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        profundidad, de amar con generosidad. Los grandes sabios del pasado, en este contexto,
        correrían el riesgo de apagar su sabiduría en medio del ruido dispersivo de la información. Esto
        nos exige un esfuerzo para que esos medios se traduzcan en un nuevo desarrollo cultural de la

        humanidad y no en un deterioro de su riqueza más profunda. La verdadera sabiduría, producto de
        la reflexión, del diálogo y del encuentro generoso entre las personas, no se consigue con una

        mera acumulación de datos que termina saturando y obnubilando, en una especie de
        contaminación mental. Al mismo tiempo, tienden a reemplazarse las relaciones reales con los
        demás, con todos los desafíos que implican, por un tipo de comunicación mediada por internet.
        Esto permite seleccionar o eliminar las relaciones según nuestro arbitrio, y así suele generarse un

        nuevo tipo de emociones artificiales, que tienen que ver más con dispositivos y pantallas que con
        las personas y la naturaleza. Los medios actuales permiten que nos comuniquemos y que

        compartamos conocimientos y afectos. Sin embargo, a veces también nos impiden tomar
        contacto directo con la angustia, con el temblor, con la alegría del otro y con la complejidad de su
        experiencia personal. Por eso no debería llamar la atención que, junto con la abrumadora oferta

        de estos productos, se desarrolle una profunda y melancólica insatisfacción en las relaciones
        interpersonales, o un dañino aislamiento.



        V. Inequidad planetaria


        48. El ambiente humano y el ambiente natural se degradan juntos, y no podremos afrontar
        adecuadamente la degradación ambiental si no prestamos atención a causas que tienen que ver

        con la degradación humana y social. De hecho, el deterioro del ambiente y el de la sociedad
        afectan de un modo especial a los más débiles del planeta: «Tanto la experiencia común de la
        vida ordinaria como la investigación científica demuestran que los más graves efectos de todas

        las agresiones ambientales los sufre la gente más pobre»[26]. Por ejemplo, el agotamiento de las
        reservas ictícolas perjudica especialmente a quienes viven de la pesca artesanal y no tienen
        cómo reemplazarla, la contaminación del agua afecta particularmente a los más pobres que no

        tienen posibilidad de comprar agua envasada, y la elevación del nivel del mar afecta
        principalmente a las poblaciones costeras empobrecidas que no tienen a dónde trasladarse. El
        impacto de los desajustes actuales se manifiesta también en la muerte prematura de muchos

        pobres, en los conflictos generados por falta de recursos y en tantos otros problemas que no
        tienen espacio suficiente en las agendas del mundo[27].



        49. Quisiera advertir que no suele haber conciencia clara de los problemas que afectan
        particularmente a los excluidos. Ellos son la mayor parte del planeta, miles de millones de
        personas. Hoy están presentes en los debates políticos y económicos internacionales, pero

        frecuentemente parece que sus problemas se plantean como un apéndice, como una cuestión
        que se añade casi por obligación o de manera periférica, si es que no se los considera un mero
        daño colateral. De hecho, a la hora de la actuación concreta, quedan frecuentemente en el último

        lugar. Ello se debe en parte a que muchos profesionales, formadores de opinión, medios de
        comunicación y centros de poder están ubicados lejos de ellos, en áreas urbanas aisladas, sin
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