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        tomar contacto directo con sus problemas. Viven y reflexionan desde la comodidad de un
        desarrollo y de una calidad de vida que no están al alcance de la mayoría de la población
        mundial. Esta falta de contacto físico y de encuentro, a veces favorecida por la desintegración de

        nuestras ciudades, ayuda a cauterizar la conciencia y a ignorar parte de la realidad en análisis
        sesgados. Esto a veces convive con un discurso «verde». Pero hoy no podemos dejar de

        reconocer que un verdadero planteo ecológico se convierte siempre en un planteo social, que
        debe integrar la justicia en las discusiones sobre el ambiente, para escuchar tanto el clamor de la
        tierra como el clamor de los pobres.



        50. En lugar de resolver los problemas de los pobres y de pensar en un mundo diferente, algunos
        atinan sólo a proponer una reducción de la natalidad. No faltan presiones internacionales a los
        países en desarrollo, condicionando ayudas económicas a ciertas políticas de «salud

        reproductiva». Pero, «si bien es cierto que la desigual distribución de la población y de los
        recursos disponibles crean obstáculos al desarrollo y al uso sostenible del ambiente, debe
        reconocerse que el crecimiento demográfico es plenamente compatible con un desarrollo integral

        y solidario»[28]. Culpar al aumento de la población y no al consumismo extremo y selectivo de
        algunos es un modo de no enfrentar los problemas. Se pretende legitimar así el modelo

        distributivo actual, donde una minoría se cree con el derecho de consumir en una proporción que
        sería imposible generalizar, porque el planeta no podría ni siquiera contener los residuos de
        semejante consumo. Además, sabemos que se desperdicia aproximadamente un tercio de los
        alimentos que se producen, y «el alimento que se desecha es como si se robara de la mesa del

        pobre»[29]. De cualquier manera, es cierto que hay que prestar atención al desequilibrio en la
        distribución de la población sobre el territorio, tanto en el nivel nacional como en el global, porque

        el aumento del consumo llevaría a situaciones regionales complejas, por las combinaciones de
        problemas ligados a la contaminación ambiental, al transporte, al tratamiento de residuos, a la
        pérdida de recursos, a la calidad de vida.



        51. La inequidad no afecta sólo a individuos, sino a países enteros, y obliga a pensar en una ética
        de las relaciones internacionales. Porque hay una verdadera « deuda ecológica », particularmente
        entre el Norte y el Sur, relacionada con desequilibrios comerciales con consecuencias en el

        ámbito ecológico, así como con el uso desproporcionado de los recursos naturales llevado a cabo
        históricamente por algunos países. Las exportaciones de algunas materias primas para satisfacer
        los mercados en el Norte industrializado han producido daños locales, como la contaminación con

        mercurio en la minería del oro o con dióxido de azufre en la del cobre. Especialmente hay que
        computar el uso del espacio ambiental de todo el planeta para depositar residuos gaseosos que

        se han ido acumulando durante dos siglos y han generado una situación que ahora afecta a todos
        los países del mundo. El calentamiento originado por el enorme consumo de algunos países ricos
        tiene repercusiones en los lugares más pobres de la tierra, especialmente en África, donde el
        aumento de la temperatura unido a la sequía hace estragos en el rendimiento de los cultivos. A

        esto se agregan los daños causados por la exportación hacia los países en desarrollo de residuos
        sólidos y líquidos tóxicos, y por la actividad contaminante de empresas que hacen en los países
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