(viene de la entrega anterior)
-¿Sabés por qué entiendo al pueblo común y silvestre, con sus avances y retrocesos?– le decía ayer, domingo de paz, tirados bajo el eucaliptus- porque soy yo igual. El otro día hablábamos de los milicos que mataron a los hijos del pueblo, y es así. Mataron a lo mejor de lo mejor de lo mejor. Sin lugar a dudas. Pero a mí me preocupa pensar qué paso con los miles y miles como yo, simpatizantes. No los militares comprometidos, la vanguardia, los que aniquilaron con sangre y saña en inhumanas y bárbaras torturas.
No, pienso en los miles de simpatizantes, los que apoyábamos con las dudas, avances y retrocesos de pequeños burgueses, los estudiantes de entonces, profesionales ahora ¿todos hippies?, ¿todos ejecutivos pensando en el auto último modelo?, ¿todos solamente ombliguistas, adorando su pupo como decía una vez uno?, ¿será que soy de la resaca, lo peor de los mejores?, ¿será por eso que los entiendo y amo?
Mira, July, yo no fui de las de “a vencer o morir”. Traicione a mi amiga. A lo mejor el destino me llevó a esa traición tortura y luego el querer morirme de dolor en el suicidio, para que pudiera entender a todo un pueblo que se borró, con su silencio cómplice y que luego fue olvidando.
Si entiendo menos a una Córdoba angelocista que a la Argentina menemista. Me pregunto qué pasó con esa Córdoba obrera, combatiente y guerrillera coreada por miles de cordobeses combatientes.
¿Y ahora lo votan a Angeloz?, ¿la misma política económica de entrega del país, de Menem?
-¿Qué está pasando, que los medios de comunicación nos están estupidizando?
-¿Comprendés porqué el planteo de una campaña de televisores apagados?-.
Apaguemos a ese enemigo metido en cada hogar, que nos va inculcando insidiosamente su mensaje de consumismo, individualismo, violencia y estupidez. Por eso es tan importante llenar de talleres de expresión las escuelas, los barrios, los gremios. Un chico, una mamá que tenga espacios solidarios, creativos, no se estará estupidizando ante el mensaje subliminal de los medios.
Y no nos damos cuenta que frente a las cuatro horas de educación formal, los chicos están el doble mamando los mensajes tan bien proyectados desde arriba, del norte.
Para que recordemos que el sur también existe y que nuestro destino depende de nosotros, empecemos a luchar contra la alienación.
Al menos, apagando la televisión.
Me levanté a escribir a la madrugada, con el cielo con esos lilas, azules y a lo lejos una línea rojiza que despunte en el horizonte.
Se siente unas vacas mugir lejos. Los primeros pajaritos cantan a la mañana. Y una radio fuerte. Por la ruta pasó una camioneta y se llevó seguro a la vecina con las nenas de la edad de Guada, a cosechar el tomate. Las chiquitas que nunca comienzan la escuela hasta que no termina la cosecha.
Hace ocho años que vivimos planteando lo mismo, los chicos que van a cosechar, se pierden todo el inicio de la escuela, el regreso. Cuando van, se retrasen una ya repitió dos o tres veces segundo, otras tantas tercero, cuando va a quinto fue compañerita de una, y ésta repitió. De la hermanita, luego, la más grande que también repitió. Y van quedando en el camino. Los dueños de los campos no hacen nada.
-¿Qué hará el gremio de los laburantes rurales?. ¿Qué hace la escuela? La mamá me mira enojada cuando sabe que toco el tema. Creo que la única seria tal vez, becas por asistencia y buenas calificaciones. Con un buen trabajo de asistencia social. Pero hay veces que siento que no se puede hacer absolutamente nada-.
Señor, señor con morir por ello; ayúdame a vivir para ellos;
Señor, perdóname por haberme acostumbrado a ver que los chicos, que parecen tener 8 años, tengan 13;
Señor, perdóname por haberme acostumbrado a chapotear por el barro, yo me puedo ir, ellos no;
Señor, perdóname por haber aprendido a soportar el olor de las aguas servidas, de las que me puedo ir y ellos no;
Señor, perdóname por encender la luz y olvidarme que ellos no pueden hacerlo;
Señor, yo puedo hacer huelga de hambre y ellos no; porque nadie hace huelga con su hambre;
Señor, perdóname por decirles “solo del pan vive el hombre” y no luchar contra todo pero que rescaten su pan;
Señor, quiero quererlos por ellos y no por mi. Ayúdame.
Señor, sueño con morir por ellos; ayúdame a vivir para ellos.
Señor, quiero estar con ellos a la hora de la luz. Ayúdame.
Meditación en la villa, oración del padre Carlos Mugica
Ayer también me levanté a la madrugada. Es el único momento totalmente a solas. Sentí ruido en la pieza de afuera y después algo así como balar una oveja y los perros ladrar. Lo llamé y no vino Nahuel, tampoco estaba la Negra.
Hoy apareció la Negraza, pero Nahuel no. Seguro lo mataron, como a Mendieta.
Perros guardianes, que era lo único que hacían y los mataron.
Vienen a usar las habitaciones de bulín. Y una que lo sabe entiende el porqué son nuestros amigos.
-Mamá, ¿qué se puede hacer con los que matan a los animales?- me preguntaba anoche angustiada Guadalupe.
-Formar una sociedad protectora de animales…- le contesté.
Pero recordé el diálogo de la otra vez con una compañerita de la escuela.
-Dicen que hay quienes comen perros-.
-Si, y también gatos, que tendrían el gusto a liebre-.
-Si, ya sé- me contestó.
Es de una familia numerosísima que pasó épocas de malarias, y tiene más o menos nueve hermanitos.
Sentí que sabía cómo eran los gatos por experiencia.
Recordé un artículo leído en un diario porteño.
Unas vecinas comentaban de los linyeras. Y en Buenos Aires hay tantos, tirados en el suelo, en la plaza Congreso incluso. En pleno frío invernal, en el centro. En ese recorte comentaban cómo les daban de comer a los gatos, que se bajaban de los árboles cuando veían darles pedacitos de pan y de pronto desaparecían todos los gatos del vecindarios y se veían pieles colgadas.
Me imagino el horror de las vecinas.
-Y la dimensión del hambre- decían en la escuela las maestras ante los chicos famélicos, los días de fiesta escolar, cuando se ubicaban frente a una torta.
Los entendía tanto. La dimensión del hambre que no la saciaba la comida del comedor. Hambre de cosas ricas. Recuerdo nuestra hambre de entonces y hasta ahora, ya pasada, me quedan resabios.
Una terrible sensación de injusticia de unos muchos y otras nada, y eso no es casualidad.
-¿Te acordás cuando cobré el juicio al Estado? Tanta guita como tiempo en cana-.
Una barbaridad de pesos. Dije voy a destinar una parte a la casa del mar. Fueron tantos años, tantos sueños allá, que va a ser la inversión para las nenas. Cuando nos vayamos…
-Y la terminamos. Chiquita pero nuestra. Mi sueño, el departamento de un ambiente y el mar… Junto al loco. ¿Para qué una casa tan grande al dope? Si nunca terminamos de limpiarla, ni de ocuparla siquiera. Entonces dijimos: “nos vamos”. Y las que no quisieron fueron las nenas. Que no, que les gusta su escuela, que extrañan su casa, su habitación, su tierra- dijo Raitrai, que los animalitos, que están los perritos y los gatitos.
Y aquí estoy, loco. Vos sabés que hacés con mi vida. ¿Qué voy hacer, señor?. Si uno quiere que ellos elijan su vida. Que no los lleven de acá para allá, que sean -en lo posible- artífices de su propio destino. Qué vamos hacer. Seguirlas.
¿No dijiste, Señor, que donde están los niños está Dios?. Y estamos con ellas. Como vos, Señor.
Mientras tejo el saco de lana de llama, de oveja, de lo que sea, un cachito de cabra, incluso, pienso.
Tal vez porque el tejido acompaña al pensamiento. Y este tejer con dibujos artesanales, ir creándolo en realidad de acuerdo a la cantidad de lana, me ayuda a ir creando utopías.
Una parte clarita está teñida la lana con raíz de pata e´loro. Cuando cayó el eucaliptus, sus grandes ramas empujaron al tamarisco, surgió el olor champagne. Y con mas cocción un bronce oscuro, casi cobrizo. El July mezcló de todo en un teñido, parte de ceniza , zampa, hierros, etc… Y logró otro marrón brillante, bellísimo.
Con parte de la salamandra en el agua, para usar el tizna, se logró un marrón africano que ahora trato de imitar pero es imposible.
Está una madeja en el agua y solo queda grisáceo, horriblón.
Así debe ser la utopía. Poner algo nuevo, reciclar lo que no sirva. Cambiar. Mutar.
-July, se me ocurrió la solución para la huelga docente- le cuento en la mateada matutina -escuchaste en la radio cuando contaban que una propuesta es no pagar las tasas municipales. Que si el Estado no garantiza la educación, no habría que pagarle al municipio, para que esto haga presión.
-Y al gobernador, le haga cosquillas. ¿O pensás que a ese tipo le molesta en algo que no le paguen al municipio? El, mientras, sigue inaugurando casinos-.
La timba. Esa es la que va. ¿Y si nosotros organizamos una rifa para vender el cachivache? En esa sí me prendo. Hace meses que no lo podemos vender. Hacemos 10 números, cada uno a un palo. Por la lotería. En una semana, listo.
-Pero quiero contarte una idea para solucionar los huelgas. En vez de no pagar los impuestos, impulsar que cada uno pague lo que corresponde. Y que la tercera parte de lo recaudado vaya a educación-.
Por ejemplo, se recauda tanto en el municipio, tanto va para infraestructura educativa municipal, que arreglo de tal escuela, que bancos, que equipos de audio, etc.
Cada municipio puede controlar cuánta guita para dónde y la provincia se hace cargo de los sueldos docentes.
Es una forma de ir limpiando el aparataje burocrático educativo. Si la provincia se hace cargo de los salarios, el gremio que controle que la tercera parte del presupuesto vaya a educación como lo plantea la constitución provincial. ¿No es una buena solución?
-¿Sabés que me parece? Que yo estoy en esa que contaba el flaco. Que allá en el norte vos ves a las viejitas que todo el día se la pasan hilando la lana con el palito…-.
-El hueso- acoto.
-Si, el palito, y mientras lo hacen girar miran las ovejas, las cuentan, saben de memoria cuántas son, qué hacen, como nosotros con las gallinas hasta que el vecindario y los perros nos dejaron sin ninguna. En fin. Sigamos y que cada tanto esquilan una oveja con la latita de picadillo o con vidrio y que si uno va y le propone usar una tijera de esquilar lo miran como diciendo… ¿y para qué?. Y bueno, mire mamita, que usted con esto en vez de esquilar una puede sacarle la lana a diez en el mismo tiempo. Y la cara dirá ¿y para qué?. Tal vez allá habrá uno que le proponga decirle, con una tijera, mire qué moderno, que linda, que rápida y le hace la prueba.
Yo vengo dentro de un mes y usted cuénteme cómo le ha ido.
Y la viejita al otro día va al mercado y cambia el aparato ese por una bolsa de harina, azúcar y yerba para los mates y alguna otra cosita más, y sigue con su latita mirando las ovejitas y sacándole solo la lanita que va a usar. Su baldosa como digo yo. Para qué más. Para qué sacarle kilos y kilos de lana que no va a poder hilar luego y que se le va a arruinar, enmohecer, apestar. Bueno, yo estoy igual. Vos me venis con esas ideas geniales que nadie va a poner luego en práctica.
Porque a nadie le interesa tampoco que la educación y la salud sean públicas. Nadie de los que mandan, de los políticos, esos que cobran sesenta o noventa millones al mes. Y al pueblo como yo le interesa su ovejita, su quinta.
A mi me interesa más mi caballo. Ese que solo yo veo. Que anda pastando por ahí.
-Zampón se llama. ¿Le diste agua, acaso?-.
Mientras vos y todos los que son como vos, puro bocho, piensan y piensan. Yo miro mi caballo. Ese caballo imaginario que es más real que todas tus utopías. ¿No ves que si lo llamo, viene?
Se asomó a la ventana y llama:
-Zampón, Zampón, vení a saludar a la señora-.
Y se asoma la blanca, la perra en celo con todos sus pretendientes.
-No se acerca por los perros. Pero esta allá, atrás de esa mata. ¿Lo ves Raitrai?-.
-Sí. Allá está- dice muy convencida -encantada con el caballo inexistente. Se va para el pueblo, papá-.
-Y, el sigue su camino- le dice Julio abrazándolo. Todos tenemos un camino. Y hay que dejar que cada uno siga el suyo. ¿No te parece?
-Si, a mi me gustaría un burrito como Platero- dice Guadalupe.
-Y, bueno, ahí lo tenés. Si vos querés, podés.
(continuará)
Columnista invitada
Lucía Isabel Briones Costa
“Mi pecado fue terrible: quise llenar de estrellas el corazón de los hombres” decía el poeta… Desde los lejanos años de estudiante del profesorado en Historia en la Universidad Nacional del Sur, dediqué mi vida a la educación. En los tiempos previos a la dictadura de 1976 enseñaba en una vieja aula de la Facultad de Agronomía el bachillerato de adultos, tarea compartida con los compañeros, casi todos presos políticos después en Bahía Blanca. Cuando era rector Remus Tetu se hizo una razzia contra docentes, no docentes y estudiantes, especialmente contra los alumnos de Humanidades, Sociología y Economía. Estaba terminando mi carrera, cursando las últimas materias cuando fui detenida y puesta a disposición del PEN, el Poder Ejecutivo de la Nación, durante tres años y tres meses, hasta diciembre de 1978. Estuve en las cárceles de Villa Floresta, Olmos, Devoto y los tres últimos meses en la U20, la cárcel dentro del Hospital Borda, donde un prolijo tratamiento con drogas psiquiátricas hizo borrar totalmente mi memoria. Así me dejaron en libertad, diciéndole a mi padre: “Su hija es irrecuperable, será un vegetal hasta el día de su muerte. Que Dios les de la Santa Resignación”. Gracias a haber encontrado la ayuda adecuada pude recuperar, poco a poco, la razón perdida. Y me fui a La Pampa, donde fui docente de escuelas primarias y secundarias en la pequeña localidad de 25 de Mayo y en el Terciario de Formación Docente de Catriel, Río Negro. Recién en 1997, pude terminar mi profesorado en la Universidad del Comahue, para cuando mis compañeras de promoción de la Universidad del Sur ya estaban por jubilarse. Luego comencé la maestría en Historia Latinoamericana de los siglos XIX y XX, la cual se interrumpió cuando la Universidad no podía pagar a los docentes, varios doctores en Historia. En ese tiempo de docente rural comencé a escribir narrativa, tarea que continué al jubilarme en el bello mar de Las Grutas, en Río Negro. Seguí escribiendo con la alegría de dar un legado en su educación a mis hijas: la mayor psicóloga y la menor, maestra y profesora de Historia, ambas egresadas también de la Universidad del Comahue.
(Cuadros de Raquel Forner)


