Ana y las Bestias
Homenaje a Ana Sosa, a 44 años de su secuestro y posterior desaparición
Esta es la historia de Ana Sosa, una docente tucumana, nacida en 1939 y desaparecida 37 años después. Si, leyeron bien, de-sa-pa-re-ci-da.
Y hoy rindo un homenaje:
Ana Sosa. 1939-1976. Mujer. Docente. Comunista revolucionaria. Protagonista en la lucha antigolpista. Ejemplo de miles. Detenida, desaparecida y asesinada, por las bestias de aquella dictadura del ’76, que vino a quedarse por mucho tiempo, y que el pueblo expulsó al séptimo año.
Dictadura que se había propuesto acabar con aquel inmenso auge de masas iniciado en 1969, con el glorioso Cordobazo, y derrocar al débil gobierno heterogéneo de Isabel Perón, cuya política reformista lo llevaba a desarrollar una línea internacional tercermundista, constituyéndolo como gobierno de burguesía nacional en el que convivían sectores profundamente reaccionarios como el que expresaba López Rega, y un sector prosoviético representado por Gelbard.
Dictadura que se dio en un marco internacional caracterizado por la pelea de dos súper potencias: los Estados Unidos (EEUU) y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), con la particularidad que Estados Unidos se encontraba a la defensiva dada su derrota en Vietnam y en otros países del sudeste atlántico. Los rusos, por el contrario, a la ofensiva. Recordemos que en agosto del ´69 la URSS invadía Checoslovaquia mostrando su cambio de carácter, ya había abandonado la lucha por el socialismo y se desarrollaba allí una profunda y acelerada restauración capitalista, convirtiéndose en un país como conceptualizó Mao Tsetung, socialimperialista, socialista de palabra e imperialista en los hechos.
Esa era la Argentina de Ana, una argentina disputada por los imperialismos y al mismo tiempo, una Argentina con enormes corrientes de masas que discutían cómo avanzar en luchas reivindicativas de salarios, abonos estudiantiles y mejores condiciones laborales. Pero también, algunas de esas corrientes pensaban, y actuaban en consecuencia, en dar la pelea por el poder y en cambiar las profundas desigualdades sociales. En particular, la corriente a la que Ana pertenecía, daba la pelea más dura que puede sintetizarse en la frase de los héroes de mayo: “Ni amo nuevo, ni amo viejo, ningún amo”.
Ana es de esa generación y de esa corriente. De la generación con la sangre revuelta que quería acabar con las injusticias a las que sometían al pueblo y de la que luchó para que el golpe no triunfara y que luego luchó para derrotarlo, y de la corriente que ubicó los preparativos tempranos del golpe del ’76 como la convivencia (en unidad y lucha) de sectores proyankis y prorusos, y eran éstos últimos quienes hegemonizaban en Argentina. Y así se hizo carne en Ana la correcta definición antigolpista a partir de noviembre de 1974: “No a otro 55, junto al pueblo peronista, contra el golpe proruso y proyanqui para avanzar en el camino de la revolución”.
Así como dije que Ana era parte de una Argentina disputada por los imperialismos, también era parte de una Argentina dependiente, donde el primer gobierno de Juan Domingo Perón llevó adelante reformas muy importantes que beneficiaron a la clase obrera y al campesinado, en función de los intereses nacionales (pasábamos de ser un país agrario a ser un país industrial-agrario, que permitió un gran desarrollo). Se comenzaba a cobrar las cosechas exportadas durante la segunda guerra mundial. Y por las dificultades de importar materias primas y medios de producción, se financió una política de sustitución de importaciones creando un mercado para esa producción, etc.). Pero a pesar de algunas reformas en el tema de las tierras, nunca se avanzó sobre el latifundio terrateniente que era y es el problema histórico de la dependencia al imperialismo en nuestro país.
Ana es de la Argentina del golpe del ’55. El de Onganía del ’66, donde el mercado de carnes permanecía en manos del imperialismo inglés, y los frigoríficos los tenían los yanquis.
Ana era de la Argentina a la que se le revolvía, aún más la sangre con la revolución hablada en castellano, la revolución cubana. La Argentina del Che y de su “hombre nuevo”.
Ana era de los sectores que comenzaban a hablar de la Revolución China.
Hoy, a 44 años de su detención y posterior desaparición, los jóvenes docentes que conocemos su historia nos sentimos profundamente contenidos por los principios patrióticos por los que luchó: un país sin explotados ni explotadores. Y reivindicamos con orgullo su historia siempre del lado de los oprimidos, como quedó claro cuando se la llevaron aquellas bestias, en el chocolate del día del niño en el Ingenio. Y también nos emociona profundamente su heroísmo demostrado ante el enemigo.
Los silencios de Ana, y el de otras y otros camaradas, como el de Norma Nassif, en las peores circunstancias; parieron una nueva generación de luchadores y luchadoras populares, venciendo a los genocidas y a sus planes. También nos duele profundamente, el imaginar su sufrimiento en aquellos lugares del terror, que ella lo convirtió, sin lugar a duda en un lugar de resistencia y lucha. Esa es una de sus principales enseñanzas.
Los restos de Ana fueron encontrados, y todavía nos falta encontrar los de muchos, por eso, como le escuché decir a la camarada mendocina Teresita Castrillejo (la compañera de Manuel “Quebracho” Guerra”) habría que revisar el significado de la palabra “desaparecido”, porque esa es una pequeña victoria de Videla: “no están ni vivos ni muertos, están desaparecidos”.
En este sentido, se ha logrado mucho con los juicios a los genocidas, pero es imposible que el pueblo encuentre justicia si tiene que probar caso por caso el Terrorismo de Estado, buscando los familiares y sus organizaciones a los testigos, caminando con una foto por la ancha desolación, comprobando que lo más siniestro del genocidio fue que estuvo hecho para no tener testigos.
Por eso, hay que rever el código penal para juzgar el Terrorismo de Estado, porque es el Estado quien debe abrir los archivos y decirnos al pueblo donde están, quienes dieron la orden y quienes la ejecutaron.
Ana Sosa -al igual que los 30 mil detenidos-desaparecidos- sigue naciendo en cada una de las luchas del pueblo, y ese fuego que llevamos dentro aferrado a la convicción de “dar vuelta la tortilla” nos enciende la llamarada que empuja por hacer posible la revolución nacional y social por la que muchos dieron su vida, dando fin al yugo imperialista y latifundista que nos somete a la pobreza. Somos un país de 44 millones de habitantes, que produce alimentos para 400 millones de personas y que en una situación de pandemia (como la actual) deja en evidencia la destrucción del sistema de salud público.
Por eso, hoy más vigente que nunca… “Ana Sosa, presente. Ahora y siempre.”
Alberto Muñoz
Docente-escritor
Secretario General Adjunto (SUTE)
Coordinador Provincial Agrupación verde “4 de abril”