“Cuando fui contactada para la revisión de “Aguas fuertes Marinas” sentí, desde la primera lectura, que iba a ser todo un desafío. Y aunque está claro que el título de esta obra parafrasea y dialoga con “Aguafuertes porteñas” de Arlt porque lleva en su esencia ese mismo fuego, esa misma sed de justicia, la tarea del visado se tornó para mí, más bien, quijotesca. No era capaz de tener una mirada neutral sobre el texto que me permitiera realizar en paz las correcciones. A cada página tenía que parar, algún nudo en la garganta o un extraño sentimiento de indignación, me hacían abandonar la lectura: me sentía como un auténtico Quijote de La Mancha luchando contra molinos de viento y que a su vez estaba leyendo sobre otros Quijotes embarcados en tareas igual de fútiles”.
Agua fuertes Marinas
Primera parte
– De Cortázar- dice la fotocopia y nadie duda la autoría.
Vilmente asesinado por los que estudian el discurso y no el mensaje.
Pobre Guk, con sus ojos tiernos de pestañas arqueadas y su alegría de camello de propaganda de Camel. Puro sexo vital antes de terminar como camello o mula… Indocumentado. Preso, en libertad ficticia, sin poder ir a ningún lado. Culpa de esos “pasecitos” que hacía cuando era menor si se dejaba a la violencia del kapo que lo iba desvitalizando.
Primero se fue su alegría. Hosco y duro. Hacete macho, vacunate por el orto, sangrante ya.
Después perdió su identidad. Ya ni Guk lo llamaban.
Juan Fernández, albañil: las manos sin los guantes de trabajo, obligatorios. Así se hacen los hombres. Entonces, lo dejó la guitarra, por los dedos duros, rígidos, del agua helada.
Después fue una mina. Gato entregándose por guita.
Del instinto alegre, vital, solo le quedó el odio visceral de perder el corazón… Cuando perdió su amor, María Soledad, su noviecita luminosa, arrastrada en pedo a las sesiones de sexo grupal con los hijos del poder.
Luego, solamente taxiboy, Susano de la diva.
– Susano gusano- le decía con gesto de reina.
Primero perdió las plumas de la libertad. Después su identidad.
Nadie lo llama Guk ya. Ni camello siquiera. Él o ella, limosneando una compañía a esa hora maldita de la soledad, la madrugada atroz.
Cuando quiso salir, pasaron todos, menos él.
¿Por qué? Se preguntaban, sus primos y amigos de la feria de artesanos. ¿Por qué vos no? Si los dejan ir a los demás, ¿Por qué se ensañan con vos, solamente?
Fueron todos a reclamar, como tamberos por el precio justo de la leche, como inquilinos estafados en alquileres de oro por sucuchos infames.
No porque no. ¿Quién manda aquí?
Creyó que sería libre en la feria de los artesanos y recorrería el país, el mundo. Y se encontró solamente con la calesita. Esperando. Como siempre, los que miran y admiran, no tienen un peso. Los que tienen, miran sin comprar. Unos, se saludan con onda, contando historias de lugares lejanos rarísimos. Otros muestran paños de obras de arte en miniatura, única, diferente. En medio de artesanos con aire tan extraño, como sus obras, donde no se cumple la ley de la obra reflejo del autor de Günter Grass en “El tambor de hojalata”. Algunos explican con sapiencia absoluta cada paso de su producción. Otros callan secretos milenarios.
Pero lo peor fue el ninguneo.
– No existís, loco. Fuiste, alpiste. El amor es libre y voló. Rajá, turrito, rajá-.
Como futbolista sentado eternamente en el banco de suplentes. Como actor que espera al menos un bolo. Nada ni nadie lo recuerda ya. Ni para concejal suplente en lista sábana.
No existe más que el olvido. Peor que jubilado llenándose de polvo como el arpa del poema de Becker “Del rincón en el ángulo obscuro…”
Como Cortázar en su último viaje a la Argentina, totalmente olvidado. Los intelectuales críticos reemplazados por obsecuentes lameculos, calienta sillas y levanta manos.
Ni sus cinco minutos de fama le dejaron. Solo el olvido.
Fue entonces cuando se acostó en el suelo.
Se fue durmiendo, tambaleándose. “Hubo un tiempo que fue hermoso y fui libre de verdad…”
En sus ojos nublados pasaron, pausadamente, recuerdos de libertad. Cuando reía, feliz, con sus hermanos y caminaba, libremente, por las callecitas de su pueblo, su barrio. En todas las casas, un lugar cálido para hablar y compartir solidariamente un mate, una birra, pizza o tallarines.
Se va durmiendo, en ese sueño terrible, profundo, de la tristeza infinita.
¿Cuándo siguió al flautista de Hammelin? ¿Qué lo hizo dejar absolutamente todo? Tal vez fue Serrat cantando:
“Deja tu pueblo,
Tu hembra, tu arreo
Sigue el camino
Del pueblo hebreo,
Busca otra luna.
Y si te toca llorar
Es mejor frente al mar…”
¿O fue en las guitarreadas cuando le prometieron el oro y el moro, un futuro lleno de promesas de un mundo ideal?
“Los que estén en el camino bienvenidos al tren…”
Aquí pasó el verano. Llegó el otoño. Luego el invierno. Y no hay absolutamente nada para hacer, solo esperar. Siempre esperar.
“…Que a lo mejor surge un laburo. Dejá tu curriculum, que tal vez se forme una de esas cooperativas de viviendas. Mientras, te tiro unos sopes, como al perro un hueso, para ir tirando”.
¿Cuándo se fue la dignidad? Se duerme preguntándose cuándo y cómo. No recuerda o no quiere recordar… Cuántas infamias para ser aceptado por los demás… No quedó nada peor por hacer.
En la morgue, el cadáver de Guk es diseccionado prolijamente.
– ¿Con un escalpelo?, pregunta, inocentemente, una de las asistentes-.
– Qué va. Esto es Argentina. No estamos para lujos-. Un cuchillito tramontina, brasuca, porque los criollos se fundieron todos en la época de la plata dulce. Todo Taiwán, Hong Kong y chau industria nacional. Ni sogueros quedan ya, comenta el que acuchillaba prolijamente el cadáver.
– ¿Masculino o femenino? ¿Qué pongo?
– Lo que quieras, porque dicen que…
Las carcajadas tapan el chiste machista, homofóbico.
Los ojos, hermosos, tienen aún las pestañas arqueadas, como cuando era el mejor bailarín de salsa y rap y con los tambores era un as.
– ¿La causa de la muerte?
– El occiso falleció por…-.
Una lágrima le nubla los ojos a quien lo conoció, antes, cuando amaba y gozaba la vida. Antes… Cuando era el más alegre y vivaz de la clase, el delegado justiciero de cada compañero, perseguido solamente porque no sabía defenderse en la frialdad de los exámenes.
Fue entonces cuando lo convencieron. Un pasecito, nomás. Y allí comenzó su carrera de camello.
– ¿Camello? Pregunta un@
– Mula. Llevaba y traía paquetitos.
Nada quedó de Guk, el vital camello. Hoy, es diseccionado prolija y fríamente en la aséptica morgue de la clase lingüística.
Sujeto tácito. Sobran gerundios. Aquí hay elipsis…
Del alma agobiada, atormentada, angustiada, del autor no queda nada. Absolutamente nada más que palabras.
FIN
26 de agosto 2009
Día de la despenalización de la tenencia de mariguana
para consumo personal. ALELUYA, 25 años de lucha.
GUK, 2
GUK estaba tirado en la mesa de disección, muriéndose de pena mientras oía los chistes sobre su persona. Y cuando se sentía ya morir, recordó a su madre. Cuando ella le hablaba de Dios, Alah, el Único y Todopoderoso, Alah es Dios y Mahoma, su Profeta. Todo está escrito. Y su madre lo abrazaba y le decía tantas cosas lindas, como cuidándolo y protegiéndolo con ese amor que nunca más tuvo.
A lo lejos, oía los chistes de la clase.
-No han tenido suerte los camellos en el reparto de defectos y virtudes… ¿Cuál es el animal de dientes amarillos, labios leporinos, joroba, callos y una insufrible fetidez de aliento?
Y entonces Guk miró y se vio. ¿Esto es lo que han hecho de mí?
¿Soy esta piltrafa que ni siquiera puede mirarse en las aguas como el espejo de Narciso? Que ni siquiera sé quién soy. Tantos nombres, tantas historias que ni siquiera se quién soy.
En medio de la resaca del alcohol y pastillas del día de la primavera, luego de haberse sentido un animal vencido por sus instintos, vaya a saber por qué, recordó esa carta del tarot de Osho… La del camello agobiado por el peso de las cargas. La cita de Nietzsche en “Así hablaba Zaratustra”. Podemos sentirnos agobiados por el peso de las tareas que no elegimos, como un camello.
Pero vaya a saber por qué, algo le trajo a su recuerdo, la trasmutación de la libertad de elección. Sacudirse el peso del agobio y sentirse libre, como el león rampante que dice BASTA YA. Se miró en el rebaño.
Uno más entre sus hermanos, también leones arrastrados al cautiverio.
…Y se reconoció león en su libertad, capaz de cambiar un mundo para hacerlo como Dios quiere.
“Solamente depende de mí. Un simple no, chiquitito, vacilante, en un sistema que siempre exige a todos el sí obsecuente…”
Se levantó y dijo NO. Aún tengo la vida. Y elijo ser león. Llegará, tal vez, el día de ser nuevamente alegre y feliz como un niño.
Que la libertad es tan solo la de la vaca atada al poste, le decía, pesimista, el abuelo, desmoralizándolo. Solamente puede elegir, atada a su poste, si pastar aquí o allá.
Pues bien, se dijo, mirándose tan absolutamente triste como nunca se sintió. Elijo. Y digo NO.
Juntó todos sus papeles truchos, hizo una gran fogata al fuego ritual y allí dejó todo lo que lo ataba. Mañana iré a decir que perdí mis documentos. Que yo soy yo.
A su lado estaban las fotocopias, pesadas, aburridas. Se levantó. Quién me dijo que yo no puedo estudiar, también. Se levantó y se fue con el resto del grupo de la clase de lingüística, a ver si hay alguno que diga que no se puede, que no soy capaz…
FIN
GUK, 3
Miró y se dijo, -¿Por qué me tengo que cuestionar todo? Si así soy feliz. Cada día, como un niño, cambio de atuendo, de pilchas, de historias y familias. Pero yo sé bien quién soy. Mientras no le haga mal a los demás, ¿qué problema hay en elegir mi propia identidad y sexualidad? Lo único que falta, que estos chusmetas se metan a ver con quién comparto mi vida… Los que no saben qué es la libertad son los demás y me quieren poner en su molde, cuadradito, estrecho. Así naciste y como tu padre, tu abuelo y bisabuelo seguirás siendo… Así soy feliz como un niño. El problema lo tienen los demás. Es su tema si me aceptan así, como soy. Como decía la abuela, soy como las lentejas, si quieres, las tomas. O si no, las dejas-.
FIN
4 de mayo de 2010
Lector, este es un cuento con tres finales.
Usted elija con cuál se queda.
Es su libertad de elección, su libre albedrío.
Columnista invitada
Lucía Isabel Briones Costa
“Mi pecado fue terrible: quise llenar de estrellas el corazón de los hombres” decía el poeta… Desde los lejanos años de estudiante del profesorado en Historia en la Universidad Nacional del Sur, dediqué mi vida a la educación. En los tiempos previos a la dictadura de 1976 enseñaba en una vieja aula de la Facultad de Agronomía el bachillerato de adultos, tarea compartida con los compañeros, casi todos presos políticos después en Bahía Blanca. Cuando era rector Remus Tetu se hizo una razzia contra docentes, no docentes y estudiantes, especialmente contra los alumnos de Humanidades, Sociología y Economía. Estaba terminando mi carrera, cursando las últimas materias cuando fui detenida y puesta a disposición del PEN, el Poder Ejecutivo de la Nación, durante tres años y tres meses, hasta diciembre de 1978. Estuve en las cárceles de Villa Floresta, Olmos, Devoto y los tres últimos meses en la U20, la cárcel dentro del Hospital Borda, donde un prolijo tratamiento con drogas psiquiátricas hizo borrar totalmente mi memoria. Así me dejaron en libertad, diciéndole a mi padre: “Su hija es irrecuperable, será un vegetal hasta el día de su muerte. Que Dios les de la Santa Resignación”. Gracias a haber encontrado la ayuda adecuada pude recuperar, poco a poco, la razón perdida. Y me fui a La Pampa, donde fui docente de escuelas primarias y secundarias en la pequeña localidad de 25 de Mayo y en el Terciario de Formación Docente de Catriel, Río Negro. Recién en 1997, pude terminar mi profesorado en la Universidad del Comahue, para cuando mis compañeras de promoción de la Universidad del Sur ya estaban por jubilarse. Luego comencé la maestría en Historia Latinoamericana de los siglos XIX y XX, la cual se interrumpió cuando la Universidad no podía pagar a los docentes, varios doctores en Historia. En ese tiempo de docente rural comencé a escribir narrativa, tarea que continué al jubilarme en el bello mar de Las Grutas, en Río Negro. Seguí escribiendo con la alegría de dar un legado en su educación a mis hijas: la mayor psicóloga y la menor, maestra y profesora de Historia, ambas egresadas también de la Universidad del Comahue.