(viene de la edición anterior)
De bancos y dentistas
El lunes pasado fui al banco a cobrar. El día de pago era viernes y lo supe recién a la hora que vino Julio del trabajo. Estuve escuchando la radio pero la puse tarde y a las cuatro en punto pasan esos avisos. Cuando estaba el vecino enseguida lo sabíamos porque le preguntaba a él. Cuando vino Julio era tarde ya.
Fui el lunes. Después a la secundaria. Una compañera de trabajo, la bibliotecaria me dijo que tenía que ir al banco a cobrar, que me mandaba a decir el esposo.
-Recién vengo del banco y ya cobré- le digo. Había ido a cobrar a las ocho de la mañana, estaban solo los empleados.
Quedé en encontrarme con Julio en la terminal porque me llevaba las nenas. Traía una carta del banco, que no la entendimos ni él ni yo.
-Ahora voy de nuevo porque me dijeron que había algo que cobrar.
-Debe ser esto- me comenta Julio. En la carta decía que se había acreditado no sé cuántos pesos en la cuenta n°, etc., etc. Voy nuevamente al banco. Eran las diez y media. Llenísimo. Me acerco a un mostrador, todos hablan, nadie me da bolilla. Espero que se desocupe el único que conozco algo.
-¿Qué es esto?- Le muestro la carta.
-No, ya está bien.
-¿Qué cosa? Porque me dijeron que tenía que cobrar.
-Esto quiere decir que le acreditaron por error en su cuenta y ya lo arreglaron a quien correspondía.
El miércoles vuelvo a la secundaria, la bibliotecaria, siempre amable me pregunta:
-¿Fuiste?
-Sí, era un error, ya me aclararon.
El viernes iba a ir con Julio a la ciudad vecina para ir al dentista, todavía me queda algo de flemón y el dentista de aquí ya me había dicho la otra vez que me sacaba la muela o iba tratamiento de conducto que es una especialidad que él no atiende, porque son estudios específicos de la carrera.
El viernes paso por la escuela para dejar el anteproyecto de cambio de la escuela secundaria, borrador escrito sin demasiada reflexión. Estaba apuradísima, el tiempo justo para tomar el colectivo.
-Tenés que ir al banco a cobrar sino te devuelven el dinero. -Me avisan en la secundaria. Voy al auto a contarle Julio.
-Cada vez que voy a trabajar tenés algún problema.-Julio está enojadísimo.
-Andá a la terminal con las nenas; si termino rápido voy ahora, sino que me esperen y nos tomamos el colectivo de la una y media.
Llego al banco con toda la bronca. Lo encaro el esposo de la directora que conmigo siempre fue un antipático:
-¿Tengo para cobrar?
-Sí.
-¿Pero cómo no me avisaron?
-Mi función es de pagador, no para avisarle. Le avisamos a tanta gente…
-¿Pero usted no sabe que vivo lejos? ¿Cuesta tanto avisarme con una camioneta que vaya para allá? ¿O por la radio municipal?
El empleado con la mayor lentitud posible busca los papeles de cobro.
-Pero si usted no se preocupa por averiguar si tiene alguna suplencia… Eso es problema suyo.
Firmo los papeles. Cuarenta y seis mil australes. Pienso rapidísimo en el tiempo de hambre que nos podía haber calmado este dinero.
-Pero usted no sabe el hambre que hemos pasado este mes. Si nos hubieran avisado…
El banco lleno y todos miran con cara de “¡Qué vergüenza! ¡Qué escándalo hace esta mina!” Con toda la chinche del mundo me apuro, llego al colectivo que aún no se marchó.
-Te voy a rogar que cuando yo me vaya a trabajar no me metas en estos bailes. ¿Qué les importa a esos tipos que nosotros pasemos hambre? Eso es problema nuestro, si nosotros queremos vivir en el culo del mundo nos tenemos que bancar. ¿O alguien te obligó a vivir aquí? Lo que pasa es que con las tasas a nueve mil anuales, hacen la bicicleta financiera. ¿Cómo puede ser que ciento cincuenta mil australes por error te lo pongan en nuestra cuenta y recién te avisen a los quince días? Ponen a trabajar la guita al Call Money, lo prestan a interés altísimo a los jugadores, por ejemplo… Le suman el interés y se lo quedan los que saben. Esos estuvieron trabajando la guita. Te lo digo yo.
Hoy parecía que empezaban las clases, lunes 5 de marzo. No se sabía si había paro o no, la radio del pueblo no funciona, o la nuestra no la agarraba. No sabíamos, Fuimos el viernes al pueblo y luego a la ciudad vecina al dentista y de paso lo acompañé a Julio al trabajo, con las nenas todo el día. Habíamos llevado comida tipo picnic: fruta, unas patitas hervidas como nos enseñó doña María. Allí compramos pan. Comimos pero vinimos muertos de cansancio.
Hoy tendría que haber vuelto al dentista, pero ya no nos alcanzaba para pagar la consulta. Julio tenía diez mil australes. Pero hoy no estaba bien. Se levantó mal, desganado.
-Soñé que estábamos por hacer el amor y de pronto prenden la luz dos tipos con una máquina y me dicen “se acabó la historia”. Uno era petiso y otro era alto.
-Vos soñaste que uno era petiso y gordito como la beba y otro flaco y más alto, la Guby- le digo tomándolo en broma. Cuando vienen justo en el momento clave.
-Lo que pasa es que vos me estuviste leyendo lo tuyo y uno que la vivió sabe lo que es. Además, el país es un desastre. En todos lados la gente está desesperada y el Ejército armado hasta los dientes ya tiene orden de represión al pueblo.
-¿No escuchaste si hay paro de docentes?
-Por Radio Nacional Buenos Aires dicen que sólo cinco provincias no van a trabajar. Y a ésta no la nombraron. Así que tendrás escuela nomás.
-July, voy a ir al pueblo, a la escuela grande, así me entero qué pasa. Aquí no sabemos nada.
-¿Y la dentista? Vos no podés seguir con esa muela podrida.
-No me cayó bien la mina ésa. Que es la única que hace tratamiento de conducto. Pero no soporto que cobre plus lo más campante. Va a salir un dineral además de lo que corresponde por obra social. Creo que hay que denunciarla.
-Mirá, a mí no me hagas quilombo donde voy a trabajar. Si vos querés hacer lío, hacelo aquí donde ya te conocen. Pero no me cagués mi laburo.
-¿Te parece posible que haga a la luz de todos algo que está prohibido? Lo único que quiero es pedir que la retiren de la obra social.
-Y así jodés a todos los que necesitan tratamiento de conducto. Que tengan que viajar doscientos o cuatrocientos kilómetros para hacerse atender.
-Cuando le pregunté por qué no daba certificado de atención, le dije que vivía lejos. Y me explicó que no los daba porque las maestras venían a hacerse atender cuando querían, así faltaban a la escuela, que por eso ella atendía el sábado. ¿No me puede dar un turno para el sábado?, le pregunté explicándole que no sabía si empezábamos o no las clases. Y que el sábado próximo se iba a un congreso de bibliotecas, y el otro no podía. Y me cobró el plus de la consulta. Y la muela exactamente igual.
-Viste el consultorio que tenía, puertas y ventanas con arco, todo estampado a mano, ¿con qué querés que lo pague? Ella estudió para eso. Si no te vas a un hospital y que te atienda un sacamuelas.
El día empezó mal; yo lo conozco. Fue el sueño y leerle ésto.
-No quiero ser tu personaje. Buscate otro. No te hablo más y listo. No me interesa que me deschavés en tu novela.
Julio se fue a trabajar. Lo despedimos en la terminal. Me fui con las nenas a hacer las compras y gasté todo lo que quedaba del sueldo. Un paquete de arroz común (el integral está a más del triple); uno de soja (lo único que en una semana mantuvo el precio); un kilo de harina y una botella de vinagre para hacer la levadura casera según la receta de la Liga de Amas de Casa de Neuquén. Un rato antes compramos jabón en polvo (para la ropa y los platos) y lavandina. No alcanzó para la virulana ni el papel higiénico.
En el pueblo me comentaron que al supermercado le pusieron una bomba incendiaria. -¿Aquí una bomba?- pregunté extrañada.
-Eso y mucho más se merecen esos ladrones. ¿Cómo van a vender a cinco mil un paquete de fideos?
-No hay que entrar en esa. Aquí se tiene que hacer una lista pública de artículos de primera necesidad y los negocios, precio por precio. Cuando nadie les compre, van a bajar.
-Vos sos una utópica- me dijo después Julio.- Si el país todo está corrupto.
-Creo que nos han metido así el “NO TE METÁS”, “NO VA ANDAR”, “NO SE PUEDE HACER NADA”. Que la culpa de todo ya sabemos viene de arriba, pero aquí, abajo, en este pueblo, también lo tenés. Ya me cansé de explicar en la escuela secundaria el tema de la miel. Sube el azúcar, sube la miel. Bajó el azúcar, la miel no. Subió el dólar, subió la miel. Se estancó el dólar, subieron las tasas, subió la miel. Y esta es zona de producción. ¿Cuándo van a entender que si se lograra un cambio de mentalidad, que la miel es alimento y medicina y el azúcar veneno, toda la gente va a cambiar los hábitos de alimentación y habrá más consumo, ergo más ganancia?
-¿Qué lográs con todo eso? Que ni en enero ni en febrero consigas ni un solo kilo de miel. Los que se callan, la tienen y después pagan. Nosotros sin miel y sin azúcar, sin un carajo. No sirve lo tuyo, no sirve. Porque es aislado. Sos un francotirador.
-Tenés razón, July. Pero ¿cómo lograr un cambio? No creo que pase por las armas. Te lo aseguro. Mirá Nicaragua, esos muchachos que dieron su vida por la revolución y luego la votan a la Chamorro, los contras. El mismo pueblo votó en contra. Por supuesto que uno de los temas fue el abuso sexual reiterado del presidente Daniel Ortega, a la hija de su pareja y compañera del Frente Sandinista de Liberación. Algo totalmente silenciado, obviamente, por los unos y los otros.
-Es que el pueblo está cansado de guerras. Quiere paz. La violencia no sirve. Pero aquí están empujando a la insurrección popular.
-Es lo que buscan; los ejércitos ya están reprimiendo.
-¿Cómo se logrará tomar el poder sin violencia? Nunca olvido la frase que Darío, ese gran compañero que es mi estrellita, igual que mamá, que allá en el cielo me guían, me dijo una vez en la biblioteca:
“SE PUEDE CUANDO SE CREE QUE SE PUEDE”
Desde que comencé estoy rastreando las causas de la locura. Es el problema central. ¿Qué es lo que lleva a enloquecer? Ya sé. Es el dolor. Un dolor tan profundo e intenso que es como escribí una vez:
Me duele todo
de los pies hasta el alma
como si mil agujas
se clavaran por dentro
y un frío recorre
por dentro los huesos
hasta sentir que el dolor se clava debajo de las uñas de los dedos. Todo es dolor
nada más que dolor.
Hay algo interno. Uno se traiciona a sí mismo. Hay algo en uno. Una lucha entre un superyó muy fuerte y antagónico con un ello más fuerte aún. Porque los locos tenemos agudizadas las contradicciones. Un profundo sentido del deber y una super sensibilidad y deseo exaltado. Y hubo una decisión, volcarse a uno u otro lado. Tener que elegir entre el pensar o el sentir. Cualquiera de las dos opciones enloquece. Porque uno no quiere algo. Quiere el todo. De ahí el dolor.
Pero hay otro factor. El doble vínculo de Bateson. Cuando comencé a leerlo se me hizo la luz interna. Ese doble código es el secreto. ¿A qué hacerle caso? ¿A las palabras o a la comunicación no verbal, a los gestos, las miradas? Cuando al niño se le dice “Porque te quiero te aporreo” y se le da una paliza diciéndole “es por tu bien”. ¿Qué cree? ¿Las palabras, “es por tu bien, porque te quiero”? ¿O a su dolor, que lo relaciona con miedo, odio, bronca, enojo? Esos son los dos mensajes antagónicos que enloquecen.
Recuerdo al Dr. Arnaldo Rascovski en FILIUM, en esas indispensables charlas para padres de niños. Madres, obviamente, la mayoría, en lo que eran clases magistrales, casi, el depto. lleno de psicólogos y estudiantes. Al niño hay que decirle SIEMPRE LA VERDAD. Inclusive asesoraba a los padres de niños adoptados. SIEMPRE. Aunque usted crea que es un bebé y no lo comprenderá. Mirándolo a los ojos, le explica, “hay un papá real y yo soy de corazón, porque elegí serlo”.
¿Cuántas veces encontré que una cosa sentía y otra me decían? Si creía las palabras de los demás, no creía en mí, en lo que yo sentía. Terminaba por creer en las palabras de los demás y cada vez menos en mí. ¿Qué habrá pasado con mi barrilito de la autoestima, como decía Rascovsky? Ese proceso de llenar de tanto amor para sentir que uno es único e irrepetible, valioso.
(continuará)
Columnista invitada
Lucía Isabel Briones Costa
“Mi pecado fue terrible: quise llenar de estrellas el corazón de los hombres” decía el poeta… Desde los lejanos años de estudiante del profesorado en Historia en la Universidad Nacional del Sur, dediqué mi vida a la educación. En los tiempos previos a la dictadura de 1976 enseñaba en una vieja aula de la Facultad de Agronomía el bachillerato de adultos, tarea compartida con los compañeros, casi todos presos políticos después en Bahía Blanca. Cuando era rector Remus Tetu se hizo una razzia contra docentes, no docentes y estudiantes, especialmente contra los alumnos de Humanidades, Sociología y Economía. Estaba terminando mi carrera, cursando las últimas materias cuando fui detenida y puesta a disposición del PEN, el Poder Ejecutivo de la Nación, durante tres años y tres meses, hasta diciembre de 1978. Estuve en las cárceles de Villa Floresta, Olmos, Devoto y los tres últimos meses en la U20, la cárcel dentro del Hospital Borda, donde un prolijo tratamiento con drogas psiquiátricas hizo borrar totalmente mi memoria. Así me dejaron en libertad, diciéndole a mi padre: “Su hija es irrecuperable, será un vegetal hasta el día de su muerte. Que Dios les de la Santa Resignación”. Gracias a haber encontrado la ayuda adecuada pude recuperar, poco a poco, la razón perdida. Y me fui a La Pampa, donde fui docente de escuelas primarias y secundarias en la pequeña localidad de 25 de Mayo y en el Terciario de Formación Docente de Catriel, Río Negro. Recién en 1997, pude terminar mi profesorado en la Universidad del Comahue, para cuando mis compañeras de promoción de la Universidad del Sur ya estaban por jubilarse. Luego comencé la maestría en Historia Latinoamericana de los siglos XIX y XX, la cual se interrumpió cuando la Universidad no podía pagar a los docentes, varios doctores en Historia. En ese tiempo de docente rural comencé a escribir narrativa, tarea que continué al jubilarme en el bello mar de Las Grutas, en Río Negro. Seguí escribiendo con la alegría de dar un legado en su educación a mis hijas: la mayor psicóloga y la menor, maestra y profesora de Historia, ambas egresadas también de la Universidad del Comahue.


