A esta altura de nuestra exégesis de Marechal en su Autopsia de Creso ya estamos calando profundo en la verdadera esencia de este personaje. Su ascenso social hacia el Olimpo debió sortear algunas resistencias, sobre todo de Gutiérrez, que es el que más dificultades tuvo a lo largo de la Historia para hacerse escuchar.
Así fue que Creso convirtió en “la Patria” a las instituciones políticas, económicas y sociales por él mismo creadas, y derramó hacia abajo esa convicción. Un sentido común, diría Gramsci seguramente, que consiste en que sus propias víctimas terminaron naturalizando el estado de cosas imperante.
Hoy sabemos que es parte del sentido común que gobiernen los jueces en lugar del gobierno, o que la Justicia falle siempre a favor de los poderosos; es natural que los poderosos roben mientras las cárceles se llenan con pobres ladrones de gallinas; es natural confundir drogadicción con narcotráfico; es natural pensar que “todo lo que hice lo hice con mi esfuerzo personal y no le debo nada a nadie” (quizás la máxima expresión del individualismo liberal); es natural el razonamiento político “todos los políticos son iguales”, y un montón de otros que Arturo Jauretche denominaba “zonceras”: los pobres que terminan pensando (y votando) como si fueran ricos, o aspirantes a ser Creso, zanahoria que, sabemos, nunca alcanzarán.
Casos inmediatos de nuestra vida cotidiana: la clase media anticuarentena que sigue tirando del carro que transporta a sus verdugos y creen que con eso “hacen Patria”. Aunque te inviten a su mesa nunca estarán de tu lado” diría Fito Páez.
Así es como Creso reclutó adeptos entre intelectuales, educadores y medio-pelos, pero también entre los guerreros, ya que convenció a Ayax de que el enemigo no estaba fuera del país, sino adentro. Entonces, el ideal sanmartiniano de no levantar el sable contra los hermanos cayó en el olvido. Hasta se olvidó que San Martín había legado su sable al Restaurador de las Leyes Juan Manuel de Rosas. De hecho, hasta hace poco ni siquiera se enseñaba eso en las escuelas.
La historia mitrista y la literatura sarmientina recorta algunos hechos, censura otros y arma un “relato” en que se formatearon las mentes de varias generaciones.
Si en la Edad Media -cuando el poder aún lo tenía Tiresias- las guerras eran religiosas, con el gobierno de Ayax las guerras fueron políticas. Con Creso las guerras son económicas, y casi todas inventadas para mantener las ganancias de la industria bélica de unos pocos.
Las personas pasaron a ser cosas, más exactamente “recursos humanos” y la Pachamama, la Madre Tierra, pasó a ser “recursos naturales”. Recursos, cosas que se pueden vender, comprar, violar, destruir. En Argentina, el mismo peronismo cayó en la trampa de esta cosificación de la naturaleza y apoya mayoritariamente los proyectos económicos extractivistas que propone Creso desde su neoliberalismo. Algo sobre lo que no se ha reflexionado lo suficiente. O sea que la mentalidad de Creso incluso ya llegó al extremo de no respetar siquiera la Patria en tanto Geografía, sin que a Ayax se le haya movido el pelo.
Decíamos antes que la mentalidad de Creso invadió también a la ciencia, la filosofía y el arte.
En la Ciencia predominó entonces, la manía de “analizar” y “atomizar” los conocimientos. Sólo son ciencias las ciencias duras, diría un epistemólogo argentino, despreciando a las ciencias sociales y hasta al propio Psicoanálisis, puesto por él en la lista de “supersticiones” (Mario Bunge, en Epistemología).
La Naturaleza dejó de ser un libro inteligente, algo mágico. Hasta la belleza de una mujer dejó de ser mágica e inspiradora de arte para reducirse a unas medidas (90-60-90). Todo es medible. Si hasta el mismo Bunge reconoció que algunas aseveraciones de Carlos Marx eran científicas sólo porque eran reductibles a fórmula matemática (op. cit). Por ejemplo la explotación del hombre por el hombre. Creso se resiste incluso a la marea feminista, ya que no admite que las mujeres se rebelen y pretendan ser “sujetos” y no “objetos” del deseo del otro.
En ese nuevo “conocimiento científico” ya no había lugar para preguntas como “para qué”, “por qué”, “hacia dónde”. Así, la ciencia moderna, para Marechal, carece de valor explicativo respecto de las preguntas eternas que se hizo la Humanidad. Viene a cuento que hubo cristianos, como Teilhard de Chardin, que pensaron un “más allá”, pero en este mundo y no en otro: un nuevo hombre que viva una vida terrenal nueva. Pero eso no será ya responsabilidad de Creso, sino de Gutiérrez, que sólo cada tanto asoma la cabeza porque todavía no ha tomado fuerza y todavía no se deshace de la mentalidad del “Homo economicus”.
El individualismo y el materialismo son los pilares fundamentales de la mentalidad de Creso y sus víctimas. Y en ese contexto, el Hombre se encuentra huérfano de otras respuestas a sus preguntas.
En filosofía, a Creso no le interesa buscar la verdad, sino sólo tener la última palabra, ganar discusiones a como dé lugar, como los sofistas de la Antigua Grecia. El Arte se transformó, de una conexión con lo permanente y eterno, a un pasatiempo inútil (para Creso), y luego en un objeto de consumo; las obras de arte, sublimación de los instintos del hombre-animal, también son una mercadería, como la salud, la educación. Hasta allí llegó la corrupción. En el medioevo el arte era público y de autores anónimos. Luego se convirtió en mérito individual sólo accesible para los mecenas que tienen dinero y pueden “mantener vagos”, los artistas.
“El artista y el filósofo, bajo la dictadura de Creso, perdieron el sentido social que nunca se les negó en la comunidad bien organizada: se convirtieron entonces en individuos oficialmente inútiles, y se aislaron con feroz dignidad en sus torres de marfil” sentencia Marechal.
Así fue que el filósofo ya no fue buscador de la verdad, sino inventor de la realidad. La “visión” del mundo de los originarios, que bien comprendió Kusch, fue reemplazada por una “concepción” del mundo, en el sentido exacto de “concebir”, “crear”. Por eso las reacciones de los personajes tercermundistas del cuento de Herman Hesse El Europeo (1917): “¿a qué viene este hombre belicoso a decirnos que él dentro de su cabeza está creando el mundo, si el mundo ya está creado?”.
El materialismo, que al principio estaba inspirado en ideales puros, también se convirtió en dogma. Es dogma cuando Marx dice que “la religión es opio del pueblo”, porque hay muchos creyentes que dieron y dan la vida por las causas justas; no se adormecen, luchan; si hasta el propio Darwin se negó a que Marx le dedicara El capital, ya que allí se convertía en dogma un ateísmo que él no compartía, ¡al menos no del todo!!
Dogma es también cuando Freud define a la religión como “ilusión que desaparecerá a medida que progrese la ciencia”. La ciencia progresó, pero la religión no desapareció.
Pongo el ejemplo de Marx y Freud, a quienes por otra parte admiro por los respectivos métodos que crearon para abordar “lo invisible” de la historia social y de la historia individual, respectivamente, pero sus seguidores las transformaron en ideas rígidas, indiscutibles, que seguramente Sócrates cuestionaría severamente. Claro, los Cresos de la Antigua Grecia se aseguraron de que Sócrates dejara de hacer preguntas difíciles.
Sócrates nunca escribió nada. Sólo Menem leyó sus obras completas. Pero no escribió porque pensaba que escribir una idea era convertirla en dogma, restarle fluidez, convertirla en algo que dejaba de evolucionar, de modificarse a sí misma. La evolución es permanente y cuando deja de serlo es dogma. Y eso pasó con el Cristianismo, con el Evolucionismo, con el Materialismo Histórico, el Freudismo y muchos otro “ismos”.
De hecho, el comunismo materialista fracasó en su esencia y se convirtió en su opuesto. Históricamente la Revolución Rusa tuvo menos tiempo de vigencia que el peronismo, por ejemplo, basado éste en la Doctrina Social de la Iglesia. Por su parte el Psicoanálisis tuvo a su Karl Jung y su interés por las religiones orientales, saltando de la Psicología Clínica a la Filosófica. Muchos cristianos, por su parte, adoptaron como propio el mundo mejor del marxismo. Todo esto indica que, a pesar de la descripción de la Autopsia, no todo está perdido
Hay un ejemplo que alguna vez mencionamos: fue un sobrino del propio Freud quien llevó las teorías de su tío a Estados Unidos, pero para usarlo como herramienta para generar hábitos de consumo basados en los ocultos deseos sexuales de las personas. La Ciencia Psicoanalítica fue convertida en herramienta “útil” para la economía y no para la desalienación de las personas. Freud, en sus últimos días, empezó a hurgar en lo invisible-esencial, pero ya era tarde.
Al respecto dice Marechal: “si la ciencia moderna no explicó nada trascendente, su manipulación de fuerzas y elementos corporales la llevó a descubrir, en cambio, ciertas leyes que los inventores aplicaron a “lo útil” y que la técnica industrial convirtió en “objetos” destinados a la comercialización”.
Eso será revertido pero, como decimos más arriba, no por Creso, sino por Gutiérrez, cuyo advenimiento Marechal consideró inminente. Todavía no era el tiempo. ¿Lo será hoy?
Columnista invitado
Carlos Benedetto
Museólogo, jubilado docente y presidente de la Federación Argentina de Espeleología. Escritor y periodista. Miembro de la Comisión de Ambiente del Instituto Patria. Director del quincenario Sin Pelos en la Lengua, Malargüe.