Ese contrato tácito opera hasta un minuto antes de sentarnos frente a la gran pantalla, semeja la sensación de sumergirse en una alfombra enorme y mullida de la que vamos en pos. En ella nos dejaremos tentar por el amor que desea mostrarnos el realizador. Vamos a creer que esa historia es real y sucede ahí, frente a nuestros ojos.
Esa es la apuesta en la que se basan quienes nos llevan a un mundo que, bien logrado, altera en nosotros la percepción de las variables tiempo y espacio. Muchas veces a tal extremo, que no sólo la película ocupa un lugar en nuestra mente durante los minutos posteriores a la proyección. A veces por siempre.
Favio es, probablemente, uno de los mejores ejemplos de esa perpetuidad del asombro. Sus obras son consideradas monumentales en muchos motivos: sensibilidad, creación de personajes; la eleción de historias, los cuadros, las fotografías. Lo demás seguirá por siempre allí, en el corazón de cada uno de nosotros.
“Una parte sustancial de la vida de Leonardo Favio ha estado vinculada a su actuación en el peronismo.
“Él mismo ha dicho: “Yo no soy un director peronista, pero soy un peronista que hago cine y eso en algún momento se nota. En ningún momento yo planifico bajar línea a través de mi arte, porque tengo miedo que se me escape la poesía”.
“Se incorporó al peronismo desde muy joven, impulsado por su propia experiencia positiva de los dos primeros gobiernos del presidente Juan Domingo Perón (1946-1952; 1952-1955), durante su niñez. Favio ha definido su pensamiento a partir de una concepción popular de la religiosidad católica y del culto a la Virgen María, sosteniendo que para él “Dios está al centro de todo; a la izquierda suelo llevar a la gente y a la derecha la estética”.
“En 1972 fue invitado por Perón a acompañarlo en el avión que lo llevó de retorno a la Argentina, luego de 18 años de exilio. Favio compartió el vuelo con otros invitados pertenecientes a las diferentes líneas internas del peronismo, entre los que se encontraban también Abel Cachazú, Antonio Cafiero, Héctor J. Cámpora, Hugo del Carril, Eduardo Luis Duhalde, Rodolfo Galimberti, Nilda Garré, Raúl Lastiri, Raúl Matera, Carlos Menem, el padre Carlos Mugica, Rodolfo Ortega Peña, José López Rega, Marilina Ross, José Ignacio Rucci, José Sanfilippo, Jorge Taiana, entre otros.
“El 20 de junio de 1973 fue designado por el Partido Justicialista para ser el conductor del acto que iba a realizarse en los bosques de Ezeiza, con motivo del retorno definitivo de Perón a la Argentina. En la ocasión se produjo un grave enfrentamiento armado entre sectores internos del peronismo, conocido como la Masacre de Ezeiza, en la que murieron trece personas. Debido a su función de conductor del acto, Leonardo Favio ocupó un lugar central en el palco, desde el cual, cuando comenzaron los enfrentamientos, condenó a través del micrófono, las consignas que estaba cantando el peronismo revolucionario, uno de los grupos que participaron de las confrontaciones. Durante el curso de los acontecimientos, Favio fue testigo del grado extremo de violencia que alcanzó la lucha, e intentó desesperadamente detenerla, en forma individual, llegando a amenazar ingenuamente a quienes golpeaban con brutalidad a militantes indefensos”.
“Soñar, soñar”, de Leonardo Favio
Es una película de Argentina filmada en Eastmancolor dirigida por Leonardo Favio según su propio guion escrito en colaboración con Jorge Zuhair Jury que se estrenó el 8 de julio de 1976 y que tuvo como actores principales a Carlos Monzón, Gian Franco Pagliaro y Nora Cullen. Fue la última película que dirigió Favio antes de iniciar un período autoimpuesto de 17 años sin filmar; ese período terminó con el estreno de Gatica, el mono en 1993.
(Entre comillas van datos de la biografía del artista)