con kiénes venden ya los botellones de agua de mar.
Buské la mochila, me puse la camisola y fui a comer en ese sitio tan lindo. Ya sentía frío por la camisola mojada. Pasé por la librería La Cueva para pedir los libros del doc Roberto Crotogini y llamé al taxi. Al llegar estaba helada. Me fui a dar un buen baño con agua caliente y me metí en la cama.
Esa fue la noche en que parecía que tenía fiebre y llamé al 911.
-Tenías hipotermia-, me dijo después Tehia.
Si no tenía fiebre ni estaba insolada ¿sería presión alta? Porque el dolor de cabeza seguía allí. De pronto recordé la limpieza ocular con limón. El tipo de ácido cítrico que contiene, es el único capaz de limpiar los ojos cuando éstos se queman por las ondas electromagnéticas y las radiaciones del celu y la compu.
Además de curarme los ojos con jugo de limón, decidí ir nuevamente a cosechar agua, esta vez, con la pleamar, a la hora de la siesta, en un día de sol y calma. -Será una excelente protección-, pensé, ya que levanta el sistema inmunológico.
Cuando llegué, había olas muy altas. Se veía un joven surfeándolas… Llené la botella y regresé para guardarla en mi mochila. Pero cuando fui otra vez para hacer la ceremonia chamánica maya, el océano me enfrentó y me arrastró volteándome tres veces.
Me pregunté por qué se habría enojado Neptuno… Es que soy virginiana y mi carta es la Reina de Espadas, que en el Tarot Mítico es la diosa Palas Atenea, quien se enfrentó con el dios marino por el nombre de la ciudad griega. Neptuno ofreció el caballo de la guerra y la diosa el olivo, símbolo de paz.
La ciudad se llamó Atenas y Neptuno, entonces, desató un maremoto en venganza. Y desde ese momento, en la democracia de Atenas, así llamada por la diosa de la justicia, las artesanías y la democracia, las mujeres, al igual que los esclavos, los pobres y extranjeros, estaban excluidos.
Nada como la energía que transmite la mar… Entonces al regresar fui a hacer las compras. Estaba todo cerrado. Como ya se fue la temporada turística, regresamos a la modorra de la siesta, tan sanadora.
Recordé que el negocio que siempre está abierto es El león, lugar donde no voy desde que pasó lo de mi amiga, “La Chinita” Andrea Galdamez. Ella fue salvajemente violada cuando transcurría la fiesta de la primavera, en septiembre de 2011.
Había ido al asado de unos artesanos amigos. Después supe que eran policías, porque hubo kiénes se enojaron porque “no los habían invitado a la festichola”.
Cuando yo estaba con ella ayudándola a redactar su recurso de amparo en la playa, pasaron cerca de nosotros Ale, el dueño de El león, a quien ella le llamaba Mariano, Junto a otro chabón.
Tiempo después, me enteré que quien acompañaba al dueño de El león aquella tarde, era el paseador de perros de Las grutas, quien además, luego fue la pareja hiper-violenta de mi compañera Lucía Salvaterra de la agrupación “Juana Azurduy”, de mujeres contra la violencia .
Se trata de la misma calaña de personas. Todas las veces que me llamaron para declarar en la causa de La China, seguí afirmando que yo era testigo de que cuando pasaron por la playa el Ale con el paseador de perros, mi amiga, la víctima recontraforreada, se rayó y dijo: -¡Estos hijos de puta se hacen los otarios!…-. Y yo le contesté, -¡Pero si es el Ale, kien me hizo la obra de gas y agua caliente del iglú!
Una vez que fui al negocio de El león y le comenté que mi amiga, salvajemente violada, lo había reconocido, me sacó con violencia.
-Usted me confunde con otra persona, señora. No venga más por akí- y agarrándome del brazo me fue llevando para afuera.
Supe después que tenía la protección de un alto jefe policial. Ignoro si será del padre, el dueño del negocio que todos sabían que distribuía drogas frente a la feria artesanal, a la vuelta de la comisaría.
Yo lo declaré en la causa de mi propio recurso de amparo por la destrucción del patrimonio cultural grutense, cuando tiraron abajo el edificio de la ex delegación municipal, profanando el mural de un artista de prestigio internacional.
Expuse por qué no estaba en condiciones de adjuntar las pruebas documentales sobre mis dichos.
Luego supuse que el motivo era que la causa de la China podía estar siendo utilizada para desviar el foco de atención y que finalmente el afano de aquel mural, caiga en el olvido.
Pero en el momento en que fui intimada por la fuerza pública para declarar, sólo podía sentir el dolor por mi amiga y la debilidad del estrés.
Sin embargo hoy, con la energía del mar, fui a ese negocio. Tenía que comprar limón y azúcar, muy útiles para conciliar el sueño. Pregunté si podía pagar con tarjeta.
-No tenemos posnet-.
¿En toda la temporada no tuvieron el posnet? Se nota que hay algunos que tienen coronita… Porque a otros negocios va la AFIP. Parece que hay unos que nacen con estrella y otros estrellados… Con razón tiene ya tres negocios… ¡Claro, si no aporta un sope al Estado! Con gente así ¿cómo va a haber guita para los hospitales y escuelas?
Regresé y otra vez tenía dolor de cabeza. Me puse el vaso de agua con la toalla doblada en cuatro partes. Hervía. La impunidad me subleva.
Le puse la comida a Manchita con la cucharada de aceite de cannabis, ya legal en Río Negro para uso medicinal y esta vez, yo también tomé una cucharadita.
Ya llegué a la conclusión de que voy a preparar la tintura de mburucuyá, que es de la misma familia vegetal que la cannabis. Por lo que dicen los naturistas ecologistas: donde está tu enfermedad está tu remedio.
Tal vez sea que los remedios naturales son gratuitos y por esa razón las multinacionales farmacéuticas, nos tienen tanta antipatía.
Lo digo, entre otros ejemplos, por eso de que va a ser obligatorio vacunarnos contra la gripe, ahora que rebrotó el coronavirus.
-Pero las vacunas que tienen ahora son de cepas pasadas y no van a ser útiles contra el covid-19. Lo único que habrá será un negoción para los laboratorios que se sacarán un clavo vendiendo vacunas al Estado y plin-caja con las vacunas obligatorias a personas mayores.
-Yo soy descendiente de pueblos originarios y estoy protegida por la Declaración Internacional de los Pueblos Indígenas, tenemos derecho a nuestra propia medicina. Pero más aún por el Derecho Internacional de los Pacientes a decidir qué tratamiento elegir y por supu, tenemos que contar con un profesional que se las banque. Por eso le escribí a nuestro querido médico familiar, el doctor Roberto Crotogini, de prestigio internacional como médico pediatra del equipo del Dr. Escardó y luego en Antroposofía, autor de “La tierra como escuela” y que tiene otro libro más que me parece se llama “Hacia una ancianidad sabia”. Supongo que en algún lado habrá abogados que sepan de los derechos de la ancianidad.
Después de hablar por teléfono con mi hermana, me puse a escuchar/ver otro video de astrología que es genial para meditar y después dormir profundamente.
Justamente había ido al negocio de El león, en la otra cuadra, enfrente de los tanques de Aguas Rionegrinas, a comprar azúcar para el somnífero más eficaz que he conocido: exprimir un limón y agregarle tres cucharadas de azúcar. He probado hacerlo con mascabo y con miel y no dio resultado, ignoro por qué. Alguna vez en una clase de los científicos por la TV pública, lo explicaron.
Pero con azúcar, si no me relajo enseguida, al segundo limón con las tres cucharadas grandes, me duermo plácidamente. Nunca he llegado a necesitar una tercera dosis.
Comprendí que para mí, todo comenzó con la absoluta indignación que ya había vivenciado años antes, cuando a los excelentes músicos del Trío Ternura, concertistas de prestigio internacional, los habían sacado con la fuerza pública por tocar en la peatonal y yo los alojé en el patio del iglú.
No estuve presente cuando a Ciro lo golpearon salvajemente. Resulta que él hacía su obra en la vereda de un negocio cuya dueña sintió que le quitaba clientes.
Parece que entonces, comenzó a hacer su acto arriba de un inodoro y eso enfureció a la señora comerciante.
Ella había enviado una nota al Concejo Deliberante y los concejales habrían ofrecido el anfiteatro para Ciro.
Pero ese espacio, estaba monopolizado por un músico que había pagado por toda la temporada… Y aunque Ciro también había pagado por su espacio, vino la orden del nuevo comisario, quien resolvió utilizar la misma metodología de Chile, Bolivia, Brasil y ahora también Uruguay: la simple represión de palos y llevarlo a golpes a la comisaría.
Evidentemente algo pasa en la formación de las FFAA y de Seguridad que tienen un bache en DDHH. Por eso estaría genial que si ahora se los destina para las tareas sociales indispensables de arreglar escuelas y hospitales, también que sea en un ambiente de calidez y compañerismo con los civiles, que en general tenemos una larga historia de traumas, al igual que ellos.
De esta manera, podríamos sanar haciendo tareas comunes, como sucede en las cooperativas y juntas vecinales, por ejemplo, en la de nuestra querida Junta Vecinal del Barrio Golfo Azul de Las Grutas.
Y tal vez entre todos podremos lograr la reactivación de las empresas automotrices cordobesas, construyendo ambulancias con la misma carcasa de las combis de empresas internacionales, pero reactivando todas las pymes hasta contar con el suficiente presupuesto para que las ambulancias tengan equipos para atender partos, ACV y cardiopatías.
Pymes para fabricar lavandina, que es el más eficaz mata virus: 1 parte de lavandina y 9 de agua, matan todos los virus de corona, HIV, polio, etc.
Y para lavarnos las manos, lo mejor es el jabón en pan que en este marco, obviamente sería también de fabricación nacional.
Otro producto sanitizante que hasta se puede elaborar en casa, es alcohol en gel con aloe vera: una taza de áloe vera, ¼ taza de alcohol y licuar.
Como se ve, hay muchas cosas que se pueden hacer por fuera de la lógica verticalista del mercado. Pero el tema es enfrentar el pánico que produce angustia.
En un grupo de wasap, pasan la profecía de NOSTRADAMUS que predijo en 1555:
Y en el año de los gemelos (20-20) surgirá una reina (Corona) desde el Oriente (China) que extenderá su plaga (virus) de los seres de la noche (murciélagos) a la tierra de las siete colinas (Italia) transformando en polvo (muerte) a los hombres del crepúsculo (ancianos) para culminar en la sombra de la ruindad (fin de la economía mundial tal como la conocemos).
Y el símbolo que acompaña su publicación original de 1555 es increíblemente parecido y similar al Corona Virus.
Si contextualizamos, Nostradamus vivió en los tiempos de la peste negra, que mató más del 60% de la población. Y de Boccacio, que escribió el “Decamerón” en una ciudad encerrada en cuarentena. Y cada grupo tenía que contar un cuento por vez, para llegar a la cuarentena de los cuarenta días.
Y al igual que akí y ahora, unos estaban en un viva la pepa, bailando y tomando todo en joda y otros rezando Morir Habemus, regalando sus pilchas a los pobres.
Entonces para evitar un ACV por estreés, hay que hacer el simple ejercicio de yoga y chi kung que llamamos, el qué me importa, aunque como es lógico, kienes tenemos el cuello y hombros rígidos, somos kiénes sabemos e intentamos tener conciencia social. Estoy absolutamente segura que el infame tiene los hombros bien sueltitos, con su qué me importa crónico.
Es un simple ejercicio de levantar los hombros para evitar un ACV. Esto destapa los vasos sanguíneos que irrigan el cerebro a través de las arterias carótidas, las cuales recorren el cuello y así se descontracturan los hombros y el cuello rígido, porque esta rigidez hace que los vasos sanguíneos del cerebro se vayan tapando y puede llegar al ACV.
Escuché que EEUU tiene ya el aparatito para detectar si se tiene o no coronavirus, este análisis es una de las medidas que ha tomado este país frente a la emergencia sanitaria, lo cual me hace suponer que también se debe poder realizar el estudio de ADN.
Otra medida es que los mayores, por ser población de riesgo, no tienen que ir al hospital, llaman por teléfono y va personal capacitado para verificar en qué condiciones está. Es una tarea para la cual l@s asistentes sociales están totalmente capacitados. Con esa onda del ojímetro social tan argento. ¿Por qué no hay esos equipos en cada institución educativa? Porque los de arriba son unos kappos del gestito “¡qué me importa!”
-Compañero-correligionario-amoroso, presénteme su proyecto de salud pública que ya lo estudiaremos.
En tiempos de campaña preelectoral, cada equipo estudió y preparó lo que hace añares está en los anaqueles de la biblioteca del Congreso, Legislatura y Universidades públicas y privadas.
Pero después…
-Qué pena, pibe. Resulta que el presupuesto aprobado por los infames del anterior gobierno, nos dejaron sin un sope. No tenemos nada. Seguí participando que si llegan los dólares del exterior entonces, tal vez…
Es EL MITO DEL ETERNO RETORNO.
Entonces mejor hago el ejercicio de chi kung llamado LOS SIETE GOZNES: las rotaciones de cada articulación, que una de mis compañeras de tai chi, hace en la cama antes de levantarse.
Y nuevamente miro el sol que ilumina el cielo. A Dios gracias, esto sí es un regalo divino. Esto no lo hizo el infame. Parece que puede hacer lo que se le cante, como si fuese Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo, Aláh y Jehová, con el dedito haciendo faccio, me hace asomar las llamaradas de indignación otra vez…
Porque recuerdo los viejos buenos tiempos del Barrio Universitario de la Universidad Nacional del Sur: A Dios gracias, soy ate@.
Y la larga depresión de añares de la noche obscura de la fe… Pobre Jesús, que dijo “PERDÓNALOS PORQUE NO SABEN LO QUE HACEN”…Vaya si estos sociópatas saben lo que hacen… ¿No lo sabían los que se llevaron los millones de dólares de la deuda externa al exterior? ¿No sabe el chabón de EL LEÓN que tiene que tener posnet? ¿Y los responsables de recorrer cada sitio?
Y cómo estas son carreras de resistencia, no de velocidad, me dispongo a respirar con el OMMMM.
Y aclaro, yo no fui testigo presencial, cuento lo que me dijeron los unos y los otros, como REPORTERA SIN MÁS LÍMITE QUE LA IMAGINACIÓN.
Las Grutas, Río Negro.
Marzo 2020.
Columnista invitada
Lucía Isabel Briones Costa
“Mi pecado fue terrible: quise llenar de estrellas el corazón de los hombres” decía el poeta… Desde los lejanos años de estudiante del profesorado en Historia en la Universidad Nacional del Sur, dediqué mi vida a la educación. En los tiempos previos a la dictadura de 1976 enseñaba en una vieja aula de la Facultad de Agronomía el bachillerato de adultos, tarea compartida con los compañeros, casi todos presos políticos después en Bahía Blanca. Cuando era rector Remus Tetu se hizo una razzia contra docentes, no docentes y estudiantes, especialmente contra los alumnos de Humanidades, Sociología y Economía. Estaba terminando mi carrera, cursando las últimas materias cuando fui detenida y puesta a disposición del PEN, el Poder Ejecutivo de la Nación, durante tres años y tres meses, hasta diciembre de 1978. Estuve en las cárceles de Villa Floresta, Olmos, Devoto y los tres últimos meses en la U20, la cárcel dentro del Hospital Borda, donde un prolijo tratamiento con drogas psiquiátricas hizo borrar totalmente mi memoria. Así me dejaron en libertad, diciéndole a mi padre: “Su hija es irrecuperable, será un vegetal hasta el día de su muerte. Que Dios les de la Santa Resignación”. Gracias a haber encontrado la ayuda adecuada pude recuperar, poco a poco, la razón perdida. Y me fui a La Pampa, donde fui docente de escuelas primarias y secundarias en la pequeña localidad de 25 de Mayo y en el Terciario de Formación Docente de Catriel, Río Negro. Recién en 1997, pude terminar mi profesorado en la Universidad del Comahue, para cuando mis compañeras de promoción de la Universidad del Sur ya estaban por jubilarse. Luego comencé la maestría en Historia Latinoamericana de los siglos XIX y XX, la cual se interrumpió cuando la Universidad no podía pagar a los docentes, varios doctores en Historia. En ese tiempo de docente rural comencé a escribir narrativa, tarea que continué al jubilarme en el bello mar de Las Grutas, en Río Negro. Seguí escribiendo con la alegría de dar un legado en su educación a mis hijas: la mayor psicóloga y la menor, maestra y profesora de Historia, ambas egresadas también de la Universidad del Comahue.
Hermosa tu novela, Lucía. Muchas gracias por cada entrega. Un abrazo grande.