Alguna vez escribimos que era necesario separar, para una mejor comprensión, al peronismo, a la figura de Perón y al Partido Justicialista. Esto viene a cuento a propósito de cómo va evolucionando, en la entrevista de Héctor Rosendo Chaves, la conversación, el relato de un pasado que sigue siendo presente en los militantes más viejos. El peronismo como hecho social, la figura carismática de un Perón que desilusionó, y un partido que nació siendo revolucionario y terminó siendo su opuesto. Algo de eso se insinuaba en el capítulo 7, pero en la mitad de la entrevista la cosa adquiere una carga dramática:
- El PJ fue parte del golpe de Estado, hasta el punto de que hubo “dirigentes” que ocuparon cargos políticos en la dictadura. Recordemos el caso de la ciudad de San Rafael, que no es el único.
- Perón murió, y sobre ese tema ya hemos escrito el 25 de mayo pasado.
- El peronismo quedó 30 años huérfano (que no es lo mismo que “muerto”), y en 2003 la gloriosa JP volvió al poder por la vía democrática no violenta, y se fue transformando y creciendo, a pesar de los cuatro años de noche macrista. Como hecho socio-político, con sus marchas y contramarchas, desde el oficialismo y la oposición, con sus traiciones, idas y venidas, el peronismo tiene más perdurabilidad en la Historia que la que tuvo alguna vez la Revolución Rusa. Basta con contar la cantidad de años de una revolución y otra y ya podemos deducir las causas: a diferencia de la URSS, el peronismo no es una revolución congelada, es permanente; fluye, evoluciona, está llena de contradicciones inevitables en todo proceso dialéctico.
“Fui detenido el 15 de marzo de 1976 y salí en el diario Los Andes dos o tres días después, de lo cual me enteré más tarde, ya que estuve totalmente incomunicado; también salí en el diario Clarín; o sea que era evidente que era una persona medianamente conocida; además, el allanamiento lo hicieron fuerzas armadas y civiles y eran cerca de 50 personas, y de día”, comienza Chaves esta parte del relato.
“La CGT estaba intervenida y por lo tanto yo no era ya su abogado; del PJ no aparecieron más, por lo que mi militancia pública era mínima, estaba dedicado a mi profesión; y por supuesto, la defensa de trabajadores, cooperativas y demás, todo eso tenía que ver con mi militancia social. A mí me habían puesto una bomba, por ejemplo, en diciembre del ’74, en la ventana del escritorio, que no funcionó. Pero eran 800 gramos de gelamón, como para volarme todo el estudio y parte de la casa. Sospecho de una mixtura de dirigentes gremiales de extrema derecha con “civiles”; si digo que fueron del Comando Libertadores de América o del PJ o la Triple A, estoy fabulando; pero esa misma noche le pusieron una bomba al Dr. Isuani en San Rafael y esa sí explotó; y en la de la doctora Llorente, que también explotó; qué curioso, los tres éramos abogados laboralistas y los tres estábamos más o menos en lo mismo, salvo Isuani, que era del PC; NO hay que ser Sherlock Homes para darse cuenta de donde venía (la cosa)”.
Estaba claro, entonces, que las balas no iban dirigidas a los guerrilleros, sino a las militancias sociales, de cualquier signo ideológico. Y que la indiferencia o complicidad del aparato partidario era más que evidente: los peronistas auténticos, la JP, eran “infiltrados” a los que había que expulsar mediante los “anticuerpos” que el mismo Perón había defendido. En lo personal, recuerdo haber sido acusado, en la Democracia Cristiana de Sueldo (y no de parte de su jefe) de ser infiltrado comunista, por reivindicar la figura del cura y guerrillero colombiano Camilo Torres.
¡Partidos populares que miraban como “infiltrados” a sus respectivas alas de izquierda!
Al momento de su detención, Chaves se había desvinculado de Montoneros, aunque cuando ocurrió lo de la bomba, sí estaba relacionado aún con la organización armada. “En febrero del ’75 cae Rabanal y con él cae el archivo que estaba donde él vivía”.
Y explica: “Daniel Rabanal era un pariente de don Pancho Rabanal. Pancho era su nombre de guerra. Ahora está en Colombia (2008); él cae en febrero, y una persona que iba con él no cae. Curiosamente cae mucha gente y esa persona no cae; nunca más se supo de él. Yo caigo liviano, porque ellos tenían un archivo; liviano porque era jetón. Cuando cae Vázquez, de la columna sur de La Plata, entonces sí se complica mi situación; Vázquez sí me conocía y sabía todo de mi identidad. Yo me había desvinculado de Montoneros en diciembre de 1975; yo ya no tenía nada que ver con eso; era un disidente. Advierto que por razones atendibles o no, nunca hice públicas esas disidencias; ni en la cárcel tampoco”.
Cuando le preguntan sobre los motivos de la disidencia: “los mismos que se han escrito en distintos tratados actuales, como el de Gasparini, o Pilar Calveiro: una organización político militar que se transformó en militar-política, que nació haciendo política de masas y terminó en la teoría del foco”.
Nuevamente sobre su detención, “en febrero detienen a un muchacho Fagetti, que se había casado con una chica que vivía en mi casa pero que además era compañera. Cuando viene el gobierno de Martínez Baca a él lo emplean en la Dirección de Rentas de San Rafael y se radica en San Rafael, pero seguía ligado a mí, ya no en forma asidua como cuando estaba en General Alvear. Cuando le nace el niñito, yo soy el padrino. Lo detienen en febrero y estaba en Buenos Aires cuando eso ocurre. Yo no había querido clandestinizarme, y eso fue una de mis “debilidades ideológicas” que se me atribuían. De modo que cuando a mí me detienen el 15 de marzo y me interrogan, yo tengo dos certezas: del comportamiento de Fagetti y la seria duda de que esté vivo. Después me entero que su esposa había planteado un amparo el 11 de marzo. Yo ni siquiera me enteré; esta chica no fue a verme a mí, pero me enteré que estaba detenido. Yo caí cuatro días después. Yo recién ahora me entero de las cosas que ella hizo, porque soy querellante en los juicios. Pero yo fui preso el 15 de marzo sin saber nada de eso”.
Parece un relato confuso, por lo que la entrevistadora repregunta una y otra vez. Sobre las certezas Chaves aclara: “a mí me torturaron mucho, hasta el momento lo único que tengo claro del 24 de marzo era del bochinche que había en los pasillos del D2 y de la gente que llegaba. Pero ni siquiera sabía que había un golpe; lo tengo en mi mente como un sueño. Si me empecé a reponer de mi estado de semiconsciencia es porque simplemente se olvidaron de mí; estaban tan ocupados, ¡que se olvidaron de los que estábamos de antes del 24! Pasé los interrogatorios, y siendo abogado uno sabe a qué apuntan los interrogatorios; por eso mi comportamiento fue correcto, pero no fue mérito mío… Nadie de los que habían caído me había nombrado”. Lealtad y compañerismo, ¿te suena?
“El momento de mi detención fue cuando volvía de San Rafael; estaba haciendo un juicio oral, para darnos cuenta de cómo yo trabajaba con tranquilidad. Pero entré a la ciudad por otra entrada que la habitual. De modo que llegué a mi estudio como si nada, y me encuentro con que el estudio estaba lleno de militares, que dejaban preso a cada uno que entraba. Como yo estaba de traje y corbata me llevaron a la casa y me permitieron que me cambiara; allí notoriamente un uniformado con insignias de cabo, actuaba como el jefe; el que me detuvo a mí todavía dice hoy que él llegó al lugar después del 24 de marzo y hasta le dictaron una falta de mérito; ¡ese es el estado de las investigaciones! Entonces, me detienen, me ponen en una camioneta, me atan con un alambre y me llevan a San Rafael con otro abogado y a la noche del 16 llegamos a Campo de Los Andes. Se supone que estuve en el mismo lugar donde había estado Fagetti, en la División Canes, la División motorizada, que es donde estuvieron todos los detenidos. Pero del 16 al 24 de marzo me interrogan a mí casi todos los días. En Alvear y en San Rafael no me hicieron nada”.
¿Que te preguntaban?, interroga la periodista, y Chaves responde “¡pavadas!”
Es de no creer, pero es así. A Luis Barahona, detenido en Malargüe por su militancia como delegado obrero en la fábrica Grassi, los torturaban baldeando el piso del edificio de la Municipalidad de San Rafael y luego obligándolo a secarlo con su propia ropa, arrastrándose; luego le ataban las manos a la espalda y lo hacían subir en salto de rana de la planta baja al primer piso, y le aplicaban la picana eléctrica en los testículos. Todo para preguntarle “¿dónde está Santucho?”, el líder del ERP a quien ni siquiera conocía. Esto es un relato del mismo Barahona ante quien esto firma y ante el juez federal Roberto Burad en los juicios 2010 de San Rafael. Además, es conocida la anécdota de aquel profesor secuestrado al que le desvalijaron la casa y encontraron en su biblioteca un libro de Química titulado “La cuba electrolítica”, y los milicos actuantes interpretaron que era un libro que hacía apología del comunismo…
Respecto de Fagetti, cuya viuda e hijo fueron y son también querellantes en los juicios por crímenes de lesa humanidad en San Rafael, debemos detenernos a informar brevemente:
Héctor Aldo Fagetti, el compadre de Chaves, fue detenido el 25 de febrero de 1976 y es el primer desaparecido de la ciudad de San Rafael. Tenía entonces 26 años.
Su hijo, Javier Fagetti estudió Odontología en Córdoba, vive en General Alvear, milita en H.I.J.O.S. y en 2020 fue designado jefe del PAMI local. Nació el 17 de octubre de 1974. O sea que los militares le robaron el niño al padre antes de que aprendiera a caminar. En 2015 había recibido censuras y diatribas de todo tipo por poner en duda el “asesinato” de Nisman. La chusma gorila lo acusó de “violar los derechos humanos” por burlarse de las mentiras del macrismo.
En mayo de 2017 fue asesinada, en Córdoba, Elsa Marta Sosa viuda de Fagetti (oftalmóloga, 62 años), su madre, también testigo y querellante. Aquella vez Javier habló en una conferencia de prensa y dijo: “sabemos que el testimonio de ella en San Rafael fue contundente. La violencia con la que mi vieja muere, es increíble”. Un sospechoso fue detenido y agregó: “son todas conjeturas, están todas las pistas abiertas para seguir investigando”. El sospechoso era un albañil que trabajaba en el techo de la casa de la víctima a quien ella lo trataba con mucho afecto. Pero… “sabemos bien que los genocidas estando en la cárcel pueden enviar a cualquiera a matar, dinero falta, no se descarta nada”. Lo cual nos recuerda a la desaparición de Julio López (todos sabemos quién mandó a desaparecerlo aunque no tengamos pruebas). Hasta donde pudimos saber, no se avanzó mucho, pero sí me consta de que recibimos de todas partes instrucciones de “no hacer olas” ni tirar especulaciones al aire para no entorpecer la investigación. Lo último que sabemos es que se trataría (en potencial) de un crimen privado, no de lesa humanidad ().
Las últimas noticias que se tienen de Elsa son de 2017, como las de Julio López datan de 2006. Que cada uno saque sus conclusiones.
Columnista invitado
Carlos Benedetto
Museólogo, docente jubilado y presidente de la Federación Argentina de Espeleología. Escritor y periodista. Miembro de la Comisión de Ambiente del Instituto Patria. Director del quincenario Sin Pelos en la Lengua. Agrupación Luis Barahona, Biblioteca de la Memoria Jaime De Nevares, Malargüe.